Quantcast
Channel: Sapiens Medicus
Viewing all 477 articles
Browse latest View live

Rinosinusitis Aguda: Diagnóstico y Tratamiento en la Consulta.

$
0
0

La sinusitis y la rinosinusitis se refieren a la inflamación en la cavidad nasal y los senos paranasales. La rinosinusitis aguda dura menos de cuatro semanas, mientras que su etiología más común es una infección viral asociada al resfriado común. El diagnóstico diferencial entre rinosinusitis viral aguda relacionada a la gripa y la infección bacteriana es un desafío frecuente para el médico de atención primaria. Revisamos a continuación las claves diagnósticas y de tratamiento para mantenerte al día y evitar recetar antibióticos de manera innecesaria.

Actualízate sobre este tema en 24 minutos.

La rinosinusitis aguda se define como la inflamación sintomática de la cavidad nasal y los senos paranasales que dura menos de cuatro semanas. El término “rinosinusitis” se prefiere a “sinusitis” ya que la inflamación de los senos paranasales rara vez se produce sin una inflamación simultánea de la mucosa nasal.

El término 'rinosinusitis' se prefiere a 'sinusitis' ya que la inflamación de los senos paranasales rara vez se produce sin una inflamación simultánea de la mucosa nasal.Haz click para twittear

La clasificación de la rinosinusitis se basa en la duración de los síntomas:

  • Rinosinusitis aguda: síntomas de menos de cuatro semanas.
  • Subaguda: síntomas de 4 a 12 semanas.
  • Crónica: los síntomas persisten durante más de 12 semanas.
  • Rinosinusitis aguda recurrente: cuatro o más episodios por año, con resolución de síntomas entre cada episodio.

Se clasifica también según su etiología y manifestaciones clínicas en:

  • Rinosinusitis aguda viral
  • Aguda bacteriana no complicada: etiología bacteriana sin evidencia clínica de extensión fuera de los senos paranasales y la cavidad nasal (p.e. sin afectación neurológica, oftalmológica o de tejidos blandos)
  • Bacteriana aguda complicada: etiología bacteriana con evidencia clínica de extensión fuera de los senos paranasales y la cavidad nasal.

La rinosinusitis aguda es un padecimiento común. Cada año, aproximadamente una de cada siete u ocho personas en los Estados Unidos y otros países occidentales tendrán un cuadro de rinosinusitis. La incidencia es más alta en mujeres que en hombres. Entre los adultos, la incidencia es más alta entre los 45 y 64 años. Los factores de riesgo incluyen mayor edad, tabaquismo, viajes en avión, exposición a cambios en la presión atmosférica (por ejemplo, buceo en aguas profundas), natación, asma y alergias, patología dental e inmunodeficiencia.

Rinosinusitis aguda viral

La gran mayoría de los casos de rinosinusitis aguda se debe a una infección viral y comienza con la inoculación del virus a través del contacto directo con la conjuntiva o la mucosa nasal. La replicación viral en un individuo no inmune conduce a viremia detectable en secreciones nasales dentro de las siguientes 8 a 10 horas. Los síntomas, si se desarrollan, generalmente se presentan el primer día después de la inoculación. Los virus más comunes que causan rinosinusitis son el rinovirus, el virus de la influenza y parainfluenza.

La gran mayoría de los casos de rinosinusitis aguda se debe a una infección viral y comienza con la inoculación del virus a través del contacto directo con la conjuntiva o la mucosa nasal.Haz click para twittear

La rinitis viral se disemina a los senos paranasales por vía sistémica o directa. El sonarse la nariz puede ser un mecanismo importante de extensión de la infección; las presiones intranasales positivas generadas durante la limpieza nasal pueden impulsar el fluido contaminado desde la cavidad nasal hacia los senos paranasales. Le sigue inflamación, lo que resulta en hipersecreción nasosinusal y aumento de la permeabilidad vascular que conduce a la transudación de líquido en la cavidad nasal y los senos paranasales. Los virus también pueden ejercer un efecto tóxico directo sobre los cilios nasales, afectando el aclaramiento mucociliar. Una combinación de edema de la mucosa, secreciones espesas copiosas y discinesia ciliar da como resultado una obstrucción sinusal y perpetúa el proceso de la enfermedad.

Rinosinusitis aguda bacteriana

La infección bacteriana aguda ocurre en sólo 0.5 a 2.0% de los episodios de rinosinusitis aguda. La infección bacteriana ocurre cuando las bacterias infectan de manera secundaria una cavidad sinusal inflamada. La sinusitis bacteriana ocurre más comúnmente como una complicación de la infección viral, pero también se puede asociar con rinitis o afecciones que obstruyen la nariz o afectan la función inmune local o sistémica. Estos incluyen rinitis alérgica o vasomotora, obstrucción mecánica de la nariz, infección dental, alteración del aclaramiento mucociliar (p.e. fibrosis quística, disfunción ciliar), inmunodeficiencia y otros factores que alteran el drenaje sinusal.

La infección bacteriana aguda ocurre en sólo 0.5 a 2.0% de los episodios de rinosinusitis aguda.Haz click para twittear

Las bacterias más comunes asociadas son Streptococcus pneumoniae, Haemophilus influenzae y Moraxella catarrhalis, y las dos primeras comprenden aproximadamente el 75% de los casos de sinusitis bacteriana. Cuando el cuadro se debe a la extensión de la infección de la raíz dental a la cavidad sinusal, se pueden identificar bacterias microaerofílicas y anaeróbicas. La sinusitis bacteriana generalmente es causada por un solo agente patógeno en alta concentración, aunque se llegan a aislar dos patógenos distintos en altas concentraciones en aproximadamente el 25% de los pacientes. La sinusitis bacteriana nosocomial puede desarrollarse en pacientes en la unidad de cuidados intensivos, particularmente en aquellos con intubación prolongada.

Las bacterias más comunes asociadas son Streptococcus pneumoniae, Haemophilus influenzae y Moraxella catarrhalis, y las dos primeras comprenden aproximadamente el 75% de los casos de sinusitis bacteriana.Haz click para twittear

Los síntomas de la rinosinusitis aguda incluyen congestión y obstrucción nasal, secreción nasal purulenta, molestias en los dientes maxilares y dolor o presión facial sobre los senos paranasales que empeora al inclinarse hacia delante. Otros signos y síntomas incluyen fiebre, fatiga, tos, hiposmia o anosmia, presión o plenitud auditiva, cefalea y halitosis. Los pacientes también pueden presentar signos y síntomas de disfunción de la trompa de Eustaquio (p.e. otalgia, sensación de plenitud o presión, hipoacusia o tinnitus). Los síntomas de la rinosinusitis viral aguda y la rinosinusitis bacteriana aguda se superponen. No hay criterios clínicos que hayan sido validados para distinguirlas. Sin embargo, la infección viral y la bacteriana tienen diferente evolución clínica.

Los síntomas de la rinosinusitis aguda incluyen congestión y obstrucción nasal, secreción nasal purulenta, molestias en los dientes maxilares y dolor o presión facial sobre los senos paranasales que empeora al inclinarse hacia delante. Haz click para twittear

Rinosinusitis Viral

La rinosinusitis viral tiene un curso clínico similar a otras infecciones virales de las vías respiratorias superiores, con pacientes que tienen una resolución parcial o completa de los síntomas dentro de los 7 a 10 días. Aunque los síntomas pueden persistir durante más de 10 días, por lo general hay una mejoría para el día 10. En la mayoría de los casos de infección viral de vías respiratorias altas, los síntomas alcanzan su punto máximo entre los días 3 y 6, después de lo cual los síntomas mejoran.

Los pacientes generalmente no presentan fiebre. Si la hay, generalmente está presente al principio de la enfermedad y desaparece dentro de las primeras 24 a 48 horas, y los síntomas respiratorios se vuelven más prominentes una vez que la fiebre se ha resuelto.  Los pacientes con infección viral pueden tener secreción nasal purulenta durante el curso de su enfermedad; la descarga nasal decolorada es un signo de inflamación. Con mayor frecuencia, la descarga comienza clara, se vuelve purulenta y luego vuelve a ser clara.

Rinosinusitis Bacteriana

Los pacientes con rinosinusitis bacteriana tienen cuadros más prolongados con síntomas que duran más de 10 días. Una enfermedad de patrón bifásico (“doble empeoramiento”), que se caracteriza por empeoramiento de los síntomas después de un período inicial de mejoría, también sugiere origen bacteriano. Los síntomas individuales como esputo purulento o dolor facial no se pueden usar para distinguir con precisión la infección viral de la bacteriana. La constelación completa de los síntomas y su patrón temporal deben tenerse en cuenta al hacer el diagnóstico.

Exploración Física

Los hallazgos de la exploración física pueden incluir eritema o edema sobre el pómulo afectado o el área periorbital, hipersensibilidad en la mejilla o dolor a la percusión de los dientes superiores, así como drenaje purulento de la nariz o la faringe posterior. Los pacientes pueden presentar una exacerbación del dolor facial o presión con la percusión de los senos paranasales, pero la sensibilidad y especificidad de este hallazgo físico no se ha establecido y no es diagnóstico por sí solo. La transiluminación de los senos paranasales puede mostrar opacidad, pero esto es útil sólo para examinar los senos maxilares y frontales y no tiene una sensibilidad o especificidad lo suficientemente alta como para justificar su uso en el diagnóstico.

La transiluminación de los senos paranasales puede mostrar opacidad, pero esto es útil sólo para examinar los senos maxilares y frontales y no tiene una sensibilidad o especificidad lo suficientemente alta como para justificar su uso en el diagnóstico.Haz click para twittear

La rinoscopia posterior (realizada con un otoscopio de mano o un espéculo nasal) puede mostrar edema mucoso difuso, estrechamiento del meato medial, hipertrofia del cornete inferior y rinorrea copiosa o secreción purulenta. Los pólipos o la desviación septal pueden ser un hallazgo incidental y pueden ser factores de riesgo anatómicos preexistentes para el desarrollo de rinosinusitis bacteriana aguda. Los pacientes con otalgia, plenitud o presión, hipoacusia o tinnitus deben someterse a un examen de oído con un otoscopio para evaluar la alteración asociada de la trompa de Eustaquio.

El diagnóstico de rinosinusitis aguda no complicada se basa en los signos y síntomas clínicos. Se diagnostica cuando los pacientes presentan:

  • <4 semanas de flujo nasal purulento
  • Congestión nasal, dolor o presión y/o plenitud facial

El diagnóstico se ve apoyado por la presencia de síntomas secundarios, que incluyen anosmia, plenitud de oído, tos y cefalea. El diagnóstico diferencial entre infección viral o bacteriana depende de la calidad, duración y progresión de los síntomas. La rinosinusitis viral aguda se diagnostica clínicamente cuando los pacientes tienen menos de 10 días con síntomas compatibles de rinosinusitis que no empeoran. La rinosinusitis bacteriana aguda, por otro lado, se diagnostica acorde a las guías de la American Academy of Otolaryngology-Head and Neck Surgery y de la Sociedad Americana de Enfermedades Infecciosas (IDSA):

  • Síntomas persistentes o signos de rinosinusitis 10 o más días sin evidencia de mejoría clínica o
  • Inicio de síntomas graves o fiebre elevada(> 39° C) y descarga nasal purulenta o dolor facial durante al menos tres a cuatro días consecutivos al comienzo de la enfermedad o
  • Síntomas de una infección viral de vías respiratorias superiores clásica que mejora lentamente para luego empeorar nuevamente (“doble empeoramiento”) con síntomas y signos de mayor gravedad (fiebre de nueva aparición, cefalea, secreción nasal) después de cinco a seis días.

Los estudios de imagen, cultivos nasales y otras pruebas microbiológicas no están indicados para pacientes con rinosinusitis aguda viral o bacteriana no complicada diagnosticada clínicamente. Estas pruebas están reservadas para pacientes con sospecha de complicaciones.

Los estudios de imagen, cultivos nasales y otras pruebas microbiológicas no están indicados para pacientes con rinosinusitis aguda viral o bacteriana no complicada diagnosticada clínicamente. Están indicadas sólo en pacientes con sospecha de complicaciones.Haz click para twittear

Rinosinusitis Bacteriana Aguda Complicada

Los pacientes con rinosinusitis aguda bacteriana que presentan signos o síntomas indicativos de extensión más allá de los senos paranasales y la cavidad nasal (en el sistema nervioso central, la órbita o los tejidos circundantes) requieren una evaluación y manejo urgente. Esto incluye pacientes con los siguientes signos o síntomas:

  • Cefalea intensa y persistente (que no mejora con analgésicos)
  • Edema, inflamación o eritema periorbitario
  • Cambios en la visión (diplopia u otra alteración de la visión)
  • Movimientos oculares anormales
  • Proptosis
  • Oftalmoplejía o dolor con movimiento de los ojos
  • Parálisis de pares craneales (¿trombosis séptica del seno cavernoso?)
  • Alteración del estado mental
  • Rigidez de nuca u otros signos meníngeos
  • Papiledema u otro signo de aumento de la presión intracraneal

Por lo general, la evaluación se realiza en el servicio de urgencias donde se puede obtener rápidamente imágenes e interconsulta a otorrinolaringología. El enfoque específico para la evaluación y el tratamiento varía en función de la sospecha de la complicación, aunque la mayoría de los pacientes requieren imágenes y pruebas microbiológicas.

Estudios de Imagen

Selecciona el estudio de imagen basado en la sospecha de complicación, gravedad de la enfermedad y contraindicaciones del paciente. Cuando se sospecha clínicamente una infección intraocular o intracraneal, generalmente se obtiene una TAC o una resonancia magnética (RM) de cráneo, incluidos los senos paranasales. Se prefiere la TAC para la evaluación de erosión ósea, mientras que la RM puede diferenciar mejor los abscesos del tejido inflamado. La tomografía computarizada sin contraste rara vez se usa si se sospechan complicaciones, pero se puede utilizar para excluir un diagnóstico de sinusitis si el diagnóstico de rinosinusitis aguda es incierto según los criterios clínicos.

Pruebas Microbiológicas

Es razonable obtener cultivos endoscópicos o de aspirado de senos paranasales en pacientes con sospecha de extensión intracraneal de la infección u otras complicaciones graves. Estos cultivos generalmente son obtenidos por un otorrinolaringólogo. Los cultivos endoscópicos del meato medio se toleran mejor que la aspiración del seno maxilar con una morbilidad mínima y se correlacionan con los cultivos del seno maxilar. Los cultivos nasales de torundas ciegas o secreciones nasales purulentas no son confiables y no son útiles en el diagnóstico de rinosinusitis bacteriana aguda complicada. La evaluación adicional, como la necesidad de una punción lumbar para pacientes con sospecha de meningitis o interconsulta de infectología, debe individualizarse.

Diagnóstico Diferencial

Rinosinusitis aguda fúngica invasiva

Los síntomas de la rinosinusitis aguda fúngica invasiva son similares a la rinosinusitis aguda viral, pero la fúngica es rápidamente progresiva y muchos pacientes tienen extensión de la infección al momento de su atención médica. La mayoría de los pacientes con rinosinusitis fúngica aguda invasiva están inmunodeprimidos o tienen diabetes mal controlada. El diagnóstico precoz es de suma importancia. Los pacientes con sospecha de rinosinusitis fúngica aguda invasiva requieren una evaluación inmediata por un otorrinolaringólogo.

Resfriado Común

Los síntomas del resfriado común y la rinosinusitis viral a menudo se superponen. Sin embargo, los pacientes con resfriado común generalmente no tienen dolor facial. Por lo general, presentan síntomas de rinitis (estornudos y rinorrea anterior o posterior), a menudo con dolor de garganta o tos.

Otras patologías

Otras afecciones que se deben considerar incluyen aquellas que pueden causar síntomas de rinitis, dolor facial, cefalea o dolor dental. La rinitis alérgica y la rinitis vasomotora no alérgica son causas comunes de rinorrea y congestión nasal. Estas pueden distinguirse de la rinosinusitis viral por el predominio de los estornudos, rinorrea, congestión nasal y prurito nasal. En general, estos pacientes no tienen dolor o presión facial, cefalea o drenaje nasal purulento. Múltiples afecciones pueden causar dolor facial, incluidas neuralgias, trastorno de la articulación temporomandibular, dolor por cáncer o carotidinia.

El dolor del seno frontal puede ser el resultado de diversas etiologías de la cefalea, como migrañas, cefaleas tensionales y cefalea en racimos. Por último, aunque la infección dental puede ser una fuente directa de infección bacteriana de los senos maxilares, los pacientes con infección dental o inflamación pueden referir dolor a los senos paranasales sin infección real de estos últimos. Pregunta a tu paciente sobre los procedimientos dentales previos o presencia de hipersensibilidad al calor o al frío en dientes.

Rinosinusitis Aguda Viral

El tratamiento de la rinosinusitis aguda viral es sintomático. No hay tratamientos para acortar el curso clínico de la enfermedad. La rinosinusitis aguda viral puede no resolverse completamente en 10 días, pero se espera que mejore. Los pacientes que no mejoran después de ≥ 10 días de tratamiento sintomático son más propensos a tener rinosinusitis bacteriana aguda y deben tratarse como tal. El tratamiento sintomático de la rinosinusitis aguda, tanto viral como bacteriana, tiene como objetivo aliviar los síntomas de la congestión nasal y la rinorrea, así como los signos y síntomas sistémicos, como fiebre y fatiga. Cuando sea necesario, puedes indicar analgésicos y antipiréticos, irrigación salina y glucocorticoides intranasales para el tratamiento sintomático en pacientes con rinosinusitis aguda.

El tratamiento de la rinosinusitis aguda viral es sintomático. No hay tratamientos para acortar el curso clínico de la enfermedad. La rinosinusitis aguda viral puede no resolverse completamente en 10 días, pero se espera que mejore.Haz click para twittear

Los analgésicos y antipiréticos de venta libre, como los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) y el paracetamol, se pueden indicar para aliviar el dolor y la fiebre, según sea necesario. La irrigación mecánica con solución salina tamponada, fisiológica o hipertónica puede reducir la necesidad de analgésicos y mejorar el bienestar general del paciente, especialmente en pacientes con infecciones sinusales frecuentes. La evidencia que respalda el uso de la irrigación con solución salina es limitada, pero indica posibles beneficios para el alivio de los síntomas con efectos adversos menores, como la molestia nasal y la irritación. Es importante que los irrigantes se preparen con agua estéril o embotellada, ya que ha habido informes de encefalitis amebiana debido a enjuagues con agua de la llave.

Glucocorticoides Intranasales

Los estudios han demostrado pequeños beneficios sintomáticos y efectos adversos mínimos con el uso a corto plazo de glucocorticoides intranasales para pacientes con rinosinusitis aguda viral o bacteriana. Cabe resaltar que los glucocorticoides intranasales tienen mayor beneficio en pacientes con rinitis alérgica subyacente. El mecanismo de acción teórico es una disminución en la inflamación de la mucosa que permite un mejor drenaje sinusal. Un metaanálisis de tres estudios en pacientes con rinosinusitis aguda diagnosticados por clínica y confirmados por estudios radiológicos o endoscópicos reportó que el uso de esteroides intranasales aumentaba la tasa de respuesta en comparación con el placebo.

Descongestionantes Orales

Los descongestionantes orales pueden ser útiles cuando existe disfunción de la trompa de Eustaquio en pacientes con rinosinusitis aguda viral. Estos pacientes pueden beneficiarse de un esquema corto (de tres a cinco días) de descongestionantes orales. Estos medicamentos deben usarse con precaución en pacientes con enfermedad cardiovascular, hipertensión, glaucoma de ángulo cerrado u obstrucción del cuello de la vejiga. En otros casos, no hay evidencia de que los descongestionantes orales sean eficaces en la disminución de los síntomas de rinosinusitis aguda; además de muchos efectos adversos.

Descongestionantes Intranasales

Los descongestionantes intranasales a menudo se usan como tratamiento sintomático. Estos fármacos, como la oximetazolina, pueden proporcionar una sensación subjetiva de mejoría en la permeabilidad nasal. Sin embargo, no hay evidencia para respaldar su uso en la rinosinusitis aguda. También existe la preocupación de que los descongestionantes intranasales por sí mismos puedan provocar inflamación de la mucosa, al menos en un modelo animal experimental. Si se usan, debe hacerse con moderación durante no más de tres días consecutivos para evitar rinitis de rebote, la adicción y el daño a la mucosa asociados con el uso a largo plazo.

Antihistamínicos

Los antihistamínicos se utilizan con frecuencia para aliviar los síntomas debido a sus efectos secantes; sin embargo, no hay estudios que avalen su eficacia en la rinosinusitis. El secado excesivo de la mucosa puede provocar mayor incomodidad. Además, los antihistamínicos (particularmente los de primera generación) a menudo se asocian con efectos adversos (somnolencia, xerostomía).

Mucolíticos

Los mucolíticos, como la guaifenesina o el ambroxol, sirven para diluir las secreciones y pueden favorecer el drenaje y eliminación del moco; sin embargo, no existen ensayos publicados para respaldar su uso en la rinosinusitis.

Rinosinusitis Aguda Bacteriana

Además del tratamiento sintomático, las opciones para el manejo ambulatorio de la rinosinusitis bacteriana aguda no complicada son la observación o los antibióticos dependiendo del seguimiento del paciente. Las guías para el tratamiento de la sinusitis han sido emitidas por la Academia Estadounidense de Otorrinolaringología: Cirugía de Cabeza y Cuello (AAO-HNS, 2015) y la Sociedad Americana de Enfermedades Infecciosas (IDSA, 2012). Muchos pacientes con rinosinusitis aguda bacteriana tienen una enfermedad autolimitada que se resuelve sin tratamiento con antibióticos. Los pacientes rara vez desarrollan complicaciones de infección bacteriana más allá de la cavidad nasal hacia el sistema nervioso central, la órbita o los tejidos circundantes.

Los pacientes tratados con antibióticos pueden tener un curso de enfermedad más corto; sin embargo, también experimentan más efectos adversos. La referencia temprana urgente es esencial para pacientes con síntomas de alarma de la rinosinusitis aguda bacteriana complicada o que tienen evidencia de complicaciones en los estudios de imagen. Estos incluyen pacientes con fiebre elevada y persistente ≥ 39 ° C; edema, inflamación o eritema periorbitario; parálisis de pares craneales, movimientos extraoculares anormales, proptosis, alteración de la visión (p.e. diplopia), cefalea intensa, alteración del estado mental, o signos meníngeos.

Las guías de la IDSA del 2012 recomiendan el inicio de antibióticos para aquellos pacientes con síntomas persistentes o signos compatibles con rinosinusitis aguda que duran ≥10 días; sin evidencia de mejoría clínica o aparición de síntomas graves, o fiebre elevada (≥39° C) y secreción nasal purulenta o dolor facial que dura al menos de tres a cuatro días consecutivos al comienzo de la enfermedad. También en pacientes con empeoramiento de los síntomas o signos durante tres o cuatro días caracterizados por la nueva aparición de fiebre, cefalea o aumento de la descarga nasal después de una infección viral de vías respiratorias superiores clásica que duró de cinco a seis días con mejoría inicial y “doble empeoramiento”.

Observación vs. Antibióticos

Las revisiones sistemáticas y los metanálisis han encontrado que muchos pacientes con rinosinusitis aguda bacteriana mejoran sin antibióticos en dos semanas. Por ejemplo, una revisión sistemática del 2014 de ensayos aleatorizados en pacientes inmunocompetentes con sinusitis maxilar reportó que el 80% de los pacientes no tratados con antibióticos mejoraron en dos semanas. Otra revisión sistemática del 2012 de ensayos aleatorizados que incluyeron pacientes inmunocompetentes con rinosinusitis aguda no complicada encontró que casi el 50% de los pacientes mejoraron en una semana y el 70% en dos semanas, independientemente del tratamiento con antibióticos.

Además, en comparación con el placebo, los pacientes que reciben antibióticos tienen más efectos adversos. Sin embargo, las tasas de recuperación espontánea para los pacientes con rinosinusitis aguda bacteriana probablemente sean más bajas que las informadas en estos estudios, ya que los ensayos generalmente diagnostican la infección bacteriana por criterios clínicos y es probable que incluyan algunos pacientes con infección viral.

Esquemas de Tratamiento

La mayoría los pacientes con rinosinusitis aguda bacteriana no tienen datos de cultivo para guiar el tratamiento con antibióticos, por lo que se inicia empíricamente. La elección del antibiótico se basa en las bacterias más comunes asociadas a la rinosinusitis aguda bacteriana, ya que hay evidencia limitada para guiar el tratamiento. La cobertura para Staphylococcus aureus o S. aureus resistente a la meticilina (SARM) no está indicada por el momento. A pesar de la prevalencia de colonización por estafilococos en el meato medio en adultos sanos, S. aureus sigue siendo una causa poco común de rinosinusitis bacteriana.

Pacientes sin factores de riesgo para resistencia

La amoxicilina-clavulanato (500 mg/125 mg VO. c. 8 hrs. o 875 mg/125 mg VO. c. 12 hrs.) es apropiada para pacientes con rinosinusitis bacteriana que no tienen factores de riesgo para resistencia. La adición de clavulanato a la amoxicilina mejora la cobertura de Haemophilus influenzae resistente a ampicilina y Moraxella catarrhalis. La evidencia para apoyar el uso de amoxicilina-clavulanato en lugar de amoxicilina sola es más fuerte en niños que en adultos.

Sin embargo, hay una mayor aparición de resistencia antimicrobiana entre los patógenos respiratorios, incluidos Streptococcus pneumoniae y H. influenzae. Además, la introducción de la vacuna antineumocócica conjugada de rutina en niños ha cambiado el espectro de la infección bacteriana. Tanto en adultos como en niños, el porcentaje de rinosinusitis bacteriana por S. pneumoniae ha disminuido, mientras que la proporción debida a H. influenzae ha aumentado.

Pacientes con factores de riesgo para resistencia

Dosis altas de amoxicilina-clavulanato (2 gr./125 mg. en tabletas de liberación prolongada c. 12 hrs.) es un tratamiento inicial adecuado para los pacientes que tienen mayor riesgo de resistencia antimicrobiana. Los factores de riesgo de resistencia antimicrobiana incluyen:

  • Residencia en regiones con tasas de S. pneumoniae resistente a penicilina >10%.
  • Edad ≥65 años.
  • Hospitalización en los últimos cinco días.
  • Uso de antibióticos en el mes anterior.
  • Inmunocompromiso.
  • Múltiples comorbilidades (p. diabetes o enfermedad cardíaca, hepática o renal crónica).
  • Infección grave (p.e. evidencia de toxicidad sistémica con temperatura ≥39° C, riesgo de complicaciones supurativas).

Pacientes con alergia a la penicilina

Doxiciclina (100 mg. VO. c. 12 hrs. o 200 mg. VO. c. 24 hrs.) es una alternativa razonable para el tratamiento de primera línea y se puede utilizar en pacientes con alergia a la penicilina. Para los pacientes alérgicos a la penicilina que pueden tolerar cefalosporinas, la clindamicina 150 mg. o 300 mg. cada seis horas más una cefalosporina oral de tercera generación (cefixima 400 mg. al día) es otra opción.

Una fluoroquinolona respiratoria (levofloxacina 500 mg. VO. o moxifloxacina 400 mg VO. c. 24 hrs.) es otra alternativa para pacientes con alergia a la penicilina. Sin embargo, las fluoroquinolonas deben reservarse para aquellos que no tienen alternativas de tratamiento, ya que los efectos adversos graves asociados con las fluoroquinolonas generalmente superan los beneficios para los pacientes con rinosinusitis aguda.

Duración del tratamiento

Los pacientes que están mejorando con el tratamiento inicial deben recibir un esquema por cinco a siete días. Los esquemas más cortos (de cinco a siete días) son razonables ya que la evidencia disponible sugiere que las tasas de respuesta son similares a los esquemas más largos de antibióticos, y los esquemas más largos se asocian a mayor número de eventos adversos.

Fracaso al tratamiento inicial

Los pacientes que tienen un empeoramiento de los síntomas o no mejoran dentro de los siete días posteriores al tratamiento inicial deben tener una segunda valoración del diagnóstico de rinosinusitis aguda bacteriana. El diagnóstico puede confirmarse clínicamente si los síntomas continúan siendo consistentes. Aunque los estudios de imagen no están indicados para pacientes con rinosinusitis bacteriana no complicada, son razonables en pacientes con fracaso al tratamiento inicial y cuyos síntomas no son completamente consistentes con rinosinusitis aguda bacteriana o tienen datos de posible complicación; ello para confirmar la rinosinusitis o evaluar un diagnóstico alternativo.

Existe un tratamiento alternativo para pacientes con rinosinusitis bacteriana no complicada confirmada cuyos síntomas empeoran o no muestran mejoría con siete días de tratamiento con antibióticos. Los tratamientos de segunda línea proporcionan un espectro más amplio de actividad y/o son una clase diferente de antibiótico. La elección del tratamiento dependerá del esquema inicial que se indicó. Hay evidencia limitada para guiar la elección de antibióticos de segunda línea. Las opciones incluyen:

  • Amoxicilina-clavulanato 2 g/125 mg. de liberación prolongada VO. c. 12 hrs.
  • Levofloxacina 500 mg. por vía oral una vez al día.
  • Moxifloxacina 400 mg por vía oral una vez al día.

Para pacientes con alergia a la penicilina, las opciones para tratamiento de segunda línea son:

  • Doxiciclina 100 mg. VO. c. 12 hrs. o 200 mg por vía oral c. 24 hrs.
  • Levofloxacina 500 mg por vía oral una vez al día.
  • Moxifloxacina 400 mg por vía oral una vez al día.

Como se indicó anteriormente, las fluoroquinolonas deben reservarse para quienes no tienen alternativas de tratamiento ya que los efectos adversos graves asociados con las fluoroquinolonas generalmente superan los beneficios para los pacientes con sinusitis aguda. Si se observa una mejoría dentro de los 7 días del inicio del tratamiento de segunda línea, éste deberá continuarse durante un período total de 7 a 10 días. La evidencia actual indica erradicación bacteriana al 3 día y los estudios han correlacionado la respuesta clínica y bacteriológica. Aunque los adultos mayores o aquellos con múltiples comorbilidades pueden tardar más en superar la infección, dichos individuos también deberían mostrar una mejoría de los síntomas dentro de los cinco días posteriores al inicio del tratamiento.

Evaluación del paciente con fracaso al tratamiento

Las razones para el fracaso del tratamiento incluyen patógenos resistentes, dosificación inadecuada, anomalías estructurales o una etiología no infecciosa. Los pacientes deben responder al tratamiento de segunda línea dentro de los siete días de iniciado el esquema de tratamiento. Los pacientes con fracaso al tratamiento tanto inicial como de segunda línea deben ser evaluados con estudios de imagen y ser referidos a infectología y/o ORL. Una TAC sin contraste es apropiada en la evaluación de la sinusitis resistente a tratamiento para descartar un factor anatómico. Los pacientes con malformaciones anatómicas pueden requerir cirugía. Los pacientes también deben referirse para cultivos de senos paranasales, ya sea por aspiración directa o por endoscopia del meato medio.

La recurrencia de los síntomas dentro de las dos semanas de respuesta al tratamiento oral inicial generalmente representa una erradicación inadecuada o incompleta de la infección. Los pacientes que tuvieron una buena respuesta al tratamiento oral inicial y que tienen síntomas leves se pueden tratar con esquema más prolongado con el mismo antibiótico. Los pacientes con recaída moderada a grave tienen mayor probabilidad de infección por organismos resistentes y requieren un cambio en el medicamento seleccionado. En estos casos se debe indicar tratamiento durante al menos 7 a 10 días. Si los síntomas persisten a pesar de la repetición de un ciclo de antibióticos de 7 a 10 días, se recomienda referir a infectología.

Glucocorticoides sistémicos

No se recomienda utilizar glucocorticoides sistémicos en el tratamiento de la rinosinusitis aguda bacteriana. Cuando se administran junto con antibióticos, los glucocorticoides orales pueden acortar el tiempo de evolución y mejorar los síntomas. Sin embargo, el beneficio es escaso y, a diferencia de los glucocorticoides tópicos, los sistémicos poseen un importante perfil de efectos adversos.

Las complicaciones de la rinosinusitis aguda, que son poco frecuentes, ocurren en pacientes con infección bacteriana cuando se disemina más allá los senos paranasales y la cavidad nasal al sistema nervioso central, la órbita o los tejidos circundantes. Las manifestaciones clínicas varían según la complicación:

  • Celulitis preseptal (periorbital): los pacientes presentan dolor ocular, edema de los párpados y eritema SIN proptosis, diplopía o dolor con los movimientos oculares, que es lo que distingue la celulitis preseptal de la orbital.
  • Celulitis orbital: Se trata de una infección grave que involucra al tejido blando detrás del tabique orbitario y requiere una evaluación y tratamiento urgente. Los pacientes con celulitis orbital tienen dolor ocular, edema y eritema en los párpados, pero también presentan dolor con los movimientos oculares, proptosis y diplopía que sugieren la participación del tejido orbital.
  • Absceso subperióstico: es una complicación de la celulitis orbital. Los síntomas del absceso subperióstico son similares a la celulitis orbital, pero el desplazamiento marcado del globo ocular sugiere un absceso.
  • Osteomielitis de los huesos del seno: la osteomielitis aguda generalmente se presenta con síntomas de inicio gradual durante varios días. Los pacientes generalmente se presentan con un dolor sordo en el sitio involucrado. Los hallazgos locales (sensibilidad, calor, eritema e hinchazón) y los síntomas sistémicos (fiebre, escalofríos) también pueden estar presentes.
  • Meningitis: los pacientes presentan fiebre, rigidez nucal y alteración del estado mental.
  • Absceso intracraneal: la cefalea es el síntoma más común del absceso intracraneal, la cual no mejora con analgésicos simples. Los pacientes también pueden presentar fiebre, rigidez de nuca, alteración del estado mental y vómitos (por aumento de la presión intracraneal).
  • Trombosis séptica del seno cavernoso: los pacientes a menudo tienen síntomas inespecíficos, pero la parálisis de pares craneales es sugerente de esta complicación.

Referencias Bibliográficas

Meltzer EO, Hamilos DL, Hadley JA, et al. Rhinosinusitis: Establishing definitions for clinical research and patient care. Otolaryngol Head Neck Surg 2004; 131:S1.

Rosenfeld RM, Piccirillo JF, Chandrasekhar SS, et al. Clinical practice guideline (update): adult sinusitis. Otolaryngol Head Neck Surg 2015; 152:S1.

Wilson JF. In the clinic. Acute sinusitis. Ann Intern Med 2010; 153:ITC31.

Rosenfeld RM. CLINICAL PRACTICE. Acute Sinusitis in Adults. N Engl J Med 2016; 375:962.

Gwaltney JM Jr. Acute community-acquired sinusitis. Clin Infect Dis 1996; 23:1209.

Mogensen C, Tos M. Quantitative histology of the maxillary sinus. Rhinology 1977; 15:129.

Fokkens W, Lund V, Mullol J, European Position Paper on Rhinosinusitis and Nasal Polyps Group. EP3OS 2007: European position paper on rhinosinusitis and nasal polyps 2007. A summary for otorhinolaryngologists. Rhinology 2007; 45:97.

Scheid DC, Hamm RM. Acute bacterial rhinosinusitis in adults: part I. Evaluation. Am Fam Physician 2004; 70:1685.

Evans FO Jr, Sydnor JB, Moore WE, et al. Sinusitis of the maxillary antrum. N Engl J Med 1975; 293:735.

Meltzer EO, Hamilos DL. Rhinosinusitis diagnosis and management for the clinician: a synopsis of recent consensus guidelines. Mayo Clin Proc 2011; 86:427.

Young J, De Sutter A, Merenstein D, et al. Antibiotics for adults with clinically diagnosed acute rhinosinusitis: a meta-analysis of individual patient data. Lancet 2008; 371:908.

Chow AW, Benninger MS, Brook I, et al. IDSA clinical practice guideline for acute bacterial rhinosinusitis in children and adults. Clin Infect Dis 2012; 54:e72.

Berg O, Carenfelt C. Analysis of symptoms and clinical signs in the maxillary sinus empyema. Acta Otolaryngol 1988; 105:343.

Axelsson A, Runze U. Symptoms and signs of acute maxillary sinusitis. ORL J Otorhinolaryngol Relat Spec 1976; 38:298.

Axelsson A, Runze U. Comparison of subjective and radiological findings during the course of acute maxillary sinusitis. Ann Otol Rhinol Laryngol 1983; 92:75.

Williams JW Jr, Simel DL, Roberts L, Samsa GP. Clinical evaluation for sinusitis. Making the diagnosis by history and physical examination. Ann Intern Med 1992; 117:705.

Fokkens W, Lund V, Bachert C, et al. EAACI position paper on rhinosinusitis and nasal polyps executive summary. Allergy 2005; 60:583.

Gwaltney JM Jr, Hendley JO, Simon G, Jordan WS Jr. Rhinovirus infections in an industrial population. II. Characteristics of illness and antibody response. JAMA 1967; 202:494.

Gwaltney JM Jr, Scheld WM, Sande MA, Sydnor A. The microbial etiology and antimicrobial therapy of adults with acute community-acquired sinusitis: a fifteen-year experience at the University of Virginia and review of other selected studies. J Allergy Clin Immunol 1992; 90:457.

Lindbaek M, Hjortdahl P. The clinical diagnosis of acute purulent sinusitis in general practice: a review. Br J Gen Pract 2002; 52:491.

Lindbaek M, Hjortdahl P, Johnsen UL. Use of symptoms, signs, and blood tests to diagnose acute sinus infections in primary care: comparison with computed tomography. Fam Med 1996; 28:183.

van den Broek MF, Gudden C, Kluijfhout WP, et al. No evidence for distinguishing bacterial from viral acute rhinosinusitis using symptom duration and purulent rhinorrhea: a systematic review of the evidence base. Otolaryngol Head Neck Surg 2014; 150:533.

Hauer AJ, Luiten EL, van Erp NF, et al. No evidence for distinguishing bacterial from viral acute rhinosinusitis using fever and facial/dental pain: a systematic review of the evidence base. Otolaryngol Head Neck Surg 2014; 150:28.

Bird J, Biggs TC, Thomas M, Salib RJ. Adult acute rhinosinusitis. BMJ 2013; 346:f2687.

Low DE, Desrosiers M, McSherry J, et al. A practical guide for the diagnosis and treatment of acute sinusitis. CMAJ 1997; 156 Suppl 6:S1.

Havas TE, Motbey JA, Gullane PJ. Prevalence of incidental abnormalities on computed tomographic scans of the paranasal sinuses. Arch Otolaryngol Head Neck Surg 1988; 114:856.

Bolger WE, Butzin CA, Parsons DS. Paranasal sinus bony anatomic variations and mucosal abnormalities: CT analysis for endoscopic sinus surgery. Laryngoscope 1991; 101:56.

Gwaltney JM Jr, Phillips CD, Miller RD, Riker DK. Computed tomographic study of the common cold. N Engl J Med 1994; 330:25.

Berger G, Steinberg DM, Popovtzer A, Ophir D. Endoscopy versus radiography for the diagnosis of acute bacterial rhinosinusitis. Eur Arch Otorhinolaryngol 2005; 262:416.

Lau J, Zucker D, Engels EA, et al. Diagnosis and treatment of acute bacterial rhinosinusitis. Evid Rep Technol Assess (Summ) 1999; :1.

Fokkens WJ, Hoffmans R, Thomas M. Avoid prescribing antibiotics in acute rhinosinusitis. BMJ 2014; 349:g5703.

Fokkens WJ, Lund VJ, Mullol J, et al. European Position Paper on Rhinosinusitis and Nasal Polyps 2012. Rhinol Suppl 2012; :3 p preceding table of contents, 1.

Desrosiers M, Evans GA, Keith PK, et al. Canadian clinical practice guidelines for acute and chronic rhinosinusitis. J Otolaryngol Head Neck Surg 2011; 40 Suppl 2:S99.

Benninger MS, Appelbaum PC, Denneny JC, et al. Maxillary sinus puncture and culture in the diagnosis of acute rhinosinusitis: the case for pursuing alternative culture methods. Otolaryngol Head Neck Surg 2002; 127:7.

Benninger MS, Payne SC, Ferguson BJ, et al. Endoscopically directed middle meatal cultures versus maxillary sinus taps in acute bacterial maxillary rhinosinusitis: a meta-analysis. Otolaryngol Head Neck Surg 2006; 134:3.

Talbot GH, Kennedy DW, Scheld WM, et al. Rigid nasal endoscopy versus sinus puncture and aspiration for microbiologic documentation of acute bacterial maxillary sinusitis. Clin Infect Dis 2001; 33:1668.

Gold SM, Tami TA. Role of middle meatus aspiration culture in the diagnosis of chronic sinusitis. Laryngoscope 1997; 107:1586.

Vogan JC, Bolger WE, Keyes AS. Endoscopically guided sinonasal cultures: a direct comparison with maxillary sinus aspirate cultures. Otolaryngol Head Neck Surg 2000; 122:370.

Meltzer EO, Hamilos DL, Hadley JA, et al. Rhinosinusitis: Establishing definitions for clinical research and patient care. Otolaryngol Head Neck Surg 2004; 131:S1.

Fokkens W, Lund V, Mullol J, European Position Paper on Rhinosinusitis and Nasal Polyps Group. EP3OS 2007: European position paper on rhinosinusitis and nasal polyps 2007. A summary for otorhinolaryngologists. Rhinology 2007; 45:97.

Tan T, Little P, Stokes T, Guideline Development Group. Antibiotic prescribing for self limiting respiratory tract infections in primary care: summary of NICE guidance. BMJ 2008; 337:a437.

Rosenfeld RM, Piccirillo JF, Chandrasekhar SS, et al. Clinical practice guideline (update): adult sinusitis. Otolaryngol Head Neck Surg 2015; 152:S1.

Chow AW, Benninger MS, Brook I, et al. IDSA clinical practice guideline for acute bacterial rhinosinusitis in children and adults. Clin Infect Dis 2012; 54:e72.

King D, Mitchell B, Williams CP, Spurling GK. Saline nasal irrigation for acute upper respiratory tract infections. Cochrane Database Syst Rev 2015; :CD006821.

Zalmanovici Trestioreanu A, Yaphe J. Intranasal steroids for acute sinusitis. Cochrane Database Syst Rev 2013; :CD005149.

Ziment I. Management of respiratory problems in the aged. J Am Geriatr Soc 1982; 30:S36.

Bende M, Fukami M, Arfors KE, et al. Effect of oxymetazoline nose drops on acute sinusitis in the rabbit. Ann Otol Rhinol Laryngol 1996; 105:222.

Spector SL, Bernstein IL, Li JT, et al. Parameters for the diagnosis and management of sinusitis. J Allergy Clin Immunol 1998; 102:S107.

Hwang PH. A 51-year-old woman with acute onset of facial pressure, rhinorrhea, and tooth pain: review of acute rhinosinusitis. JAMA 2009; 301:1798.

Ahovuo-Saloranta A, Rautakorpi UM, Borisenko OV, et al. Antibiotics for acute maxillary sinusitis in adults. Cochrane Database Syst Rev 2014; :CD000243.

Lemiengre MB, van Driel ML, Merenstein D, et al. Antibiotics for clinically diagnosed acute rhinosinusitis in adults. Cochrane Database Syst Rev 2012; 10:CD006089.

Harris AM, Hicks LA, Qaseem A, High Value Care Task Force of the American College of Physicians and for the Centers for Disease Control and Prevention. Appropriate Antibiotic Use for Acute Respiratory Tract Infection in Adults: Advice for High-Value Care From the American College of Physicians and the Centers for Disease Control and Prevention. Ann Intern Med 2016; 164:425.

Rosenfeld RM. CLINICAL PRACTICE. Acute Sinusitis in Adults. N Engl J Med 2016; 375:962.

Young J, De Sutter A, Merenstein D, et al. Antibiotics for adults with clinically diagnosed acute rhinosinusitis: a meta-analysis of individual patient data. Lancet 2008; 371:908.

Falagas ME, Giannopoulou KP, Vardakas KZ, et al. Comparison of antibiotics with placebo for treatment of acute sinusitis: a meta-analysis of randomised controlled trials. Lancet Infect Dis 2008; 8:543.

Ahovuo-Saloranta A, Borisenko OV, Kovanen N, et al. Antibiotics for acute maxillary sinusitis. Cochrane Database Syst Rev 2008; :CD000243.

de Ferranti SD, Ioannidis JP, Lau J, et al. Are amoxycillin and folate inhibitors as effective as other antibiotics for acute sinusitis? A meta-analysis. BMJ 1998; 317:632.

de Bock GH, Dekker FW, Stolk J, et al. Antimicrobial treatment in acute maxillary sinusitis: a meta-analysis. J Clin Epidemiol 1997; 50:881.

Karageorgopoulos DE, Giannopoulou KP, Grammatikos AP, et al. Fluoroquinolones compared with beta-lactam antibiotics for the treatment of acute bacterial sinusitis: a meta-analysis of randomized controlled trials. CMAJ 2008; 178:845.

Piccirillo JF, Mager DE, Frisse ME, et al. Impact of first-line vs second-line antibiotics for the treatment of acute uncomplicated sinusitis. JAMA 2001; 286:1849.

Anon JB, Jacobs MR, Poole MD, et al. Antimicrobial treatment guidelines for acute bacterial rhinosinusitis. Otolaryngol Head Neck Surg 2004; 130:1.

Wald ER. Staphylococcus aureus: is it a pathogen of acute bacterial sinusitis in children and adults? Clin Infect Dis 2012; 54:826.

FDA Drug Safety Communication: FDA advises restricting fluoroquinolone antibiotic use for certain uncomplicated infections; warns about disabling side effects that can occur together. 

Falagas ME, Karageorgopoulos DE, Grammatikos AP, Matthaiou DK. Effectiveness and safety of short vs. long duration of antibiotic therapy for acute bacterial sinusitis: a meta-analysis of randomized trials. Br J Clin Pharmacol 2009; 67:161.

Ariza H, Rojas R, Johnson P, et al. Eradication of common pathogens at days 2, 3 and 4 of moxifloxacin therapy in patients with acute bacterial sinusitis. BMC Ear Nose Throat Disord 2006; 6:8.

Anon JB, Paglia M, Xiang J, et al. Serial sinus aspirate samples during high-dose, short-course levofloxacin treatment of acute maxillary sinusitis. Diagn Microbiol Infect Dis 2007; 57:105.

Ambrose PG, Anon JB, Owen JS, et al. Use of pharmacodynamic end points in the evaluation of gatifloxacin for the treatment of acute maxillary sinusitis. Clin Infect Dis 2004; 38:1513.

Osguthorpe JD, Hadley JA. Rhinosinusitis. Current concepts in evaluation and management. Med Clin North Am 1999; 83:27.

Venekamp RP, Thompson MJ, Hayward G, et al. Systemic corticosteroids for acute sinusitis. Cochrane Database Syst Rev 2014; :CD008115.

Venekamp RP, Thompson MJ, Rovers MM. Systemic corticosteroid therapy for acute sinusitis. JAMA 2015; 313:1258.

El artículo Rinosinusitis Aguda: Diagnóstico y Tratamiento en la Consulta. apareció primero en Sapiens Medicus.


Epiglotitis: Revisión de su Diagnóstico y Tratamiento.

$
0
0

La epiglotitis describe la inflamación de la epiglotis y las estructuras supraglóticas adyacentes. Su incidencia disminuyó de manera importante con la introducción de la vacuna contra H. influenzae de tipo b; sin embargo, aún ocurren 0.6 a 0.8 casos por cada 100,000 personas, principalmente en ausencia de la vacuna. Sin tratamiento, la epiglotitis puede progresar a una obstrucción de las vías respiratorias que pone en peligro la vida. De ahí la importancia de estar actualizados en su diagnóstico y tratamiento.

Actualízate sobre este tema en 35 minutos.

La epiglotis forma la pared posterior del espacio vallecular debajo de la base de la lengua. Está conectada al cartílago tiroideo y al hueso hioides por ligamentos. La epiglotis consiste en un cartílago delgado que está cubierto anteriormente por una capa epitelial escamosa estratificada. Esta capa escamosa también cubre el tercio superior de la superficie posterior, donde se fusiona con el epitelio respiratorio que se extiende hacia la laringe. El epitelio y la lámina propia que se encuentran debajo se adhieren firmemente en la superficie posterior (laríngea) y se adhieren de manera laxa a la superficie anterior (lingual). Esto crea un espacio en la superficie lingual para acumular líquido de edema.

Anatomía de la Laringe

La epiglotitis infecciosa es una celulitis de la epiglotis, pliegues ariepiglóticos y otros tejidos adyacentes. Es el resultado de la bacteriemia y/o la invasión directa de la capa epitelial por el patógeno. La nasofaringe posterior es la principal fuente de patógenos en la epiglotitis. El traumatismo microscópico de la superficie epitelial (p.e. daño de la mucosa durante una infección viral o por los alimentos durante la deglución) puede ser un factor predisponente.
La inflamación de la epiglotis resulta del edema y la acumulación de células inflamatorias en el espacio entre la capa epitelial escamosa y el cartílago epiglotal. La superficie lingual de la epiglotis y los tejidos periepiglóticos tienen abundantes redes de vasos linfáticos y sanguíneos que facilitan la diseminación de la infección y la posterior respuesta inflamatoria.

Una vez que comienza la infección, la inflamación progresa rápidamente y afecta a toda la laringe supraglótica (incluidos los pliegues ariepiglóticos y los aritenoides). Las regiones subglóticas generalmente no se ven afectadas; la inflamación es retenida por el epitelio fuertemente adherido a nivel de las cuerdas vocales. La inflamación supraglótica reduce el calibre de la vía aérea superior, causando un flujo de aire turbulento durante la inspiración  y manifestado por estridor.

Los mecanismos adicionales de obstrucción al flujo de aire pueden incluir el doblez posterior e inferior de la epiglotis (que actúa como válvula, obstruye el flujo de aire durante la inspiración pero permite la exhalación) y la aspiración de las secreciones orofaríngeas. La obstrucción de la vía aérea, que puede provocar un paro cardiopulmonar, puede ser rápidamente progresiva. Los signos de obstrucción grave de la vía aérea superior (p.e. estridor/estertor, retracción costal y supraesternal, taquipnea y cianosis) pueden presentarse hasta el final del proceso de la enfermedad, cuando la obstrucción de la vía aérea es casi completa.

La epiglotitis puede ser causada por bacterias, virus u hongos. En niños previamente sanos, la mayoría de los casos son bacterianos. Los patógenos más frecuentes varían según la edad del paciente y su estado inmunológico.

Epiglotitis en pediátricos

Haemophilus influenzae tipo b (Hib) fue la causa infecciosa más común de epiglotitis en niños. La incidencia disminuyó después de que la vacuna contra Hib se agregó al programa de vacunación infantil. La epiglotitis por Hib todavía ocurre, principalmente en niños no vacunados, pero ocasionalmente puede ocurrir en un niño vacunado. En una serie de casos de epiglotitis, el Hib representó 6 de 19 casos entre 1992 y 2002; cinco de los casos ocurrieron en niños que habían sido completamente vacunados. Otras etiologías de epiglotitis en niños incluyen a otros H. influenzae (tipos A, F y no tipificables), estreptococos (incluyendo estreptococos del grupo A) y Staphylococcus aureus, incluidas cepas resistentes a la meticilina. La epiglotitis estreptocócica del grupo A que complica la varicela primaria también ha sido reportada.

Epiglotitis en adultos

En adultos, la epiglotitis se ha asociado con una amplia gama de bacterias, virus, infecciones virales y bacterianas combinadas, hongos y causas no infecciosas. En la mayoría de los casos, los hemocultivos y cultivos faringeos son negativos. Anteriormente, entre los casos en los que se identificaba un patógeno, Hib era la etiología más común, representando el 3 al 14% de todos los casos. En un estudio poblacional más reciente, Streptococcus pneumoniae fue el patógeno más común encontrado en 39 adultos con epiglotitis. Sin embargo, la etiología fue desconocida en otros 22 de ellos. Del mismo modo, las especies de estreptococos representaron siete de nueve casos en un estudio multicéntrico de 1999 a 2013.

Pacientes inmunocomprometidos

En pacientes inmunodeprimidos, la epiglotitis puede ser causada por otros patógenos como Pseudomonas aeruginosa y especies de Candida. También se ha descrito un único caso de epiglotitis por Histoplasma capsulatum en un adulto en tratamiento con infliximab, prednisona y azatioprina para la enfermedad de Crohn.

Causas no infecciosas

Las causas traumáticas de epiglotitis incluyen lesión térmica, aspiración de cuerpo extraño e ingestión cáustica. La epiglotitis también puede ocurrir en raras ocasiones como una complicación del trasplante de médula ósea o de órgano sólido (como una manifestación de enfermedad linfoproliferativa postrasplante o enfermedad de injerto contra huésped). Se ha informado de un adulto con epiglotitis por granulomatosis con poliangeítis.

La epidemiología de la epiglotitis cambió después de la adición de la vacuna conjugada para Haemophilus influenzae tipo b (Hib) al calendario de vacunación infantil habitual en diversos países. La incidencia anual de epiglotitis entre los niños ha disminuido drásticamente después de la introducción de dichas vacunas. Entre los niños inmunizados en algunas poblaciones, las estimaciones de las tasas de epiglotitis han variado de 0.6 a 0.8 casos por 100,000. Estudios adicionales sugieren incluso mayores disminuciones globales en la epiglotitis en niños vacunados. La incidencia de epiglotitis en adultos parece estable en las últimas décadas con 0.6 a 1.9 casos por 100,000 personas anualmente en estudios de Islandia y Dinamarca, respectivamente.

Por otro lado, la edad media de los niños con epiglotitis ha aumentado de 3 años a aproximadamente 6 a 12 años de edad. En la era pre-Hib-vacuna en EUA, El 72% de los casos de epiglotitis ocurrieron en niños entre las edades de uno y cinco años, con pico de ocurrencia en el tercer año de vida. La epiglotitis históricamente ha sido un poco más común en hombres (58%) que en las niñas.

La edad media de los niños con epiglotitis ha aumentado de 3 años a aproximadamente 6 a 12 años de edad. Siendo el principal motivo la vacunación incompleta o ausente.Haz click para twittear

Factores de riesgo

En los niños, los factores de riesgo para la epiglotitis incluyen vacunación incompleta o ausente para Hib e inmunodeficiencia. Además, algunos huéspedes pueden ser genéticamente más susceptibles a la infección invasiva por Hib. En los adultos, la epiglotitis se ha asociado con una serie de condiciones comórbidas, que incluyen a la hipertensión, diabetes mellitus, drogadicción e inmunodeficiencia. Además, en un análisis retrospectivo de una base de datos nacional, el IMC > 25, la diabetes mellitus, la neumonía concurrente y la presencia de un quiste epiglótico al ingreso, fueron algunos factores asociados con una mayor gravedad de la epiglotitis.

El diagnóstico de epiglotitis es una emergencia médica. Para minimizar la morbilidad y la mortalidad, el reconocimiento y el tratamiento oportunos son fundamentales. El objetivo principal del tratamiento de los pacientes con epiglotitis es realizar un diagnóstico definitivo e iniciar el tratamiento antes del comienzo de la obstrucción de la vía aérea. El mantenimiento de la permeabilidad de las vías respiratorias es el objetivo principal. En pacientes con signos de obstrucción total o casi total de las vías respiratorias, el manejo de la vía aérea necesariamente precede a la evaluación diagnóstica.

En pacientes con epiglotitis y signos de obstrucción total o casi total de las vías respiratorias, el manejo de la vía aérea necesariamente precede a la evaluación diagnóstica.Haz click para twittear

Las características clínicas de la epiglotitis difieren con la edad, gravedad y etiología. Los niños pequeños presentan clásicamente dificultad respiratoria, ansiedad y posición en “trípode” característica o de “olfateo”. Asumen una posición sentada con el tronco inclinado hacia adelante, el cuello hiperextendido y el mentón hacia delante en un esfuerzo por maximizar el diámetro de la vía aérea obstruida. Además, pueden volverse combativos al adoptar posición supina; sin embargo, la presentación puede ser sutil. El babeo suele estar presente y generalmente la tos ausente. Niños mayores, adolescentes y adultos pueden presentar dolor de garganta grave pero orofaringe relativamente normal a la exploración.

Los niños pequeños presentan clásicamente dificultad respiratoria, babeo, ansiedad y posición en 'trípode' característica o de 'olfateo'. Ausencia de tos o ronquera.Haz click para twittear

Pediátricos con epiglotitis

El inicio es súbito y la evolución es rápida (en cuestión de horas) con disfagia, babeo y angustia. Aunque muchos pacientes tienen antecedente de síntomas en vías respiratorias superiores, la evolución habitual de la enfermedad antes de la hospitalización es menor a 24 horas y con frecuencia menor a 12 horas. La aparición repentina de fiebre alta (entre 38.8 y 40.0° C), dolor de garganta intenso, odinofagia y babeo es común. Los niños con epiglotitis usualmente tienen una apariencia tóxica; sin embargo, hay un amplio espectro de gravedad. Experimentan una sensación de asfixia, se angustian durante la inspiración, y están ansiosos, inquietos e irritables. Su habla es amortiguada, a menudo descrita como de “papa caliente”.

Los niños con epiglotitis adoptan una posición sentada, con el tronco inclinado hacia adelante, el cuello hiperextendido y el mentón hacia delante en un esfuerzo por maximizar el diámetro de la vía aérea obstruida (la postura de “trípode”). El estridor es frecuente y es signo de obstrucción de la vía aérea. Además, los niños con epiglotitis generalmente carecen de ronquera o tos, que son más característicos en el crup.

Frecuencia de los signos y síntomas de la epiglotitis en niños.
Dificultad respiratoria (80%)
Estridor (80%)
Voz de "papa caliente" (79%)
Faringitis (73%)
Fiebre (57%)
Dolor de garganta (50%)
Hipersensibilidad de la parte anterior del cuello (38%)
Tos (30%)
Dificultad para deglutir (26%)
Cambios en la voz (20%)

En una serie de 102 pacientes con tos ferina y 101 con epiglotitis, babear, preferir sentarse, negarse a deglutir y disfagia fueron más comunes en niños con epiglotitis; mientras que la tos se presentó con mayor frecuencia en aquellos con tos ferina. La fiebre estaba presente en más del 90% y el babeo en el 80% de aquellos con epiglotitis pero en menos del 10% de los niños con tos ferina; el estridor y retracciones costales en ≥ 80% de ambas patologías. En esta serie, se observó tos en menos del 10% de los niños con epiglotitis.

Adultos con epiglotitis

Las características de la epiglotitis en adultos incluyen:

  • Dolor de garganta u odinofagia desproporcionada (90 a 100%)
  • Fiebre ≥38.5°C (26 a 90%)
  • Disfonia (50 a 80%)
  • Babeo (15 a 65%)
  • Estridor o compromiso respiratorio franco (33%)
  • Ronquera (20 a 40%)

El dolor de garganta es el síntoma más importante y frecuente en adultos (del 91 al 94%). El compromiso de la vía aérea, por el contrario, es mucho menos frecuente en adultos que en niños. Además, la progresión de los síntomas en adultos es más lenta. En una serie de 106 pacientes, el 65% se presentó dentro de los dos días del inicio de los síntomas y el 9% se presentó más de una semana después.

Los adultos con epiglotitis se presentan con dolor desproporcionado de garganta, con una evolución más lenta y menor compromiso de la vía aérea que en pediátricos.Haz click para twittear

El enfoque para diagnosticar epiglotitis, incluidos los pacientes que deben someterse a visualización directa, depende de la edad del paciente, la gravedad de la enfermedad y la sospecha clínica de epiglotitis. La visualización de la epiglotis es el estándar aceptado para el diagnóstico clínico en adultos, aunque las radiografías se utilizan para hacer el diagnóstico en pacientes con enfermedad leve.

La visualización de la epiglotis es el estándar aceptado para el diagnóstico clínico de epiglotitis en adultos, aunque las radiografías se utilizan para hacer el diagnóstico en pacientes con enfermedad leve.Haz click para twittear

Evaluación en Pediátricos

La evaluación en niños debe individualizarse de acuerdo con la gravedad de la enfermedad, el estado de vacunación y la sospecha de epiglotitis.

Probable Epiglotitis

En raras ocasiones se han notificado casos de paro cardiorrespiratorio en niños durante los intentos por visualizar la epiglotis. Estos se han atribuido a una obstrucción funcional de la vía aérea (que resulta del aumento del esfuerzo respiratorio secundario a la ansiedad ocasionada), y/o a un agravamiento de la obstrucción de la vía aérea provocada por el posicionamiento supino y/o el laringoespasmo. Los pacientes que han caído en paro cardiorrespiratorio después de la visualización han tenido obstrucción preexistente, casi completa, de la vía aérea.

Estos pacientes suelen tener signos bastante concluyentes de epiglotitis (p.e. ansiedad, posición de “olfateo” y signos de afectación de la vía aérea superior, particularmente estridor, babeo o postura de “trípode”, sin tos). La atención inmediata de expertos en manejo de las vías respiratorias (otorrinolaringólogos y anestesiólogos con experiencia pediátrica) para evaluar y tratar a estos pacientes debe estar garantizada antes de cualquier intento de visualización de la epiglotis.

Epiglotitis Poco Probable

En niños con síntomas leves en los que la epiglotitis es una posibilidad pero para quienes otros diagnósticos también son probables, la exploración cautelosa de la garganta del niño es adecuada para determinar el mejor manejo posible. Los síntomas leves se definen como:

  • Ausencia de estridor, estridor que no es constante en reposo o con retracción costal ausente o leve
  • Aumento nulo o mínimo de los síntomas durante el esfuerzo
  • Ausencia de cianosis

El riesgo de la evaluación de la orofaringe también se reduce en un niño que tiene esquema de vacunación completo contra Haemophilus influenzae tipo b. Se debe permitir que el niño adopte una posición comoda vertical y debe ser evaluado con cuidado, mientras lo sostiene un familiar para reducir la ansiedad que podría provocar un aumento en la dificultad respiratoria. En niños que pueden cooperar (generalmente los más grandes de edad y solo con dificultad respiratoria moderada), la visualización directa de la faringe con ayuda de una hoja abatelenguas se ha descrito como exitosa en algunos niños. Como alternativa, un especialista capacitado puede intentar la nasolaringoscopia con fibra óptica o la laringoscopia indirecta con un endoscopio de 70 grados.

La elección del lugar donde se realizará cualquier procedimiento endoscópico (es decir, una sala de operaciones, unidad de cuidados intensivos o servicio de urgencias) debe determinarse caso por caso, teniendo en cuenta la gravedad de la enfermedad del niño y la capacitación y experiencia del personal médico disponible dentro de cada institución en particular. Como una alternativa para los niños en quienes el examen oral aumenta la ansiedad y la epiglotitis sigue siendo una posibilidad diagnóstica clara, se pueden indicar radiografías laterales del cuello. Dichas radiografías se deben realizar preferentemente en el servicio de urgencias o en la unidad de cuidados intensivos, en lugar de trasladar al niño a radiología donde el RCP puede ser limitado.

Evaluación en Adultos

El abordaje en los adultos generalmente debe guiarse por el grado de compromiso respiratorio aparente. Los pacientes con obstrucción inminente o completa de las vías respiratorias deben ser intubados. La evaluación directa de la orofaringe como paso inicial generalmente es más segura en adultos que en niños dada la menor frecuencia de compromiso de la vía aérea en los casos de epiglotitis. Cuando dicha evaluación no permite la visualización de la epiglotis, o parece insegura, se pueden indicar radiografías laterales de cuello.

La visualización laringoscópica de la epiglotis (p. ej., nasolaringoscopia flexible, abordajes indirectos o directos) es el estándar de oro para el diagnóstico clínico, pero las radiografías laterales de cuello pueden ser anormales (generalmente muestran el clásico “signo del pulgar”) en 77 a 88% de los casos. El diagnóstico puede confirmarse mediante radiografía si la laringoscopia no se puede realizar.

Lo que esperas encontrar…

Al examinar la cavidad oral y la orofaringe en pacientes con epiglotitis, se pueden observar secreciones localizadas. El complejo laringotraqueal puede ser sensible a la palpación, particularmente en la región del hueso hioides. Los hallazgos de la evaluación consistentes con la epiglotitis incluyen inflamación y edema de las estructuras supraglóticas (epiglotis, pliegues ariepiglóticos y cartílagos aritenoides). Las cuerdas vocales falsas también pueden estar afectadas. Sin embargo, el examen orofaríngeo es normal en la mayoría de los pacientes y con frecuencia no se observa una epiglotis agrandada. La nasolaringoscopia, la radiografía simple o la visualización durante la laringoscopia directa, bajo anestesia general en el quirófano, a menudo son necesarias para confirmar el diagnóstico.

Los pacientes también deben ser evaluados en búsqueda de focos de infección extraepiglóticos (p.e. neumonía, adenitis cervical, celulitis, artritis séptica o, con menor frecuencia, meningitis), particularmente si cabe la posibilidad de infección por un patógeno que frecuentemente cause enfermedad invasiva en otros sitios (p.e. S. pneumoniae, Haemophilus influenzae, tipo b). La evaluación adicional de la infección extraepiglótica se guía por los hallazgos clínicos.

Exámenes de Laboratorio

No se deben realizar estudios de laboratorio en niños pequeños en quienes se sospeche fuertemente de epiglotitis hasta que se asegure la vía aérea porque la agitación causada por el dolor puede empeorar la dificultad respiratoria. Los estudios a solicitar son:

  • Biometría hemática completa con diferencial
  • Hemocultivo
  • En pacientes intubados cultivo de la epiglotis.

La mayoría de los pacientes con epiglotitis tienen leucocitosis, pero este hallazgo es inespecífico.

Hallazgos en la Radiografía

Las radiografías laterales de cuello pueden confirmar el diagnóstico de epiglotitis; sin embargo, no son necesarias en los casos en que la probabilidad del diagnóstico es baja (p.e. niños vacunados con voz ronca y tos característica de la tos ferina), de modo que no esté indicada la radiografía; o bien, la probabilidad es muy alta, en cuyo caso es preferible la visualización directa en el quirófano. Las radiografías son de gran ayuda en la evaluación de pacientes en quienes la epiglotitis es una posibilidad, pero otros diagnósticos son más probables.

Las radiografías deben diferirse si aumentan la ansiedad del paciente o retrasan el diagnóstico y tratamiento definitivos. Si es necesario que el paciente con probable epiglotitis sea trasladado a radiología (es decir, si no se pueden obtener radiografías portátiles), deberá estar acompañado por personal capacitado en el manejo avanzado de la vía aérea y con el equipo adecuado y medicamentos. Las características radiográficas de la epiglotis incluyen:

  • Una epiglotis agrandada que sobresale de la pared anterior de la hipofaringe (el “signo del pulgar”). En adultos con epiglotitis, el ancho de la epiglotis suele ser > 8 mm.
  • Pérdida del espacio aéreo vallecular, un hallazgo que puede ser subestimado.
  • Pliegues ariepiglóticos engrosados. En adultos con epiglotitis, el ancho de los pliegues ariepiglóticos suele ser > 7 mm.
  • Hipofaringe distendida (inespecífico).
  • Correción de la lordosis cervical normal (inespecífico).
Epiglotitis en radiografía lateral de cuello.
La línea punteada delinea la epiglotis edematizada en forma de pulgar, lo que le da el nombre de “signo del pulgar” de la epiglotitis. Caso cortesía del Prof. Frank Gaillard, Radiopaedia.org, rID: 6272

Sospecha del Organismo Causal

La revisión de las características clínicas, el tratamiento y el resultado de 407 casos de epiglotitis en un solo estado de EUA durante un período de 18 años sugiere que las características clínicas varían dependiendo de si Haemophilus influenzae (Hib) es el patógeno causante de la enfermedad o no:

  • La epiglotis  por Hib está asociada a las características “clásicas”; es más común en niños pequeños, es rápidamente progresiva, involucra a la epiglotis más que a las estructuras adyacentes, y tiene un alto riesgo de obstrucción de las vías respiratorias.
  • La epiglotitis no secundaria a Hib es más común en adultos y generalmente tiene un inicio más lento, una mayor participación de las estructuras supraglóticas que la epiglotis en sí y un menor riesgo de obstrucción de las vías respiratorias.

Se debe sospechar la epiglotitis en niños pequeños, especialmente aquellos que no están vacunados o tienen esquema incompleto para Haemophilus influenzae tipo B (Hib) y que presentan las siguientes características clínicas:

  • Posición en trípode
  • Ansiedad
  • Dolor de garganta
  • Estridor
  • Babeo
  • Disfagia
  • Dificultad respiratoria

Debido al riesgo que representa la progresión rápida y la obstrucción de la vía aérea, el umbral diagnóstico de epiglotitis debe mantenerse bajo. Debe sospecharse epiglotitis en niños mayores, adolescentes y adultos en quienes la gravedad del dolor de garganta es desproporcionado a los hallazgos en la evaluación orofaríngea.

Criterios Diagnósticos

El mantenimiento de la permeabilidad de la vía aérea es el pilar del manejo de la epiglotitis. En pacientes con signos de obstrucción total o casi total de la vía aérea, el manejo de la vía aérea necesariamente precede a la evaluación diagnóstica. El diagnóstico de epiglotitis se confirma mediante la visualización de una epiglotis edematizada y eritematosa durante la laringoscopia directa al asegurar la vía respiratoria, la nasolaringoscopia con un endoscopio de fibra óptica o el examen orofaríngeo. Como alternativa, el diagnóstico se puede apoyar del hallazgo de edema epiglotal en la radiografía lateral de cuello en los casos en que no se realiza visualización directa. El abordaje diagnóstico depende de la edad y el estado clínico del paciente.

El diagnóstico de epiglotitis se confirma mediante la visualización de una epiglotis edematizada y eritematosa durante la laringoscopia directa al asegurar la vía respiratoria, la nasolaringoscopia con un endoscopio de fibra óptica o el examen orofaríngeo.Haz click para twittear

La visualización de la epiglotis en niños o adultos con sospecha de epiglotitis y signos de obstrucción grave de las vías respiratorias superiores debe intentarse únicamente en un entorno en el que las vías respiratorias puedan asegurarse de inmediato si es necesario (p.e. quirófano, servicio de urgencias o unidad de cuidados intensivos).

Papel de la radiografía en el diagnóstico

Como ya mencionamos, las radiografías no son necesarias para hacer un diagnóstico de epiglotitis, particularmente si el paciente muestra signos de obstrucción inminente o completa de las vías respiratorias, el diagnóstico clínico es evidente, o la epiglotis se visualiza durante el examen orofaríngeo con un abatelenguas (si es seguro y tolerado), nasolaringoscopia flexible u otro abordaje laringoscópico. Sin embargo, si se pueden obtener radiografías sin poner en riesgo al paciente (p.e. aumentando la ansiedad en un niño o que el paciente salga del servicio de urgencias), los hallazgos radiográficos a menudo pueden confirmar un diagnóstico presuntivo y ser de utilidad para iniciarl el manejo adecuado de la vía aérea.

Los hallazgos en la radiografía lateral de cuello sugerentes de epiglotitis incluyen una epiglotis agrandada, pérdida del espacio aéreo vallecular, pliegues ariepiglóticos engrosados, hipofaringe distendida y rectificación de la columna cervical. Sin embargo, en comparación con la visualización directa o indirecta de la epiglotis, las radiografías carecen de sensibilidad (38 a 88%) y especificidad (78%) y pueden retrasar el diagnóstico en pacientes críticamente enfermos.

Los hallazgos en la radiografía lateral de cuello sugerentes de epiglotitis incluyen una epiglotis agrandada, pérdida del espacio aéreo vallecular, pliegues ariepiglóticos engrosados, hipofaringe distendida y rectificación de la columna cervical.Haz click para twittear

Diagnóstico Microbiológico

El diagnóstico etiológico a veces se realiza mediante el cultivo del patógeno en muestra de sangre o de la superficie de la epiglotis. Se deben obtener las muestras de sangre y epiglóticas después de que la vía aérea esté segura. Barrer la epiglotis para la toma de muestra es difícil, potencialmente peligroso y está contraindicado en pacientes que no están intubados. Los cultivos epiglotales son positivos en 33 a 75% de los pacientes con epiglotitis. Los hemocultivos son positivos en aproximadamente 70% de los niños con epiglotitis causada por H. influenza, tipo b (Hib). En niños vacunados contra Hib, la utilidad de los hemocultivos es probablemente menor.

Diagnóstico Diferencial

El diagnóstico diferencial de la epiglotitis incluye otras causas de obstrucción aguda de las vías respiratorias altas:

  • Laringotraqueitis (crup) o crup espasmódico (respuesta similar a angioedema con menos inflamación visible por laringoscopia)
  • Uvulitis
  • Traqueítis bacteriana
  • Abscesos periamigdalinos o retrofaríngeos
  • Cuerpo extraño alojado en la laringe o valécula
  • Angioedema (anafilaxia o hereditario)
  • Anomalías congénitas de la vía aérea superior
  • Difteria
  • Traumatismo de la vía aérea superior o lesión térmica

Crup o Laringotraqueitis

La epiglotitis se distingue del crup por la ausencia de “tos de perro” y la presencia de ansiedad y babeo. Los niños con crup generalmente se sienten cómodos en posición supina y tienen una epiglotis de apariencia normal cuando se visualiza durante el examen físico. Si se obtienen, las radiografías laterales del cuello en pacientes con crup pueden mostrar distensión de la hipofaringe durante la inspiración, turbidez subglótica y una epiglotis normal.

Uvulitis

La uvulitis infecciosa puede ocurrir junto con epiglotitis, faringitis o como una infección aislada. En pacientes con uvulitis aislada con una úvula masiva edematizada, la presentación puede parecerse a la de la epiglotitis. El edema y eritema de la úvula son los hallazgos característicos en el examen.

Traqueítis bacteriana

La traqueítis bacteriana puede ser una complicación de la laringotraqueitis viral (crup) o una infección bacteriana primaria. La traqueítis bacteriana primaria puede presentarse con obstrucción aguda de la vía aérea superior, fiebre y apariencia tóxica, de manera similar a la epiglotitis. Sin embargo, las radiografías pueden mostrar las irregularidades de la pared traqueal, así como una epiglotis y región supraglótica normales. La traqueoscopia directa puede ser necesaria para el diagnóstico.

Infección o Absceso periamigdalino o retrofaríngeo

Los niños con celulitis o absceso periamigdalino o retrofaríngeo u otras infecciones dolorosas de la orofaringe pueden presentar babeo e hiperextensión del cuello. Los niños con estas infecciones generalmente no tienen una apariencia tan tóxica o se encuentran tan ansiosos como aquellos con epiglotitis aguda. Sin embargo, una radiografía de cuello puede ser útil para confirmar o excluir la presencia de epiglotitis.

Cuerpos extraños

Los cuerpos extraños en la laringe o la tráquea pueden causar obstrucción completa o parcial de la vía aérea requiriendo manejo inmediato. Los cuerpos extraños alojados en el esófago, a la altura del cartílago cricoides o la bifurcación traqueal pueden comprimir la vía aérea, causando obstrucción una parcial.

Angioedema (por anafilaxia o hereditario)

La reacción alérgica o el edema angioneurótico agudo se inicia rápidamente sin síntomas previos de resfriado o fiebre. Las manifestaciones primarias son edema de los labios y la lengua, erupción urticarial, disfagia sin ronquera y, en ocasiones, estridor inspiratorio. Puede haber antecedentes de alergia o un episodio previo.

Anomalías congénitas y papilomas laríngeos

Las anomalías congénitas de las vías respiratorias superiores y los papilomas laríngeos a veces causan síntomas similares a los de la epiglotitis. Sin embargo, estas afecciones tienen un curso crónico y generalmente no causan fiebre (a menos que los síntomas se deban a la exacerbación del estrechamiento de las vías respiratorias debido a una infección viral concomitante).

Difteria

La presentación clínica de la difteria puede ser similar a la de la epiglotitis. La aparición de los síntomas suele ser gradual. El dolor de garganta, el malestar general y la fiebre leve son los síntomas de presentación más comunes. Una membrana diftérica (gris y claramente demarcada) puede estar presente. La difteria es extremadamente rara en países con altas tasas de vacunación contra la difteria, el tétanos y la tos ferina.

Otras causas de epiglotitis

Otras causas de epiglotitis, como la radioterapia del cuello, el traumatismo o la lesión térmica, generalmente pueden deducirse de la historia clínica. El laringopielocele, una complicación infecciosa del laringocele, el cual es un quiste anormal poco común en la laringe, también puede simular una epiglotitis, tanto en la presentación clínica como en las radiografías laterales del cuello.

Lo primordial en el manejo del paciente con epiglotitis, antes que cualquier otra cosa, es el asegurar la vía aérea. Aunado a ello, es indispensable establecer un esquema de tratamiento antibiótico apropiado y oportuno.

Lo primordial en el manejo del paciente con epiglotitis, antes que cualquier otra cosa, es el asegurar la vía aérea. Aunado a ello, es indispensable establecer un esquema de tratamiento antibiótico apropiado y oportuno.Haz click para twittear

Manejo de la vía aérea

El abordaje en el manejo de la vía aérea en pacientes con epiglotitis se determina según la capacidad respiratoria del paciente y su edad. El manejo de las vías respiratorias es de suma importancia y debe ser el manejo inicial cuando se sospecha de epiglotitis. Independientemente de la gravedad aparente de la enfermedad en el momento del diagnóstico, el deterioro puede ocurrir rápidamente. Si está disponible, un equipo designado para el manejo de la vía aérea crítica y equipo especializado para las vías respiratorias debe activarse inmediatamente cuando un paciente es diagnosticado con probable epiglotitis. En pacientes con signos de obstrucción total o casi total de la vía aérea por epiglotitis, el control de la vía aérea precede a la evaluación diagnóstica.

Recurre inmediatamente a subespecialistas disponibles con las habilidades necesarias para el manejo de la vía aérea crítica y procede primeramente con ventilación mediante Ambú® (bolsa válvula mascarilla o BVM), prestando especial atención a la técnica, incluido el tamaño y el sellado de la máscara, posicionamiento del paciente y volumen corriente (el volumen suficiente para expandir el tórax). La mayoría de los pacientes con este tipo de edema de tejidos blandos pueden ser oxigenados con éxito mediante un dispositivo Ambú®. De ser posible, el paciente debe ser trasladado cuidadosamente a un quirófano acompañado por especialistas capacitados en manejo de vías respiratorias y el equipo necesario, sin preocuparse por la bata o preparación estéril en un primer momento.

Intubación endotraqueal

Si la ventilación mediante BVM, a pesar de usar una técnica óptima, no mantiene la oxigenación (es decir, oximetría de pulso por debajo del 80% o que baja rápidamente), realiza la intubación endotraqueal mientras se prepara todo para establecer una vía aérea quirúrgica, de acuerdo con el algoritmo de la vía aérea difícil. La intubación debe realizarse con un videolaringoscopio (preferido) o un laringoscopio directo (si el videolaringoscopio no está disponible) por el médico más experimentado presente. El laringoscopio se usa para elevar directamente la epiglotis y exponer la abertura glótica. No se deben usar métodos de levantamiento indirecto, como tensar el ligamento hioepiglótico colocando el laringoscopio en la valécula, independientemente de la forma o tipo de hoja.

Para pacientes con epiglotitis, particularmente para pacientes pediátricos en quienes el manejo de la vía aérea quirúrgica es mucho más difícil, este abordaje permite un solo intento de intubación utilizando el nivel máximo de tecnología disponible (por ejemplo, videolaringoscopio) antes de iniciar el manejo quirúrgico de la vía aérea. Los preparativos para establecer una vía aérea quirúrgica deben ocurrir en paralelo. Si el primer intento de intubar no fue exitoso pero se intentó sin usar el mejor equipo disponible en el hospital, se puede intentar una segunda ocasión con dicho equipo, antes de establecer una vía aérea quirúrgica, si el tiempo lo permite.

El objetivo es evitar el tiempo que puede transcurrir con múltiples intentos fallidos de intubación antes de proceder al manejo quirúrgico de la vía aérea en un niño persistentemente hipóxico. Cabe destacar que, cuando médicos con experiencia en el manejo de la vía aérea en niños lo intentan, la intubación endotraqueal casi siempre es exitosa en pacientes pediátricos con epiglotitis. Aunque la vía aérea supraglótica se estrecha por la epiglotis y los pliegues ariepiglóticos edematizados, el introito laríngeo (la luz) generalmente se mantiene pero es difícil de ver debido al edema supraglótico.

Manejo Quirúrgico de la Vía Aérea

Mientras que se debe preparar todo para establecer una vía aérea quirúrgica como plan de rescate inmediato para estos niños, el manejo de la vía aérea quirúrgica rara vez será necesario en los hospitales en los que existe amplia experiencia en el manejo de la vía aérea pediátrica. No intentes colocar un dispositivo supraglótico de vía aérea (p.e. máscara laríngea) porque estos dispositivos no son efectivos en pacientes con obstrucción aguda de las vías aéreas superiores o anatomía distorsionada.

Para el caso poco frecuente de que la intubación endotraqueal no se pueda realizar de manera oportuna, la vía aérea quirúrgica de emergencia sugerida varía según la edad:

  • En niños menores de 12 años de edad, realiza una cricotiroidotomía con aguja. La cricotiroidotomía con aguja se puede realizar en pacientes de cualquier edad, pero se prefiere a la cricotiroidotomía quirúrgica en bebés y niños de hasta 10 a 12 años de edad, porque es anatómicamente más fácil de realizar y tiene menor riesgo de daño laríngeo y de las estructuras adyacentes.
  • En pacientes mayores, realiza una cricotiroidotomía quirúrgica usando técnica de Seldinger o cricotiroidotomía quirúrgica usando técnica estándar o rápida.

Cuándo no es necesario intubar

Algunos niños mayores y la mayoría de los adultos sin datos de obstrucción severa de las vías respiratorias pueden tratarse en una unidad de cuidados intensivos sin someterse a una vía aérea artificial, siempre que los médicos capacitados con experiencia en el manejo de vías respiratorias estén disponibles de inmediato las 24 horas del día. La decisión de seleccionar este manejo dependerá de los recursos locales y la presentación del paciente. Los criterios de observación varían según la edad:

Niños mayores

En niños de seis años o más con epiglotitis infecciosa pero dificultad respiratoria leve, la decisión con respecto a la intubación endotraqueal versus observación debe ser individualizada. Se puede mantener a dichos pacientes en observación en una unidad de cuidados intensivos en lugar de intubación en los siguientes casos:

  • Apariencia no tóxica: el inicio y la progresión de la enfermedad no han sido rápidos (es decir, los síntomas se desarrollan durante al menos 24 horas).
  • La visualización directa, si se realiza, muestra obstrucción < del 50% de las vías respiratorias.
  • La gravedad clínica y los hallazgos radiográficos sin visualización directa sugieren que las vías respiratorias no son críticas.
  • No se prevé complicación adicional en la vía aérea distinta de la epiglotitis.

Adultos

Los adultos sin dificultad respiratoria grave y con < 50% de obstrucción de la luz laríngea (según lo determinado en el examen endoscópico) pueden ser inicialmente observados en una unidad de cuidados intensivos sin colocación de una vía aérea artificial. En series de casos retrospectivos de adultos con epiglotitis, la proporción de pacientes manejados con éxito sin colocación de una vía aérea artificial oscila entre 70 y 96%.

Los pacientes que se manejan sin colocación de una vía aérea artificial pueden presentar compromiso respiratorio agudo tardío requiriendo intervención de emergencia en la vía aérea. El potencial de deterioro rápido refuerza la necesidad de contar con un especialista con experiencia en el manejo de vías respiratorias y que esté disponible de inmediato y en todo momento para estos pacientes. En series de casos grandes, del 3 al 8% de los pacientes manejados inicialmente sin colocación de vía aérea artificial finalmente necesitaron intervención.

Tratamiento Antimicrobiano

Siempre que sea posible, se debe obtener un hemocultivo y, en pacientes intubados, un cultivo epiglótico antes de la administración de antibióticos. Los pacientes con epiglotitis infecciosa deben recibir terapia antimicrobiana empírica dirigida a los organismos más probables:

  • Haemophilus influenzae tipo b
  • Streptococcus pneumoniae, incluidas las cepas que pueden ser resistentes a la penicilina
  • Streptococcus del grupo A
  • Staphylococcus aureus, incluido S. aureus resistente a meticilina (MRSA)

Se recomienda tratamiento empírico con una cefalosporina de tercera generación (p.e. ceftriaxona o cefotaxima) y un agente antiestafilocócico (p.e. vancomicina o según la prevalencia local y la sensibilidad de los cultivos del MRSA). Además, se recomienda la vancomicina como agente antiestafilocócico en los siguientes pacientes:

  • Pacientes con epiglotitis complicada por sepsis moderada a grave.
  • Pacientes que pueden tener meningitis concomitante (dichos pacientes también deben recibir una cefalosporina de tercera o cuarta generación para la cobertura de neumococos o, en niños no vacunados, H. influenzae tipo b).
  • Pacientes de áreas con una prevalencia elevada de MRSA resistente a la clindamicina
  • Cuando los antecedentes del paciente sugieren la posibilidad de una reacción de hipersensibilidad grave a las penicilinas o cefalosporinas, la vancomicina más una quinolona o carbapenémico es una opción.

La interconsulta con un infectólogo pediatra puede ser de utilidad para orientar en las decisiones sobre el tratamiento con antibióticos y también se justifica para pacientes con una etiología infecciosa inusual o mala respuesta al tratamiento empírico inicial. Una vez que se dispone de los resultados del cultivo y susceptibilidad, el régimen debe ajustarse para proporcionar cobertura del organismo aislado. Se desconoce la duración óptima del tratamiento con antibióticos en la epiglotitis. La mayoría de los médicos indican un esquema por 7 a 10 días dependiendo de la respuesta del paciente. Puede ser necesario un tratamiento más prolongado en pacientes con bacteriemia, meningitis o inmunodeficiencia. Parte del tratamiento se puede administrar por vía oral si el paciente mejora clínicamente y se dispone de un antibiótico oral apropiado.

En la epiglotitis se recomienda tratamiento empírico con una cefalosporina de tercera generación (p.e. ceftriaxona o cefotaxima) y un agente antiestafilocócico.Haz click para twittear

Tratamientos Complementarios

Los broncodilatadores y glucocorticoides parenterales se han usado como tratamientos complementarios para pacientes con epiglotitis, pero estos fármacos no son necesarios. No se recomienda el uso de glucocorticoides en el tratamiento inicial de pacientes con epiglotitis. La evidencia directa de un beneficio en el uso de glucocorticoides para pacientes con epiglotitis es pobre. En estudios retrospectivos, el tratamiento con glucocorticoides no se asoció con menos días de hospitalización, tiempo de intubación o la duración de la estancia en la unidad de cuidados intensivos, quizá porque los glucocorticoides se administraron selectivamente a pacientes más enfermos.

Hay poca información publicada sobre los efectos adversos de los glucocorticoides en la epiglotitis. Se informó sangrado gastrointestinal con requerimiento de transfusión sanguínea. Por otro lado, el beneficio de la administración de epinefrina racémica, como medida para reducir el edema en pacientes con epiglotitis antes de la intervención definitiva en las vías respiratorias, no está establecido. El manejo oportuno y efectivo de las vías respiratorias es la intervención clave. El uso de medicamentos nebulizados en niños pequeños puede causar temor y ansiedad en algunos casos, lo que puede agravar el compromiso de la vía aérea.

No se recomienda el uso de glucocorticoides en el tratamiento inicial de pacientes con epiglotitis.Haz click para twittear

Cuidados y Evaluación del Paciente

Los pacientes con epiglotitis deben monitorearse en una unidad de cuidados intensivos (ya sea que se haya colocado o no una vía aérea artificial). La evaluación diaria de la supraglotis es necesaria para valorar la respuesta al tratamiento, buscar complicaciones (p.e. absceso epiglótico) y monitorear el riesgo de obstrucción de la vía aérea tardía (en pacientes tratados sin vía aérea artificial). Los niños deben ser manejados en una unidad de cuidados intensivos pediátricos. Los pacientes que están intubados durante el tratamiento de la epiglotitis requieren cuidados meticulosos de enfermería respiratoria y succión. Debe evitarse la extubación inadvertida. La intubación generalmente es necesaria durante dos o tres días antes de que la extubación se pueda realizar de manera segura. Los criterios para la extubación incluyen:

  • Resolución del edema epiglótico y/o supraglótico según lo indicado por laringoscopia y/o una fuga de aire alrededor de la vía aérea artificial.
  • Defervescencia.
  • Capacidad de tragar sin dolor.

La inflamación epiglótica generalmente mejora después de dos a tres días de terapia antimicrobiana para la epiglotitis causada por Haemophilus influenzae tipo b (Hib). Un curso más prolongado puede ser más común en etiologías distintas de Hib. La persistencia de edema epiglótico más allá de 72 horas debe evaluarse caso por caso, teniendo en cuenta las siguientes causas:

  • Un régimen antimicrobiano potencialmente ineficaz.
  • Desarrollo de un absceso epiglótico u otra complicación.
  • Un curso más indolente compatible con el microbio causante (p.e. S. pyogenes).

La fiebre persistente puede estar relacionada con el desarrollo de un foco de infección secundario (p. ej., neumonía), infección nosocomial o una reacción al tratamiento antimicrobiano (es decir, fiebre secundaria a fármacos, siendo un diagnóstico de exclusión). Los pacientes deben ser evaluados para detectar manifestaciones extraepiglóticas (p.e. neumonía), particularmente si se aísla un patógeno que frecuentemente causa enfermedad invasiva en otros sitios (p.e. S. pneumoniae, Hib). La evaluación adicional de las manifestaciones extraepiglóticas se guía por los hallazgos clínicos. La interconsulta con un infectólogo puede ser útil en casos de edema epiglótico persistente o fiebre prolongada si la causa no es evidente.

Causas poco comunes

Una inmunodeficiencia es una posible razón por la cual los niños con esquema de vacunación completo (es decir, los niños que han recibido al menos tres vacunas conjugadas) pueden desarrollar epiglotitis por Haemophilus influenzae tipo b (Hib) o epiglotitis neumocócica con un serotipo contenido en la vacuna antineumocócica. En tales niños, sugerimos consultar con un especialista en inmunología para determinar el mejor manejo. Existe también susceptibilidad genética en algunos pacientes, que puede ser causa de la falla de la vacuna contra Hib.

La mayoría de los pacientes con epiglotitis aguda se recuperan sin complicaciones o secuelas en vías respiratorias u otros problemas si la vía aérea se asegura rápidamente y se administra el tratamiento antimicrobiano apropiado. La lesión relacionada con la hipoxemia, que ocurre antes de la intervención de la vía aérea o que resulta de la progresión de la sepsis asociada después de la instauración del tratamiento, no siempre es reversible. La mayoría de las muertes son el resultado de un paro cardiorrespiratorio (secundario a la obstrucción de las vías respiratorias) y/o retrasos en el manejo o para asegurar la vía aérea.

La muerte también puede ser una complicación de la hipoxemia o la sepsis. La traqueostomía está reservada para pacientes en los que la intubación endotraqueal no tiene éxito. En las series de casos, la proporción de pacientes que requieren traqueostomía varía de 0 a aproximadamente 5%. Los pacientes que requieren traqueostomía pueden tener complicaciones relacionadas con la traqueotomía (p..e. complicaciones de la herida, fístula traqueocutánea)

Las complicaciones que se pueden presentar posterior a la epiglotitis incluye la obstrucción de las vías respiratorias es inusual, pero puede ocurrir de manera impredecible en cualquier momento de la enfermedad. Además, la epiglotitis se puede ver complicada por:

Absceso epiglótico

El absceso epiglótico puede ser el resultado de una infección epiglótica coalescente o una infección secundaria de un mucocele epiglótico. El absceso epiglótico ocurre predominantemente en adultos y puede complicar hasta el 30% de los casos. Se ha descrito un paciente de 17 años con un absceso del pliegue ariepiglótico que se presentó como epiglotitis. Los pacientes con absceso epiglótico tienen síntomas más graves y tienen un mayor riesgo de compromiso de la vía aérea en comparación con aquellos sin esta complicación. El absceso epiglótico puede diagnosticarse mediante visualización directa o tomografía computarizada (que debe realizarse solo en pacientes con vía aérea estable). El tratamiento del absceso epiglótico requiere drenaje además del tratamiento de la vía aérea y el tratamiento con antibióticos.

Infección secundaria

La infección secundaria (p.e. neumonía, adenitis cervical, celulitis, artritis séptica y meningitis) puede ser consecuencia de bacteriemia o extensión directa. La meningitis es rara.

Epiglotitis necrotizante

La epiglotitis necrotizante es una complicación rara de la epiglotitis en pacientes con inmunodeficiencia (p.e. infección por VIH, linfohistiocitosis hemofagocítica).

Muerte

Las tasas de mortalidad en niños y adultos son <1 y ≤3.3%, respectivamente. La muerte casi siempre se debe a una obstrucción aguda de las vías respiratorias. La mayoría de las muertes ocurren camino al hospital o poco después de la llegada.

Referencias Bibliográficas

Rafei K, Lichenstein R. Airway infectious disease emergencies. Pediatr Clin North Am 2006; 53:215.

Cherry JD. Epiglottitis (supraglottitis). In: Textbook of Pediatric Infectious Diseases, 6th, Feigin RD, Cherry JD, Demmler-Harrison GJ, Kaplan SL (Eds), Saunders, Philadelphia 2009. p.244.

Fleisher GR. Infectious disease emergencies. In: Textbook of Pediatric Emergency Medicine, 5th ed, Fleisher GR, Ludwig S, Henretig FM (Eds), Lippincott Williams & Wilkins, Philadelphia 2006. p.783.

Sato S, Kuratomi Y, Inokuchi A. Pathological characteristics of the epiglottis relevant to acute epiglottitis. Auris Nasus Larynx 2012; 39:507.

Glynn F, Fenton JE. Diagnosis and management of supraglottitis (epiglottitis). Curr Infect Dis Rep 2008; 10:200.

Stroud RH, Friedman NR. An update on inflammatory disorders of the pediatric airway: epiglottitis, croup, and tracheitis. Am J Otolaryngol 2001; 22:268.

Shah RK, Roberson DW, Jones DT. Epiglottitis in the Hemophilus influenzae type B vaccine era: changing trends. Laryngoscope 2004; 114:557.

Tanner K, Fitzsimmons G, Carrol ED, et al. Haemophilus influenzae type b epiglottitis as a cause of acute upper airways obstruction in children. BMJ 2002; 325:1099.

Devlin B, Golchin K, Adair R. Paediatric airway emergencies in Northern Ireland, 1990-2003. J Laryngol Otol 2007; 121:659.

González Valdepeña H, Wald ER, Rose E, et al. Epiglottitis and Haemophilus influenzae immunization: the Pittsburgh experience–a five-year review. Pediatrics 1995; 96:424.

Solomon P, Weisbrod M, Irish JC, Gullane PJ. Adult epiglottitis: the Toronto Hospital experience. J Otolaryngol 1998; 27:332.

Somenek M, Le M, Walner DL. Membranous laryngitis in a child. Int J Pediatr Otorhinolaryngol 2010; 74:704.

Mazenq J, Retornaz K, Vialet R, Dubus JC. [Acute epiglottitis due to group A β-hemolytic streptococcus in a child]. Arch Pediatr 2015; 22:613.

Sivakumar S, Latifi SQ. Varicella with stridor: think group A streptococcal epiglottitis. J Paediatr Child Health 2008; 44:149.

Mayo-Smith MF, Spinale JW, Donskey CJ, et al. Acute epiglottitis. An 18-year experience in Rhode Island. Chest 1995; 108:1640.

Frantz TD, Rasgon BM, Quesenberry CP Jr. Acute epiglottitis in adults. Analysis of 129 cases. JAMA 1994; 272:1358.

Kucera CM, Silverstein MD, Jacobson RM, et al. Epiglottitis in adults and children in Olmsted County, Minnesota, 1976 through 1990. Mayo Clin Proc 1996; 71:1155.

Torkkeli T, Ruoppi P, Nuutinen J, Kari A. Changed clinical course and current treatment of acute epiglottitis in adults a 12-year experience. Laryngoscope 1994; 104:1503.

Isakson M, Hugosson S. Acute epiglottitis: epidemiology and Streptococcus pneumoniae serotype distribution in adults. J Laryngol Otol 2011; 125:390.

Chroboczek T, Cour M, Hernu R, et al. Long-term outcome of critically ill adult patients with acute epiglottitis. PLoS One 2015; 10:e0125736.

Lacroix J, Gauthier M, Lapointe N, et al. Pseudomonas aeruginosa supraglottitis in a six-month-old child with severe combined immunodeficiency syndrome. Pediatr Infect Dis J 1988; 7:739.

Walsh TJ, Gray WC. Candida epiglottitis in immunocompromised patients. Chest 1987; 91:482.

Myer CM 3rd. Candida epiglottitis: clinical implications. Am J Otolaryngol 1997; 18:428.

Abou Zahr A, Saad Aldin E, Yunyongying P. Histoplasma epiglottitis in a patient with Crohn’s disease maintained on infliximab, prednisone, and azathioprine. Int J Infect Dis 2013; 17:e650.

Harjacek M, Kornberg AE, Yates EW, Montgomery P. Thermal epiglottitis after swallowing hot tea. Pediatr Emerg Care 1992; 8:342.

Kulick RM, Selbst SM, Baker MD, Woodward GA. Thermal epiglottitis after swallowing hot beverages. Pediatrics 1988; 81:441.

Lai SH, Wong KS, Liao SL, Chou YH. Non-infectious epiglottitis in children: two cases report. Int J Pediatr Otorhinolaryngol 2000; 55:57.

Kavanagh KR, Batti JS. Traumatic epiglottitis after foreign body ingestion. Int J Pediatr Otorhinolaryngol 2008; 72:901.

Mayo-Smith MF, Spinale J. Thermal epiglottitis in adults: a new complication of illicit drug use. J Emerg Med 1997; 15:483.

Rosbe KW, Perez-Atayde AR, Roberson DW, Kenna M. Pathology forum: quiz case 1. Diagnosis: posttransplant lymphoproliferative disease (PTLD) of the epiglottis. Arch Otolaryngol Head Neck Surg 2000; 126:1153; discussion 1157.

de Diego JI, Prim MP, Hardisson D, et al. Graft-vs-host disease as a cause of enlargement of the epiglottis in an immunocompromised child. Arch Otolaryngol Head Neck Surg 2001; 127:439.

Aono Y, Imokawa S, Uto T, et al. Granulomatosis with polyangiitis involving the epiglottis. Respirol Case Rep 2017; 5:e00226.

Centers for Disease Control and Prevention (CDC). Progress toward elimination of Haemophilus influenzae type b invasive disease among infants and children–United States, 1998-2000. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2002; 51:234.

Garpenholt O, Hugosson S, Fredlund H, et al. Epiglottitis in Sweden before and after introduction of vaccination against Haemophilus influenzae type b. Pediatr Infect Dis J 1999; 18:490.

Garner D, Weston V. Effectiveness of vaccination for Haemophilus influenzae type b. Lancet 2003; 361:395.

Guldfred LA, Lyhne D, Becker BC. Acute epiglottitis: epidemiology, clinical presentation, management and outcome. J Laryngol Otol 2008; 122:818.

McVernon J, Slack MP, Ramsay ME. Changes in the epidemiology of epiglottitis following introduction of Haemophilus influenzae type b (Hib) conjugate vaccines in England: a comparison of two data sources. Epidemiol Infect 2006; 134:570.

Senior BA, Radkowski D, MacArthur C, et al. Changing patterns in pediatric supraglottitis: a multi-institutional review, 1980 to 1992. Laryngoscope 1994; 104:1314.

Wood N, Menzies R, McIntyre P. Epiglottitis in Sydney before and after the introduction of vaccination against Haemophilus influenzae type b disease. Intern Med J 2005; 35:530.

Nakamura H, Tanaka H, Matsuda A, et al. Acute epiglottitis: a review of 80 patients. J Laryngol Otol 2001; 115:31.

Gorelick MH, Baker MD. Epiglottitis in children, 1979 through 1992. Effects of Haemophilus influenzae type b immunization. Arch Pediatr Adolesc Med 1994; 148:47.

Briem B, Thorvardsson O, Petersen H. Acute epiglottitis in Iceland 1983-2005. Auris Nasus Larynx 2009; 36:46.

Faden H. The dramatic change in the epidemiology of pediatric epiglottitis. Pediatr Emerg Care 2006; 22:443.

Lee AC, Lam SY. Life threatening acute epiglottitis in acute leukemia. Leuk Lymphoma 2002; 43:665.

Cocks HC, Johnson IJ. Acute epiglottitis: a presentation of haemophagocytic lymphohistiocytosis. J Laryngol Otol 2001; 115:819.

Murray JC, Chiu JK, Dorfman SR, Ogden AK. Epiglottitis following preparation for allogeneic bone marrow transplantation. Bone Marrow Transplant 1995; 15:997.

Charuvanij S, Houghton KM. Acute epiglottitis as the initial presentation of pediatric Systemic Lupus Erythematosus. Pediatr Rheumatol Online J 2009; 7:19.

Ambrosino DM, Schiffman G, Gotschlich EC, et al. Correlation between G2m(n) immunoglobulin allotype and human antibody response and susceptibility to polysaccharide encapsulated bacteria. J Clin Invest 1985; 75:1935.

Granoff DM, Pandey JP, Boies E, et al. Response to immunization with Haemophilus influenzae type b polysaccharide-pertussis vaccine and risk of Haemophilus meningitis in children with the Km(1) immunoglobulin allotype. J Clin Invest 1984; 74:1708.

Tejani A, Mahadevan R, Dobias B, et al. Occurrence of HLA types in H. influenzae type B disease. Tissue Antigens 1981; 17:205.

Whisnant JK, Rogentine GN, Gralnick MA, et al. Host factors and antibody response Haemophilus influenza type b meningitis and epiglottitis. J Infect Dis 1976; 133:448.

Ng HL, Sin LM, Li MF, et al. Acute epiglottitis in adults: a retrospective review of 106 patients in Hong Kong. Emerg Med J 2008; 25:253.

Chang YL, Lo SH, Wang PC, Shu YH. Adult acute epiglottitis: experiences in a Taiwanese setting. Otolaryngol Head Neck Surg 2005; 132:689.

Wolf M, Strauss B, Kronenberg J, Leventon G. Conservative management of adult epiglottitis. Laryngoscope 1990; 100:183.

Park KW, Darvish A, Lowenstein E. Airway management for adult patients with acute epiglottitis: a 12-year experience at an academic medical center (1984-1995). Anesthesiology 1998; 88:254.

Suzuki S, Yasunaga H, Matsui H, et al. Factors associated with severe epiglottitis in adults: Analysis of a Japanese inpatient database. Laryngoscope 2015; 125:2072.

BERENBERG W, KEVY S. Acute epiglottitis in childhood; a serious emergency, readily recognized at the bedside. N Engl J Med 1958; 258:870.

Losek JD, Dewitz-Zink BA, Melzer-Lange M, Havens PL. Epiglottitis: comparison of signs and symptoms in children less than 2 years old and older. Ann Emerg Med 1990; 19:55.

RABE EF. Infectious croup; Hemophilus influenzae type B croup. Pediatrics 1948; 2:559.

Johnson GK, Sullivan JL, Bishop LA. Acute epiglottitis. Review of 55 cases and suggested protocol. Arch Otolaryngol 1974; 100:333.

Battaglia JD, Lockhart CH. Management of acute epiglottitis by nasotracheal intubation. Am J Dis Child 1975; 129:334.

Tibballs J, Watson T. Symptoms and signs differentiating croup and epiglottitis. J Paediatr Child Health 2011; 47:77.

Hébert PC, Ducic Y, Boisvert D, Lamothe A. Adult epiglottitis in a Canadian setting. Laryngoscope 1998; 108:64.

Oropharyngeal examination for suspected epiglottitis. Am J Dis Child 1988; 142:1261.

Damm M, Eckel HE, Jungehülsing M, Roth B. Management of acute inflammatory childhood stridor. Otolaryngol Head Neck Surg 1999; 121:633.

Damm M, Eckel HE, Jungehülsing M, Roth B. Airway endoscopy in the interdisciplinary management of acute epiglottitis. Int J Pediatr Otorhinolaryngol 1996; 38:41.

Vauthy PA, Reddy R. Acute upper airway obstruction in infants and children. Evaluation by the fiberoptic bronchoscope. Ann Otol Rhinol Laryngol 1980; 89:417.

Sobol SE, Zapata S. Epiglottitis and croup. Otolaryngol Clin North Am 2008; 41:551.

Carey MJ. Epiglottitis in adults. Am J Emerg Med 1996; 14:421.

Ehara H. Tenderness over the hyoid bone can indicate epiglottitis in adults. J Am Board Fam Med 2006; 19:517.

Madhotra D, Fenton JE, Makura ZG, et al. Airway intervention in adult supraglottitis. Ir J Med Sci 2004; 173:197.

Molteni RA. Epiglottitis: incidence of extraepiglottic infection: report of 72 cases and review of the literature. Pediatrics 1976; 58:526.

Ragosta KG, Orr R, Detweiler MJ. Revisiting epiglottitis: a protocol–the value of lateral neck radiographs. J Am Osteopath Assoc 1997; 97:227.

Ducic Y, Hébert PC, MacLachlan L, et al. Description and evaluation of the vallecula sign: a new radiologic sign in the diagnosis of adult epiglottitis. Ann Emerg Med 1997; 30:1.

Schumaker HM, Doris PE, Birnbaum G. Radiographic parameters in adult epiglottitis. Ann Emerg Med 1984; 13:588.

Hung TY, Li S, Chen PS, et al. Bedside ultrasonography as a safe and effective tool to diagnose acute epiglottitis. Am J Emerg Med 2011; 29:359.e1.

Werner SL, Jones RA, Emerman CL. Sonographic assessment of the epiglottis. Acad Emerg Med 2004; 11:1358.

Ko DR, Chung YE, Park I, et al. Use of bedside sonography for diagnosing acute epiglottitis in the emergency department: a preliminary study. J Ultrasound Med 2012; 31:19.

Stankiewicz JA, Bowes AK. Croup and epiglottitis: a radiologic study. Laryngoscope 1985; 95:1159.

Hafidh MA, Sheahan P, Keogh I, Walsh RM. Acute epiglottitis in adults: a recent experience with 10 cases. J Laryngol Otol 2006; 120:310.

Chan KO, Pang YT, Tan KK. Acute epiglottitis in the tropics: is it an adult disease? J Laryngol Otol 2001; 115:715.

McEwan J, Giridharan W, Clarke RW, Shears P. Paediatric acute epiglottitis: not a disappearing entity. Int J Pediatr Otorhinolaryngol 2003; 67:317.

Lee SS, Schwartz RH, Bahadori RS. Retropharyngeal abscess: epiglottitis of the new millennium. J Pediatr 2001; 138:435.

Cherry JD. Clinical practice. Croup. N Engl J Med 2008; 358:384.

Bjornson CL, Johnson DW. Croup. Lancet 2008; 371:329.

Yen K, Flanary V, Estel C, et al. Traumatic epiglottitis. Pediatr Emerg Care 2003; 19:27.

Kabbani M, Goodwin SR. Traumatic epiglottis following blind finger sweep to remove a pharyngeal foreign body. Clin Pediatr (Phila) 1995; 34:495.

Li SF, Siegel B, Hidalgo I, et al. Laryngopyocoele: an unusual cause of a sore throat. Am J Emerg Med 2012; 30:1655.e1.

Rafei K, Lichenstein R. Airway infectious disease emergencies. Pediatr Clin North Am 2006; 53:215.

Sobol SE, Zapata S. Epiglottitis and croup. Otolaryngol Clin North Am 2008; 41:551.

Andreassen UK, Baer S, Nielsen TG, et al. Acute epiglottitis–25 years experience with nasotracheal intubation, current management policy and future trends. J Laryngol Otol 1992; 106:1072.

Andreassen UK, Husum B, Tos M, Leth N. Acute epiglottitis in adults. A management protocol based on a 17-year material. Acta Anaesthesiol Scand 1984; 28:155.

Stroud RH, Friedman NR. An update on inflammatory disorders of the pediatric airway: epiglottitis, croup, and tracheitis. Am J Otolaryngol 2001; 22:268.

Cantrell RW, Bell RA, Morioka WT. Acute epiglottitis: intubation versus tracheostomy. Laryngoscope 1978; 88:994.

Schloss MD, Hannallah R, Baxter JD. Acute epiglottitis: 26 years’ experience at the Montreal Children’s Hospital. J Otolaryngol 1979; 8:259.

Schuller DE, Birck HG. The safety of intubation in croup and epiglottitis: an eight-year follow-up. Laryngoscope 1975; 85:33.

Heldtander P, Lee P. Treatment of acute epiglottitis in children by long-term intubation. Acta Otolaryngol 1973; 75:379.

Allen TH, Steven IM. Prolonged nasotracheal intubation in infants and children. Br J Anaesth 1972; 44:835.

Cherry JD. Epiglottitis (supraglottitis). In: Textbook of Pediatric Infectious Diseases, 6th, Feigin RD, Cherry JD, Demmler-Harrison GJ, Kaplan SL (Eds), Saunders, Philadelphia 2009. p.244.

Mayo-Smith MF, Spinale JW, Donskey CJ, et al. Acute epiglottitis. An 18-year experience in Rhode Island. Chest 1995; 108:1640.

Berger G, Landau T, Berger S, et al. The rising incidence of adult acute epiglottitis and epiglottic abscess. Am J Otolaryngol 2003; 24:374.

Katori H, Tsukuda M. Acute epiglottitis: analysis of factors associated with airway intervention. J Laryngol Otol 2005; 119:967.

Solomon P, Weisbrod M, Irish JC, Gullane PJ. Adult epiglottitis: the Toronto Hospital experience. J Otolaryngol 1998; 27:332.

Deeb ZE, Yenson AC, DeFries HO. Acute epiglottitis in the adult. Laryngoscope 1985; 95:289.

Damm M, Eckel HE, Jungehülsing M, Roth B. Airway endoscopy in the interdisciplinary management of acute epiglottitis. Int J Pediatr Otorhinolaryngol 1996; 38:41.

McEwan J, Giridharan W, Clarke RW, Shears P. Paediatric acute epiglottitis: not a disappearing entity. Int J Pediatr Otorhinolaryngol 2003; 67:317.

Trollfors B, Nylén O, Strangert K. Acute epiglottitis in children and adults in Sweden 1981-3. Arch Dis Child 1990; 65:491.

Hébert PC, Ducic Y, Boisvert D, Lamothe A. Adult epiglottitis in a Canadian setting. Laryngoscope 1998; 108:64.

Ng HL, Sin LM, Li MF, et al. Acute epiglottitis in adults: a retrospective review of 106 patients in Hong Kong. Emerg Med J 2008; 25:253.

Chang YL, Lo SH, Wang PC, Shu YH. Adult acute epiglottitis: experiences in a Taiwanese setting. Otolaryngol Head Neck Surg 2005; 132:689.

Guldfred LA, Lyhne D, Becker BC. Acute epiglottitis: epidemiology, clinical presentation, management and outcome. J Laryngol Otol 2008; 122:818.

Frantz TD, Rasgon BM, Quesenberry CP Jr. Acute epiglottitis in adults. Analysis of 129 cases. JAMA 1994; 272:1358.

Dort JC, Frohlich AM, Tate RB. Acute epiglottitis in adults: diagnosis and treatment in 43 patients. J Otolaryngol 1994; 23:281.

Shapira Galitz Y, Shoffel-Havakuk H, Cohen O, et al. Adult acute supraglottitis: Analysis of 358 patients for predictors of airway intervention. Laryngoscope 2017; 127:2106.

Gerrish SP, Jones AS, Watson DM, Wight RG. Adult epiglottitis. Br Med J (Clin Res Ed) 1987; 295:1183.

Ward MA. Emergency department management of acute respiratory infections. Semin Respir Infect 2002; 17:65.

Shah RK, Roberson DW, Jones DT. Epiglottitis in the Hemophilus influenzae type B vaccine era: changing trends. Laryngoscope 2004; 114:557.

Asher MI. Infections of the upper respiratory tract. In: Pediatric Respiratory Medicine, Taussig LM, Landau LI (Eds), Mosby, St. Louis 1999. p.540.

Baxter FJ, Dunn GL. Acute epiglottitis in adults. Can J Anaesth 1988; 35:428.

Glynn F, Fenton JE. Diagnosis and management of supraglottitis (epiglottitis). Curr Infect Dis Rep 2008; 10:200.

DiTirro FR, Silver MH, Hengerer AS. Acute epiglottitis: evolution of management in the community hospital. Int J Pediatr Otorhinolaryngol 1984; 7:145.

Kyrcz RW, Indyk D. Atypical acute epiglottitis with gastrointestinal bleeding. J Fam Pract 1988; 27:102.

Battaglia JD, Lockhart CH. Management of acute epiglottitis by nasotracheal intubation. Am J Dis Child 1975; 129:334.

Ladhani SN, Davila S, Hibberd ML, et al. Association between single-nucleotide polymorphisms in Mal/TIRAP and interleukin-10 genes and susceptibility to invasive haemophilus influenzae serotype b infection in immunized children. Clin Infect Dis 2010; 51:761.

Nakamura H, Tanaka H, Matsuda A, et al. Acute epiglottitis: a review of 80 patients. J Laryngol Otol 2001; 115:31.

Corbett HJ, Mann KS, Mitra I, et al. Tracheostomy–a 10-year experience from a UK pediatric surgical center. J Pediatr Surg 2007; 42:1251.

Fleisher GR. Infectious disease emergencies. In: Textbook of Pediatric Emergency Medicine, 5th ed, Fleisher GR, Ludwig S, Henretig FM (Eds), Lippincott Williams & Wilkins, Philadelphia 2006. p.783.

Stack BC Jr, Ridley MB. Epiglottic abscess. Head Neck 1995; 17:263.

Reed J, Shah RK, Jantausch B, Choi SS. Aryepiglottic abscess manifesting as epiglottitis. Arch Otolaryngol Head Neck Surg 2009; 135:953.

Wolf M, Strauss B, Kronenberg J, Leventon G. Conservative management of adult epiglottitis. Laryngoscope 1990; 100:183.

Molteni RA. Epiglottitis: incidence of extraepiglottic infection: report of 72 cases and review of the literature. Pediatrics 1976; 58:526.

Torkkeli T, Ruoppi P, Nuutinen J, Kari A. Changed clinical course and current treatment of acute epiglottitis in adults a 12-year experience. Laryngoscope 1994; 104:1503.

El artículo Epiglotitis: Revisión de su Diagnóstico y Tratamiento. apareció primero en Sapiens Medicus.

Nefropatía por IgA: Un vistazo a los inmunocomplejos.

$
0
0

La Nefropatía por IgA descrita por Berger, es la enfermedad glomerular primaria más frecuente en todo el mundo. Se puede presentar a cualquier edad pero existe un pico en la segunda y tercera década de la vida. Revisamos a continuación y de manera breve lo que debes saber para el diagnóstico y tratamiento de esta patología.

Actualízate sobre este tema en 7 minutos.

La nefropatía por IgA afecta más a varones en una razón 2-3:1. Se han descrito formas familiares y asociada a otras enfermedades, como algunos carcinomas (pulmón, páncreas) síndrome de Sjögren, enfermedad inflamatoria intestinal y otras.

Se ha estimado que del 3-16% de los individuos sanos pueden presentar depósitos por #IgA #NefropatíaPorIgAHaz click para twittear

Fisiopatología

Actualmente para su diagnóstico se requiere biopsia renal que muestre un depósito predominantemente de IgA a nivel mesangial. En más del 70% de los casos se detecta C3 y properdina. También se detecta C4 y C4d, lectina de unión a manosa y el complejo terminal C5b-C9. Estos hallazgos sugieren activación del complemento por la vía alternativa y de las lectinas. La IgA depositada en el mesangio es exclusivamente de la subclase IgA1 y es deficiente en galactosa, una característica bioquímica de importancia central en la patogénesis  de la nefropatía por IgA.

Las características de la nefropatía por IgA en el microscopio óptico pueden variar mucho entre los pacientes y dentro de la muestra de biopsia individual. Un aumento en la matriz mesangial y la hipercelularidad son comunes; otras lesiones glomerulares pueden incluir necrosis focal , cicatrización segmentaria y semilunas en el espacio de Bowman.

La microscopía electrónica generalmente muestra material denso a los electrones que corresponde a los depósitos inmunes en el microscopio de inmunofluorescencia. Generalmente se observan en áreas mesangiales y paramensangiales, pero ocasionalmente se encuentran en porciones  subepiteliales y subendoteliales de las membranas basales glomerulares.

Patogénesis

El evento inicial en la patogénesis de NigA es el depósito mesangial de IgA que es predominantemente polimérica de la subclase IgA1 conteniendo la cadena J.

En la #NIgA los depósitos mesangiales de IgG, c3 y C4d son de mal pronóstico.Haz click para twittear

Se considera que la IgA deficiente en galactosa puede ser producida por células plasmáticas de la médula ósea. Se ha demostrado que este déficit de glicosilación se hereda con un patrón autosómico dominante.

Como consecuencia de la deficiencia por galactosa, existe una exposición de grupos de N-acetilgalactosamina en la región bisagra de la IgA1. El reconocimiento de estos epítopos por Acs anti-IgG o anti-IgA1 conduce a la formación de inmunocomplejos.

Aclaramiento de IgA

  • Sistémico: Las alteraciones de la IgA sistémica y de los inmunocomplejos que contienen IgA aumentan el aclaramiento hepático consecuencia de una expresión reducida de CD89 en las células mieloides con una disminución en la capacidad de unión de IgA al receptor CD89.
  • Mesangial: El receptor de la transferrina CD71 de las células mesangiales es uno de los candidatos propuestas para explicar este déficit de aclaramiento por el mesangio de la IgA depositada

Activación células mesangiales

La interacción de depósitos de IgA1 con las células mesangiales se aumenta en la matriz mesangial produciendo lesión celular por aumento de la expresión de óxido nítrico sintetasa; con la consecuente liberación de diversos mediadores de la lesión renal como angiotensina II, aldosterona, citoquinas proinflamatorias, citoquinas profibroticas y factores de crecimiento. Está reacción en cadena genera como resultado apoptosis, estrés oxidativo y aumento en la permeabilidad glomerular que culmina en una hipertensión, proteinuria, hematuria y falla renal.

Clasificación de Oxford

  • Hipercelularidad mesangial: presencia de hipercelularidad mesangial en menos o más del 50 % de los glomérulos (M0/M1)
  • Hipercelularidad endocapilar: ausencia o presencia de esclerosis en cualquier parte del glomérulo en al menos una muestra (S0/S1)
  • Atrofia tubular/ fibrosis intersticial  porcentaje de área cortical afectada por atrofia tubular o fibrosis intersticial  T0 (0-25 por ciento) T1 (26-50 por ciento) y T2 (>50 por ciento).

Clínica de la Nefropatía por IgA

El 75% de los niños  con nefropatía por IgA presentan hematuria macroscópica  tras un episodio muy reciente de infección respiratoria o digestiva. Los adultos presentan cuadros con proteinuria hematuria macroscópica hipertensión solas o en combinación. Síndrome nefrótico y glomerulonefritis rápidamente progresiva se presenta en menos del 10%.

La púrpura de Henoch-Schönlein es una entidad con las mismas características clínicas e histológicas que la NIgA pero que además presentan una púrpura palpable debido a una vasculitis leucocitoclástica en los capilares de la dermis también existe una afectación digestiva.

Pruebas diagnósticas

Examen general de orina

Existe hematuria microscópica o macroscópica recurrente o no, en cerca del 50% que puede estar precedida de infección respiratoria de vías altas o tracto digestivo y con menos frecuencia puede aparecer tras ejercicio físico intenso o intervención rinofaríngea. La forma de presentación más habitual es la microhematuria persistente con uno o más episodios de macroscópica. Cuando la hematuria macroscópica aparece tras un episodio de infección, suele tardar entre 1-2 semanas. La segunda forma de presentación es como microhematuria persistente y asintomática asociada a hipertensión arterial e incluso insuficiencia renal de leve a moderada. Se observan hematíes dismórficos en el sedimento.

Química sanguínea

Al comienzo de la enfermedad los niveles de creatinina sérica son normales, y en una tercera parte de los pacientes son superiores a 1.4mg/dl. Algunas formas se inician como IRA transitoria (coincidiendo con crisis de hematuria macroscópica) pero en general evolucionan lento a IRC. Niveles de IgA elevados en el 30-50% de los pacientes adultos, mientras que en los niños solo en el 8-16%.

Inmunología

Mayor incidencia de antígenos de histocompatibilidad HLA-B35, B12 y DR4. Pueden detectarse inmunocomplejos circulantes IgA. Complemento normal.

Biopsia renal

Depósitos difusos de Iga secretora en el mesangio glomerular, Aveces se observan depósitos mesangiales de C3, con menor frecuencia IgG y más raro IgM. En la microscopía electrónica se evidencian depósitos electrodensos en el mesangio glomerular. No suele existir proliferación celular en el mesangio

La biopsia en la #NIgA está indicada en caso de hematuria con #proteínas en orina >0.5-1g/24 horas ó en falla renal.Haz click para twittear

Biomarcadores

  • Acs IgG específicas de glícano.
  • Factor de crecimiento epidérmica.
  • Podocitos
  • Lectina de unión a manosa.
  • Niveles plasmáticos de factor de crecimiento fibroblástico y ácido úrico

Tratamiento de la Nefropatía por IgA

Dentro del tratamiento tenemos dos objetivos primordiales:

  1. Intervenciones generales no específicas de NIgA para enlentecer el deterioro funcional renal.
  2. Tratamiento con corticoides y otros inmunosupresores dirigidos específicamente a los mecanismos patogénicos implicados

IECAs o ARAII

Para disminuir la proteinuria la adición de IECA + ARA II en algunos ensayos ha demostrado potenciar el efecto antiproteinurico; sin embargo no se recomienda su uso por no demostrar cambios a largo plazo en la TFG.

La #PAS objetiva en la NIgA <130 mmHg con excreción urinaria de #proteínas <1g/día, y #PAS <125 mmHg con proteinuria >1g/día.Haz click para twittear

Las guías KDIGO proponen de primera línea antiproteinúrica una dieta reducida en sodio, diltiazem, verapamilo, y antagonistas de los receptores de mineralocorticoides

Para la excreción urinaria de proteínas que es persistente >1gr/día a pesar de 3-6 meses de medidas anti proteniuriticas (IECA, ARAII, control TA) y TFG 50ml/min/1.73m2, las directrices KDIGO sugieren agregan aceite de pescado,  un ciclo de 6 meses de glucocorticoides o ambos. La inmunosupresión intensiva con glucocorticoides con ciclofosfamida o azatioprina está reservada para pacientes con semilunas en más del 50% de los glomérulos y una disminución rápida de la función renal.Los pacientes con menos semilunas y función renal estable deben de tratarse con un IECA  o ARA II.

Los pacientes que presenta una enfermedad leve (PA normal, TFG normal, proteinuria <.2g/24 horas no requiere tratamiento. Las evaluaciones de la función renal y la monitorización de la proteinuria y hematuria deben realizarse en forma regular.

En la #NIgA con #TFG <30 ml/min/1.73m2 se continúa con #IECA ó #ARAII.Haz click para twittear

Budesonida modificada

Este corticoide modificado activa localmente en el tejido linfoide del íleo distal y el ciego una disminución de producción de IgA y ha demostrado resultados positivos en paciente con proteinuria >0.5-0.75g/24 horas y TFG >45 ml/min con una mejora en la caída de la función renal.

Micofenolato

Los datos con respecto a la eficacia del micofenolato son mixtos, de modo que las pautas clínicas actuales no recomiendan uso de este agente en NIgA. En un extremo su aplicabilidad en pacientes con enfermedad renal de bajo riesgo; en un ensayo clínico aleatorizado, doble ciego, controlado con placebo, 44 pacientes con proteinuria persistente 0.6-0.8 g /día TFG  50 ml / min por 1.73 m2 fueron asignados aleatoriamente a micofenolato mofetil (MMF) o placebo además de la terapia conservadora. Un número significativo fueron excluido ya que tenían una buena respuesta al tratamiento conservador durante la fase inicial (36 de 184) y solo siete pacientes en el grupo de tratamiento y diez pacientes en el grupo placebo se analizaron al final del estudio período después de que la prueba se detuvo temprano debido a la falta de beneficio observado.

En el otro extremo del espectro se encuentra un estudio de micofenolato en pacientes con un riesgo más alto y avanzado enfermedad. Una prueba doble ciego, controlada de 32 pacientes con 1g / d de proteinuria y al menos dos factores de riesgo adicionales (sexo masculino, hipertensión, aclaramiento 80ml/min/1.73 m2, glomeruloesclerosis, fibrosis tubulointersticial o el 25% de los glomérulos afectados por semilunas). Los pacientes recibieron MMF o placebo además del bloqueo RAS. Esta estudio finalizó temprano debido al hallazgo de una tendencia en peor resultado renal en el grupo de MMF. Las directrices KDIGO no son compatibles con el uso de micofenolato.

Rituximab

Aunque la evidencia de rituximab en otros glomerulopatías es prometedor, los primeros resultados en NIgA no son alentadores.  Una prueba piloto evaluó el resultado de 34 pacientes con proteinuria asignados al azar a rituximab versus manejo conservador. No se observaron efectos sobre la proteinuria o la función renal.

Referencias Bibliográficas

Wyatt. J Robert, Julian A. Bruce: IgA Nephropathy. NJEM. 368;25.

Lv J, Shi S, Xu D, Zhang H, Troyanov S, Cattran DC, Wang H: Evaluation of the Oxford: Classification of IgA nephropathy: a systematic review and meta-analysis. Am J Kidney Dis. 62: 891–899, 2013.

Tesar V, Troyanov S, Bellur S, Verhave JC, Cook HT, Feehally J, Roberts IS, Cattran D, Coppo R; VALIGA study of the ERA-EDTA Immunonephrology Working Group: Corticosteroids in IgA nephropathy: A retrospective analysis from the VALIGA study. JAm Soc Nephrol. 26: 2248–2258, 2015.

Frisch G, Lin J, Rosenstock J, Markowitz G.D’Agati V, Radhakrishnan J, Preddie D, Crew J, Valeri A, Appel G: Mycophenolate mofetil (MMF) vs placebo in patients with moderately advanced IgA nephropathy: A double-blind randomized controlled trial. Nephrol Dial Transplant. 20: 2139–2145, 2005.

El artículo Nefropatía por IgA: Un vistazo a los inmunocomplejos. apareció primero en Sapiens Medicus.

Síndrome de piernas inquietas o enfermedad de Willis-Ekbom

$
0
0

La enfermedad de Willis-Ekbom o síndrome de piernas inquietas es un trastorno neurológico del movimiento caracterizado por un impulso por mover las piernas o los brazos en respuesta a una disestesia (como ardor u hormigueo) que afecta la calidad del sueño. Revisamos a continuación las claves de este raro padecimiento.

Actualízate sobre este tema en 4 minutos.

Su incidencia es del 2.5% de la población, siendo mayor en mujeres con una relación 2:1. El síndrome de piernas inquietas primario de inicio temprano presenta un patrón de herencia autosómico dominante. Alrededor del 63% de los pacientes tienen al menos un familiar de primer grado con esta condición. Aún no se ha determinado un gen causante pero se han identificado seis genes implicados: MEIS1, PTPRD, MAP2K5, SKOR 1 y TOX 3.

Fisiopatología del síndrome de piernas inquietas

El hierro es un componente de los receptores dopaminérgicos (D2) en los ganglios basales. Aunque el hierro sérico suele ser normal, las personas con síndrome de piernas inquietas tienen un nivel de hierro bajo a nivel cerebral. Las áreas que más consistentemente muestran esto incluyen la sustancia negra, y en menor medida, el putamen y el núcleo caudado.

La disfunción en el transporte de hierro se presenta a través de las células endoteliales de la barrera hematoencefálica que sirven como reservorio de hierro; el problema en el síndrome de piernas inquietas es la falta de reserva suficiente para satisfacer las demandas. En este mecanismo existe un perfil circadiano de la actividad de la dopamina que refleja hiperfuncionamiento por la mañana y una hipofunción relativa en la tarde y noche.

La regulación negativa del receptor de dopamina con una baja actividad de la dopamina durante la noche puede crear un estado de deficiencia de dopamina por la noche. Se ha encontrado relación con embarazo o deficiencia de hierro en algunas enfermedades crónicas (enfermedad renal crónica, diabetes mellitus, enfermedades autoinmunes).

Manifestaciones clínicas

Los síntomas se desarrollan normalmente por la noche, pero se resuelven a primeras horas de la mañana y ocurren después de un período de relativa inactividad. La característica clínica clave del síndrome de piernas inquietas es la necesidad irresistible de mover las piernas, ya sea por sí mismo o en respuesta a una parestesia incómoda de las piernas (como sensación de ardor u hormigueo).

Criterios diagnósticos

Mioclonías nocturnas (movimientos de flexión de las extremidades con extensión de los dedos y relajación lenta 0.5-5 segundos predominantemente en suelo REM ligero que disminuye durante el sueño no REM.

Criterios diagnósticos
Un impulso de mover las piernas normalmente, pero no siempre, acompañado o sentido por sensaciones incómodas y desagradables en las piernas.
El impulso de mover las piernas y las sensaciones desagradables que lo acompañan comienzan a empeorar durante los períodos de descanso o inactividad , como acostarse o sentarse.
La necesidad de mover las piernas y cualquier sensación desagradables acompañante se alivian parcial o totalmente con el movimiento, como caminar o estirarse, al menos mientras la actividad continúe.
La necesidad de mover las piernas y las sensaciones desagradables que se acompañan durante el descanso o la inactividad ocurren por la noche o son peores en la noche que durante el día.
La ocurrencia de las características anteriores no se considera como los síntomas primarios de otra afección médica o de comportamiento (mialgia, neuropatía, estasis venosa, artritis, molestias posicionales)

Tratamiento del síndrome de piernas inquietas

Actualmente, solo hay terapia sintomática. Existen medicamentos que agravan el síndrome de piernas inquietas (antihistamínicos, bloqueadores de los receptores de dopamina y antidepresivos serotoninérgicos).

Hierro

La deficiencia sistémica de hierro puede exacerbar el síndrome de piernas inquietas. Por lo tanto, a todos lo pacientes se les debe controlar niveles de hierro, al igual que a los pacientes estables en tratamiento que refieran un empeoramiento de los síntomas. Se debe medir concentración de ferritina sérica y el porcentaje de fijación de hierro. Si la ferritina sérica es <75mg/L o la saturación de transferrina está por debajo del 20% se recomienda iniciar con suplementación oral. El sulfato ferroso a dosis de 325 mg. más vitamina C 200 mg. dos veces al día.

Agonistas dopaminérgicos

Pramipexol

Agonista dopaminérgico que se une con un elevado grado de selectividad y especificidad por D2 con una afinidad preferente por D3 y una actividad intrínseca completa. Su biodisponibilidad alcanza el 90% y su excreción es renal con una fijación a proteínas del 20%. La dosis inicial es de 0.125 mg/dia antes del sueño con una media de tratamiento de 2-3 horas.

Ropinirol

Agonista dopaminérgico D2/D3 no ergolínico que estimula los receptores dopaminérgicos del cuerpo estriado alcanza una biodisponibilidad del 50%. La dosis inicial es de 0.25 mg, una vez al día, durante dos días. Incrementa la dosis hasta 0.5 mg una vez al día durante el resto de la primera semana. La dosis diaria debe incrementarse hasta que se alcance una respuesta terapéutica óptima. La dosis media es de 2 mg/día.

Gabapentinoides

Los análogos de GABA con ligando α2δ del canal de calcio incluyen gabapentina y enacarbil de gabapentina. En la actualidad se fomenta el uso de ligandos α2δ en el canal de calcio como tratamiento de primera línea en el síndrome de piernas inquietas.

Gabapentina enacarbil

Profármaco de liberación prolongada de gabapentina. Su efectividad ha sido demostrado en varios ensayos clínicos doble ciego. La FDA ha aprobado el enacarbil de gabapentina en una dosis de 600 mg. día con la toma a las 18:00 horas para el tratamiento de síndrome de piernas inquietas primario moderado a severo en adultos. Sus eventos adversos más comunes son sedación, mareos, aumento de peso y edema.

Referencias Bibliográficas

Wijemanne S, Ondo W. Pract Neurol 2017; 17:444–452.

Garcia-borreguero D, Cano-pumarega I. New concepts in the management of restless legs syndrome. BMJ. 2017;356:j104.

Winkelmann J, Allen RP, Högl B, et al. Treatment of restless legs syndrome: Evidence-based review and implications for clinical practice (Revised 2017). Mov Disord. 2018.

El artículo Síndrome de piernas inquietas o enfermedad de Willis-Ekbom apareció primero en Sapiens Medicus.

Tétanos: Guía de Diagnóstico y Tratamiento en Urgencias.

$
0
0

El tétanos es una infección del sistema nervioso ocasionada por la toxina del anaerobio Clostridium tetani. Las características clínicas del tétanos y su relación con lesiones traumáticas eran bien conocidas entre los antiguos griegos, egipcios y para muchos médicos antes de la introducción de la vacunación con toxoide tetánico en la década de 1940. El término “trismus” o trismo vive en lenguaje médico moderno como un recordatorio de una de las características cardinales del tétanos: espasmos intensos y dolorosos de los músculos maseteros. A continuación revisamos las claves diagnósticas y de manejo de este mortal padecimiento.

Actualízate sobre este tema en 18 minutos.

Aunque hoy en día el tétanos es raro en entornos con buena cobertura de servicios de salud básicos, la enfermedad sigue siendo una amenaza para todas las personas no vacunadas, especialmente en países en desarrollo. Como las esporas de C. tetani no pueden eliminarse del medio ambiente, la vacunación y el tratamiento adecuado de heridas y lesiones traumáticas son indispensables para la prevención del tétanos.

En países industrializados y con buena cobertura de los servicios de salud, la vacunación con toxoide tetánico prácticamente universal de los niños ha reducido la incidencia del tétanos dramáticamente y de manera constante desde 1940. La mayoría de los pacientes con tétanos en estas regiones carecen de un esquema de vacunación completo e inmunización con toxoide tetánico, recibiendo además una profilaxis inadecuada posterior de la herida. A pesar de la baja incidencia en estos países, muchos adultos no están vacunados adecuadamente contra el tétanos. Por otro lado, el tétanos neonatal es extremadamente raro en estos entornos.

En países pobres o en vías de desarrollo, por el contrario, el tétanos sigue siendo endémico y la incidencia a menudo aumenta después de desastres naturales como terremotos y tsunamis. Se estima que aproximadamente un millón de casos de tétanos ocurren en todo el mundo cada año, con 300,000 a 500,000 muertes. En 2002, el tétanos causó aproximadamente 180,000 muertes en todo el mundo. Las tasas de mortalidad en entornos con recursos limitados siguen siendo altas y no han cambiado significativamente en las últimas décadas.

El tétanos neonatal, el cual la Organización Mundial de la Salud se propuso eliminar en 1995, representó aproximadamente 59,000 muertes en 2008. Si bien esto representa una disminución de la mortalidad del 92% en comparación con 1988, desde el 2014, 24 países aún no habían eliminado el tétanos materno y neonatal.

El tétanos se produce cuando las esporas de Clostridium tetani, un anaerobio obligado  normalmente presente en el intestino de los mamíferos y de manera ubicua en el suelo, accede al tejido humano lesionado. Después de la inoculación, C. tetani aflora y produce la tetanospasmina (también conocida como toxina tetánica). Después de alcanzar la médula espinal y el tronco encefálico, a través de transporte axonal retrógrado dentro de las neuronas motoras, la toxina del tétanos se secreta e invade a las interneuronas inhibidoras adyacentes, donde bloquea la neurotransmisión por su acción de escisión sobre las proteínas de membrana implicadas en la neuroexocitosis.

El tétanos se produce cuando las esporas de Clostridium tetani, un anaerobio obligado normalmente presente en el intestino de los mamíferos y de manera ubicua en el suelo, accede al tejido humano lesionado.Haz click para twittear

El efecto neto es la inactivación de la neurotransmisión inhibidora que normalmente modula las células del asta anterior y la contracción muscular. Esta desinhibición de las células del asta anterior y las neuronas autonómicas da como resultado un aumento del tono muscular, espasmos dolorosos y una inestabilidad autonómica generalizada. La rigidez muscular en el tétanos se produce a través de un mecanismo que implica por un lado, un aumento en la tasa de activación en reposo de las neuronas motoras desinhibidas, y por el otro, la falta de inhibición de la respuesta motora refleja a los estímulos sensoriales aferentes.

La falta de control neuronal de la liberación de catecolaminas suprarrenales, inducida por la toxina tetánica, produce un estado de sobreestimulación autonómica que se manifiesta por sudoración, taquicardia e hipertensión. Los efectos inducidos por la toxina tetánica en las células de las astas anteriores, el tallo cerebral y las neuronas autónomas son de larga duración dado que la recuperación requiere el crecimiento de nuevas terminaciones nerviosas axonales.

La falta de control neuronal de la liberación de catecolaminas suprarrenales, inducida por la toxina tetánica, produce un estado de sobreestimulación autonómica que se manifiesta por sudoración, taquicardia e hipertensión.Haz click para twittear

La tetanospasmina a detalle

Los mecanismos de unión e inhibición de las neuronas están relacionados con porciones específicas de la molécula de tetanospasmina. La toxina del tétanos se produce inicialmente como una cadena polipeptídica inactiva por organismos en crecimiento activo. Esta síntesis está controlada por genes localizados en un plásmido intracelular.

Después de la muerte de la bacteria clostridial, la toxina es liberada y posteriormente activada por proteasas bacterianas o tisulares en su forma activa, que contienen una cadena pesada necesaria para la unión y entrada a las neuronas y una cadena ligera responsable de sus propiedades tóxicas. Las cadenas pesadas se escinden adicionalmente mediante pepsinas en fragmentos específicos, que medían individualmente la unión a tipos específicos de neuronas. La inhibición presináptica de la liberación de neurotransmisores está mediada por cadenas ligeras.

La tetanolisina es otra toxina producida por C. tetani durante su fase de crecimiento temprano. Tiene propiedades hemolíticas y causa daño a la membrana celular, pero su papel en la clínica del tétanos se desconoce.

Factores predisponentes

Dado que C. tetani no crece en tejidos sanos, deben existir otros factores predisponentes para que la toxina tetánica se desarrolle en el humano. Esta combinación de factores generalmente incluye la ausencia de anticuerpos (es decir, una vacunación ausente o inadecuada) más dos o más de los siguientes factores:

  • Una lesión penetrante que resulta en la inoculación de esporas de C. tetani
  • Coinfección con otras bacterias
  • Tejido desvitalizado
  • Cuerpo extraño
  • Isquemia localizada

Estos factores explican por qué las lesiones propensas al tétanos incluyen astillas y lesiones por objetos cortopunzantes, heridas de bala, fracturas compuestas, quemaduras e inyecciones intramusculares o subcutáneas no esterilizadas (en usuarios de drogas inyectables). Estos factores predisponentes también pueden explicar por qué el tétanos puede desarrollarse en entornos clínicos inusuales, como en:

  • Neonatos (debido a la infección del muñón umbilical).
  • Pacientes obstétricos (después de abortos sépticos).
  • Pacientes posquirúrgicos (con infecciones necróticas que involucran la flora intestinal).
  • Infecciones dentales.
  • Pacientes diabéticos con úlceras infectadas.
  • Usuarios de drogas inyectables y/o contaminadas.

Tétanos en pacientes sin una causa identificable

En más del 90% de los pacientes que se presentan con tétanos es posible identificar factores de riesgo o predisponentes; sin embargo, en un pequeño porcentaje de pacientes con signos y síntomas clásicos del tétanos, esto no es evidente. Es probable que las abrasiones o lesiones cutáneas menores inadvertidas sean responsables de la mayoría de estos casos “criptogénicos”. El tétanos se ha presentado con poca frecuencia en pacientes que han recibido un esquema oportuno y correcto de vacunación.

El periodo de incubación del tétanos es de aproximadamente 8 días, pero varía de entre 3 a 21 días y suele ser más corto en el tétanos neonatal. La inoculación de esporas en regiones corporales distantes del sistema nervioso central (p.e. manos o pies) produce un período de incubación más largo que en los casos con inoculación cercana a p.e. la cabeza o el cuello.

Tétanos Generalizado

La variante clínica más común y grave es el tétanos generalizado. El síntoma de presentación en más de la mitad de estos pacientes es el trismo, aunque los pacientes con tétanos generalizado a veces se pueden presentar de manera inicial con tétanos cefálico o localizado. Los pacientes con tétanos generalizado normalmente tienen síntomas de hiperactividad simpática que puede manifestarse en las primeras fases como irritabilidad, ansiedad, sudoración y taquicardia. En fases posteriores, a menudo están presentes la sudoración profusa, arritmias cardíacas, hiper- o hipotensión y fiebre.

Los pacientes con tétanos pueden desarrollar espasmos reflejos de los músculos maseteros cuando se toca la faringe posterior con una espátula o abatelenguas (la prueba con espátula). En un estudio de 400 pacientes con sospecha de tétanos, la sensibilidad y la especificidad de esta maniobra fueron altas (94 y 100%, respectivamente). Esta prueba puede ser útil incluso en bebés, con excepción de casos de trismo grave. Los pacientes con tétanos generalizado característicamente tienen contracción tónica de la musculatura esquelética y espasmos intermitentes e intensos.

Dado que los pacientes con tétanos no tienen alteración de la conciencia, tanto las contracciones tónicas como los espasmos musculares son intensamente dolorosos. Los espasmos en el tétanos pueden desencadenarse por ruidos fuertes u otros estímulos sensoriales, como el contacto físico o la luz. Las contracciones musculares espásticas tónicas y periódicas son responsables de la mayoría de los hallazgos clínicos clásicos del tétanos, tales como:

  • Rigidez del cuello
  • Opistótonos
  • Risus sardonicus (sonrisa sardónica)
  • Abdomen en tabla
  • Períodos de apnea u obstrucción de la vía aérea superior debido a una contracción de los músculos torácicos o contracción de la musculatura glosofaríngea
  • Disfagia

Durante los espasmos generalizados, los pacientes aprietan los puños, arquean la espalda y flexionan y abducen los brazos mientras extienden las piernas; a menudo se vuelven apneicos durante estas posturas dramáticas.

Tétanos localizado

En raras ocasiones, el tétanos se presenta con contracciones musculares espásticas espásticas en una extremidad o región del cuerpo. El tétanos localizado a menudo, pero no invariablemente, evoluciona hacia un tétanos generalizado. El diagnóstico del tétanos localizado puede ser difícil. Por ejemplo, en raras ocasiones los pacientes con tétanos temprano pueden desarrollar abdomen en tabla que imita a un abdomen quirúrgico agudo.

Tétanos cefálico

Los pacientes con lesiones en la cabeza o el cuello pueden presentar tétanos cefálico, afectando únicamente a los pares craneales en un inicio. Al igual que otras formas de tétanos localizado, los pacientes con tétanos cefálico a menudo evolucionan a tétanos generalizado. Antes de la aparición de las características típicas del tétanos generalizado, los pacientes con tétanos cefálico pueden manifestar hallazgos clínicos como disfagia, trismo y neuropatías craneales focales que pueden llevar a un diagnóstico erróneo de accidente cerebrovascular. La afectación del nervio facial es la más común; sin embargo, la afectación de los pares craneales VI, III, IV y XII también puede ocurrir sola o en combinación con otros nervios.

Tétanos neonatal

El tétanos neonatal se produce como resultado de la falta de asepsia en el manejo del muñón umbilical de bebés con madres que tienen vacunación incompleta o ausente. La aplicación de sustancias sépticas al muñón umbilical (p.e. Ghee o manteca clarificada, jugos y estiércol de vaca) se ha identificado como una práctica cultural común que contribuye al tétanos neonatal. También puede ser el resultado de manos e instrumentos sucios o contaminación por mugre, paja u otros materiales no estériles durante el parto.

El tétanos neonatal generalmente ocurre 5 a 7 días después del nacimiento. El inicio de la enfermedad suele ser más rápido en el tétanos neonatal que en individuos mayores y puede progresar en horas en lugar de días, probablemente porque la longitud axonal es proporcionalmente más corta en los neonatos.

El tétanos neonatal se presenta con rechazo a los alimentos y dificultad para abrir la boca debido al trismo. La succión cesa y los espasmos de los músculos faciales pueden dar lugar a risus sardonicus (sonrisa sardónica). Las manos a menudo se aprietan, los pies se encuentran dorsiflexionados y el tono muscular aumenta. A medida que la enfermedad progresa, los neonatos se vuelven rígidos y se desarrolla el opistótono (espasmo de los extensores de la espalda).

Gravedad y Duración de la Enfermedad

La gravedad y frecuencia de las características clínicas del tétanos pueden variar de un caso a otro, según la cantidad de toxina tetánica que llegue al sistema nervioso central. Los síntomas y signos pueden progresar a lo largo de dos semanas después del inicio de la enfermedad. La gravedad está relacionada con el período de incubación de la enfermedad y el intervalo entre el inicio de los síntomas y la aparición de espasmos; cuanto más largo es el intervalo, más leves son las características clínicas del tétanos. Además, la enfermedad puede ser más leve en pacientes con niveles preexistentes pero no protectores de anticuerpos contra el tétanos.

En un estudio de 64 pacientes, el suero obtenido antes del inicio del tratamiento contenía niveles detectables de anticuerpos en el 35% de los pacientes, y la gravedad del tétanos en estos pacientes parecía estar inversamente relacionada con el nivel de anticuerpos antitetánicos previo al tratamiento. Los efectos inducidos por la toxina tetánica son de larga duración porque la recuperación requiere del crecimiento de nuevas terminaciones axonales. La duración habitual del tétanos clínico es de cuatro a seis semanas.

El diagnóstico de tétanos generalmente es muy evidente y se puede realizar con base en los hallazgos clínicos típicos descritos previamente. El tétanos debe sospecharse en especial cuando hay antecedentes de lesión previa propensa al tétanos y antecedentes de vacunación ausente o incompleta.

El manejo de los pacientes con tétanos se debe realizar de preferencia en la unidad de cuidados intensivos en interconsulta con un anestesiólogo o intensivista entrenados en el tratamiento de las complicaciones de esta enfermedad, incluido el manejo temprano y agresivo de las vías respiratorias. Desafortunadamente, existe poca evidencia para apoyar cualquier intervención terapéutica particular en el tétanos. Los objetivos del tratamiento incluyen:

  • Detener la producción de toxinas
  • Neutralización de la toxina libre
  • Manejo de la vía aérea
  • Control de los espasmos musculares
  • Manejo de la disautonomía
  • Medidas generales de soporte

Control de la producción de toxinas

Limpieza de las heridas

Todos los pacientes con tétanos deben someterse a un desbridamiento de la herida para erradicar las esporas y eliminar el tejido necrótico. Ello disminuye las probabilidades de mayor crecimiento de C. tetani.

Tratamiento Antimicrobiano

Aunque los antibióticos probablemente desempeñan un papel relativamente menor en el tratamiento del tétanos, son ampliamente recomendados. Es importante enfatizar que el tratamiento antimicrobiano puede no erradicar al C. tetani si no se realiza un desbridamiento adecuado de la herida. El metronidazol (500 mg IV. cada seis u ocho horas) es el tratamiento de elección para el tétanos, siendo la penicilina G (de 2 a 4 millones de unidades IV cada cuatro a seis horas) una alternativa segura y efectiva. Se sugiere tratamiento por 7 a 10 días.

Si se sospecha una infección mixta, una cefalosporina de primera, segunda o tercera generación como cefazolina (1 a 2 g IV cada 8 horas), cefuroxima (2 g IV cada 6 horas) o ceftriaxona (1 a 2 g) IV cada 24 horas) puede ser utilizada. Un antibiótico alternativo es la doxiciclina (100 mg cada 12 horas); otros agentes con actividad contra C. tetani son los macrólidos, la clindamicina, la vancomicina y el cloranfenicol. La eficacia de estos fármacos no se ha evaluado pero, según los datos de susceptibilidad in vitro, es probable que sean efectivos.

La limpieza y desbridamiento de la herida en el tétanos, así como el tratamiento con metronidazol ayudan a disminuir la producción de toxinas.Haz click para twittear

Neutralización de la toxina libre

Como la toxina tetánica está unida de manera irreversible a los tejidos, únicamente la toxina libre puede ser neutralizada. La toxina libre se ha demostrado en el 10% de las muestras de suero y en el 4% de las muestras de líquido cefalorraquídeo (LCR) tras la presentación. El uso de la vacunación pasiva para neutralizar la toxina libre se asocia con una mayor supervivencia, y se considera parte del tratamiento estándar. La inmunoglobulina antitetánica humana (HTIG) se debe administrar a una dosis de 3000 a 6000 unidades por vía intramuscular tan pronto como se sospeche el diagnóstico de tétanos, con una parte de la dosis infiltrada alrededor de la herida. La HTIG debe administrarse en sitio diferente al toxoide tetánico.

La inmunoglobulina antitetánica humana (HTIG) se debe administrar a una dosis de 3000 a 6000 unidades por vía intramuscular tan pronto como se sospeche el diagnóstico de tétanos. Ello ayudará a neutralizar a la toxina libre.Haz click para twittear

En países en los cuales la HTIG no está disponible, la antitoxina equina se usa por vía intramuscular o intravenosa. Cuando se usa antitoxina equina, se debe administrar una dosis de prueba intradérmica de 0.1 ml en una dilución 1:10 antes de administrar la dosis completa para evaluar las reacciones de hipersensibilidad. Por el contrario, no se necesita una prueba cutánea previa si se va a utilizar un preparado humano. El beneficio de la infiltración de antitoxina, ya sea humana o equina, en la herida no ha sido comprobado. El uso de inmunoglobulina intravenosa combinada se ha propuesto como una posible alternativa a la HTIG.

Vacunación Activa

Como el tétanos es una de las pocas enfermedades bacterianas que no confiere inmunidad después de la recuperación de la enfermedad aguda, todos los pacientes con tétanos deben recibir inmunización activa con esquema completo (tres dosis en adultos y niños mayores de 7 años) de vacunas que contengan toxoide tetánico y diftérico, comenzando inmediatamente después del diagnóstico. Dichas vacunas deben administrarse en un sitio diferente al de la inmunoglobulina antitetánica. Se recomiendan refuerzos contra el tétanos a intervalos de 10 años durante la edad adulta.

Control de los espasmos musculares

Los espasmos musculares generalizados ponen en peligro la vida ya que pueden causar insuficiencia respiratoria, provocar aspiración e inducir un agotamiento generalizado en el paciente. Se pueden usar varios medicamentos para controlar estos espasmos. El cuidar el ambiente del paciente, así como el control de la luz o el ruido en la habitación, para evitar provocar espasmos musculares fue un componente importante de la atención de pacientes con tétanos en el pasado, antes de la disponibilidad de medicamentos para prevenir los espasmos. Estas medidas siguen siendo vitales en regiones donde la disponibilidad de agentes bloqueadores neuromusculares puede ser limitada.

Benzodiazepinas y otros sedantes

Las benzodiazepinas se han usado tradicionalmente y son generalmente efectivas para controlar la rigidez y los espasmos asociados al tétanos. También proporcionan un efecto sedante. El diazepam es el que se ha usado con mayor frecuencia, pero otras benzodiazepinas son igual de efectivas. Los pacientes con tétanos a menudo muestran tolerancia a los efectos sedantes de las benzodiazepinas y pueden permanecer despiertos y alerta después de recibir dosis que pueden sedar o causar anestesia en otros pacientes.

En el tétanos, la dosis inicial habitual de diazepam para un adulto es de 10 a 30 mg. IV y repetido según sea necesario cada 1 a 4 horas; pueden requerirse dosis diarias totales de hasta 500 mg. para un adulto. La asistencia ventilatoria es imprescindible a dosis tan altas. Cuando se usan dosis altas de diazepam, el vehículo del fármaco, el propilenglicol, puede producir hiperosmolaridad y una acidosis metabólica (láctica) aniónica. Estas anomalías a menudo van acompañadas de lesión renal aguda y pueden progresar a una falla orgánica multisistémica. Para evitar estos problemas, cuando se requieren altas dosis de una benzodiazepina, se puede administrar una infusión continua de midazolam IV. ya que no contiene propilenglicol.

Para los pacientes que están absorbiendo bien los fármacos por vía enteral, el diazepam puede administrarse enteralmente a través de una sonda nasogástrica. Debido a que estos medicamentos se pueden requerir por un período de tiempo prolongado (a menudo semanas), deben reducirse gradualmente para evitar síndrome de abstinencia. El propofol también puede controlar los espasmos y la rigidez. Su uso prolongado se ha asociado con acidosis láctica, hipertrigliceridemia y disfunción pancreática.

Bloqueantes neuromusculares

Los bloqueantes neuromusculares se usan cuando la sedación por sí sola es inadecuada o insuficiente. El pancuronio, un agente de acción prolongada, se ha usado tradicionalmente. Sin embargo, puede empeorar la inestabilidad autonómica porque es un inhibidor de la recaptación de catecolaminas. El vecuronio también se puede administrar y es menos probable que cause problemas autonómicos, pero debido a que es de acción corta, se debe administrar como infusión continua para proporcionar los efectos deseados. La monitorización de los pacientes con estos medicamentos es extremadamente importante para evitar o reconocer complicaciones, y deben suspenderse al menos una vez al día para evaluar el estado del paciente.

Manejo de la disautonomía

Se han usado varios medicamentos para producir bloqueo adrenérgico y suprimir la hiperactividad autonómica; sólo se ha estudiado el tratamiento con sulfato de magnesio en un ensayo clínico aleatorizado de tétanos, ello debido a su uso en estudios clínicos para el tratamiento de la disfunción autonómica y adyuvante para controlar los espasmos. El sulfato de magnesio actúa como un bloqueador neuromuscular presináptico, bloquea la liberación de catecolaminas y reduce la capacidad de respuesta de sus receptores. Ha sido utilizado con éxito a nivel mundial en el tratamiento de la eclampsia.

El labetalol (0.25 a 1.0 mg/min) se ha administrado con frecuencia debido a sus propiedades de bloqueo alfa y beta. El bloqueo beta selectivo con propranolol debe evitarse debido a reportes de muerte súbita. El sulfato de morfina (0.5 a 1.0 mg/kg por hora por infusión intravenosa continua) se usa comúnmente para controlar la disfunción autonómica y para inducir sedación. Otros medicamentos para el tratamiento de diversos eventos autonómicos, que se han reportado como útiles, son la atropina, clonidina y bupivacaína epidural.

Medidas de soporte y ventilación

Dado que la toxina del tétanos no puede ser eliminada del sistema nervioso una vez que está unida a las neuronas, las medidas de soporte son el principal tratamiento para el tétanos. En pacientes con tétanos grave, es frecuente la inmovilidad prolongada en la unidad de cuidados intensivos, en gran parte debido a la ventilación mecánica y la cual puede durar semanas. Dichos pacientes están predispuestos a infecciones nosocomiales, úlceras por decúbito, estenosis traqueal, hemorragia gastrointestinal y enfermedad tromboembólica. La intubación endotraqueal se justifica de manera inicial, pero la traqueostomía temprana está frecuentemente indicada debido a la probabilidad de una ventilación mecánica prolongada.

Dado que la toxina del tétanos no puede ser eliminada del sistema nervioso una vez que está unida a las neuronas, las medidas de soporte son el principal tratamiento para el tétanos.Haz click para twittear

Esto último permite una mejor aspiración traqueal y evacuación pulmonar. Las demandas de energía en el tétanos pueden ser extremadamente altas, por lo que el apoyo nutricional temprano es obligatorio. Se prefiere la alimentación enteral si se pueden administrar suficientes calorías por esta vía. La colocación de tubos de gastrostomía por vía endoscópica percutánea es común, ya que esta vía puede prevenir el reflujo gastroesofágico, que puede ser inducido por la sonda nasogástrica.

El tratamiento profiláctico con sucralfato o bloqueadores de bomba se puede usar para prevenir la hemorragia gastroesofágica por úlceras de estrés. La profilaxis del tromboembolismo con heparina, heparina de bajo peso molecular u otros anticoagulantes debe administrarse de manera temprana. La terapia física debe iniciarse tan pronto como cesen los espasmos, ya que con frecuencia, los pacientes con tétanos quedan con discapacidad por parálisis prolongada inducida por fármacos e inmovilización.

Consideraciones en entornos de escasos recursos

La unidad de cuidados intensivos a menudo no está disponible o es rudimentaria en muchos países o regiones en vías de desarrollo. Cuando las unidades de cuidados intensivos (UCI) no están disponibles, la falla respiratoria aguda es la principal causa de muerte por tétanos. En ausencia de una UCI, se debe designar una habitación o un aislado para los pacientes con tétanos, y los estímulos sensoriales deben mantenerse al mínimo ya que los ruidos fuertes, el contacto físico y la luz pueden desencadenar espasmos tetánicos.

Los agentes paralizantes no despolarizantes, como el vecuronio y el pancuronio, no son seguros en ausencia de soporte ventilatorio. Sin embargo, las benzodiazepinas y el baclofeno se pueden usar en tales situaciones si la dosis se monitorea cuidadosamente para evitar la depresión respiratoria. El sulfato de magnesio puede usarse para controlar la disfunción autonómica.

Referencias Bibliográficas

Yaffee AQ, Day DL, Bastin G, et al. Notes from the Field: Obstetric Tetanus in an Unvaccinated Woman After a Home Birth Delivery – Kentucky, 2016. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2017; 66:307.

Berger SA, Cherubin CE, Nelson S, Levine L. Tetanus despite preexisting antitetanus antibody. JAMA 1978; 240:769.

Yen LM, Dao LM, Day NPJ. Management of tetanus: a comparison of penicillin and metronidazole. Symposium of antimicrobial resistance in southern Viet Nam, 1997.

Rushdy AA, White JM, Ramsay ME, Crowcroft NS. Tetanus in England and Wales, 1984-2000. Epidemiol Infect 2003; 130:71.

Pedalino B, Cotter B, Ciofi degli Atti M, et al. Epidemiology of tetanus in Italy in years 1971-2000. Euro Surveill 2002; 7:103.

McQuillan GM, Kruszon-Moran D, Deforest A, et al. Serologic immunity to diphtheria and tetanus in the United States. Ann Intern Med 2002; 136:660.

Gergen PJ, McQuillan GM, Kiely M, et al. A population-based serologic survey of immunity to tetanus in the United States. N Engl J Med 1995; 332:761.

Afshar M, Raju M, Ansell D, Bleck TP. Narrative review: tetanus-a health threat after natural disasters in developing countries. Ann Intern Med 2011; 154:329.

Validation of neonatal tetanus elimination in Andhra Pradesh, India. Wkly Epidemiol Rec 2004; 79:292.

Talabi OA. A 3-year review of neurologic admissions in University College Hospital Ibadan, Nigeria. West Afr J Med 2003; 22:150.

Woldeamanuel YW, Andemeskel AT, Kyei K, et al. Case fatality of adult tetanus in Africa: Systematic review and meta-analysis. J Neurol Sci 2016; 368:292.

World Health Organization. Immunization surveillance, assessment and monitoring. Maternal and Neonatal Tetanus (MNT) elimination.

Thwaites CL, Beeching NJ, Newton CR. Maternal and neonatal tetanus. Lancet 2015; 385:362.

Lalli G, Bohnert S, Deinhardt K, et al. The journey of tetanus and botulinum neurotoxins in neurons. Trends Microbiol 2003; 11:431.

Deinhardt K, Berninghausen O, Willison HJ, et al. Tetanus toxin is internalized by a sequential clathrin-dependent mechanism initiated within lipid microdomains and independent of epsin1. J Cell Biol 2006; 174:459.

Schiavo G, Benfenati F, Poulain B, et al. Tetanus and botulinum-B neurotoxins block neurotransmitter release by proteolytic cleavage of synaptobrevin. Nature 1992; 359:832.

Caccin P, Rossetto O, Rigoni M, et al. VAMP/synaptobrevin cleavage by tetanus and botulinum neurotoxins is strongly enhanced by acidic liposomes. FEBS Lett 2003; 542:132.

Farrar JJ, Yen LM, Cook T, et al. Tetanus. J Neurol Neurosurg Psychiatry 2000; 69:292.

Rummel A, Bade S, Alves J, et al. Two carbohydrate binding sites in the H(CC)-domain of tetanus neurotoxin are required for toxicity. J Mol Biol 2003; 326:835.

Grund JM, Toledo C, Davis SM, et al. Notes from the Field: Tetanus Cases After Voluntary Medical Male Circumcision for HIV Prevention–Eastern and Southern Africa, 2012-2015. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2016; 65:36.

Gonzales y Tucker RD, Frazee B. View from the front lines: an emergency medicine perspective on clostridial infections in injection drug users. Anaerobe 2014; 30:108.

Ergonul O, Egeli D, Kahyaoglu B, et al. An unexpected tetanus case. Lancet Infect Dis 2016; 16:746.

Centers for Disease Control and Prevention. Epidemiology and Prevention of Vaccine-Preventable Diseases. Tetanus.

Apte NM, Karnad DR. Short report: the spatula test: a simple bedside test to diagnose tetanus. Am J Trop Med Hyg 1995; 53:386.

Doshi A, Warrell C, Dahdaleh D, Kullmann D. Just a graze? Cephalic tetanus presenting as a stroke mimic. Pract Neurol 2014; 14:39.

Weinstein L. Tetanus. N Engl J Med 1973; 289:1293.

Idema CD, Harris BN, Ogunbanjo GA, Dürrheim DN. Neonatal tetanus elimination in Mpumalanga Province, South Africa. Trop Med Int Health 2002; 7:622.

Roper MH, Vandelaer JH, Gasse FL. Maternal and neonatal tetanus. Lancet 2007; 370:1947.

Goulon M, Girard O, Grosbuis S, et al. [Antitetanus antibodies. Assay before anatoxinotherapy in 64 tetanus patients]. Nouv Presse Med 1972; 1:3049.

Andreadou E, Kattoulas E, Sfagos C, Vassilopoulos D. Stiff person syndrome: avoiding misdiagnosis. Neurol Sci 2007; 28:35.

Thwaites CL, Farrar JJ. Preventing and treating tetanus. BMJ 2003; 326:117.

Campbell JI, Lam TM, Huynh TL, et al. Microbiologic characterization and antimicrobial susceptibility of Clostridium tetani isolated from wounds of patients with clinically diagnosed tetanus. Am J Trop Med Hyg 2009; 80:827.

Ahmadsyah I, Salim A. Treatment of tetanus: an open study to compare the efficacy of procaine penicillin and metronidazole. Br Med J (Clin Res Ed) 1985; 291:648.

Saltoglu N, Tasova Y, Midikli D, et al. Prognostic factors affecting deaths from adult tetanus. Clin Microbiol Infect 2004; 10:229.

Johnson EA, Summanen P, Finegold SM. Clostridium. In: Manual of Clinical Microbiology, 9th edition, Murray PR, Baron EJ, Jorgensen JH, et al (Eds), ASM Press, Washington DC 2007. Vol 1, p.889.

Veronose R. Tetanus: Important new concepts. Excerpta Medica 1981; 183.

American Academy of Pediatrics. Tetanus (lockjaw). In: Red Book: 2009 Report of the Committee on Infectious Diseases, 28th, American Academy of Pediatrics, Elk Grove Village, IL 2009. p.655.

Miranda-Filho Dde B, Ximenes RA, Barone AA, et al. Randomised controlled trial of tetanus treatment with antitetanus immunoglobulin by the intrathecal or intramuscular route. BMJ 2004; 328:615.

Liang JL, Tiwari T, Moro P, et al. Prevention of Pertussis, Tetanus, and Diphtheria with Vaccines in the United States: Recommendations of the Advisory Committee on Immunization Practices (ACIP). MMWR Recomm Rep 2018; 67:1.

Kapoor W, Carey P, Karpf M. Induction of lactic acidosis with intravenous diazepam in a patient with tetanus. Arch Intern Med 1981; 141:944.

Engrand N, Guerot E, Rouamba A, Vilain G. The efficacy of intrathecal baclofen in severe tetanus. Anesthesiology 1999; 90:1773.

Santos ML, Mota-Miranda A, Alves-Pereira A, et al. Intrathecal baclofen for the treatment of tetanus. Clin Infect Dis 2004; 38:321.

Engrand N, Vilain G, Rouamba A, Benhamou D. [Value of intrathecal baclofen in the treatment of severe tetanus in the tropical milieu]. Med Trop (Mars) 2000; 60:385.

Thwaites CL, Yen LM, Loan HT, et al. Magnesium sulphate for treatment of severe tetanus: a randomised controlled trial. Lancet 2006; 368:1436.

Attygalle D, Rodrigo N. Magnesium as first line therapy in the management of tetanus: a prospective study of 40 patients. Anaesthesia 2002; 57:811.

James MF, Manson ED. The use of magnesium sulphate infusions in the management of very severe tetanus. Intensive Care Med 1985; 11:5.

Ceneviva GD, Thomas NJ, Kees-Folts D. Magnesium sulfate for control of muscle rigidity and spasms and avoidance of mechanical ventilation in pediatric tetanus. Pediatr Crit Care Med 2003; 4:480.

Lipman J, James MF, Erskine J, et al. Autonomic dysfunction in severe tetanus: magnesium sulfate as an adjunct to deep sedation. Crit Care Med 1987; 15:987.

Buchanan N, Smit L, Cane RD, De Andrade M. Sympathetic overactivity in tetanus: fatality associated with propranolol. Br Med J 1978; 2:254.

Trujillo MH, Castillo A, España J, et al. Impact of intensive care management on the prognosis of tetanus. Analysis of 641 cases. Chest 1987; 92:63.

Patel JC, Mehta BC. Tetanus: study of 8,697 cases. Indian J Med Sci 1999; 53:393.

El artículo Tétanos: Guía de Diagnóstico y Tratamiento en Urgencias. apareció primero en Sapiens Medicus.

Encefalitis Viral: Claves del Diagnóstico para un Tratamiento Oportuno.

$
0
0

La encefalitis viral esporádica más frecuente en adultos es ocasionada por el virus del herpes simple tipo 1 o VHS-1; mientras que en neonatos la etiopatogenia más frecuente es el VHS-2 (secundaria a transmisión vertical). Revisamos de manera breve y concisa ésta infección del sistema nervioso central en adultos.

Actualízate sobre este tema en 10 minutos.

Otros patógenos importantes que debes considerar en la encefalitis viral son el adenovirus y los enterovirus; además, toma en cuenta otros patógenos que en raras ocasiones pueden llegar a ocasionar encefalitis viral, tales como el virus de la rabia, sarampión, parotiditis, rubéola y HIV-1. Cabe resaltar que en el 32-75% de los casos la etiología permanece desconocida.

En el en 32-75% de los casos de encefalitis viral la etiología permanece desconocida.Haz click para twittear

Encefalitis vs. Meningitis

La presencia o ausencia de una función cerebral normal es la característica distintiva más importante entre encefalitis y la meningitis. Los pacientes con meningitis pueden sentirse incómodos, letárgicos o distraídos por la cefalea, pero su función cerebral sigue siendo normal. En la encefalitis, sin embargo, las anormalidades en la función cerebral son una característica diferenciadora, que incluye alteración del estado mental, déficit motor o sensitivo, cambios en el comportamiento, cambios de personalidad y los trastornos del habla o del movimiento. Las convulsiones y los estados postictales pueden presentarse en la meningitis y no deben interpretarse como evidencia de encefalitis. Otras manifestaciones neurológicas de la encefalitis pueden incluir hemiparesia, parálisis flácida y parestesias.

La presencia o ausencia de una función cerebral normal es la característica distintiva más importante entre encefalitis y la meningitis.Haz click para twittear

Sin embargo, la distinción entre las dos entidades puede sobreponerse con frecuencia ya que algunos pacientes pueden tener un proceso parenquimatoso y meníngeo con características clínicas de ambos. El paciente generalmente se etiqueta con meningitis o encefalitis en función de las características que predominan en la enfermedad, aunque la meningoencefalitis también es un término común que reconoce la superposición. La importancia de distinguir entre encefalitis y meningitis aséptica se relaciona con el hecho de que la causa probable de cada síndrome es diferente. Algunos virus son más propensos a causar meningitis aséptica y otros a causar encefalitis.

Encefalitis Viral vs. Postinfecciosa

La encefalitis viral puede ser primaria o postinfecciosa (es decir, ocurre después de que la infección se ha resuelto). La infección primaria se caracteriza por la invasión viral del sistema nervioso central. La afectación neuronal se puede identificar en el examen histológico, que puede mostrar cuerpos de inclusión en microscopía óptica o partículas virales en microscopía electrónica. El virus a menudo se puede cultivar a partir del tejido cerebral.

En la encefalitis postinfecciosa (también llamada encefalomielitis diseminada aguda, o ADEM), no se puede detectar un virus y las neuronas no se ven afectadas. Sin embargo, la inflamación perivascular y la desmielinización son importantes en esta entidad. La incapacidad para detectar un virus y el tipo de anormalidades histológicas observadas sugieren que la encefalitis postinfecciosa es una enfermedad mediada por el sistema inmune.

A pesar de las diferencias en la patogénesis y los hallazgos histológicos, la relevancia clínica de la encefalitis viral frente a la postinfecciosa a menudo es limitada. También es importante tener en cuenta que varias infecciones virales, como el sarampión, la varicela o la rubéola, pueden producir cualquiera de los dos tipos de síndrome.

Etiología de la Encefalitis Viral

Una gran variedad de virus puede infectar el sistema nervioso central. La mayoría de ellos son capaces de causar meningitis o encefalitis, aunque, en general, un virus dado es más probable que cause un síndrome en lugar del otro. La causa más común de encefalitis esporádica es el virus del herpes simple tipo 1. Es importante diagnosticar este virus porque es tratable y el éxito del tratamiento está relacionado con un inicio temprano del mismo.

La causa más común de encefalitis esporádica es el virus del herpes simple tipo 1. Es importante diagnosticar este virus porque es tratable y el éxito del tratamiento está relacionado con un inicio temprano del mismo.Haz click para twittear

En la determinación de la etiopatogenia considera la edad del paciente y su estado inmunológico, antecedentes de exposición, área geográfica, condiciones climatológicas y época estacional, brotes regionales, y datos clínicos, como debilidad importante y exantema en la infección por el virus del Nilo Occidental. Los pacientes con inmunocompromiso tienen mayores porcentajes de encefalitis viral. Las causas poco comunes incluyen al virus de la varicela zóster, Epstein-Barr, VIH, virus herpes 6 y Zika.

La infección neurológica puede ocurrir posterior a una viremia, inoculación directa del virus o después del contacto con terminaciones nerviosas libres en nariz, mucosa entérica, labios, córnea, etc. Sin embargo, la mayoría son adquiridas por diseminación hematógena. El antecedente de exposición o mordedura de un animal también puede sugerir la posibilidad de encefalitis por rabia; sin embargo, la ausencia de dicho antecedente no descarta la posibilidad del diagnóstico de rabia.

Así se presenta tu paciente con encefalitis viral

Los pacientes con encefalitis tienen alteración del estado mental que varía desde un déficit sutil hasta completa ausencia de respuesta. Los síntomas y signos de irritación meníngea (fotofobia y rigidez de nuca) generalmente están ausentes en la encefalitis pura, pero a menudo acompañan a la meningoencefalitis. Las convulsiones son comunes en la encefalitis viral y pueden aparecer alteraciones neurológicas focales, que incluyen hemiparesia, parálisis de pares craneales y/o alteración de los reflejos. Los pacientes pueden parecer confundidos, agitados u obnubilados. Aunque generalmente no hay hallazgos patognomónicos en la evaluación inicial del paciente, ciertas características del examen físico pueden sugerir un diagnóstico particular:

  • La parotiditis sugiere fuertemente el diagnóstico de encefalitis en un paciente no vacunado con alteración del estado mental.
  • La parálisis flácida que evoluciona hacia una encefalitis sugiere fuertemente la posibilidad de infección por el virus del Nilo Occidental. De hecho, ha sido mal diagnosticado como síndrome de Guillain-Barré. También se observa una erupción maculopapular en aproximadamente la mitad de los pacientes con esta infección, a diferencia de otras encefalitis virales.
  • Los temblores de párpados, la lengua, los labios y las extremidades pueden sugerir la posibilidad de encefalitis de St. Louis o de encefalitis del Nilo Occidental ante la ubicación geográfica o el antecedente de viaje apropiados.
  • Los hallazgos de hidrofobia, aerofobia, espasmos faríngeos e hiperactividad sugieren una rabia encefalítica. Las presentaciones atípicas de la rabia incluyen convulsiones, parálisis de nervios craneales y mioclono.
  • Las vesículas agrupadas a lo largo de un dermatomo pueden sugerir el virus de la varicela zoster (VZV), que ocasionalmente puede causar encefalitis; sin embargo, la ausencia de erupción no elimina la posibilidad de esta etiología.

Estudios que te serán de utilidad

Tu sospecha diagnóstica inicial de encefalitis viral será clínica. Sin embargo, podrás apoyarte de una resonancia magnética cerebral (RM) en todo paciente. En este estudio esperarías encontrar hiperintensidad bilateral asimétrica en lóbulos temporales y corteza insular. En general, un proceso inflamatorio inicial a nivel del lóbulo temporal con rápida progresión a encefalomalacia. La TAC estará indicada sólo si la RM no está disponible, no arroja resultados concluyentes o no se puede realizar. Suele ser normal en los primeros 5 días de evolución. Los hallazgos característicos son áreas hipodensas que contrastan con áreas de reforzamiento en la región temporal y zonas hemorrágicas.

Encefalitis viral herpética
Resonancia magnética (MRI) con hallazgos clásicos de encefalitis herpética: Afectación asimétrica de los lóbulos temporales y corteza insular. Así como afectación del giro recto y giro del cíngulo. Existe una restricción de difusión típica importante en las áreas afectadas. Caso cortesía del Dr. Paresh K Desai, Radiopaedia.org, rID: 13135

La afectación del lóbulo temporal es muy sugestiva de encefalitis por virus del herpes simple (VHS), aunque otros virus herpes (p.e. VZV, virus de Epstein-Barr, virus del herpes humano 6) también pueden producir estas características. La afectación del tálamo o de los ganglios basales puede observarse en el contexto de la encefalitis por infección respiratoria viral, enfermedad de Creutzfeld-Jacob, arbovirus y tuberculosis. 

La presencia de hidrocefalia puede sugerir una etiología no viral como p.e. bacterias, hongos o parásitos. La RM en la encefalitis postinfecciosa puede mostrar lesiones multifocales que involucran principalmente la sustancia blanca supratentorial.

Encefalomielitis diseminada aguda
Cambios multifocales bilaterales en T2 en la sustancia blanca profunda periventricular y ganglios basales bilaterales con edema vasogénico circundante. Caso cortesía del Dr. Pierre Wibawa, Radiopaedia.org, rID: 54920

En el electroencefalograma esperarías encontrar presencia de complejos periódicos en espigas agudos uni- o bilaterales (de mal pronóstico) con complejos de actividad lenta, que traducen descargas epileptiformes paroxísticas.

Análisis del Líquido Cefalorraquídeo y PCR

Los hallazgos en el análisis de líquido cefalorraquídeo (LCR) por lo general son linfocitosis y proteínas aumentadas (0.5-1.0 gr./L), normoglucorraquia con una relación LCR/glucosa de <0.6 y hematíes (en 20% de los casos). Sin embargo, el diagnóstico definitivo lo realizarás mediante PCR o RT-PCR del LCR e identificación del ADN viral. La PCR es de elección para el grupo de herpes virus (VHS 1 y 2, CMV, EBV, VHH-6, VHH-7, VVZ) y para enterovirus. Su sensibilidad y especificidad es del 100% y 99.5% respectivamente.

La PCR es de elección para el grupo de herpes virus (VHS 1 y 2, CMV, EBV, VHH-6, VHH-7, VVZ) y enterovirus en la encefalitis viral. Su sensibilidad y especificidad es del 100% y 99.5% respectivamente.Haz click para twittear

Características clásicas del LCR según la etiopatogenia.

ParámetroReferenciaBacterianaViralTuberculosaFúngica
Presión de apertura (cm LCR)12-20ElevadaNormal a ligeramente elevadaElevadaElevada
AparienciaClaraTurbia, purulentaClaraClara a turbiaClara a turbia
Leucocitos (células/µL)<5Elevados, por lo general > 100Elevados, por lo general de 5 a 1000Elevados, por lo general de 5 a 500Elevados, por lo general de 5 a 500
Tipo celular predominanten/aNeutrófilosLinfocitosLinfocitosLinfocitos
Proteínas (gr/L.)<0.4ElevadasLigeramente elevadasMuy elevadasElevadas
Glucosa (mmol.)2.6 a 4.5Muy bajanormal a ligeramente bajaMuy bajaBaja
Relación glucosa LCR/Plasma>0.66Muy bajanormal a ligeramente bajaMuy bajaBaja

Diagnóstico de Encefalitis Viral

La etiología viral más importante para descartar en un paciente con encefalitis es el virus del herpes simple o VHS, ya que esta entidad clínica suele ser mortal si no se trata. Se debe considerar al VHS especialmente si hay focalidad del lóbulo temporal sugerida por síntomas, signos o estudios de imagen. El diagnóstico se realiza más fácilmente mediante la detección del ADN del VHS mediante PCR en el LCR. Mientras se espera la confirmación, se debe iniciar el tratamiento empírico con aciclovir.

Los enterovirus se asocian más comúnmente a la meningitis viral, pero en algunas ocasiones también pueden causar encefalitis. La PCR de la muestra de LCR es la prueba diagnóstica de elección. El patógeno también se puede cultivar a partir de heces y garganta; sin embargo, un cultivo positivo no es necesariamente diagnóstico de enfermedad, especialmente en los meses de verano.

En resumen, la batería de pruebas diagnósticas iniciales incluye cultivo de LCR, PCR y serología para los patógenos sospechosos. También se pueden requerir pruebas adicionales si el paciente no está mejorando. Sin embargo, incluso con el uso de PCR, la etiología en muchos casos permanece desconocida.

Tratamiento de la encefalitis viral

Dada la gravedad del cuadro, si tu sospecha es VHS, no esperes a recibir los resultados (confirmatorios) de la PCR del LCR para iniciar el tratamiento con aciclovir IV. Este antiviral está indicado a 10 mg./kg. cada 8 hrs. IV. por 14 días. El tratamiento debe ir de la mano de medidas de soporte, tales como: empleo de analgesia, control de la fiebre, corrección de trastornos hidroelectrolíticos, nutrición, control de crisis convulsivas, monitoreo de la presión intracraneana y vigilancia del estado de coma.

El tratamiento inmediato es vital porque se asocia a una disminución significativa de la morbilidad y mortalidad. El aciclovir también se debe considerar en el tratamiento de una encefalitis por virus de la varicela zoster. Dado que otras enfermedades tratables se pueden presentar de manera similar a las infecciones virales del SNC, es esencial tener en cuenta diagnósticos diferenciales, como la tuberculosis y el delirio inducido por fármacos.

Referencias Bibliográficas

Whitley RJ. Viral encephalitis. N Engl J Med 1990; 323:242.

Connolly KJ, Hammer SM. The acute aseptic meningitis syndrome. Infect Dis Clin North Am 1990; 4:599.

Gluckman SJ, DiNubile MJ. Acute viral infections of the central nervous system. In: Emergent and Urgent Neurology, Weiner WJ (Ed), Lippincott, Philadelphia 1992.

Tyler KL. Emerging viral infections of the central nervous system: part 1. Arch Neurol 2009; 66:939.

Johnson RT. The pathogenesis of acute viral encephalitis and postinfectious encephalomyelitis. J Infect Dis 1987; 155:359.

Sonneville R, Klein I, de Broucker T, Wolff M. Post-infectious encephalitis in adults: diagnosis and management. J Infect 2009; 58:321.

Mailles A, Stahl JP, Steering Committee and Investigators Group. Infectious encephalitis in france in 2007: a national prospective study. Clin Infect Dis 2009; 49:1838.

Pérez-Vélez CM, Anderson MS, Robinson CC, et al. Outbreak of neurologic enterovirus type 71 disease: a diagnostic challenge. Clin Infect Dis 2007; 45:950.

Torre D, Mancuso R, Ferrante P. Pathogenic mechanisms of meningitis/encephalitis caused by human herpesvirus-6 in immunocompetent adult patients. Clin Infect Dis 2005; 41:422.

Isaacson E, Glaser CA, Forghani B, et al. Evidence of human herpesvirus 6 infection in 4 immunocompetent patients with encephalitis. Clin Infect Dis 2005; 40:890.

Weinberg A, Li S, Palmer M, Tyler KL. Quantitative CSF PCR in Epstein-Barr virus infections of the central nervous system. Ann Neurol 2002; 52:543.

Carteaux G, Maquart M, Bedet A, et al. Zika Virus Associated with Meningoencephalitis. N Engl J Med 2016; 374:1595.

Reimann CA, Hayes EB, DiGuiseppi C, et al. Epidemiology of neuroinvasive arboviral disease in the United States, 1999-2007. Am J Trop Med Hyg 2008; 79:974.

McNabb SJ, Jajosky RA, Hall-Baker PA, et al. Summary of notifiable diseases–United States, 2006. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2008; 55:1.

Chua KB, Goh KJ, Wong KT, et al. Fatal encephalitis due to Nipah virus among pig-farmers in Malaysia. Lancet 1999; 354:1257.

Paton NI, Leo YS, Zaki SR, et al. Outbreak of Nipah-virus infection among abattoir workers in Singapore. Lancet 1999; 354:1253.

Hsu VP, Hossain MJ, Parashar UD, et al. Nipah virus encephalitis reemergence, Bangladesh. Emerg Infect Dis 2004; 10:2082.

de Jong MD, Bach VC, Phan TQ, et al. Fatal avian influenza A (H5N1) in a child presenting with diarrhea followed by coma. N Engl J Med 2005; 352:686.

Hoffmann B, Tappe D, Höper D, et al. A Variegated Squirrel Bornavirus Associated with Fatal Human Encephalitis. N Engl J Med 2015; 373:154.

Nash D, Mostashari F, Fine A, et al. The outbreak of West Nile virus infection in the New York City area in 1999. N Engl J Med 2001; 344:1807.

Koskiniemi M, Piiparinen H, Rantalaiho T, et al. Acute central nervous system complications in varicella zoster virus infections. J Clin Virol 2002; 25:293.

Wasay M, Mekan SF, Khelaeni B, et al. Extra temporal involvement in herpes simplex encephalitis. Eur J Neurol 2005; 12:475.

Glaser CA, Honarmand S, Anderson LJ, et al. Beyond viruses: clinical profiles and etiologies associated with encephalitis. Clin Infect Dis 2006; 43:1565.

Lury KM, Castillo M. Eastern equine encephalitis: CT and MRI findings in one case. Emerg Radiol 2004; 11:46.

Deresiewicz RL, Thaler SJ, Hsu L, Zamani AA. Clinical and neuroradiographic manifestations of eastern equine encephalitis. N Engl J Med 1997; 336:1867.

Beattie GC, Glaser CA, Sheriff H, et al. Encephalitis with thalamic and basal ganglia abnormalities: etiologies, neuroimaging, and potential role of respiratory viruses. Clin Infect Dis 2013; 56:825.

Petropoulou KA, Gordon SM, Prayson RA, Ruggierri PM. West Nile virus meningoencephalitis: MR imaging findings. AJNR Am J Neuroradiol 2005; 26:1986.

Misra UK, Kalita J. Neurophysiological studies in herpes simplex encephalitis. Electromyogr Clin Neurophysiol 1998; 38:177.

Feigin RD, Shackelford PG. Value of repeat lumbar puncture in the differential diagnosis of meningitis. N Engl J Med 1973; 289:571.

Whitley RJ, Cobbs CG, Alford CA Jr, et al. Diseases that mimic herpes simplex encephalitis. Diagnosis, presentation, and outcome. NIAD Collaborative Antiviral Study Group. JAMA 1989; 262:234.

Durand ML, Calderwood SB, Weber DJ, et al. Acute bacterial meningitis in adults. A review of 493 episodes. N Engl J Med 1993; 328:21.

Hjalmarsson A, Blomqvist P, Sköldenberg B. Herpes simplex encephalitis in Sweden, 1990-2001: incidence, morbidity, and mortality. Clin Infect Dis 2007; 45:875.

Kupila L, Vuorinen T, Vainionpää R, et al. Etiology of aseptic meningitis and encephalitis in an adult population. Neurology 2006; 66:75.

Polage CR, Petti CA. Assessment of the utility of viral culture of cerebrospinal fluid. Clin Infect Dis 2006; 43:1578.

Whitley RJ, Gnann JW. Viral encephalitis: familiar infections and emerging pathogens. Lancet 2002; 359:507.

Lakeman FD, Whitley RJ. Diagnosis of herpes simplex encephalitis: application of polymerase chain reaction to cerebrospinal fluid from brain-biopsied patients and correlation with disease. National Institute of Allergy and Infectious Diseases Collaborative Antiviral Study Group. J Infect Dis 1995; 171:857.

Glaser CA, Gilliam S, Schnurr D, et al. In search of encephalitis etiologies: diagnostic challenges in the California Encephalitis Project, 1998-2000. Clin Infect Dis 2003; 36:731.

Huang C, Chatterjee NK, Grady LJ. Diagnosis of viral infections of the central nervous system. N Engl J Med 1999; 340:483.

Huang C, Morse D, Slater B, et al. Multiple-year experience in the diagnosis of viral central nervous system infections with a panel of polymerase chain reaction assays for detection of 11 viruses. Clin Infect Dis 2004; 39:630.

Benson PC, Swadron SP. Empiric acyclovir is infrequently initiated in the emergency department to patients ultimately diagnosed with encephalitis. Ann Emerg Med 2006; 47:100.

Marinac JS. Drug- and chemical-induced aseptic meningitis: a review of the literature. Ann Pharmacother 1992; 26:813.

Tunkel AR, Glaser CA, Bloch KC, et al. The management of encephalitis: clinical practice guidelines by the Infectious Diseases Society of America. Clin Infect Dis 2008; 47:303.

Kamei S, Sekizawa T, Shiota H, et al. Evaluation of combination therapy using aciclovir and corticosteroid in adult patients with herpes simplex virus encephalitis. J Neurol Neurosurg Psychiatry 2005; 76:1544.

Kumar G, Kalita J, Misra UK. Raised intracranial pressure in acute viral encephalitis. Clin Neurol Neurosurg 2009; 111:399.

Kramer AH, Bleck TP. Neurocritical care of patients with central nervous system infections. Curr Treat Options Neurol 2008; 10:201.

Mailles A, De Broucker T, Costanzo P, et al. Long-term outcome of patients presenting with acute infectious encephalitis of various causes in France. Clin Infect Dis 2012; 54:1455.

El artículo Encefalitis Viral: Claves del Diagnóstico para un Tratamiento Oportuno. apareció primero en Sapiens Medicus.

Absceso Cerebral: Revisión del Diagnóstico y Tratamiento.

$
0
0

El absceso cerebral es una colección focal dentro del parénquima cerebral, que puede surgir como una complicación de una variedad de infecciones, trauma o cirugía. A continuación te presentamos una revisión con las claves diagnósticas y terapéuticas de este padecimiento.

Actualízate sobre este tema en 18 minutos.

Las bacterias y otros patógenos pueden invadir el cerebro por diseminación directa o por siembra hematógena. La diseminación directa representa del 20 al 60% de los casos de absceso cerebral, mientras que la hematógena ocasiona múltiples lesiones.

Las bacterias y otros patógenos pueden invadir el cerebro por diseminación directa o por siembra hematógena. La diseminación directa representa del 20 al 60% de los casos de absceso cerebral, mientras que la hematógena ocasiona múltiples lesiones.Haz click para twittear

Diseminación Directa

La diseminación directa de organismos de un sitio contiguo generalmente causa un único absceso cerebral. Las infecciones primarias que pueden propagarse directamente a la corteza cerebral incluyen:

  • Otitis media y mastoiditis subaguda y crónica (diseminada al lóbulo temporal inferior y al cerebelo)
  • Senos frontales o etmoidales (diseminados a los lóbulos frontales)
  • Infección dental (generalmente se propaga a los lóbulos frontales)

El absceso cerebral como complicación de las infecciones del oído ha disminuido en frecuencia, especialmente en los países desarrollados. Por el contrario, el absceso cerebral derivado de una rinosinusitis sigue siendo una consideración importante tanto en adultos como en niños.

Las heridas de bala en el cerebro pueden producir tejido necrótico y dejar fragmentos de metal que pueden servir como foco de infección. Otros cuerpos extraños que se han asociado a abscesos cerebrales incluyen la punta de lápiz alojada en el ojo y un fragmento de césped. En estos casos, el absceso cerebral puede desarrollarse muchos años después de la lesión. Además, el absceso cerebral a veces puede ser el resultado de un traumatismo craneofacial.

El absceso cerebral también puede complicar los procedimientos neuroquirúrgicos. El desarrollo de absceso cerebral después de la neurocirugía puede retrasarse. Por ejemplo, en un informe de dos casos de absceso cerebral posterior a una cirugía por schwannoma vestibular (neuroma acústico), un paciente desarrolló hallazgos neurológicos sutiles tres meses después de la cirugía; un segundo paciente presentó convulsiones 15 meses después de la cirugía, que se había complicado con meningitis por Pseudomonas aeruginosa.

Diseminación Hematógena

Los abscesos cerebrales asociados a bacteriemia suelen dar lugar a múltiples abscesos que se localizan con mayor frecuencia en la distribución de la arteria cerebral media. Las lesiones generalmente se forman en la unión de la sustancia gris y blanca donde el microinfarto daña la barrera hematoencefálica. Las condiciones que conducen a la siembra hematógena del cerebro incluyen:

  • Infecciones pulmonares crónicas, como abscesos pulmonares y empiema, a menudo en pacientes con bronquiectasias o fibrosis quística.
  • Infecciones de la piel
  • Infecciones pélvicas
  • Infecciones intraabdominales
  • Dilatación esofágica y esclerosis endoscópica de venas varicosas esofágicas
  • Endocarditis bacteriana (el absceso cerebral complica de 2 a 4% de los casos)
  • Cardiopatías congénitas cianóticas (más comunes en niños)
  • Corto circuito intrapulmonar de derecha a izquierda en pacientes con malformaciones arteriovenosas pulmonares.

Hasta el 10% de los pacientes con malformaciones arteriovenosas pulmonares desarrollan abscesos cerebrales. Dado que la mayoría de estos pacientes tienen telangiectasia hemorrágica hereditaria subyacente, a menudo tienen antecedentes de epistaxis recurrentes y telangiectasias mucocutáneas visibles. Cabe resaltar que en 20 a 40% de los pacientes con absceso cerebral no se puede identificar ningún sitio primario de infección o afección subyacente. La ubicación de un absceso cerebral refleja el sitio de la infección primaria que se disemina a la corteza cerebral. Estas ubicaciones en el cerebro, en orden de frecuencia decreciente, son:

  • Lóbulos frontales o temporales
  • Frontoparietal
  • Parietal
  • Cerebelo
  • Occipital
En 20 a 40% de los pacientes con absceso cerebral no se puede identificar ningún sitio primario de infección o afección subyacente.Haz click para twittear

Patología

Se requiere comprensión de la patología del absceso cerebral para una interpretación correcta de los hallazgos por tomografía computarizada y resonancia magnética. Los cambios histológicos dependen del tiempo de evolución de la infección. La lesión temprana (de una a dos semanas) está deficientemente demarcada y se asocia con edema localizado. Hay evidencia de inflamación aguda pero no hay datos de necrosis tisular. Esta etapa temprana se conoce comúnmente como cerebritis. Después de dos a tres semanas, ocurre necrosis y licuefacción, y la lesión es rodeada por una cápsula fibrótica.

La lesión temprana (de una a dos semanas) está deficientemente demarcada y se asocia con edema localizado. Hay evidencia de inflamación aguda pero no hay necrosis tisular. Esta etapa temprana se conoce comúnmente como cerebritis.Haz click para twittear

Las causas más frecuentes de absceso cerebral son Streptococcus y Staphylococcus spp., siendo Streptococci viridans y Staphylococcus aureus las más comunes. Los informes de casos implican a una amplia variedad de organismos como causa del absceso cerebral. Los patógenos involucrados dependen de la infección primaria, la edad del paciente y su estado inmunológico. Los pacientes inmunocomprometidos presentan una amplia gama de organismos, incluyendo hongos, como la etiología del absceso cerebral, mientras que las bacterias son las más comunes en individuos inmunocompetentes. El patógeno aislado de un absceso cerebral frecuentemente proporciona la clave del sitio primario de infección y de cualquier condición subyacente potencial en el huésped.

Las causas más frecuentes de absceso cerebral son Streptococcus y Staphylococcus spp., siendo Streptococci viridans y Staphylococcus aureus las más comunes.Haz click para twittear
Fuente de InfecciónPatógenos asociados
Senos paranasalesStreptococcus spp.(especialmente S. milleri), Haemophilus spp., Bacteroides spp., Fusobacterium spp.
Infección dentalStreptococcus spp., Bacteroides spp., Prevotella spp., Fusobacterium spp., Haemophilus spp.
Infecciones de oídoEnterobacteriaceae, Streptococcus spp., Pseudomonas aeruginosa, Bacteroides spp.
Infecciones pulmonaresStreptococcus spp., Fusobacterium spp., Actinomyces spp.
Tracto urinarioPseudomonas aeruginosa, Enterobacter spp.
Traumatismo craneoencefálico penetranteStaphylococcus aureus, Enterobacter spp., Clostridium spp.
Procedimientos neuroquirúrgicosStaphylococcus spp., Streptococcus spp., Pseudomonas aeruginosa, Enterobacter spp.
EndocarditisEstreptococos Viridans, S. aureus
Malformaciones cardíacas congénitas (especialmente shunts de derecha a izquierda)Streptococcus spp.

Anaeróbios

Las bacterias anaerobias están comúnmente involucradas en los abscesos cerebrales y se asocian con lesiones únicas que se originan de infecciones otorrinolaríngeas. Sin embargo, las infecciones intraabdominales o pélvicas ocasionalmente pueden conducir a una bacteriemia con un organismo anaeróbico con siembra en la corteza cerebral. Los anaerobios en estos casos generalmente reflejan la flora del colon o del tracto genital femenino.

Las bacterias anaerobias están comúnmente involucradas en los abscesos cerebrales y se asocian con lesiones únicas que se originan de infecciones otorrinolaríngeas.Haz click para twittear

Los anaerobios más frecuentes cultivados a partir de un absceso cerebral incluyen estreptococos anaerobios, Bacteroides spp. (incluyendo B. fragilis), Prevotella melaninogénica, Cutibacterium (anteriormente Propionibacterium), Fusobacterium, Eubacterium, Veillonella, y Actinomyces.

Aeróbios

Los cocos grampositivos se encuentran con frecuencia e incluyen a Streptococcus viridans, Streptococcus milleri, estreptococos microaerófilos, Streptococcus pneumoniae (raro), y Staphylococcus aureus. S. aureus es un patógeno frecuente en el absceso cerebral posterior a traumatismo o procedimiento neuroquirúrgico. Se han descrito casos de absceso cerebral por S. aureus resistente a meticilina adquirido en la comunidad. S. milleri (también llamado S. anginosus) es particularmente común; este organismo posee enzimas proteolíticas que predisponen a la necrosis del tejido y a la formación de abscesos. En raras ocasiones, Rhodococcus equi se ha asociado con abscesos cerebrales, principalmente en pacientes inmunocomprometidos.

Las bacterias aeróbias gramnegativas se han aislado de abscesos cerebrales posterior a una neurocirugía o traumatismo craneoencefálico o cuando una infección ótica es el probable foco de infección. Cuando se aíslan bacilos gramnegativos, Klebsiella pneumoniae, Pseudomonas spp., Escherichia coli y Proteus spp. son los más comunes. Patógenos menos comunes incluyen a Haemophilus aphrophilus, Actinobacillus actinomycetemcomitans, Salmonella, y Enterobacter spp.

El absceso cerebral por Klebsiella pneumoniae con o sin meningitis puede ocurrir como una manifestación de la infección metastásica asociada al absceso hepático primario adquirido en la comunidad. Este síndrome se observa principalmente en el sudeste asiático, especialmente en Taiwán.

Pacientes inmunocomprometidos

El espectro de organismos, particularmente los patógenos oportunistas, es mucho más amplio en el huésped inmunocomprometido con absceso cerebral. Toxoplasma gondii puede reactivarse cuando la inmunidad celular se ve comprometida. Listeria puede causar abscesos cerebrales únicos o múltiples en el tallo encefálico, especialmente en pacientes que reciben corticosteroides. La mortalidad es tres veces mayor en estos pacientes en comparación con aquellos con abscesos cerebrales causados ​​por otras bacterias. Nocardia asteroides, un organismo común en el suelo, puede ingresar al torrente sanguíneo a través de los pulmones e infectar la corteza cerebral.

Aspergillus, Cryptococcus neoformans y Coccidioides immitis aussi pueden entrar a través de los pulmones y posteriormente invadir la corteza cerebral. Otros hongos que causan absceso cerebral en el huésped inmunocomprometido incluyen especies de Candida, los hongos que provoca mucormicosis, Cladosporium trichoides, Curvularia spp., Fusarium, y otros. Las infecciones fúngicas del cerebro suelen dar lugar a múltiples abscesos cerebrales, y el pronóstico suele ser sombrío.

Parásitos

Los parásitos son la etiología más común del absceso cerebral en los Estados Unidos. La cisticercosis debida a la infección por Taenia solium causa el 85% de las infecciones cerebrales en la Ciudad de México. Otras especies de parásitos que pueden ocasionar absceso cerebral son Entamoeba histolytica, Schistosoma japonicum y especies de Paragonimus.

La cisticercosis debida a la infección por Taenia solium causa el 85% de las infecciones cerebrales en la Ciudad de México.Haz click para twittear

Las manifestaciones clínicas del absceso cerebral inicialmente tienden a ser inespecíficas, lo que provoca un retraso en el diagnóstico. El diagnóstico se realiza en promedio ocho días después del inicio de los síntomas. La cefalea es el síntoma más frecuente del absceso cerebral (69%). El dolor generalmente se localiza del lado del absceso y su inicio puede ser gradual o repentino. Suele ser intenso y no mejora a la administración de aspirina u otros analgésicos. En pacientes con cardiopatía cianótica y cefalea, siempre se debe excluir el absceso cerebral.

La cefalea es el síntoma más frecuente del absceso cerebral (69%). El dolor generalmente se localiza del lado del absceso y su inicio puede ser gradual o repentino. Suele ser intenso y no mejora a la administración de aspirina u otros analgésicos.Haz click para twittear

La rigidez de nuca ocurre en el 15% de los pacientes con absceso cerebral. Este síntoma se asocia más comúnmente a un absceso del lóbulo occipital o a un absceso que se ha filtrado hacia un ventrículo lateral. La alteración del estado mental (letargo que evoluciona a coma) es indicativo de edema cerebral grave y es dato de mal pronóstico. Los vómitos generalmente se desarrollan asociados a un aumento de la presión intracraneal.

Exploración Física

La fiebre es poco específica en el absceso cerebral ya que solo el 45 al 53% de los pacientes la presentan. Los déficits neurológicos focales se observan en el 50% de los pacientes posterior al inicio de la cefalea. Las convulsiones se desarrollan en el 25% de los casos y pueden ser la primera manifestación. Las convulsiones de tipo gran mal son particularmente comunes en los abscesos frontales. Los déficits del III y VI par craneal son indicativos de aumento de la presión intracraneal (atención a la exploración de los movimientos oculares). El papiledema es una manifestación tardía de edema cerebral y generalmente demora varios días en desarrollarse. Este último hallazgo se observa en aproximadamente el 25% de los pacientes.

Ante la presencia de síntomas focalizados como cefalea unilateral o signos (déficit unilateral de pares craneales, hemiparesia) o ante el hallazgo de papiledema, la punción lumbar está contraindicada. La descompresión del líquido cefalorraquídeo por debajo del tentorio, asociada a edema cerebral asimétrico, da como resultado herniación del tallo cerebral en 1.5 a 30 % de los casos.

Tomografía Axial Computarizada

No es tan sensible como la resonancia magnética para el diagnóstico de abscesos cerebrales, pero se puede obtener con mayor facilidad de forma emergente. Cuando se busca un absceso cerebral, este estudio se debe realizar contrastada. Se podrá observar:

  • La cerebritis temprana aparece como un área irregular de baja densidad que no mejora después de la inyección de contraste.
  • A medida que evoluciona la cerebritis, la lesión se visualiza con un anillo difuso y grueso posterior a la inyección con contraste. El contraste en anillo representa la ruptura de la barrera hematoencefálica y el desarrollo de una cápsula inflamatoria.
  • La imagen previa a contraste revela un área de mayor densidad en comparación al tejido circundante cuando la lesión ha madurado y ha sido encapsulada. El estudio con contraste en estas lesiones tardías muestra un anillo delgado, que puede ser de grosor irregular y a menudo menos prominente en la superficie medial o ventricular de la sustancia blanca profunda, donde la vascularidad se reduce.

Resonancia Magnética

La RM debe realizarse contrastada, al aumentar la intensidad en T1 y mejorar la visualización de lesiones en comparación con la TAC. Además, la RM en comparación con la tomografía computarizada:

  • Es más sensible para detectar cerebritis temprana.
  • Más sensible para detectar lesiones satélite.
  • Estima de manera más precisa el grado de necrosis central, realce en anillo y edema cerebral.
  • Mejor visualización del tallo cerebral.

La resonancia magnética con tensor de difusión es capaz de diferenciar las lesiones en anillo, secundarias a un absceso cerebral, de las lesiones neoplásicas. Los abscesos suelen ser hiperintensos (indicativo de difusión restringida, característica de los materiales viscosos, como la pus), mientras que las lesiones neoplásicas son hipointensas o muestran hiperintensidad variable y menor a la intensidad observada en un absceso.

Absceso Cerebral
Resonancia magnética en modalidad FLAIR confirmatoria de absceso cerebral. El aumento de contraste periférico alrededor de la lesión es irregular (a veces se denomina peludo). El grado de edema vasogénico es menor de lo que podría esperarse para un absceso cerebral, lo cual puede deberse a un tratamiento parcial y evolución crónica. La espectrografía de la RM muestra un nivel muy alto de lactato. Difusión restringida muy pronunciada. Caso cortesía del Royal Melbourne Hospital, Radiopaedia.org, rID: 13746.

Evaluación Microbiológica

La evaluación microbiológica del LCR (punción lumbar contraindicada ante datos de hipertensión intracraneal), sangre o aspirado del absceso debe incluir tinción de Gram tanto para anaerobias como aerobias. En pacientes inmunocomprometidos y con factores de riesgo (p.e. antecedentes de tuberculosis pulmonar o infecciones oportunistas) deberás solicitar tinciones y cultivos para micobacterias (p.e. Löwenstein Jensen) , Nocardia y hongos, así como PCR para T. gondii (en VIH). Si tu sospecha es alta para un absceso bacteriano pero los cultivos fueron negativos, solicita secuenciación de ADN ribosomal 16S y amplificación por PCR para obtener el diagnóstico etiológico definitivo y proporcionar antibioticoterapia dirigida.

En raras ocasiones, los hallazgos en el LCR se asemejan a los de la meningitis bacteriana, y son indicativos de ruptura del absceso hacia el ventrículo. Cuando esto ocurre, el recuento de PMN puede ser mayor a 150,000/ml con hipoglucorraquia y proteínas elevadas. En pacientes con probable meningitis que responden mal a antibióticos se debe realizar una RM, lo que puede revelar un absceso cerebral insospechado que se ha roto hacia el ventrículo.

Serología

Realiza serología de la muestra de sangre y LCR en pacientes con riesgo de absceso cerebral parasitario. La detección de anticuerpos IgG anti-toxoplasma o anticicsticercos en sangre en muestras de LCR pueden ayudar en el diagnóstico de infecciones por Toxoplasma gondii y neurocisticercosis, respectivamente.

Histopatología

El diagnóstico definitivo de absceso cerebral y, con frecuencia, la identificación del agente etiológico, se realizan mediante examen histopatológico del tejido cerebral obtenido mediante biopsia cerebral abierta o estereotáctica.

El tratamiento neuroquirúrgico del absceso cerebral está indicado para la identificación del patógeno causante, si éste no se ha logrado identificar de otra manera, así como en pacientes selectos para la reducción del tamaño del absceso. Casi todo absceso cerebral de al menos 1 cm. de diámetro puede ser sujeto a aspiración estereotáctica independientemente de su localización. La aspiración estereotáctica del centro purulento del absceso está indicada con fines diagnósticos y de descompresión a menos de que esté contraindicada (patógeno del que se sospecha o condición clínica del paciente).

Si el absceso se localiza superficial y no se ubica en tejido cerebral elocuente (áreas del cerebro de importancia crítica para funciones tales como el habla, movimiento, sensibilidad o visión), se puede resecar en lugar de drenar. En especial cuando se sospecha de una infección tuberculosa, por actinomyces o nocardia. Si ya se logró identificar al patógeno, la indicación para aspiración dependerá de la localización y tamaño del absceso, así como de la probabilidad de lograr descompresión significativa.

Un absceso de más de 2.5 cm. de diámetro es por lo general indicativo de intervención neuroquirúrgica. En pacientes con múltiples abscesos cerebrales, el más grande deberá ser aspirado con fines diagnósticos. La decisión de aspirar los demás se debe realizar con base en su tamaño, el edema perilesional, la sintomatología del paciente y la respuesta a la antibioticoterapia. En caso de que el absceso ocasione efecto de masa con visualización de desplazamiento de la línea media y riesgo de herniación, estará indicada la intervención neuroquirúrgica independientemente del tamaño de la lesión. Si existe avulsión del absceso hacia el sistema ventricular sin ruptura, se debe valorar su drenaje para prevenir la ruptura y la consiguiente ventriculitis.

Inicia tratamiento farmacológico empírico ante la sospecha de un absceso cerebral en tu paciente. La única excepción a esto será cuando neurocirugía pueda realizar la aspiración estereotáctica en un par de horas, el cuadro no sea grave y el paciente se encuentre estable. La elección de tratamiento dependerá de la sospecha etiológica y acorde a los factores de riesgo a los que ha estado expuesto el paciente. En pacientes postrasplantados indica una cefalosporina de tercera generación (ceftriaxona o cefotaxima) más metronidazol.

Si sospechas de infección por Nocardia utiliza cotrimoxazol o sulfadiazina, así como voriconazol en las infecciones fúngicas, en especial Aspergillus. Los pacientes VIH positivos deberán ser tratados para toxoplasmosis (pirimetamina más sulfadiazina) únicamente si presentan anticuerpos IgG positivos. Indica tratamiento para tuberculosis en pacientes con VIH y en quienes provengan de zonas endémicas y tengan factores de riesgo conocidos. Por otro lado, pacientes neuroquirúrgicos o con traumatismo craneoencefálico y fractura de cráneo indica vancomicina más una cefalosporina de tercera (ceftriaxona o cefotaxima) o cuarta generación (cefepima) y metronidazol.

Si la infección es secundaria a un foco parameníngeo sin antecedente de neurocirugía, el tratamiento empírico consiste en ceftriaxona o cefotaxima más metronidazol. Agrega vancomicina si hay sospecha de infección estafilocócica. Podrás usar Meropenem si existe alguna contraindicación para las cefalosporinas. En casos secundarios a diseminación hematógena, el tratamiento consiste en una cefalosporina de tercera generación más metronidazol; agregando vancomicina si sospechas de infección estafilocócica.

Toma en cuenta que…

27% de los abscesos cerebrales son polimicrobianos, por lo que se recomienda tratamiento de amplio espectro hasta conocer los resultados del cultivo del absceso, hemocultivos o cultivos de otros sitios de infección. Si la etiopatogenia es por contigüidad, deberás indicar antibióticos de amplio espectro aunque no se hayan aislado otros patógenos. En pacientes con traumatismo craneoencefálico complicado o neuroquirúrgicos se han descrito bacilos gramnegativos multirresistentes como agentes causantes.

27% de los abscesos cerebrales son polimicrobianos, por lo que se recomienda tratamiento de amplio espectro hasta conocer los resultados del cultivo.Haz click para twittear

El tratamiento antimicrobiano intravenoso deberás indicarlo por 6 a 8 semanas. El uso prolongado de metronidazol se ha asociado a neuropatía. Los criterios más importantes para evaluar la evolución de tu paciente son el estado neurológico y el tamaño del absceso en la imagen de cráneo. Solicita TAC contrastada de control inmediatamente si existe deterioro clínico de tu paciente o posterior a 1 o 2 semanas si no hay mejoría; cada 2 semanas hasta por 3 meses hasta que la mejoría sea evidente.

Los criterios más importantes para evaluar la evolución de tu paciente con absceso cerebral son el estado neurológico y el tamaño de la lesión en la TAC de cráneo (contrastada).Haz click para twittear

El paciente tendrá que ser intervenido de nuevo en caso de deterioro clínico con aumento del tamaño del absceso en la imagen de cráneo y a pesar del tratamiento antimicrobiano.

Referencias Bibliográficas

Brouwer MC, Tunkel AR, McKhann GM 2nd, van de Beek D. Brain abscess. N Engl J Med 2014; 371:447.

Chun CH, Johnson JD, Hofstetter M, Raff MJ. Brain abscess. A study of 45 consecutive cases. Medicine (Baltimore) 1986; 65:415.

Bakshi R, Wright PD, Kinkel PR, et al. Cranial magnetic resonance imaging findings in bacterial endocarditis: the neuroimaging spectrum of septic brain embolization demonstrated in twelve patients. J Neuroimaging 1999; 9:78.

Gallagher RM, Gross CW, Phillips CD. Suppurative intracranial complications of sinusitis. Laryngoscope 1998; 108:1635.

Giannoni C, Sulek M, Friedman EM. Intracranial complications of sinusitis: a pediatric series. Am J Rhinol 1998; 12:173.

Giannoni CM, Stewart MG, Alford EL. Intracranial complications of sinusitis. Laryngoscope 1997; 107:863.

Yen PT, Chan ST, Huang TS. Brain abscess: with special reference to otolaryngologic sources of infection. Otolaryngol Head Neck Surg 1995; 113:15.

Kangsanarak J, Fooanant S, Ruckphaopunt K, et al. Extracranial and intracranial complications of suppurative otitis media. Report of 102 cases. J Laryngol Otol 1993; 107:999.

Chalstrey S, Pfleiderer AG, Moffat DA. Persisting incidence and mortality of sinogenic cerebral abscess: a continuing reflection of late clinical diagnosis. J R Soc Med 1991; 84:193.

Foy P, Sharr M. Cerebral abscesses in children after pencil-tip injuries. Lancet 1980; 2:662.

Lew JF, Wiedermann BL, Sneed J, et al. Aerotolerant Clostridium tertium brain abscess following a lawn dart injury. J Clin Microbiol 1990; 28:2127.

Staecker H, Nadol JB Jr, Ojeman R, McKenna MJ. Delayed intracranial abscess after acoustic neuroma surgery: a report of two cases. Am J Otol 1999; 20:369.

Hashmi S, Jones RA. Delayed recurrence of cerebellar abscess 20 years after excision of dermoid cyst and sinus. Br J Neurosurg 1998; 12:358.

Fischer EG, Shwachman H, Wepsic JG. Brain abscess and cystic fibrosis. J Pediatr 1979; 95:385.

Patel KS, Marks PV. Multiple brain abscesses secondary to bronchiectasis. A case of 34 discrete abscesses in one brain. Clin Neurol Neurosurg 1989; 91:265.

Kum N, Charles D. Cerebral abscess associated with an intrauterine contraceptive device. Obstet Gynecol 1979; 54:375.

Schlaeffer F, Riesenberg K, Mikolich D, et al. Serious bacterial infections after endoscopic procedures. Arch Intern Med 1996; 156:572.

Takeshita M, Kagawa M, Yato S, et al. Current treatment of brain abscess in patients with congenital cyanotic heart disease. Neurosurgery 1997; 41:1270.

Cahill DP, Barker FG 2nd, Davis KR, et al. Case records of the Massachusetts General Hospital. Case 10-2010. A 37-year-old woman with weakness and a mass in the brain. N Engl J Med 2010; 362:1326.

Chiu HY, Lin SJ. Red papules on the tongue of a patient with hemiparesis. JAMA 2014; 312:741.

Boother EJ, Brownlow S, Tighe HC, et al. Cerebral Abscess Associated With Odontogenic Bacteremias, Hypoxemia, and Iron Loading in Immunocompetent Patients With Right-to-Left Shunting Through Pulmonary Arteriovenous Malformations. Clin Infect Dis 2017; 65:595.

Schliamser SE, Bäckman K, Norrby SR. Intracranial abscesses in adults: an analysis of 54 consecutive cases. Scand J Infect Dis 1988; 20:1.

Ng PY, Seow WT, Ong PL. Brain abscesses: review of 30 cases treated with surgery. Aust N Z J Surg 1995; 65:664.

Yang SY, Zhao CS. Review of 140 patients with brain abscess. Surg Neurol 1993; 39:290.

Nielsen H, Gyldensted C, Harmsen A. Cerebral abscess. Aetiology and pathogenesis, symptoms, diagnosis and treatment. A review of 200 cases from 1935-1976. Acta Neurol Scand 1982; 65:609.

Badger JL, Stins MF, Kim KS. Citrobacter freundii invades and replicates in human brain microvascular endothelial cells. Infect Immun 1999; 67:4208.

Britt RH, Enzmann DR. Clinical stages of human brain abscesses on serial CT scans after contrast infusion. Computerized tomographic, neuropathological, and clinical correlations. J Neurosurg 1983; 59:972.

Brouwer MC, Coutinho JM, van de Beek D. Clinical characteristics and outcome of brain abscess: systematic review and meta-analysis. Neurology 2014; 82:806.

Bonvin P, Ejlertsen T, Dons-Jensen H. Brain abscess caused by Salmonella enteritidis in an immunocompetent adult patient: successful treatment with cefotaxime and ciprofloxacin. Scand J Infect Dis 1998; 30:632.

Yamamoto M, Fukushima T, Ohshiro S, et al. Brain abscess caused by Streptococcus intermedius: two case reports. Surg Neurol 1999; 51:219.

Grigoriadis E, Gold WL. Pyogenic brain abscess caused by Streptococcus pneumoniae: case report and review. Clin Infect Dis 1997; 25:1108.

Bañuelos AF, Williams PL, Johnson RH, et al. Central nervous system abscesses due to Coccidioides species. Clin Infect Dis 1996; 22:240.

Ohnishi K, Murata M, Kojima H, et al. Brain abscess due to infection with Entamoeba histolytica. Am J Trop Med Hyg 1994; 51:180.

Lakshmi V, Rao RR, Dinakar I. Bacteriology of brain abscess–observations on 50 cases. J Med Microbiol 1993; 38:187.

Brook I. Aerobic and anaerobic bacteriology of intracranial abscesses. Pediatr Neurol 1992; 8:210.

Hagensee ME, Bauwens JE, Kjos B, Bowden RA. Brain abscess following marrow transplantation: experience at the Fred Hutchinson Cancer Research Center, 1984-1992. Clin Infect Dis 1994; 19:402.

Baddley JW, Salzman D, Pappas PG. Fungal brain abscess in transplant recipients: epidemiologic, microbiologic, and clinical features. Clin Transplant 2002; 16:419.

Friedlander RM, Gonzalez RG, Afridi NA, Pfannl R. Case records of the Massachusetts General Hospital. Weekly clinicopathological exercises. Case 16-2003. A 58-year-old woman with left-sided weakness and a right frontal brain mass. N Engl J Med 2003; 348:2125.

Arlotti M, Grossi P, Pea F, et al. Consensus document on controversial issues for the treatment of infections of the central nervous system: bacterial brain abscesses. Int J Infect Dis 2010; 14 Suppl 4:S79.

Le Moal G, Landron C, Grollier G, et al. Characteristics of brain abscess with isolation of anaerobic bacteria. Scand J Infect Dis 2003; 35:318.

Drancourt M, Nkamga VD, Lakhe NA, et al. Evidence of Archaeal Methanogens in Brain Abscess. Clin Infect Dis 2017; 65:1.

Sifri CD, Park J, Helm GA, et al. Fatal brain abscess due to community-associated methicillin-resistant Staphylococcus aureus strain USA300. Clin Infect Dis 2007; 45:e113.

Jacobs JA, Pietersen HG, Stobberingh EE, Soeters PB. Bacteremia involving the “Streptococcus milleri” group: analysis of 19 cases. Clin Infect Dis 1994; 19:704.

Corne P, Rajeebally I, Jonquet O. Rhodococcus equi brain abscess in an immunocompetent patient. Scand J Infect Dis 2002; 34:300.

Brook I. Brain abscess in children: microbiology and management. J Child Neurol 1995; 10:283.

Rau CS, Chang WN, Lin YC, et al. Brain abscess caused by aerobic Gram-negative bacilli: clinical features and therapeutic outcomes. Clin Neurol Neurosurg 2002; 105:60.

Guppy KH, Thomas C, Thomas K, Anderson D. Cerebral fungal infections in the immunocompromised host: a literature review and a new pathogen–Chaetomium atrobrunneum: case report. Neurosurgery 1998; 43:1463.

Eckburg PB, Montoya JG, Vosti KL. Brain abscess due to Listeria monocytogenes: five cases and a review of the literature. Medicine (Baltimore) 2001; 80:223.

Cone LA, Leung MM, Byrd RG, et al. Multiple cerebral abscesses because of Listeria monocytogenes: three case reports and a literature review of supratentorial listerial brain abscess(es). Surg Neurol 2003; 59:320.

Valarezo J, Cohen JE, Valarezo L, et al. Nocardial cerebral abscess: report of three cases and review of the current neurosurgical management. Neurol Res 2003; 25:27.

Erdogan E, Beyzadeoglu M, Arpaci F, Celasun B. Cerebellar aspergillosis: case report and literature review. Neurosurgery 2002; 50:874.

Garcia RR, Min Z, Narasimhan S, Bhanot N. Fusarium brain abscess: case report and literature review. Mycoses 2015; 58:22.

Correa D, Sarti E, Tapia-Romero R, et al. Antigens and antibodies in sera from human cases of epilepsy or taeniasis from an area of Mexico where Taenia solium cysticercosis is endemic. Ann Trop Med Parasitol 1999; 93:69.

Seydoux C, Francioli P. Bacterial brain abscesses: factors influencing mortality and sequelae. Clin Infect Dis 1992; 15:394.

Heilpern KL, Lorber B. Focal intracranial infections. Infect Dis Clin North Am 1996; 10:879.

Nielsen H. Cerebral abscess in children. Neuropediatrics 1983; 14:76.

Patir R, Sood S, Bhatia R. Post-traumatic brain abscess: experience of 36 patients. Br J Neurosurg 1995; 9:29.

Tattevin P, Bruneel F, Clair B, et al. Bacterial brain abscesses: a retrospective study of 94 patients admitted to an intensive care unit (1980 to 1999). Am J Med 2003; 115:143.

Leuthardt EC, Wippold FJ 2nd, Oswood MC, Rich KM. Diffusion-weighted MR imaging in the preoperative assessment of brain abscesses. Surg Neurol 2002; 58:395.

Ferré C, Ariza J, Viladrich PF, et al. Brain abscess rupturing into the ventricles or subarachnoid space. Am J Med 1999; 106:254.

Kamra P, Vatsal DK, Husain M, et al. MRI demonstration of unsuspected intraventricular rupture of pyogenic cerebral abscesses in patients being treated for meningitis. Neuroradiology 2002; 44:114.

Al Masalma M, Armougom F, Scheld WM, et al. The expansion of the microbiological spectrum of brain abscesses with use of multiple 16S ribosomal DNA sequencing. Clin Infect Dis 2009; 48:1169.

Keller PM, Rampini SK, Bloemberg GV. Detection of a mixed infection in a culture-negative brain abscess by broad-spectrum bacterial 16S rRNA gene PCR. J Clin Microbiol 2010; 48:2250.

Al Masalma M, Lonjon M, Richet H, et al. Metagenomic analysis of brain abscesses identifies specific bacterial associations. Clin Infect Dis 2012; 54:202.

DiGiulio DB, Relman DA. Majority rules? Tallying the microbial census in an abscess by means of molecular methods. Clin Infect Dis 2009; 48:1179.

Cavuşoglu H, Kaya RA, Türkmenoglu ON, et al. Brain abscess: analysis of results in a series of 51 patients with a combined surgical and medical approach during an 11-year period. Neurosurg Focus 2008; 24:E9.

Arlotti M, Grossi P, Pea F, et al. Consensus document on controversial issues for the treatment of infections of the central nervous system: bacterial brain abscesses. Int J Infect Dis 2010; 14 Suppl 4:S79.

Brouwer MC, Tunkel AR, McKhann GM 2nd, van de Beek D. Brain abscess. N Engl J Med 2014; 371:447.

Sonneville R, Ruimy R, Benzonana N, et al. An update on bacterial brain abscess in immunocompetent patients. Clin Microbiol Infect 2017; 23:614.

Martin-Canal G, Saavedra A, Asensi JM, et al. Meropenem monotherapy is as effective as and safer than imipenem to treat brain abscesses. Int J Antimicrob Agents 2010; 35:301.

Baddour LM, Wilson WR, Bayer AS, et al. Infective Endocarditis in Adults: Diagnosis, Antimicrobial Therapy, and Management of Complications: A Scientific Statement for Healthcare Professionals From the American Heart Association. Circulation 2015; 132:1435.

Tunkel AR, Hartman BJ, Kaplan SL, et al. Practice guidelines for the management of bacterial meningitis. Clin Infect Dis 2004; 39:1267.

Liu C, Bayer A, Cosgrove SE, et al. Clinical practice guidelines by the infectious diseases society of america for the treatment of methicillin-resistant Staphylococcus aureus infections in adults and children. Clin Infect Dis 2011; 52:e18.

Pfausler B, Spiss H, Beer R, et al. Treatment of staphylococcal ventriculitis associated with external cerebrospinal fluid drains: a prospective randomized trial of intravenous compared with intraventricular vancomycin therapy. J Neurosurg 2003; 98:1040.

Jorgenson L, Reiter PD, Freeman JE, et al. Vancomycin disposition and penetration into ventricular fluid of the central nervous system following intravenous therapy in patients with cerebrospinal devices. Pediatr Neurosurg 2007; 43:449.

Wang Q, Shi Z, Wang J, et al. Postoperatively administered vancomycin reaches therapeutic concentration in the cerebral spinal fluid of neurosurgical patients. Surg Neurol 2008; 69:126.

Nau R, Prange HW, Menck S, et al. Penetration of rifampicin into the cerebrospinal fluid of adults with uninflamed meninges. J Antimicrob Chemother 1992; 29:719.

Perlroth J, Kuo M, Tan J, et al. Adjunctive use of rifampin for the treatment of Staphylococcus aureus infections: a systematic review of the literature. Arch Intern Med 2008; 168:805.

von Specht M, Gardella N, Tagliaferri P, et al. Methicillin-resistant Staphylococcus aureus in community-acquired meningitis. Eur J Clin Microbiol Infect Dis 2006; 25:267.

Pintado V, Meseguer MA, Fortún J, et al. Clinical study of 44 cases of Staphylococcus aureus meningitis. Eur J Clin Microbiol Infect Dis 2002; 21:864.

Kessler AT, Kourtis AP. Treatment of meningitis caused by methicillin-resistant Staphylococcus aureus with linezolid. Infection 2007; 35:271.

Naesens R, Ronsyn M, Druwé P, et al. Central nervous system invasion by community-acquired meticillin-resistant Staphylococcus aureus. J Med Microbiol 2009; 58:1247.

Ntziora F, Falagas ME. Linezolid for the treatment of patients with central nervous system infection. Ann Pharmacother 2007; 41:296.

Saito N, Aoki K, Sakurai T, et al. Linezolid treatment for intracranial abscesses caused by methicillin-resistant Staphylococcus aureus–two case reports. Neurol Med Chir (Tokyo) 2010; 50:515.

Levitz RE, Quintiliani R. Trimethoprim-sulfamethoxazole for bacterial meningitis. Ann Intern Med 1984; 100:881.

Vartzelis G, Theodoridou M, Daikos GL, et al. Brain abscesses complicating Staphylococcus aureus sepsis in a premature infant. Infection 2005; 33:36.

Lee DH, Palermo B, Chowdhury M. Successful treatment of methicillin-resistant staphylococcus aureus meningitis with daptomycin. Clin Infect Dis 2008; 47:588.

Wallace WR, Sander AW, Licitra C, et al. Methicillin-resistant Staphylococcus aureus meningitis successfully treated with daptomycin. Infect Dis Clin North Am 2009; 17:69.

Helweg-Larsen J, Astradsson A, Richhall H, et al. Pyogenic brain abscess, a 15 year survey. BMC Infect Dis 2012; 12:332.

Infection in Neurosurgery Working Party of the British Society for Antimicrobial Chemotherapy. The rational use of antibiotics in the treatment of brain abscess. Br J Neurosurg 2000; 14:525.

Sharma R, Mohandas K, Cooke RP. Intracranial abscesses: changes in epidemiology and management over five decades in Merseyside. Infection 2009; 37:39.

Ratnaike TE, Das S, Gregson BA, Mendelow AD. A review of brain abscess surgical treatment–78 years: aspiration versus excision. World Neurosurg 2011; 76:431.

Meng XH, Feng SY, Chen XL, et al. Minimally invasive image-guided keyhole aspiration of cerebral abscesses. Int J Clin Exp Med 2015; 8:155.

Neidert MC, Karlin K, Actor B, et al. Preoperative C-reactive protein predicts the need for repeated intracerebral brain abscess drainage. Clin Neurol Neurosurg 2015; 131:26.

Carpenter JL. Brain stem abscesses: cure with medical therapy, case report, and review. Clin Infect Dis 1994; 18:219.

Ng PY, Seow WT, Ong PL. Brain abscesses: review of 30 cases treated with surgery. Aust N Z J Surg 1995; 65:664.

Su TM, Lan CM, Tsai YD, et al. Multiloculated pyogenic brain abscess: experience in 25 patients. Neurosurgery 2008; 62 Suppl 2:556.

Mampalam TJ, Rosenblum ML. Trends in the management of bacterial brain abscesses: a review of 102 cases over 17 years. Neurosurgery 1988; 23:451.

Zhai Y, Wei X, Chen R, et al. Surgical outcome of encapsulated brain abscess in superficial non-eloquent area: A systematic review. Br J Neurosurg 2016; 30:29.

Quartey GR, Johnston JA, Rozdilsky B. Decadron in the treatment of cerebral abscess. An experimental study. J Neurosurg 1976; 45:301.

Brouwer MC, Coutinho JM, van de Beek D. Clinical characteristics and outcome of brain abscess: systematic review and meta-analysis. Neurology 2014; 82:806.

Seydoux C, Francioli P. Bacterial brain abscesses: factors influencing mortality and sequelae. Clin Infect Dis 1992; 15:394.

El artículo Absceso Cerebral: Revisión del Diagnóstico y Tratamiento. apareció primero en Sapiens Medicus.

Botulismo: Revisión de la toxina más letal que existe y sus estragos.

$
0
0

El botulismo es ocasionado por la toxina de Clostridium botulinum, la cual actúa a nivel presináptico inhibiendo la liberación de acetilcolina. Es así como se inhibe la contracción muscular ocasionando la parálisis motora descendente característica. En pacientes pediátricos es frecuente la ingesta de la bacteria con los alimentos, en particular la miel. Mientras que en adultos la infección ocurre por ingesta de la toxina preformada en alimentos enlatados o conservas caseras.

Actualízate sobre este tema en 20 minutos.

La primera referencia al botulismo ocurrió en la década de 1820 con una serie de casos de “intoxicación por salchichas” en una ciudad del sur de Alemania. Varias décadas después, en Bélgica, se demostró la asociación de parálisis neuromuscular y un jamón contaminado por un bacilo formador de esporas, aislado de este alimento. El organismo se llamó Bacillus botulinus por la palabra latina para salchicha, botulus.

La primera referencia al botulismo ocurrió en la década de 1820 con una serie de casos de 'intoxicación por salchichas' en una ciudad del sur de Alemania.Haz click para twittear

Microbiología del Botulismo

C. botulinum es un grupo heterogéneo de bacilos anaerobios obligados grampositivos, en forma de vara y formadores de esporas. Son bacterias ubicuas y se aíslan fácilmente de las superficies de vegetales, frutas y mariscos, y permanecen en el suelo y los sedimentos marinos de todo el mundo. Se han distinguido ocho cepas de C. botulinum acorde a las características antigénicas de sus toxinas (una sola cepa casi siempre produce un tipo de toxina).

Las esporas de C. botulinum son resistentes al calor, sobreviviendo fácilmente a 100ºC. Sin embargo, se pueden destruir calentando a 120° C durante cinco minutos. Cuando las condiciones ambientales apropiadas están presentes, las esporas germinarán y crecerán para desarrollar bacilos productores de toxinas. Estos parámetros ambientales incluyen:

  • Escasa o nula tensión de oxígeno (o ambiente anaeróbico o semi-anaeróbico).
  • Baja acidez (pH> 4.6) del agua.
  • Temperatura de 25 a 37°C para un crecimiento ideal; sin embargo, algunas cepas pueden crecer a temperaturas tan bajas como 4°C.
Las esporas de C. botulinum son resistentes al calor, sobreviviendo fácilmente a 100ºC. Sin embargo, se pueden destruir calentando a 120° C durante cinco minutos.Haz click para twittear

Algunas cepas (A y B) producen enzimas proteolíticas que desnaturalizan y “estropean” los alimentos que colonizan, dejando una desagradable apariencia, sabor u olor. Otras cepas modifican los alimentos de manera poco evidente y, por tanto, la contaminación no se puede sospechar de manera confiable con base en la apariencia, olor o sabor de la comida.

Etiopatogenia

Se han descrito ocho tipos distintos de toxina de C. botulinum: A a la H. De estos ocho, los tipos A, B, E, y raramente F, G y H, causan enfermedades humanas, mientras que C y D causan enfermedades en animales como el ganado, patos y pollos. La toxina de C. botulinum tipo H se reportó por primera vez en el 2014 y es el primer nuevo tipo de toxina botulínica que se ha reconocido en más de cuatro décadas. Clostridium butyricum y Clostridium barati son otras dos especies distintas de Clostridia que se sabe que han producido toxinas botulínicas de tipo E y F. En contraste con las esporas, la toxina es un polipéptido lábil al calor fácilmente desnaturalizado mediante calentamiento por arriba de 80°C. La toxina polipeptídica está compuesta de una cadena ligera y pesada con un peso molecular combinado de 150 a 165 kDa.

Los tipos A, B, E, y raramente F, G y H de la toxina botulínica causan enfermedades humanas, mientras que pueden ser desnaturalizadas a 80ºC (las esporas sobreviven en hasta 120ºC).Haz click para twittear

La toxina botulínica se libera como una única cadena polipeptídica precursora que luego es escindida por proteasas bacterianas en una neurotoxina completamente activa, compuesta por una cadena ligera de 50 kDa y una pesada de 100 kDa. Aunque el mecanismo molecular preciso de la acción de la neurotoxina botulínica no se comprende completamente, un creciente cuerpo de evidencia respalda un proceso de múltiples pasos que incluye: la unión de la neurotoxina a receptores específicos en la terminal nerviosa presináptica, la internalización de la toxina en la célula nerviosa con translocación a través de la membrana endosomal, y actividad endopeptidasa intracelular contra las proteínas necesarias para la liberación de neurotransmisores.

La neurotoxina botulínica puede dirigirse a múltiples tejidos, incluidas las neuronas motoras y sensoriales, y bloquear la inervación colinérgica neuromuscular de los músculos estriados y lisos, así como la inervación colinérgica de las glándulas lagrimales, salivales y sudoríparas. La toxina botulínica puede afectar tanto a las sinapsis excitatorias como las inhibitorias, pero es más activa en las excitatorias. Se ha demostrado que inhibe la liberación de múltiples compuestos, incluidos la dopamina, serotonina, somatostatina, noradrenalina y ácido gamma aminobutírico (GABA). Debido a su gran tamaño, sería difícil que la neurotoxina pasara a través de la barrera hematoencefálica; sin embargo, hay evidencia cada vez mayor de que podría llegar al sistema nervioso central a través de la diseminación sistémica o del transporte axonal retrógrado.

Y por si eso fuera poco…

La toxina botulínica es la toxina bacteriana más potente y quizás el veneno conocido más potente. La dosis letal mínima experimental en ratones, de toxina botulínica es de 0,0003 mcg/kg. En comparación, la dosis letal mínima experimental para el curare y cianuro son 500 y 10,000 mcg/kg, respectivamente. Se estima que un gramo de toxina botulínica en aerosol podría matar al menos a 1.5 millones de personas. La toxina en sí no tiene olor ni sabor. Si se ingiere, la toxina es absorbida principalmente por el estómago y el intestino delgado, aunque el intestino grueso también es capaz de absorberla. La toxina es resistente a la degradación por la acidez gástrica y las enzimas humanas por igual. Sin embargo, se inactiva en agua clorada después de solo 20 minutos de exposición y en agua dulce después de tres a seis días.

Haz click para twittear

Epidemiología del Botulismo

El síndrome moderno de botulismo ocurre en varias formas, diferenciadas por el modo de adquisición de la toxina botulínica.

Botulismo infantil

El botulismo infantil se produce cuando se ingieren las esporas de C. botulinum, colonizan el tracto gastrointestinal del huésped y liberan la toxina producida in vivo. En los Estados Unidos, se cree que la mayoría de los casos son el resultado de la ingestión de polvo ambiental y del suelo que contiene esporas de C. botulinum. El botulismo infantil se ha asociado clásicamente con la ingestión de miel cruda. Sin embargo, es muy probable que se trate de un reservorio ambiental menor, ya que la educación generalizada del público ha hecho poco para afectar la incidencia del botulismo infantil.

Botulismo alimentario

El botulismo transmitido por los alimentos es causado por la ingestión de alimentos contaminados por la toxina botulínica preformada. Los tipos de toxinas A, B y E se han asociado con esta variante del botulismo. Estos casos son comúnmente reconocidos como pequeños brotes que generalmente involucran alimentos enlatados en el hogar, como frutas, verduras y pescado. Los productos comerciales y restaurantes son ocasionalmente responsables; fuentes de infección comerciales específicas han incluido jugo de zanahoria y salchichas que fueron refrigerados incorrectamente. Los alimentos que han sido retirados del mercado por probable contaminación por C. botulinum pueden buscarse en catálogos de agencias reguladoras de alimentos en los Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea.

Botulismo por Herida

C. botulinum puede infectar heridas y posteriormente producir neurotoxina in vivo. En teoría, el botulismo por herida solo puede asociarse a lesiones por armas punzocortantes, abscesos subcutáneos e infecciones de tejidos blandos, que proporcionan el ambiente anaeróbico requerido para que las esporas germinen y el organismo prospere. En consecuencia, el botulismo por herida se asocia con el uso de drogas inyectables, particularmente con la heroína de “alquitrán negro” y la inyección subcutánea o intramuscular. El botulismo recurrente por herida ha ocurrido en algunos usuarios de drogas inyectables.

Sin embargo, también se han descrito casos que involucran abrasiones, laceraciones, fracturas abiertas, incisiones quirúrgicas e incluso un hematoma cerrado sin un defecto apreciable de la piel. Se reportó un caso de absceso pélvico, parálisis y toxemia debido a C. botulinum después de una apendicectomía laparoscópica. El botulismo por herida también se ha reportado en pacientes que inhalan cocaína. Los pacientes presentaron rinosinusitis, con un paciente del cual se aisló C. botulinum a partir del aspirado sinusal.

Botulismo iatrogénico

Se han reportado en raras ocasiones casos iatrogénicos de botulismo en pacientes que han recibido toxina botulínica para indicaciones cosméticas. Como ejemplo, se describieron cuatro casos de botulismo en pacientes que habían recibido inyecciones de toxina botulínica usando una preparación altamente concentrada sin licencia. Los pacientes pudieron haber recibido dosis de hasta 2857 veces la dosis letal humana estimada por inyección y tuvieron niveles de toxina sérica de 21 a 43 veces la dosis humana letal. Después de la administración de antitoxina sérica equina, todos los pacientes sobrevivieron pero requirieron ventilación mecánica prolongada y rehabilitación física.

Colonización intestinal en adultos

También conocida como toxemia intestinal en adultos o botulismo infeccioso entérico, esta forma ocurre cuando C. botulinum coloniza el tracto gastrointestinal de un adulto y produce toxinas in vivo, similar al botulismo infantil. Los pacientes con esta forma de botulismo tienen esporas en heces o en productos alimenticios ingeridos, pero no se identifica ninguna toxina preformada en ninguna fuente de alimento.

Después de la infancia, el tracto gastrointestinal es resistente a la colonización por C. botulinum, y no se conocen los cambios en la flora intestinal o la defensa de la mucosa necesarios para permitir la colonización observada en esta forma de botulismo. Se cree que la aclorhidria, las enfermedades gastrointestinales o el estado postoperatorio predisponen a la colonización. También se informó un caso en un receptor de trasplante de células hematopoyéticas alogénico durante una hospitalización prolongada.

Botulismo asociado al terrorismo

Las toxinas botulínicas son las toxinas más potentes conocidas hasta el momento, y por tanto, ha habido interés en desarrollarlas como agentes biológicos. La Convención de Armas Biológicas y Toxínicas de 1972 prohibió tanto la investigación como la producción de armas biológicas, aunque se cree que Irán, Iraq, Corea del Norte y Siria tienen suministros de toxina botulínica destinados al terrorismo patrocinado por el estado. A pesar de la potencia de esta toxina, su utilidad como arma en bioterrorismo se ha visto frustrada por complejidades técnicas para concentrar y estabilizar la toxina en aerosol.

El presunto modo de transmisión del botulismo asociado al bioterrorismo sería la inhalación de toxina aerosolizada, aunque la transmisión a través del tracto gastrointestinal también sería un posible modo de ataque. Se estima que la inhalación de toxina botulínica en aerosol daría lugar a una parálisis flácida descendente simétrica aguda con parálisis bulbar importante (diplopía, disartria, disfonía y disfagia) después de 12 a 72 horas.

Así se presenta tu paciente

El botulismo se describe clásicamente como inicio agudo de neuropatía craneal bilateral asociada a debilidad descendente simétrica. Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC) también sugirieron que se consideren las siguientes características clave del síndrome del botulismo:

  • Ausencia de fiebre
  • Déficits neurológicos simétricos
  • Paciente consciente
  • Frecuencia cardíaca y presión arterial normales
  • Sin déficit sensorial, con la excepción de visión borrosa (por afectación de los pares craneales)

En un estudio de 322 casos de botulismo confirmados por laboratorio o epidemiológicamente en los Estados Unidos de 2002 a 2015, el 99% no tenía fiebre, el 98% tenía al menos un síntoma relacionado con un par craneal, el 93% tenía parálisis descendente y el 91% estaba alerta y orientado. La afectación de los pares craneales marca más comúnmente el inicio de la enfermedad sintomática y puede incluir visión borrosa (secundaria a dilatación pupilar fija y parálisis de los pares craneales III, IV y VI), diplopía, nistagmo, ptosis, disfagia, disartria y debilidad facial.

El botulismo se describe clásicamente como inicio agudo de neuropatía craneal bilateral asociada a debilidad descendente simétrica. El paciente no tiene fiebre y está consciente.Haz click para twittear

En una revisión sistemática de 400 adultos con botulismo principalmente transmitido por los alimentos, aproximadamente un tercio de los pacientes con afectación de pares craneales en la presentación tenían uno o dos pares afectados, un tercio tenía tres o cuatro afectados y un tercio tenía cinco o más afectados. Entre los casos pediátricos, los hallazgos más comúnmente reportados son disfagia, disartria y debilidad generalizada. Los déficits neurológicos suelen ser, pero no siempre, bilaterales; parálisis facial unilateral, parálisis extraocular y ptosis se informaron en 15, 12 y 9%, respectivamente, en una serie de casos en los Estados Unidos. La debilidad muscular descendente generalmente progresa hacia el tronco y las extremidades superiores, seguidas de las extremidades inferiores.

La retención urinaria y el estreñimiento son comunes, como resultado de la parálisis del músculo liso. Ocasionalmente, se observan parestesias y debilidad asimétrica de las extremidades. La dificultad respiratoria que requiere intubación y ventilación mecánica es común y es causada por parálisis diafragmática, compromiso de la vía aérea superior o ambos. En la revisión sistemática mencionada anteriormente, aproximadamente el 40% de los pacientes se presentaron en el momento de la hospitalización con compromiso respiratorio (sensación de falta de aire, disnea, dificultad respiratoria o insuficiencia); de entre ellos, solo el 42% tenía evidencia de debilidad en las extremidades en ese momento. 

Los síntomas gastrointestinales inespecíficos también se pueden observar y ocasionalmente son las manifestaciones predominantes. A pesar de la evidencia de afectación neurológica, el análisis del líquido cefalorraquídeo (LCR) y la neuroimagen suelen ser normales.

Botulismo infantil

El botulismo infantil afecta a los bebés de entre 1 semana y 12 meses de edad. La mayoría de los casos ocurren entre los dos y los ocho meses de edad, y la edad promedio de inicio es de tres a cuatro meses. La presentación y gravedad de la enfermedad son variables, muy probablemente debido a variaciones en el tamaño del inóculo bacteriano y en la susceptibilidad del huésped. La presentación inicial puede incluir estreñimiento, seguido de debilidad, dificultad para comer, hipotonía descendente o global, babeo, anorexia, irritabilidad y llanto débil.

Botulismo transmitido por alimentos

El inicio de los síntomas en el botulismo transmitido por los alimentos generalmente comienza dentro de las 12 a 36 horas después de la ingestión de la toxina preformada, pero el período de incubación puede variar de varias horas a dos semanas. Los síntomas prodrómicos a menudo incluyen náuseas, vómitos, dolor abdominal, diarrea y sequedad en la boca con dolor de garganta, antes del desarrollo de neuropatías craneales y debilidad descendente, pero estos síntomas pueden ocurrir en cualquier momento a lo largo de la enfermedad.

La presentación de la enfermedad puede ser bastante variable, desde leves quejas hasta la muerte dentro de las primeras 24 horas del desarrollo de los síntomas. Un pequeño brote de botulismo clínicamente leve resultó de la exposición a dosis bajas de toxina botulínica tipo E de pescado salado casero contaminado. Los cinco pacientes presentaron síntomas gastrointestinales y dos tenían parálisis de pares craneales mínima. En otros casos leves, la afectación de los pares craneales oculares es mínima o la única manifestación de la enfermedad.

Botulismo por herida

La presentación del botulismo por herida difiere solo levemente del transmitido por los alimentos. Esta variante carece de los síntomas gastrointestinales prodrómicos comunes al botulismo transmitido por los alimentos y tiene un período de incubación más prolongado de aproximadamente diez días. El botulismo por herida es el único tipo de botulismo que comúnmente cursa con fiebre y leucocitosis. Un estudio encontró que casi la mitad de los pacientes examinados tenían leucocitosis durante la evolución clínica. La fiebre y la leucocitosis probablemente sean el resultado de una infección bacteriana concurrente de la herida por especies no clostridiales.

Hallazgos electromiográficos

Los hallazgos electromiográficos característicos (EMG) en el botulismo incluyen ondas M de pequeña amplitud, ráfagas cortas de unidades motoras compuestas de bajo voltaje y potenciales de acción excesivos. La estimulación nerviosa repetitiva (RNS) se asocia con un aumento progresivo en la amplitud de la onda M. Por el contrario, la RNS en la miastenia gravis demuestra una disminución progresiva del potencial de acción muscular compuesto. El EMG de fibra única puede ser más útil y sensible para diferenciar el botulismo de la Miastenia gravis.

Tratamiento del botulismo

Cualquier paciente con signos  o síntomas clínicos o antecedentes sospechosos de botulismo debe ser hospitalizado inmediatamente y monitoreado meticulosamente para detectar signos de insuficiencia respiratoria. El enfoque de tratamiento para todos los pacientes con botulismo incluye intubación rápida por insuficiencia respiratoria, administración de antitoxina y cuidados intensivos para los pacientes con parálisis.

Monitoreo

El monitoreo debe incluir oximetría de pulso, espirometría, gasometría arterial y la evaluación clínica de la ventilación, la perfusión y la integridad de la vía aérea superior. La falla respiratoria es la principal causa de muerte en estos pacientes. La intubación inmediata con ventilación mecánica disminuirá drásticamente el riesgo de mortalidad.

La falla respiratoria es la principal causa de muerte en los pacientes con botulismo.Haz click para twittear

La intubación se debe considerar para aquellos pacientes con fracaso de la capacidad respiratoria y aquellos con una capacidad vital inferior al 30% de lo esperado. Los casos de bebés y adultos graves pueden requerir de ventilación mecánica prolongada. El tratamiento de soporte en estos casos también debe incluir alimentación por sonda nasogástrica continua de pequeño volumen (para minimizar el riesgo de aspiración). Cuando hay un íleo grave, es posible que se requiera hiperalimentación parenteral.

Antitoxina Botulínica

La antitoxina es la principal opción terapéutica para el botulismo y debe administrarse tan pronto como sea posible después de realizar el diagnóstico de botulismo. Si la sospecha clínica de botulismo es alta (paciente alerta y afebríl, con inicio agudo de neuropatía craneal bilateral asociada a debilidad descendente simétrica) y los síntomas están progresando, la antitoxina debe administrarse lo antes posible y no debe demorarse mientras se esperan los resultados de los estudios diagnósticos. La antitoxina botulínica se une a las neurotoxinas circulantes y evita su unión a la unión neuromuscular. Debido a que la toxina botulínica no puede revertir la parálisis, es fundamental la administración expédita y temprana en el curso de la enfermedad. La dosificación y la administración dependen de la formulación de la toxina botulínica disponible.

Ante la sospecha clínica de botulismo (paciente alerta y afebríl, con inicio agudo de neuropatía craneal bilateral asociada a debilidad descendente simétrica) y los síntomas están progresando, la antitoxina debe administrarse lo antes posible.Haz click para twittear

Los datos que informan sobre la eficacia de la antitoxina botulínica son limitados pero demuestran un beneficio. En un metanálisis de 61 estudios y series de casos de pacientes con botulismo, la antitoxina se asoció con una reducción de la mortalidad, aunque hubo una heterogeneidad sustancial entre los estudios. Entre los 27 estudios que informaron sobre el tipo de toxina involucrada y el tipo de antitoxina utilizado, los resultados demostraron un beneficio en la mortalidad sin heterogeneidad. Algunos estudios también sugieren que la administración más temprana (p.e. a las primeras 48 a 96 horas de presentación) de antitoxina botulínica se asocia con una mortalidad reducida en comparación con la administración posterior.

Presentaciones de antitoxina botulínica

Existen varias presentaciones disponibles de antitoxina botulínica en todo el mundo. La antitoxina de botulismo heptavalente sérica equina se usa para tratar a niños mayores de un año y adultos, mientras que la inmunoglobulina (ver más adelante) se usa para bebés menores de un año de edad.

La antitoxina de botulismo heptavalente sérica equina se usa para tratar a niños mayores de un año y adultos, mientras que la inmunoglobulina (ver más adelante) se usa para bebés menores de un año de edad.Haz click para twittear

Antitoxina botulínica heptavalente (HBAT)

La antitoxina botulínica sérica equina contiene anticuerpos contra siete de los ocho tipos conocidos de toxina botulínica (de la A a la G). En adultos, se debe administrar un vial por vía intravenosa (IV). Para niños de 1 a 17 años, debe administrarse del 20 al 100% de la dosis para adultos. Para los bebés <1 año de edad, el 10% de la dosis para adultos podría ser apropiado. No parece haber ningún beneficio de dosis adicionales.

Riesgo de anafilaxia

La antitoxina botulínica equina puede causar sensibilización y anafilaxia, con una tasa estimada de anafilaxia del 1 a 2%. En aquellos en riesgo de una reacción aguda de hipersensibilidad (por ejemplo, aquellos con alergias a caballos, asma o alergias estacionales), se pueden realizar pruebas cutáneas antes de la administración. Sin embargo, dado el índice relativamente bajo de anafilaxia, el tratamiento no debe demorarse a realizar la prueba cutánea si la sospecha clínica es alta o en el contexto de un evento de exposición masiva. Al igual que con otras formulaciones de antitoxina, los datos en humanos que informan la eficacia son limitados.

En un estudio de 104 pacientes con botulismo confirmado, que fueron tratados con antitoxina heptavalente, la tasa de mortalidad general fue del 7% ciento. El tratamiento dentro de los dos días del inicio de los síntomas se asoció con estadías hospitalarias y estancia en unidades de cuidados intensivos más cortas y una tendencia no estadísticamente significativa hacia una menor mortalidad.

Uso en casos secundarios a la toxina H

Aunque la antitoxina botulínica heptavalente no contiene anticuerpos contra la toxina H, hay evidencia de que puede ser de utilidad en el botulismo asociado a esta última toxina. Un estudio ha sugerido que la toxina H tiene una estructura de tipo híbrido, con regiones similares a las toxinas A y F. Además, los efectos tóxicos de la toxina H fueron completamente eliminados por las antitoxinas de serotipo A existentes, incluidas las contenidas en la formulación de la antitoxina botulínica heptavalente. La mayoría de los efectos secundarios asociados con la antitoxina botulínica heptavalente no son graves.

En un estudio de 249 pacientes que habían recibido antitoxina heptavalente por botulismo, el 9% tuvo al menos un efecto adverso. Estos incluyen fiebre, escalofríos, erupción cutánea, picazón, agitación y náuseas. Solo un paciente, un niño, tuvo un evento adverso grave: inestabilidad hemodinámica. Debido a que la antitoxina se deriva del suero del caballo, puede producirse anafilaxia y enfermedad del suero. Otras revisiones han informado incidencias del 20% para la enfermedad del suero y del 3% para la anafilaxia.

Inmunoglobulina botulínica

La inmunoglobulina intravenosa para botulismo humano (llamada BIG-IV o BabyBIG) está disponible para uso intravenoso en bebés menores de un año que son diagnosticados con botulismo infantil. BIG-IV debe administrarse tan pronto como sea posible en el curso de la enfermedad.

Botulismo adquirido por los alimentos

En casos de botulismo transmitido por los alimentos, se pueden administrar laxantes, enemas u otros catárticos, siempre que no haya íleo importante. Los antibióticos no se recomiendan en el botulismo infantil o adultos con sospecha de botulismo gastrointestinal; ello debido a que la lisis intraluminal de C. botulinum podría aumentar la cantidad de toxina disponible para su absorción.

Los antibióticos no se recomiendan en el botulismo infantil o de adultos con sospecha de botulismo gastrointestinal; ello debido a que la lisis intraluminal de C. botulinum podría aumentar la cantidad de toxina disponible para su absorción.Haz click para twittear

Botulismo por herida

Los pacientes que presentan botulismo por herida deben someterse a desbridamiento extenso, incluso si la herida parece poco impresionante. Estos pacientes también deberían recibir refuerzos contra el tétanos si han pasado cinco o más años desde su última inmunización. Para el botulismo por herida, se usan antibióticos además del desbridamiento apropiado. En el caso de heridas complicadas, debe buscarse interconsulta de infectología.

os pacientes que presentan botulismo por herida deben someterse a desbridamiento extenso, incluso si la herida parece poco impresionante. En estos casos si se indican antibióticos.Haz click para twittear

Los ensayos clínicos no han probado el tratamiento con antibiótico, pero se han utilizado y recomendado ampliamente para el botulismo por herida después de administrar antitoxina. La penicilina G (3 millones de unidades IV. cada cuatro horas en adultos) proporciona una cobertura eficaz de las especies de clostridios y se utiliza con frecuencia. El metronidazol (500 mg. IV cada ocho horas) es una posible alternativa para los pacientes alérgicos a la penicilina.

Para pacientes con botulismo por herida que tienen leucocitosis, fiebre, absceso o celulitis, se justifica un tratamiento antimicrobiano de amplio espectro debido al riesgo de infección polimicrobiana. Aunque no se usan comúnmente para infecciones de la piel y tejidos blandos, se deben evitar los aminoglucósidos, las tetraciclinas y las polimixinas en pacientes con botulismo conocido o sospechado, ya que se ha informado que inducen bloqueo neuromuscular potenciando los efectos de la toxina. La duración del tratamiento antimicrobiano dependerá de las características de la herida.

Se deben evitar los aminoglucósidos, las tetraciclinas y las polimixinas en pacientes con botulismo conocido o sospechado, ya que se ha informado que inducen bloqueo neuromuscular potenciando los efectos de la toxina.Haz click para twittear

Referencias Bibliográficas

Kerner J. Neue Beobachtungen über die in Würtemburg so häufig vorfallen Vergiftung durch den Genuss gerauchter Wurst. Tübingen, 1820. In: Food Infections and Food Intoxications, Damon SR (Ed), Williams and Wilkins, Baltimore 1928. p.67.

Dowell VR Jr. Botulism and tetanus: selected epidemiologic and microbiologic aspects. Rev Infect Dis 1984; 6 Suppl 1:S202.

Bleck TP. Clostridium botulinum (botulism). In: Principles and Practice of Infectious Diseases, 6th ed, Mandel, GL, Bennett JE, Dolin R (Eds), Churchill Livingstone, Philadelphia 2005. p.2822.

Barash JR, Arnon SS. A novel strain of Clostridium botulinum that produces type B and type H botulinum toxins. J Infect Dis 2014; 209:183.

Dover N, Barash JR, Hill KK, et al. Molecular characterization of a novel botulinum neurotoxin type H gene. J Infect Dis 2014; 209:192.

Aureli P, Fenicia L, Pasolini B, et al. Two cases of type E infant botulism caused by neurotoxigenic Clostridium butyricum in Italy. J Infect Dis 1986; 154:207.

Kumar R, Dhaliwal HP, Kukreja RV, Singh BR. The Botulinum Toxin as a Therapeutic Agent: Molecular Structure and Mechanism of Action in Motor and Sensory Systems. Semin Neurol 2016; 36:10.

Middlebrook JL. Relative lethality of selected toxins. In: Ellenhorn’s Medical Toxicology: Diagnosis and Treatment of Human Poisoning, 2nd ed, Ellenhorn MJ, Schonwald S, Ordog G, et al (Eds), Williams and Wilkins, Baltimore 1997. p.1055.

Mcnally RE, Morrison MB, Berndt JE, et al. Effectiveness of medical defense interventions against predicted battlefield levels of botulinum toxin A, Science Applications International Corp, Joppa 1994.

Wannemacher RW Jr, Dinterman RE, Thompson WL, et al. Treatment for removal of biotoxins from drinking water. Fort Detrick, Frederick, MD: US Army Biomedical Research and Development Laboratory. Technical report 9120.

Sobel J, Tucker N, Sulka A, et al. Foodborne botulism in the United States, 1990-2000. Emerg Infect Dis 2004; 10:1606.

Mazuet C, Ezan E, Volland H, et al. Toxin detection in patients’ sera by mass spectrometry during two outbreaks of type A Botulism in France. J Clin Microbiol 2012; 50:4091.

Centers for Disease Control and Prevention (CDC). Notes from the field: botulism from drinking prison-made illicit alcohol – Arizona, 2012. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2013; 62:88.

McCrickard L, Marlow M, Self JL, et al. Notes from the Field: Botulism Outbreak from Drinking Prison-Made Illicit Alcohol in a Federal Correctional Facility – Mississippi, June 2016. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2017; 65:1491.

Rao AK, Walters M, Hall J, et al. Outbreak of Botulism Due to Illicit Prison-Brewed Alcohol: Public Health Response to a Serious and Recurrent Problem. Clin Infect Dis 2017; 66:S85.

Gao QY, Huang YF, Wu JG, et al. A review of botulism in China. Biomed Environ Sci 1990; 3:326.

Townes JM, Cieslak PR, Hatheway CL, et al. An outbreak of type A botulism associated with a commercial cheese sauce. Ann Intern Med 1996; 125:558.

Centers for Disease Control and Prevention (CDC). Botulism associated with commercial carrot juice–Georgia and Florida, September 2006. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2006; 55:1098.

Sheth AN, Wiersma P, Atrubin D, et al. International outbreak of severe botulism with prolonged toxemia caused by commercial carrot juice. Clin Infect Dis 2008; 47:1245.

Zhang S, Wang Y, Qiu S, et al. Multilocus outbreak of foodborne botulism linked to contaminated sausage in Hebei province, China. Clin Infect Dis 2010; 51:322.

Centers for Disease Control and Prevention (CDC). Notes from the field: Botulism caused by consumption of commercially produced potato soups stored improperly–Ohio and Georgia, 2011. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2011; 60:890.

Juliao PC, Maslanka S, Dykes J, et al. National outbreak of type a foodborne botulism associated with a widely distributed commercially canned hot dog chili sauce. Clin Infect Dis 2013; 56:376.

Burke P, Needham M, Jackson BR, et al. Outbreak of Foodborne Botulism Associated with Improperly Jarred Pesto–Ohio and California, 2014. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2016; 65:175.

Fleck-Derderian S, Shankar M, Rao AK, et al. The Epidemiology of Foodborne Botulism Outbreaks: A Systematic Review. Clin Infect Dis 2017; 66:S73.

Fagan RP, McLaughlin JB, Castrodale LJ, et al. Endemic foodborne botulism among Alaska Native persons–Alaska, 1947-2007. Clin Infect Dis 2011; 52:585.

Austin JW, Leclair D. Botulism in the North: a disease without borders. Clin Infect Dis 2011; 52:593.

Passaro DJ, Werner SB, McGee J, et al. Wound botulism associated with black tar heroin among injecting drug users. JAMA 1998; 279:859.

Yuan J, Inami G, Mohle-Boetani J, Vugia DJ. Recurrent wound botulism among injection drug users in California. Clin Infect Dis 2011; 52:862.

Mechem CC, Walter FG. Wound botulism. Vet Hum Toxicol 1994; 36:233.

Nystrom SC, Wells EV, Pokharna HS, et al. Botulism toxemia following laparoscopic appendectomy. Clin Infect Dis 2012; 54:e32.

Roblot F, Popoff M, Carlier JP, et al. Botulism in patients who inhale cocaine: the first cases in France. Clin Infect Dis 2006; 43:e51.

Chertow DS, Tan ET, Maslanka SE, et al. Botulism in 4 adults following cosmetic injections with an unlicensed, highly concentrated botulinum preparation. JAMA 2006; 296:2476.

Yiannakopoulou E. Serious and long-term adverse events associated with the therapeutic and cosmetic use of botulinum toxin. Pharmacology 2015; 95:65.

Parameswaran L, Rao A, Chastain K, et al. A Case of Adult Intestinal Toxemia Botulism During Prolonged Hospitalization in an Allogeneic Hematopoietic Cell Transplant Recipient. Clin Infect Dis 2017; 66:S99.

Arnon SS, Schechter R, Inglesby TV, et al. Botulinum toxin as a biological weapon: medical and public health management. JAMA 2001; 285:1059.

Enserink M. Biosecurity. As new botulism threat implodes, more questions. Science 2015; 347:934.

Zilinskas RA. Iraq’s biological weapons. The past as future? JAMA 1997; 278:418.

Adalja AA, Toner E, Inglesby TV. Clinical management of potential bioterrorism-related conditions. N Engl J Med 2015; 372:954.

Centers for Disease Control and Prevention. National Botulism Surveillance. https://www.cdc.gov/botulism/surveillance.html (Accessed on February 07, 2018).

Pickett J, Berg B, Chaplin E, Brunstetter-Shafer MA. Syndrome of botulism in infancy: clinical and electrophysiologic study. N Engl J Med 1976; 295:770.

Dodds KL. Worldwide incidence and ecology of infant botulism. In: Clostridium botulinum: Ecology and control in foods, Hauschild AHW, Dodds KL (Eds), Marcel Dekker, New York 1993. Vol 108.

Werner SB, Passaro D, McGee J, et al. Wound botulism in California, 1951-1998: recent epidemic in heroin injectors. Clin Infect Dis 2000; 31:1018.

Rao AK, Lin NH, Jackson KA, et al. Clinical Characteristics and Ancillary Test Results Among Patients With Botulism-United States, 2002-2015. Clin Infect Dis 2017; 66:S4.

Chatham-Stephens K, Fleck-Derderian S, Johnson SD, et al. Clinical Features of Foodborne and Wound Botulism: A Systematic Review of the Literature, 1932-2015. Clin Infect Dis 2017; 66:S11.

Griese SE, Kisselburgh HM, Bartenfeld MT, et al. Pediatric Botulism and Use of Equine Botulinum Antitoxin in Children: A Systematic Review. Clin Infect Dis 2017; 66:S17.

Hughes JM, Blumenthal JR, Merson MH, et al. Clinical features of types A and B food-borne botulism. Ann Intern Med 1981; 95:442.

Sobel J. Botulism. Clin Infect Dis 2005; 41:1167.

Sobel J, Malavet M, John S. Outbreak of clinically mild botulism type E illness from home-salted fish in patients presenting with predominantly gastrointestinal symptoms. Clin Infect Dis 2007; 45:e14.

David WS, Temin ES, Kraeft JJ, Hooper DC. Case records of the Massachusetts General Hospital. Case 3-2015. A 60-year-old woman with abdominal pain, dyspnea, and diplopia. N Engl J Med 2015; 372:364.

Varma JK, Katsitadze G, Moiscrafishvili M, et al. Signs and symptoms predictive of death in patients with foodborne botulism–Republic of Georgia, 1980-2002. Clin Infect Dis 2004; 39:357.

Padua L, Aprile I, Monaco ML, et al. Neurophysiological assessment in the diagnosis of botulism: usefulness of single-fiber EMG. Muscle Nerve 1999; 22:1388.

O’Suilleabhain P, Low PA, Lennon VA. Autonomic dysfunction in the Lambert-Eaton myasthenic syndrome: serologic and clinical correlates. Neurology 1998; 50:88.

Roland EH, Ebelt VJ, Anderson JD, Hill A. Infant botulism: a rare entity in Canada? CMAJ 1986; 135:130.

Rao AK, Lin NH, Griese SE, et al. Clinical Criteria to Trigger Suspicion for Botulism: An Evidence-Based Tool to Facilitate Timely Recognition of Suspected Cases During Sporadic Events and Outbreaks. Clin Infect Dis 2018; 66:S38.

Hodowanec A, Bleck TP. Clostridium botulinum (Botulism). In: Mandell, Douglas, and Bennett’s Principles and Practice of Infectious Diseases, 8th ed, Bennett JE, Dolin R, Blaser MJ (Eds), Elsevier Saunders, Philadelphia 2015. p.2763.

Fagan RP, McLaughlin JB, Middaugh JP. Persistence of botulinum toxin in patients’ serum: Alaska, 1959-2007. J Infect Dis 2009; 199:1029.

Wheeler C, Inami G, Mohle-Boetani J, Vugia D. Sensitivity of mouse bioassay in clinical wound botulism. Clin Infect Dis 2009; 48:1669.

Schreiner MS, Field E, Ruddy R. Infant botulism: a review of 12 years’ experience at the Children’s Hospital of Philadelphia. Pediatrics 1991; 87:159.

O’Horo JC, Harper EP, El Rafei A, et al. Efficacy of Antitoxin Therapy in Treating Patients With Foodborne Botulism: A Systematic Review and Meta-analysis of Cases, 1923-2016. Clin Infect Dis 2017; 66:S43.

Yu PA, Lin NH, Mahon BE, et al. Safety and Improved Clinical Outcomes in Patients Treated With New Equine-Derived Heptavalent Botulinum Antitoxin. Clin Infect Dis 2017; 66:S57.

Centers for Disease Control and Prevention (CDC). Investigational heptavalent botulinum antitoxin (HBAT) to replace licensed botulinum antitoxin AB and investigational botulinum antitoxin E. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2010; 59:299.

BAT, Botulism antitoxin heptavalent (A, B, C, D, E, F, G) – (equine) sterile solution for injection. http://www.fda.gov/downloads/BiologicsBloodVaccines/BloodBloodProducts/ApprovedProducts/LicensedProductsBLAs/FractionatedPlasmaProducts/UCM345147.pdf (Accessed on February 06, 2015).

Schussler E, Sobel J, Hsu J, et al. Workgroup Report by the Joint Task Force Involving American Academy of Allergy, Asthma & Immunology (AAAAI); Food Allergy, Anaphylaxis, Dermatology and Drug Allergy (FADDA) (Adverse Reactions to Foods Committee and Adverse Reactions to Drugs, Biologicals, and Latex Committee); and the Centers for Disease Control and Prevention Botulism Clinical Treatment Guidelines Workgroup-Allergic Reactions to Botulinum Antitoxin: A Systematic Review. Clin Infect Dis 2017; 66:S65.

Maslanka SE, Lúquez C, Dykes JK, et al. A Novel Botulinum Neurotoxin, Previously Reported as Serotype H, Has a Hybrid-Like Structure With Regions of Similarity to the Structures of Serotypes A and F and Is Neutralized With Serotype A Antitoxin. J Infect Dis 2016; 213:379.

Sellin LC. Botulism–an update. Mil Med 1984; 149:12.

FDA news release. FDA approves first botulism antitoxin for use in neutralizing all seven known botulinum nerve toxin serotypes. http://www.fda.gov/NewsEvents/Newsroom/PressAnnouncements/ucm345128.htm (Accessed on March 25, 2013).

American Academy of Pediatrics. Botulism and infant botulism (Clostridium botulinum). In: Red Book: 2015 Report of the Committee on Infectious Diseases, 30th ed, Kimberlin DW, Brady MT, Jackson MA, Long SS (Eds), American Academy of Pediatrics, Elk Grove Village, IL 2015. p.294.

United States Centers for Disease Control and Prevention. Botulism in the United States 1899-1996: Handbook for Epidemiologists, Clinicians & Laboratory Workers, 1998. http://www.cdc.gov/ncidod/dbmd/diseaseinfo/files/botulism.pdf (Accessed on April 12, 2010).

Santos JI, Swensen P, Glasgow LA. Potentiation of Clostridium botulinum toxin aminoglycoside antibiotics: clinical and laboratory observations. Pediatrics 1981; 68:50.

Centers for Disease Control and Prevention. How can botulism be prevented? http://www.cdc.gov/nczved/divisions/dfbmd/diseases/botulism/#prevent (Accessed on February 06, 2015).

Centers for Disease Control and Prevention (CDC). Notice of CDC’s discontinuation of investigational pentavalent (ABCDE) botulinum toxoid vaccine for workers at risk for occupational exposure to botulinum toxins. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2011; 60:1454.

Abrutyn E. Botulism. In: Principles of Internal Medicine, 14th ed, Fauci AS, Isselbacher KJ, Braunwald E (Eds), McGraw-Hill, New York 1998. p.904.

Arnon SS, Schechter R, Maslanka SE, et al. Human botulism immune globulin for the treatment of infant botulism. N Engl J Med 2006; 354:462.

Gottlieb SL, Kretsinger K, Tarkhashvili N, et al. Long-term outcomes of 217 botulism cases in the Republic of Georgia. Clin Infect Dis 2007; 45:174.

El artículo Botulismo: Revisión de la toxina más letal que existe y sus estragos. apareció primero en Sapiens Medicus.


Rabia: Profilaxis en la exposición y diagnóstico y manejo de la infección.

$
0
0

La rabia es una de las infecciones humanas más antiguas y más temidas con la mayor tasa de mortalidad de cualquier enfermedad infecciosa. A pesar del desarrollo de la primera vacuna contra la rabia en 1885 por Louis Pasteur, la Organización Mundial de la Salud estima que en todo el mundo entre 30,000 y 70,000 personas mueren de rabia cada año. La mayoría de estas muertes ocurren en países en vías de desarrollo debido al control inadecuado de la rabia en animales domesticados. 

Actualízate sobre este tema en 26 minutos.

Aunque inicialmente se pensó que un solo virus era responsable de todos los casos de rabia, esta enfermedad parece ser causada por varias especies diferentes de virus neurotrópicos de la familia Rhabdoviridae, género Lyssavirus. Las técnicas genéticas antigénicas y moleculares han demostrado que varios virus dentro de este género causan enfermedades clínicamente similares a la rabia. La secuenciación genética del virus puede ayudar a determinar el vector probable de transmisión, como un murciélago de pelo plateado o un mapache.

El virión de Lyssavirus en forma de bala contiene un genoma de ARN monocatenario que codifica cinco proteínas estructurales. Uno de estos genes codifica para una glicoproteína externa, que es una diana importante para anticuerpos neutralizantes contra el virus. El análisis de la secuencia de nucleótidos del gen que codifica la nucleoproteína interna permite la identificación de las diversas variantes del virus de la rabia y sus hospederos asociados.

Los Lyssavirus tienen predilección por el tejido nervioso y se diseminan a través de los nervios periféricos hacia el sistema nervioso central (SNC). El mecanismo por el cual la rabia causa enfermedad grave del sistema nervioso central no está claro. Estos virus pueden producir disfunción neuronal, como inestabilidad autonómica, en lugar de muerte neuronal. El estrés oxidativo causado por la disfunción de las mitocondrias en las neuronas y otras células del SNC también puede ser una vía que conduzca a las anormalidades observadas en la enfermedad. Los virus se amplifican cerca del sitio de inoculación en las células musculares y posteriormente ingresan a los nervios sensoriales y motores locales. Cada virión está rodeado por una envoltura de lipoproteína cubierta con espículas de glicoproteína.

Después de la inoculación, estas proyecciones de glicoproteína se unen a los receptores de acetilcolina nicotínicos de la membrana plasmática de las células musculares, para luego introducirse a las neuronas. Sin embargo, dado que las neuronas no expresan receptores de acetilcolina, pueden existir otros receptores no identificados para permitir la entrada a las células. Posteriormente migran hacia el SNC en dirección retrógrada dentro del axoplasma de los nervios periféricos a aproximadamente 50 a 100 mm por día hasta alcanzar los ganglios de la raíz dorsal de la médula espinal. Ascienden rápidamente por la médula espinal hasta el cerebro, infectando inicialmente el diencéfalo, el hipocampo y el tallo encefálico.

La diseminación centrífuga del virus a lo largo de los nervios somáticos y autonómicos da como resultado una diseminación generalizada. La replicación vírica y diseminación ocurre en áreas altamente inervadas, como las glándulas salivales. Aunque muchas neuronas están infectadas por el virus, los hallazgos neuropatológicos son bastante sutiles en comparación con los causados ​​por otras etiologías infecciosas de encefalitis, como el virus del herpes simple. Como ejemplo, en la autopsia, los hallazgos incluyen edema cerebral leve y congestión vascular.

Hallazgos microscópicos

Los cambios microscópicos asociados a la infección incluyen recubrimiento perivascular con células mononucleares y activación microglial; y puede verse neuronofagia ocasional (destrucción de células nerviosas por fagocitos). Se pueden observar inclusiones densas, ovoides e intracitoplasmáticas (es decir, cuerpos de Negri) dentro de las neuronas del SNC en áreas desprovistas de inflamación o degeneración.

Cuerpos de Negri
Esta micrografía muestra los cambios histopatológicos asociados a encefalitis de la rabia preparada con una tinción de H&E. Los cuerpos de Negri son inclusiones celulares que se encuentran con mayor frecuencia en las células piramidales del cuerno de Ammon, y las células de Purkinje del cerebelo.

Susceptibilidad del huésped a la infección

La susceptibilidad del paciente a la infección por el virus de la rabia está relacionada con varios factores. Como ejemplo, una mordedura con contaminación salival importante en la piel expuesta de la cara y la cabeza, es más probable que resulte en una infección que una mordida en la ropa donde la saliva puede ser absorbida. Otros factores que pueden aumentar la susceptibilidad del huésped a la infección incluyen:

  • La variante del virus.
  • El tamaño del inóculo viral.
  • El grado de inervación en el sitio de la mordedura.
  • Inmunidad y genética del huésped.

Se cree que todos los mamíferos son susceptibles a la infección por el virus de la rabia, aunque las especies difieren en cuanto a su susceptibilidad relativa. Por ejemplo, los zorros, coyotes, lobos y los chacales son bastante susceptibles, mientras que las zarigüeyas son relativamente resistentes.

La rabia tiene una distribución mundial con pocas excepciones, como la Antártida, Nueva Zelanda, Japón, Suecia, Noruega, España y algunas islas del Caribe. La rabia se encuentra en todo Estados Unidos, excepto en Hawai.

Transmisión de la rabia

La mayoría de las infecciones por el virus de la rabia se adquieren a través de la exposición a la saliva de la mordedura de un animal enfermo. En casos raros, la rabia es el resultado de una exposición sin mordida (p.e. virus aerosolizado en cuevas de murciélagos o en laboratorios que manipulan el virus), o trasplante de tejidos u órganos de un donante con rabia no diagnosticada. No se ha documentado la transmisión de la rabia de pacientes infectados al personal de salud o contactos del hogar, mediante fomites o superficies ambientales.

La mayoría de las infecciones por el virus de la rabia se adquieren a través de la exposición a la saliva de la mordedura de un animal enfermo. Haz click para twittear

Reservorios en animales

En los países en desarrollo, los perros rabiosos representan el 90% o más de los casos notificados de rabia transmitida a los humanos. En los Estados Unidos, la rabia canina fue responsable de la mayoría de las muertes humanas antes de la década de 1950, pero en los años setenta fue eliminada en gran parte como fuente endémica. A fines de la década de 1960, los animales salvajes surgieron como la fuente más probable de exposición humana en los Estados Unidos.

En los países en desarrollo, los perros rabiosos representan el 90% o más de los casos notificados de rabia transmitida a los humanos. Haz click para twittear

La vigilancia epidemiológica de la rabia en los Estados Unidos ha identificado a los cuatro principales reservorios animales: murciélagos, mapaches, zorrillos y zorros. La principal fuente de casos humanos han sido los murciélagos, basado en la caracterización genética de la cepa del virus de la rabia infectante. Aunque los roedores pequeños, como los jerbos, ardillas, conejillos de indias, ratas, ratones y los conejos son susceptibles a la infección, la rabia es poco común en estos animales.

Trasplante de órganos y tejidos

La transmisión del virus de la rabia puede ocurrir a través del trasplante de tejidos u órganos de donantes con rabia no diagnosticada en el momento de la obtención del tejido. Como ejemplo, cuatro pacientes desarrollaron encefalitis después de que recibieron un riñón, un segmento arterial y un hígado de un donante de órganos en común que murió de encefalitis de causa desconocida. La tinción inmunohistoquímica y con anticuerpos de fluorescencia directa demostró el virus de la rabia en múltiples tejidos de todos los receptores.

La transmisión del virus de la rabia puede ocurrir a través del trasplante de tejidos u órganos de donantes con rabia no diagnosticada en el momento de la obtención del tejido. Haz click para twittear

Los hallazgos histopatológicos en el tejido cerebral de los receptores de trasplante demostraron inclusiones virales intracitoplásmicas, sugestivas de cuerpos Negri. Anticuerpos contra el virus de la rabia estuvieron presentes en tres de los cuatro receptores y en el donante, que tenía antecedentes de mordedura de murciélago. La profilaxis previa y posterior a la exposición parece reducir el riesgo de desarrollar infección, como se ilustra en los siguientes casos:

  • En una serie de casos de rabia relacionados con trasplantes de órganos sólidos de un donante infectado, todos los receptores murieron, excepto uno que tenía antecedentes de vacunación contra la rabia. Durante el curso de la investigación, dos pacientes adicionales que recibieron trasplantes de córnea fueron vacunados contra la rabia y se mantuvieron saludables.
  • En 2015, dos pacientes que recibieron un trasplante de riñón de un donante que murió de una enfermedad similar a la rabia desarrollaron signos y síntomas de la rabia 42 y 48 días después del trasplante respectivamente. Por el contrario, dos receptores de córnea que recibieron profilaxis después de la exposición se mantuvieron sanos durante al menos ocho meses.
La profilaxis previa y posterior a la exposición al virus de la rabia parece reducir el riesgo de desarrollar la infección.Haz click para twittear

Periodo de Incubación de la Rabia

El período de incubación promedio de la rabia es de uno a tres meses, pero puede variar de varios días a muchos años después de la exposición. Como ejemplo, en una serie de 32 pacientes con rabia que informaron una mordida de animal, el período medio de incubación fue de 85 días (rango, de 53 a 150 días). En otro caso, la rabia humana se atribuyó a la mordedura por un perro en Brasil ocho años antes; bajo la hipótesis de infección viral latente y/o replicación lenta.

En pacientes trasplantados, el tiempo entre el trasplante de los órganos infectados y los síntomas en el receptor puede variar. En un informe, la encefalitis se desarrolló en cuatro receptores dentro de los 30 días posteriores al trasplante. En otro caso donde la rabia se transmitió de un donante a un receptor de trasplante, el receptor murió de rabia 18 meses después del trasplante.

El período de incubación es más corto en pacientes con una exposición que ocurre en áreas ricamente inervadas (p.e. la cara en comparación con las extremidades). Períodos de incubación más largos también pueden estar relacionados con una profilaxis inadecuada de la rabia o una nueva exposición desconocida.

El período de incubación promedio de la rabia es de uno a tres meses, pero puede variar de varios días a muchos años después de la exposición. En postrasplantados alrededor de 30 días y es más corto si la exposición ocurre en áreas muy inervadas.Haz click para twittear

Una vez que el paciente ha mostrado signos clínicos de la enfermedad, la rabia generalmente conduce a encefalopatía progresiva y muerte, con raras excepciones.

Síntomas prodrómicos

La rabia generalmente no se sospecha durante la fase prodrómica, que comienza con síntomas inespecíficos, como fiebre baja, escalofríos, malestar general, mialgias, debilidad, fatiga, anorexia, dolor de garganta, náuseas, vómitos, cefalea y, ocasionalmente, fotofobia. Esta etapa dura desde unos pocos días hasta aproximadamente una semana. Parestesias que irradian proximalmente desde el sitio de una herida sugieren infección por rabia. El paciente puede describir una variedad de síntomas que incluyen dolor, sensibilidad, hormigueo, picazón, ardor, sensación de temperatura local anormal o entumecimiento en el sitio. Además, el mioedema por percusión (contracción y abultamiento del músculo en el sitio de percusión) puede estar presente durante el pródromo y durante toda la enfermedad.

El mioedema por percusión (contracción y abultamiento del músculo en el sitio de percusión) puede estar presente durante el pródromo de la rabia y durante toda la enfermedad.Haz click para twittear

Rabia clínica

La infección puede evolucionar a dos formas principales de enfermedad: la rabia encefálica y la paralítica, ambas empezando con síntomas prodrómicos inespecíficos como se describió anteriormente. La rabia encefalítica es más común (80% de los casos).
Ocasionalmente, los casos atípicos también se han descrito en asociación con la rabia transmitida por los murciélagos. Las características atípicas incluyen déficits sensoriales o motores, movimientos coreiformes de la extremidad mordida durante la fase prodrómica, signos de focalidad del tallo encefálico, parálisis de los pares craneales, mioclonos y las convulsiones. El curso de la enfermedad se ve influido por la extensión de la mordedura, su proximidad a la cabeza y la cantidad de secreción a la que fue expuesta.

Rabia encefálica

La presentación clásica de la rabia encefálica incluye fiebre, hidrofobia, espasmos faríngeos e hiperactividad que disminuye a parálisis, coma y muerte. Los siguientes síntomas y signos son clásicos de esta variante de la rabia:

Hidrofobia y Aerofobia

La hidrofobia es el dato clínico más característico de la rabia, el cual ocurre en el 33 al 50% de los pacientes. Después de una sensación inicial de incomodidad en la garganta o disfagia, el paciente de repente desarrolla un terror abrumador al agua basado en espasmos musculares involuntarios de la faringe durante los intentos por beber. Más adelante en la enfermedad, incluso el ver o escuchar la mención del agua pueden desencadenar estos espasmos involuntarios.

La hidrofobia es el dato clínico más característico de la rabia, el cual ocurre en el 33 al 50% de los pacientes.Haz click para twittear

La aerofobia también es patognomónica de la rabia, aunque ocurre con menos frecuencia que la hidrofobia (aproximadamente 9% en una serie de casos). Los espasmos faríngeos se desencadenan al sentir una corriente de aire y pueden durar aproximadamente de 5 a 15 segundos. Los espasmos inspiratorios dolorosos del diafragma y los músculos inspiratorios accesorios pueden llevar a aspiración, tos, ahogo, vómitos e hipo; cuando son severos, estos espasmos pueden llevar a asfixia y paro respiratorio.

La presentación clásica de la rabia encefálica incluye fiebre, hidrofobia, espasmos faríngeos e hiperactividad que disminuye a parálisis, coma y muerte.Haz click para twittear

Alteraciones Musculares

Los músculos faciales pueden contraerse y producir una mueca, y el cuello y la espalda pueden hiperextenderse por la espasticidad muscular (opistótonos). Los pacientes pueden presentar disartria, disfagia, diplopía o vértigo. La disfagia se informó en aproximadamente la mitad de los casos en una serie de casos retrospectiva.

Disautonomía

Se observa inestabilidad autonómica en aproximadamente el 25% de los pacientes. Los signos de hiperactividad del sistema nervioso autónomo incluyen hipersalivación, lagrimeo, sudoración, “piel de gallina” y midriasis. Se ha descrito hiperpirexia alternando con hipotermia. La taquicardia y las arritmias cardíacas son frecuentes y pueden estar relacionadas con miocarditis por una lesión viral directa.

Estado Mental

Agitación y combatividad también son frecuentes (aproximadamente el 50% de los pacientes). De forma intermitente, el paciente puede mostrar síntomas de excitación generalizada o hiperexcitabilidad asociada con desorientación, conciencia fluctuante, inquietud, agitación y alucinaciones visuales o auditivas. Los pacientes pueden volverse agresivos y maniáticos, seguido de períodos de calma.

La exploración física es notable por cambios en el estado mental, aumento del tono muscular y reflejos tendinosos con respuestas plantares extensoras y fasciculaciones. La rigidez de nuca puede estar presente. Una vez que el paciente desarrolla coma, generalmente se observa parálisis flácida con arreflexia generalizada. Los pacientes generalmente mueren como resultado del colapso respiratorio y vascular.

Rabia paralítica

Menos del 20% de los pacientes con rabia se presentan con una parálisis ascendente, que puede simular el síndrome de Guillain-Barré. Estos pacientes tienen poca evidencia de compromiso cerebral hasta en etapas avanzadas de la enfermedad. Después de los síntomas prodrómicos descritos anteriormente, el paciente desarrolla una parálisis flácida. La parálisis suele ser más prominente en la extremidad mordida, y luego se extiende de forma simétrica o asimétrica. La exploración física es notable por fasciculaciones; los reflejos plantares y tendinosos profundos se pierden.

Menos del 20% de los pacientes con rabia se presentan con una parálisis ascendente, que puede simular el síndrome de Guillain-Barré. Estos pacientes tienen poca evidencia de compromiso cerebral hasta en etapas avanzadas de la enfermedad.Haz click para twittear

El paciente puede quejarse de cefalea y dolor en los músculos afectados con leve alteración sensorial. En ocasiones se observan rigidez de nuca y parálisis de pares craneales, mientras que la hidrofobia es inusual. A medida que la parálisis asciende, comienza una paraplejía importante con pérdida del tono de esfínteres y posterior parálisis de los músculos de la deglución y la respiración que conduce a la muerte.

Complicaciones

La mayoría de los pacientes con rabia mueren dentro de las dos semanas posteriores al inicio del coma, aunque se han descrito periodos más largos con apoyo de cuidados intensivos. Además, desde el 2004 se han reportado algunos casos de supervivencia después de la rabia clínica. Los pacientes a menudo mueren por complicaciones, como asfixia y paro respiratorio secundario a espasmos musculares o convulsiones generalizadas no controladas en la rabia encefálica; o parálisis respiratoria en la rabia paralítica. Se han reportado arritmias supraventriculares, bloqueo auriculoventricular, bradicardia sinusal y paro sinusal con un segmento ST inespecífico y cambios en la onda T. Se ha encontrado miocarditis en la necropsia con evidencia de invasión viral e infiltración linfocítica.

Estudios de imagen y laboratorio

Los exámenes de laboratorio no son específicos. A menudo se observa leucocitosis. Cuando existen características clínicas sugerentes de meningitis o encefalitis, una punción lumbar puede mostrar pleocitosis linfocítica (media de 60 células/uL). Las proteínas en el LCR están característicamente elevadas, pero típicamente menores a 100 mg/dL, con glucosa normal. Un LCR hemorrágico no se ve característicamente en la rabia.

La tomografía computarizada es generalmente normal en la fase temprana de la enfermedad. En etapas posteriores, se puede ver edema cerebral. La RM puede mostrar áreas de mayor señalización de T2 en el hipocampo, hipotálamo y el tallo encefálico.

La rabia debe considerarse en el diagnóstico diferencial de un paciente que presenta encefalitis progresiva aguda, independientemente del antecedente de mordedura de un animal o exposición conocida. La rabia encefálica debe sospecharse en función de la hidrofobia y la aerofobia.

La rabia debe considerarse ante un paciente que presenta encefalitis progresiva aguda, independientemente del antecedente de mordedura de un animal o exposición conocida. La rabia encefálica debe sospecharse en función de la hidrofobia y la aerofobia.Haz click para twittear

Diagnóstico de laboratorio

El diagnóstico antemortem de la rabia requiere de varias muestras (saliva, piel, suero, LCR) y múltiples modalidades de prueba, ya que la sensibilidad de cualquier prueba individual es limitada. Los títulos de anticuerpos en suero, por ejemplo, pueden no ser positivos hasta más tarde en el curso de la enfermedad, si es que lo hacen. Sin embargo, la sensibilidad de una combinación de pruebas se aproxima al 100%, dependiendo de la calidad de la muestra, el momento de la recolección y la experiencia en el diagnóstico. 

La precisión de las pruebas de varias muestras biológicas en el diagnóstico de la rabia se evaluó en un estudio longitudinal prospectivo de 51 pacientes con encefalitis en Madagascar, Camboya y Francia. Un total de 425 muestras (incluyendo saliva, orina, suero y biopsias de piel) se obtuvieron durante la hospitalización aguda o post mortem. Las pruebas de reacción en cadena de la polimerasa (PCR) de biopsias de piel se asociaron con alta sensibilidad y especificidad (98 y 98.3%, respectivamente), seguidas de saliva (63.2 y 70.2%, respectivamente). La sensibilidad de las muestras de saliva mejoró al 100% cuando se obtuvieron al menos tres muestras. La sensibilidad general de las muestras de orina y suero fue pobre.

PCR de biopsias de piel se asociaron con alta sensibilidad y especificidad (98 y 98.3%, respectivamente), seguidas de saliva (63.2 y 70.2%, respectivamente) en el diagnóstico de rabia.Haz click para twittear

La interpretación de los títulos de anticuerpos contra la rabia dependerá de la muestra específica y el antecedente de vacunación. Por ejemplo, los anticuerpos séricos contra el virus de la rabia pueden no estar presentes hasta varios días después del inicio de los signos clínicos y pueden aparecer aún más tarde en el LCR. Si no se ha administrado una vacuna o inmunoglobulina antirrábica, la presencia de anticuerpos contra el virus de la rabia en suero es diagnóstico de infección. Un paciente que ha sido vacunado tendrá anticuerpos contra la rabia en el suero. Por tanto, en el paciente vacunado, se debe obtener una segunda muestra unos días después para ver si los títulos de anticuerpos están aumentando, lo que sería indicativo de infección. Sin embargo, el anticuerpo contra el virus en una muestra de LCR, independientemente de los antecedentes de vacunación, sugiere infección. El análisis del LCR no distingue a la rabia de otras encefalitis.

Anticuerpos contra el virus de la rabia en una muestra de LCR, independientemente de los antecedentes de vacunación, sugiere infección.Haz click para twittear

Diagnóstico post mortem

Las pruebas post mortem implican examinar el tallo del encéfalo y otros tejidos neurales directamente, utilizando tinción de inmunofluorescencia para antígenos virales. La inflamación mononuclear con abundantes antígenos del virus de la rabia puede verse distribuida de manera difusa. Los cuerpos de Negri, inclusiones citoplásmicas eosinofílicas neuronales, son patognomónicas de la rabia, pero no están presentes en todos los casos.

Los cuerpos de Negri, inclusiones citoplásmáticas eosinofílicas neuronales, son patognomónicas de la rabia, pero no están presentes en todos los casos.Haz click para twittear

Diagnósticos diferenciales

La fase prodrómica inespecífica se puede confundir con una multitud de trastornos infecciosos, como una enfermedad viral inespecífica, mononucleosis, bacteriemia o meningitis. El diagnóstico diferencial dependerá en gran medida de si el paciente desarrolla rabia encefálica o paralítica. En pacientes con síntomas y signos de encefalitis, deben descartarse otras infecciones más comunes (p.e. virus del herpes simple, virus del Nilo occidental) y otros trastornos no infecciosos (p.e. Vasculitis del sistema nervioso central, encefalopatía tóxica o metabólica).

Una serie de casos que comparó pacientes con rabia confirmada con pacientes que tenían otras formas de encefalitis encontró que los casos de rabia se distinguieron por la presencia de hidrofobia, aerofobia, disfagia y dolor localizado, debilidad o parestesias. Otras causas de rigidez muscular que se pueden observar con la rabia incluyen el tétanos, la distonía por fenotiazina y la intoxicación por estricnina. Aunque los pacientes con delirium tremens pueden mostrar agitación, experimentar alucinaciones y presentar temblores, no presentan hidrofobia o aerofobia.

La rabia paralítica puede confundirse con el síndrome de Guillain-Barré, la poliomielitis, el virus del Nilo occidental y la mielitis transversa aguda. Los pacientes con poliomielitis no tienen alteraciones sensoriales y la fiebre generalmente no persiste con el inicio de la parálisis. También se deben considerar otras polineuropatías agudas, trastornos de la unión neuromuscular y procesos que afectan a la médula espinal.

Aunque la rabia suele prevenirse después de la exposición con profilaxis antirrábica (p.e. limpieza de heridas y administración de vacuna contra la rabia e inmunoglobulina), la necesidad de profilaxis no siempre se identifica de manera oportuna y puede no estar disponible en algunas áreas. Además, la rabia humana puede presentarse sin el antecedente (consciente) de exposición a la mordedura de un animal, generalmente por mordedura de un murciélago.

Enfoques de Tratamiento

En pacientes con rabia confirmada o sospechada, las opciones de tratamiento incluyen un enfoque paliativo o uno agresivo. Ello se ve influido por múltiples factores de los pacientes con rabia, incluidos el pronóstico y los riesgos del tratamiento. En general, se sigue un enfoque paliativo en pacientes con pocas probabilidades de sobrevivir o que no acepten la supervivencia con graves secuelas neurológicas. Los factores asociados a un pronóstico precario incluyen adultos mayores, comórbidos, enfermedad avanzada, falta de vacunación contra la rabia, infección causada por el virus de la rabia canina y pruebas de diagnóstico positivas para el antígeno/ARN del virus de la rabia y negativas para los anticuerpos contra la rabia.

La consideración de un enfoque agresivo sería razonable para pacientes que tienen una mayor probabilidad de supervivencia y que aceptarían graves secuelas neurológicas. Los factores que pueden asociarse con un curso de enfermedad más favorable incluyen pacientes jóvenes, ausencia de comórbidos, una o más dosis de vacuna contra la rabia antes del inicio de los síntomas o signos, manifestaciones clínicas consistentes con enfermedad temprana, infección causada por el virus de la rabia del murciélago y pruebas de diagnóstico que son negativas para el antígeno/ARN del virus de la rabia y positivas para los anticuerpos contra la rabia.

Enfoque paliativo

Una vez que se ha tomado la decisión de adoptar un enfoque paliativo para el cuidado de un paciente con rabia, se debe hacer hincapié en el cuidado de la comodidad en un hospital con el uso liberal de sedantes y analgésicos para aliviar el sufrimiento. Una habitación privada y tranquila es altamente deseable. Las benzodiazepinas, como el diazepam, son útiles para la sedación y la relajación muscular y pueden administrarse por vía intravenosa, intramuscular o por vía rectal. Lorazepam y midazolam son buenas alternativas, y ambas se pueden administrar por vía intravenosa o subcutánea. El haloperidol, que puede administrarse por vía subcutánea o intramuscular, puede usarse para una variedad de manifestaciones clínicas, incluyendo ansiedad, agitación, hiperexcitabilidad, delirio, alucinaciones y agresión.

Para la analgesia, la morfina puede administrarse por vía intravenosa o subcutánea. Las secreciones salivales excesivas se pueden tratar con anticolinérgicos, incluidos escopolamina y glicopirrolato. La sensación de sed se puede aliviar con trozos de hielo en la boca. La fiebre puede tratarse con medios físicos y antipiréticos, que incluyen acetaminofén y/o ibuprofeno. Si bien se prefieren los cuidados paliativos en un hospital, en algunas comunidades, puede ser importante que el paciente sea dado de alta del hospital y regrese a su hogar en busca de privacidad, para reducir los costos hospitalarios y/o que se realicen eventos religiosos antes de la muerte.

Enfoque Agresivo

En raras ocasiones, los pacientes con rabia han sobrevivido después de cuidados intensivos. Un enfoque de tratamiento agresivo implica una combinación de cuidados de soporte y el uso no aprobado de tratamientos actualmente disponibles, los cuales, aunque no han sido probados, pueden tener beneficios basados ​​en la comprensión actual de la enfermedad. Una mejor comprensión de los mecanismos básicos que subyacen a la patogénesis de la rabia puede proporcionar ideas para el desarrollo futuro de nuevos tratamientos.

Medidas de Soporte en la UCI

Las medidas de soporte en una unidad de cuidados intensivos es esencial para un enfoque agresivo. Existen muchas complicaciones potenciales de la rabia, particularmente cardíacas y respiratorias, que pueden abordarse mejor con un equipo de especialistas con amplia experiencia. Es muy probable que las medidas de soporte en unidades de cuidados intensivos sea el factor más importante para todos los sobrevivientes de la rabia hasta la fecha.

Terapias de combinación

No hay datos que respalden un enfoque específico del tratamiento para pacientes con rabia. Sin embargo, de forma similar al abordaje terapéutico del cáncer, la infección por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) y la infección crónica por el virus de la hepatitis C, el uso de una combinación de tratamientos puede tener la mayor probabilidad de éxito en el tratamiento de la rabia. Esto implica combinar tratamientos en diferentes categorías terapéuticas (por ejemplo, inmunoterapia, terapia antiviral y terapia neuroprotectora) como se describe a continuación.

Inmunoterapia

La inmunoterapia con la vacuna contra la rabia o la inmunoglobulina es controvertida. Es razonable administrar la vacuna contra la rabia si el paciente no ha recibido un ciclo completo de profilaxis posterior a la exposición. La disminución de la viremia en la rabia se asocia con el desarrollo de una respuesta inmune, y un sello distintivo importante de esta respuesta es la presencia de anticuerpos neutralizantes contra el virus de la rabia en el suero y el líquido cefalorraquídeo. Sin embargo, se desconoce si es prudente administrar la vacuna a un paciente con rabia. Las vacunas antirrábicas inactivadas no provocan una respuesta citotóxica de las células T y, por tanto, su valor en la reducción de la viremia puede ser limitado. No existen vacunas de rabia atenuadas en vivo aprobadas para su uso en humanos.

Inmunoglobulina antirrábica humana (HRIG)

La HRIG no se administra de manera rutinaria a pacientes con rabia porque las inmunoglobulinas no cruzan la barrera hematoencefálica intacta y, por tanto, se desconoce en qué medida facilitarían la eliminación del virus. Sin embargo, el uso de la HRIG junto con una estrategia para mejorar la entrada de fármacos al sistema nervioso central (SNC) (p.e. osmóticos u ondas de ultrasonido) puede ser beneficioso. La eficacia y la seguridad de la administración intratecal de la HRIG son desconocidas.

Tratamiento antiviral

Un enfoque de tratamiento agresivo incluye el uso de uno o más agentes antivirales con el objetivo de reducir la diseminación viral a las células no infectadas. La terapia antiviral se usa a pesar de la falta de evidencia sobre la eficacia de cualquier fármaco disponible. Como no hay datos que recomienden un fármaco sobre el otro, el enfoque del tratamiento se basa exclusivamente en la experiencia y a menudo se ve influido por la toxicidad que el médico y el paciente (o la familia del paciente) están dispuestos a tolerar. 

Se han usado tres agentes (interferón-alfa, ribavirina y amantadina) en el tratamiento de adultos con rabia. Estos agentes se han asociado con complicaciones neuropsiquiátricas, hematológicas, gastrointestinales y/o autoinmunes. Un cuarto medicamento, el favipiravir, ha demostrado eficacia en estudios con animales, pero no está aprobado para uso humano en la mayoría de los países.

Si se usa interferón-alfa, debe administrarse por vía intratecal (al menos 300,000 unidades internacionales/día) a través de administración lumbar o una infusión intraventricular (con un reservorio de Ommaya). La penetración del SNC puede ser limitada en la administración intravenosa o intramuscular. Dado que hay incertidumbre sobre la penetración de ribavirina en el SNC, si se usa, también se debe administrar por vía intratecal o con un agente que aumente la penetración del SNC, si es posible.

Terapia neuroprotectora

Las terapias neuroprotectoras producen beneficios duraderos al influir favorablemente en la etiología o patogénesis subyacente y prevenir la aparición de la enfermedad o el deterioro clínico. El desarrollo de terapias neuroprotectoras para trastornos neurológicos agudos se encuentra en su infancia a pesar de muchos estudios de investigación publicados. No se conocen agentes neuroprotectores efectivos para su uso en la rabia. No se conocen agentes neuroprotectores efectivos para su uso en la rabia.

Sin embargo, la hipotermia terapéutica (inducida) del cerebro (control de temperatura específica), administrada ya sea con un casco de enfriamiento o refrigeración intranasal, podría considerarse como un tratamiento adyuvante potencial para la rabia; ello a fin de ralentizar la progresión de la enfermedad, reducir la lesión neuronal y proporcionar tiempo para el desarrollo de una respuesta inmune.

La hipotermia cerebral es la única terapia neuroprotectora efectiva demostrada para la lesión cerebral aguda en un paro cardíaco y se utiliza en la práctica clínica para esta indicación, aunque algunas pruebas sugieren que se deben realizar más estudios para confirmar la eficacia.

Tratamientos a evitar

Los tratamientos con corticosteroides, la minociclina, el coma terapéutico y la profilaxis del vasoespasmo cerebral no se deben utilizar para el tratamiento de la rabia.

Los tratamientos con corticosteroides, la minociclina, el coma terapéutico y la profilaxis del vasoespasmo cerebral no se deben utilizar para el tratamiento de la rabia.Haz click para twittear

No hay casos documentados de transmisión del virus de la rabia de un paciente a un profesional de la salud. Sin embargo, dado el riesgo teórico, las personas que cuidan a un paciente con rabia deben hacer uso de estrategias para reducir el riesgo de transmisión. Las secreciones orales son especialmente preocupantes debido a la posibilidad de que puedan contener virus infeccioso de la rabia y dar lugar a la transmisión.

Control de la infección

Las medidas para el control de infección deben ser practicadas por todos los visitantes y los trabajadores de la salud que atienden a pacientes con sospecha o confirmación de rabia. Las diferentes instituciones pueden variar en su enfoque, pero como mínimo, los miembros de la familia y los trabajadores de la salud deben utilizar medidas estándar consistentes al cuidar a un paciente con rabia para minimizar la necesidad de una profilaxis posterior a la exposición. Como ejemplo, los trabajadores de la salud deben usar batas, cubrebocas, guantes y protección para los ojos y la cara cuando exista el riesgo de aerosoles y salpicaduras (por ejemplo, intubación y succión).

Profilaxis posterior a la exposición

La exposición cutánea, percutánea o de la mucosa a los fluidos corporales del paciente (incluidas las secreciones salivales) o los tejidos justifican el inicio de profilaxis antirrábica posterior a la exposición (limpieza de heridas y administración de vacuna antirrábica e inmunoglobulina). Tales exposiciones típicamente ocurren antes de que se considere el diagnóstico de rabia en el paciente.

Referencias Bibliográficas

Fauquet CM, Mayo MA, Maniloff J, et al. Virus Taxonomy. Eighth report of the international committee on the nomenclature of viruses, Elsevier Academic Press, Inc., San Diego 2005.

Kuzmin IV, Hughes GJ, Botvinkin AD, et al. Phylogenetic relationships of Irkut and West Caucasian bat viruses within the Lyssavirus genus and suggested quantitative criteria based on the N gene sequence for lyssavirus genotype definition. Virus Res 2005; 111:28.

Hankins DG, Rosekrans JA. Overview, prevention, and treatment of rabies. Mayo Clin Proc 2004; 79:671.

Jackson AC. Diabolical effects of rabies encephalitis. J Neurovirol 2016; 22:8.

Murphy FA, Bauer SP. Early street rabies virus infection in striated muscle and later progression to the central nervous system. Intervirology 1974; 3:256.

Lentz TL, Burrage TG, Smith AL, et al. Is the acetylcholine receptor a rabies virus receptor? Science 1982; 215:182.

Warrell MJ, Warrell DA. Rabies and other lyssavirus diseases. Lancet 2004; 363:959.

Hemachudha T, Laothamatas J, Rupprecht CE. Human rabies: a disease of complex neuropathogenetic mechanisms and diagnostic challenges. Lancet Neurol 2002; 1:101.

Wilson JM, Hettiarachchi J, Wijesuriya LM. Presenting features and diagnosis of rabies. Lancet 1975; 2:1139.

Fishbein DB, Robinson LE. Rabies. N Engl J Med 1993; 329:1632.

Jackson AC. Recovery from rabies. N Engl J Med 2005; 352:2549.

Bleck TP, Rupprecht CE. Rhabdoviruses. In: Principles and Practice of Infectious Diseases, Sixth Ed, Mandell GL, Bennett JE, Dolin R (Eds), Churchill Livingstone, Philadelphia 2005. p.2047.

World Health Organization. WHO expert consultation on rabies. WHO Tech Rep Ser 2005; Abstract 931, pg. 88.

Human rabies prevention–United States, 1999. Recommendations of the Advisory Committee on Immunization Practices (ACIP). MMWR Recomm Rep 1999; 48:1.

Knobel DL, Cleaveland S, Coleman PG, et al. Re-evaluating the burden of rabies in Africa and Asia. Bull World Health Organ 2005; 83:360.

Noah DL, Drenzek CL, Smith JS, et al. Epidemiology of human rabies in the United States, 1980 to 1996. Ann Intern Med 1998; 128:922.

Krebs JW, Noll HR, Rupprecht CE, Childs JE. Rabies surveillance in the United States during 2001. J Am Vet Med Assoc 2002; 221:1690.

Krebs JW, Mandel EJ, Swerdlow DL, Rupprecht CE. Rabies surveillance in the United States during 2004. J Am Vet Med Assoc 2005; 227:1912.

Winkler WG, Fashinell TR, Leffingwell L, et al. Airborne rabies transmission in a laboratory worker. JAMA 1973; 226:1219.

Centers for Disease Control and Prevention. Rabies in a laboratory worker—New York. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 1977; 26:183.

Davis AD, Rudd RJ, Bowen RA. Effects of aerosolized rabies virus exposure on bats and mice. J Infect Dis 2007; 195:1144.

Maier T, Schwarting A, Mauer D, et al. Management and outcomes after multiple corneal and solid organ transplantations from a donor infected with rabies virus. Clin Infect Dis 2010; 50:1112.

Helmick CG, Tauxe RV, Vernon AA. Is there a risk to contacts of patients with rabies? Rev Infect Dis 1987; 9:511.

Murphy TV, Slade BA, Broder KR, et al. Prevention of pertussis, tetanus, and diphtheria among pregnant and postpartum women and their infants recommendations of the Advisory Committee on Immunization Practices (ACIP). MMWR Recomm Rep 2008; 57:1.

Blanton JD, Hanlon CA, Rupprecht CE. Rabies surveillance in the United States during 2006. J Am Vet Med Assoc 2007; 231:540.

Feder HM Jr, Petersen BW, Robertson KL, Rupprecht CE. Rabies: still a uniformly fatal disease? Historical occurrence, epidemiological trends, and paradigm shifts. Curr Infect Dis Rep 2012; 14:408.

Messenger SL, Smith JS, Rupprecht CE. Emerging epidemiology of bat-associated cryptic cases of rabies in humans in the United States. Clin Infect Dis 2002; 35:738.

Halpin K, Hyatt AD, Plowright RK, et al. Emerging viruses: coming in on a wrinkled wing and a prayer. Clin Infect Dis 2007; 44:711.

Centers for Disease Control and Prevention (CDC). Human rabies–Indiana and California, 2006. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2007; 56:361.

Srinivasan A, Burton EC, Kuehnert MJ, et al. Transmission of rabies virus from an organ donor to four transplant recipients. N Engl J Med 2005; 352:1103.

Vora NM, Basavaraju SV, Feldman KA, et al. Raccoon rabies virus variant transmission through solid organ transplantation. JAMA 2013; 310:398.

Houff SA, Burton RC, Wilson RW, et al. Human-to-human transmission of rabies virus by corneal transplant. N Engl J Med 1979; 300:603.

Javadi MA, Fayaz A, Mirdehghan SA, Ainollahi B. Transmission of rabies by corneal graft. Cornea 1996; 15:431.

Zhou H, Zhu W, Zeng J, et al. Probable Rabies Virus Transmission through Organ Transplantation, China, 2015. Emerg Infect Dis 2016; 22:1348.

Rupprecht CE, Hanlon CA, Hemachudha T. Rabies re-examined. Lancet Infect Dis 2002; 2:327.

Boland TA, McGuone D, Jindal J, et al. Phylogenetic and epidemiologic evidence of multiyear incubation in human rabies. Ann Neurol 2014; 75:155.

Hemachudha T, Ugolini G, Wacharapluesadee S, et al. Human rabies: neuropathogenesis, diagnosis, and management. Lancet Neurol 2013; 12:498.

Smith JS, Fishbein DB, Rupprecht CE, Clark K. Unexplained rabies in three immigrants in the United States. A virologic investigation. N Engl J Med 1991; 324:205.

Hattwick MA. Reactions to rabies. N Engl J Med 1972; 287:1204.

Centers for Disease Control and Prevention (CDC). Imported human rabies in a U.S. Army soldier – New York, 2011. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2012; 61:302.

Transactions of the Royal Society of Tropical Medicine and Hygiene Vol 70 No 3. 1976 (Accessed on March 16, 2012).

Hemachudha T, Phanthumchinda K, Phanuphak P, Manutsathit S. Myoedema as a clinical sign in paralytic rabies. Lancet 1987; 1:1210.

Centers for Disease Control and Prevention (CDC). Recovery of a patient from clinical rabies–Wisconsin, 2004. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2004; 53:1171.

Metze K, Feiden W. Rabies virus ribonucleoprotein in the heart. N Engl J Med 1991; 324:1814.

Rubin RH, Sullivan L, Summers R, et al. A case of human rabies in Kansas: epidemiologic, clinical, and laboratory considerations. J Infect Dis 1970; 122:318.

Burton EC, Burns DK, Opatowsky MJ, et al. Rabies encephalomyelitis: clinical, neuroradiological, and pathological findings in 4 transplant recipients. Arch Neurol 2005; 62:873.

Venkatesan A, Tunkel AR, Bloch KC, et al. Case definitions, diagnostic algorithms, and priorities in encephalitis: consensus statement of the international encephalitis consortium. Clin Infect Dis 2013; 57:1114.

Anderson LJ, Nicholson KG, Tauxe RV, Winkler WG. Human rabies in the United States, 1960 to 1979: epidemiology, diagnosis, and prevention. Ann Intern Med 1984; 100:728.

Dacheux L, Reynes JM, Buchy P, et al. A reliable diagnosis of human rabies based on analysis of skin biopsy specimens. Clin Infect Dis 2008; 47:1410.

Hampson K, Coudeville L, Lembo T, et al. Estimating the global burden of endemic canine rabies. PLoS Negl Trop Dis 2015; 9:e0003709.

Hattwick MA, Weis TT, Stechschulte CJ, et al. Recovery from rabies. A case report. Ann Intern Med 1972; 76:931.

Porras C, Barboza JJ, Fuenzalida E, et al. Recovery from rabies in man. Ann Intern Med 1976; 85:44.

CDC. Rabies in a laboratory worker–New York. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 1977; 26:183.

Tillotson JR, Axelrod D, Lyman DO. Follow-up on rabies – New York. MMWR 1977; 26:249.

Galvez S, Basque M, Contreras L, et al. Survivor of rabies encephalitis in Chile. Platform presentation at the XXIVth International Meeting on Research Advances and Rabies Control in the Americas in Toronto, Ontario, Canada on October 27, 2013.

Madhusudana SN, Nagaraj D, Uday M, et al. Partial recovery from rabies in a six-year-old girl. Int J Infect Dis 2002; 6:85.

M N, V U, Rs M, et al. Unique clinical and imaging findings in a first ever documented PCR positive rabies survival patient: A case report. J Clin Virol 2015; 70:83.

Weyer J, Msimang-Dermaux V, Paweska JT, et al. A case of human survival of rabies, South Africa. South African Journal of Infectious Diseases 2016; 31:66.

de Souza A, Madhusudana SN. Survival from rabies encephalitis. J Neurol Sci 2014; 339:8.

Karahocagil MK, Akdeniz H, Aylan O, et al. Complete recovery from clinical rabies: case report. Turkiye Klinikleri J Med Sci 2013; 33:547.

Alvarez L, Fajardo R, Lopez E, et al. Partial recovery from rabies in a nine-year-old boy. Pediatr Infect Dis J 1994; 13:1154.

Thakur BS. 2nd rabies survivor in country at P’kula hospital. Hindustan Times 2014.

Hu WT, Willoughby RE Jr, Dhonau H, Mack KJ. Long-term follow-up after treatment of rabies by induction of coma. N Engl J Med 2007; 357:945.

Ministerio da Saude in Brazil. Rabies, human survival, bat – Brazil: (Pernambuco). ProMED-mail 2008; 20081114.3599.

Karande S, Muranjan M, Mani RS, et al. Atypical rabies encephalitis in a six-year-old boy: clinical, radiological, and laboratory findings. Int J Infect Dis 2015; 36:1.

Kumar KV, Ahmad FM, Dutta V. Pituitary cachexia after rabies encephalitis. Neurol India 2015; 63:255.

Manoj S, Mukherjee A, Johri S, Kumar KV. Recovery from rabies, a universally fatal disease. Mil Med Res 2016; 3:21.

Willoughby RE Jr, Tieves KS, Hoffman GM, et al. Survival after treatment of rabies with induction of coma. N Engl J Med 2005; 352:2508.

Centers for Disease Control and Prevention (CDC). Presumptive abortive human rabies – Texas, 2009. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2010; 59:185.

Wiedeman J, Plant J, Glaser C, et al. Recovery of a patient from clinical rabies – California, 2011. MMWR 2012; 61:61.

Rawat AK, Rao SK. Survival of a rabies patient. Indian Pediatr 2011; 48:574.

Apanga PA, Awoonor-Williams JK, Acheampong M, Adam MA. A Presumptive Case of Human Rabies: A Rare Survived Case in Rural Ghana. Front Public Health 2016; 4:256.

Marsden SC, Cabanban CR. Rabies: A significant palliative care issue. Prog Palliat Care 2006; 14:62.

Thomas T, Barclay S. Continuous subcutaneous infusion in palliative care: a review of current practice. Int J Palliat Nurs 2015; 21:60, 62.

Tarantola A, Crabol Y, Mahendra BJ, et al. Caring for patients with rabies in developing countries – the neglected importance of palliative care. Trop Med Int Health 2016; 21:564.

Jackson AC, Warrell MJ, Rupprecht CE, et al. Management of rabies in humans. Clin Infect Dis 2003; 36:60.

Hattwick MA. Human rabies. Public Health Rev 1974; 3:229.

Jackson AC. Human disease. In: Rabies: Scientific Basis of the Disease and its Management, 3, Jackson AC (Ed), Elsevier Academic Press, Oxford 2013. p.269.

Jackson AC. Therapy of human rabies. In: Rabies: Scientific Basis of the Disease and its Management, 3, Jackson AC (Ed), Elsevier Academic Press, Oxford 2013. p.573.

Lafon M. Immunology. In: Rabies: Scientific Basis of the Disease and its Management, 3, Jackson AC (Ed), Elsevier Academic Press, Oxford 2013. p.387.

Roy A, Phares TW, Koprowski H, Hooper DC. Failure to open the blood-brain barrier and deliver immune effectors to central nervous system tissues leads to the lethal outcome of silver-haired bat rabies virus infection. J Virol 2007; 81:1110.

Appolinario CM, Jackson AC. Antiviral therapy for human rabies. Antivir Ther 2015; 20:1.

Patel MM, Patel BM. Crossing the Blood-Brain Barrier: Recent Advances in Drug Delivery to the Brain. CNS Drugs 2017; 31:109.

Merigan TC, Baer GM, Winkler WG, et al. Human leukocyte interferon administration to patients with symptomatic and suspected rabies. Ann Neurol 1984; 16:82.

Warrell MJ, White NJ, Looareesuwan S, et al. Failure of interferon alfa and tribavirin in rabies encephalitis. BMJ 1989; 299:830.

Bussereau F, Picard M, Blancou J, Sureau P. Treatment of rabies in mice and foxes with antiviral compounds. Acta Virol 1988; 32:33.

Appolinario CM, Prehaud C, Allendorf SD, et al. Ribavirin has an in vitro antiviral effect in rabies virus infected neuronal cells but fails to provide benefit in experimental rabies in mice. J Virol Antivir Res 2013; 2.

Centers for Disease Control (CDC). Human rabies–Texas. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 1984; 33:469.

Kureishi A, Xu LZ, Wu H, Stiver HG. Rabies in China: recommendations for control. Bull World Health Organ 1992; 70:443.

Powers CN, Peavy DL, Knight V. Selective inhibition of functional lymphocyte subpopulations by ribavirin. Antimicrob Agents Chemother 1982; 22:108.

Bussereau F, Chermann JC, De Clercq E, Hannoun C. Search for compounds which have an inhibitory effect on rhabdovirus multiplication in vitro. Ann Inst Pasteur Virol 1983; 134E:127.

Superti F, Seganti L, Panà A, Orsi N. Effect of amantadine on rhabdovirus infection. Drugs Exp Clin Res 1985; 11:69.

Zeiler FA, Jackson AC. Critical Appraisal of the Milwaukee Protocol for Rabies: This Failed Approach Should Be Abandoned. Can J Neurol Sci 2016; 43:44.

Furuta Y, Takahashi K, Shiraki K, et al. T-705 (favipiravir) and related compounds: Novel broad-spectrum inhibitors of RNA viral infections. Antiviral Res 2009; 82:95.

Yamada K, Noguchi K, Komeno T, et al. Efficacy of Favipiravir (T-705) in Rabies Postexposure Prophylaxis. J Infect Dis 2016; 213:1253.

Shoulson I. Experimental therapeutics of neurodegenerative disorders: unmet needs. Science 1998; 282:1072.

Hypothermia after Cardiac Arrest Study Group. Mild therapeutic hypothermia to improve the neurologic outcome after cardiac arrest. N Engl J Med 2002; 346:549.

Bernard SA, Gray TW, Buist MD, et al. Treatment of comatose survivors of out-of-hospital cardiac arrest with induced hypothermia. N Engl J Med 2002; 346:557.

Little NE, Feldman EL. Therapeutic hypothermia after cardiac arrest without return of consciousness: skating on thin ice. JAMA Neurol 2014; 71:823.

Lockhart BP, Tsiang H, Ceccaldi PE, Guillemer S. Ketamine-mediated inhibition of rabies virus infection in vitro and in rat brain. Antivir Chem Chemother 1991; 2:9.

Weli SC, Scott CA, Ward CA, Jackson AC. Rabies virus infection of primary neuronal cultures and adult mice: failure to demonstrate evidence of excitotoxicity. J Virol 2006; 80:10270.

Sutherland BA, Minnerup J, Balami JS, et al. Neuroprotection for ischaemic stroke: translation from the bench to the bedside. Int J Stroke 2012; 7:407.

Ikonomidou C, Turski L. Why did NMDA receptor antagonists fail clinical trials for stroke and traumatic brain injury? Lancet Neurol 2002; 1:383.

Jackson AC. Current and future approaches to the therapy of human rabies. Antiviral Res 2013; 99:61.

Jackson AC, Fu ZF. Pathogenesis. In: Rabies: Scientific Basis of the Disease and its Management, 3, Jackson AC (Ed), Elsevier Academic Press, Oxford 2013. p.299.

Enright JB, Franti CE, Frye FL, Behymer DE. The effects of corticosteroids on rabies in mice. Can J Microbiol 1970; 16:667.

Jackson AC, Scott CA, Owen J, et al. Therapy with minocycline aggravates experimental rabies in mice. J Virol 2007; 81:6248.

Jackson AC. Is minocycline useful for therapy of acute viral encephalitis? Antiviral Res 2012; 95:242.

Willoughby RE, Roy-Burman A, Martin KW, et al. Generalised cranial artery spasm in human rabies. In: Towards the Elimination of Rabies in Eurasia, Dodet B, Fooks AR, Müller T, Tordo N (Eds), Basel, Kager 2008. p.367.

Rossiter JP, Jackson AC. Pathology. In: Rabies: Scientific Basis of the Disease and its Management, 3, Jackson AC (Ed), Elsevier Academic Press, Oxford 2013. p.351.

Diringer MN, Bleck TP, Claude Hemphill J 3rd, et al. Critical care management of patients following aneurysmal subarachnoid hemorrhage: recommendations from the Neurocritical Care Society’s Multidisciplinary Consensus Conference. Neurocrit Care 2011; 15:211.

Bartanusz V, Jezova D, Alajajian B, Digicaylioglu M. The blood-spinal cord barrier: morphology and clinical implications. Ann Neurol 2011; 70:194.

Bentivoglio M, Kristensson K. Tryps and trips: cell trafficking across the 100-year-old blood-brain barrier. Trends Neurosci 2014; 37:325.

Solomon T, Marston D, Mallewa M, et al. Paralytic rabies after a two week holiday in India. BMJ 2005; 331:501.

Weber DJ, Rutala WA. Risks and prevention of nosocomial transmission of rare zoonotic diseases. Clin Infect Dis 2001; 32:446.

Gongal G, Mudhusudana SM, Sudarshan MK, et al.. What is the risk of rabies transmission from patients. Asian Biomedicine 2012; 6:937.

World Health Organization expert consultation on rabies.

Centers for Disease Control and Prevention. 2007 guideline for isolation precautions: preventing transmission of infectious agents in healthcare settings. 

El artículo Rabia: Profilaxis en la exposición y diagnóstico y manejo de la infección. apareció primero en Sapiens Medicus.

Gonorrea: Revisión del diagnóstico y tratamiento acorde a alta resistencia.

$
0
0

La infección por Neisseria gonorrhoeae es un problema mundial. La gonorrea sintomática produce uretritis en los hombres y cervicitis en las mujeres. La gonorrea no tratada puede provocar epididimitis en los hombres y enfermedad inflamatoria pélvica en las mujeres, lo que puede ocasionar graves secuelas como infertilidad, embarazo ectópico y dolor pélvico crónico. Con poca frecuencia, las infecciones gonocócicas pueden volverse invasivas, dando lugar a infecciones gonocócicas diseminadas, que pueden dar como resultado un síndrome de artritis-dermatitis gonocócica, artritis supurativa, endocarditis o meningitis. Revisamos a continuación las claves del diagnóstico y tratamiento acorde a la alta resistencia actual de este patógeno de transmisión sexual.

Actualízate sobre este tema en 24 minutos.

En 2008, la incidencia mundial estimada de N. gonorrhoeae por la OMS fue de 106 millones de casos, lo que representó un aumento del 21% con respecto a la estimación del 2005. Neisseria gonorrhoeae o gonococo es un coco gramnegativo aerobio que tiende a agruparse en pares o diplococos con apariencia de “grano de café”. Está recubierto de pili o fimbrias que le confieren su gran capacidad de adhesión a las células epiteliales. El humano se considera el único hospedero de esta bacteria.

La gonorrea en los hombres que tienen sexo con hombres (HSM) es responsable de una proporción cada vez mayor de todos los casos de gonorrea en varias ciudades importantes. Este aumento en la incidencia de la gonorrea es consistente con el aumento del número de HSH que participan en comportamientos sexuales de alto riesgo. El aumento en los casos reportados de gonorrea de 2009 a 2012 y de 2014 a 2016 es atribuible, en gran parte, a las mayores tasas de gonorrea entre hombres.

La gonorrea en los hombres que tienen sexo con hombres (HSM) es responsable de una proporción cada vez mayor de todos los casos de gonorrea en varias ciudades importantes.Haz click para twittear

Factores de riesgo y VIH

Los factores de riesgo para la gonorrea incluyen una nueva pareja sexual reciente, múltiples parejas sexuales, estar soltero, ser joven, pertenecer a minorías étnicas, tener bajo nivel educativo y socioeconómico, abuso de sustancias tóxicas y antecedentes de gonorrea previa. N. gonorrhoeae tiene una importante relación epidemiológica con el VIH. Por un lado, la adquisición de infección gonocócica implica un comportamiento sexual arriesgado que a su vez es un factor de riesgo para la infección por VIH. Por el otro, la presencia de infección gonocócica parece facilitar tanto la transmisión como la adquisición del VIH, y viceversa, la presencia de infección por VIH se asocia a una mayor tasa de infección por N. gonorrhoeae.

N. gonorrhoeae tiene una importante relación epidemiológica con el VIH. La infección gonocócica parece facilitar tanto la transmisión como la adquisición del VIH.Haz click para twittear

Los mecanismos moleculares que contribuyen a una mayor transmisión del VIH pueden incluir la activación de células T CD4 infectadas con VIH, por N. gonorrhoeae, lo que resulta en una mayor expresión del VIH y viremia.

Resistencia antimicrobiana

Con el tiempo, N. gonorrhoeae ha desarrollado concentraciones mínimas inhibitorias crecientes (es decir, reducción en su susceptibilidad) seguidas de una resistencia franca a las clases de antimicrobianos más comúnmente utilizadas para el tratamiento, reduciendo así progresivamente las opciones terapéuticas disponibles. Una tendencia especialmente alarmante en la resistencia a antibióticos de N. gonorrhoeae ha sido la disminución progresiva de su susceptibilidad a las cefalosporinas y en especial la identificación de resistencia importante a la ceftriaxona, indicativo de una gonorrea intratable en un futuro cercano. 

Los individuos con infección crónica de N. gonorrhoeae juegan un papel importante en el mantenimiento de la transmisión gonocócica dentro de las comunidades y en el desarrollo y la diseminación de la gonorrea resistente a los antibióticos. Los HSH parecen tener una mayor tasa de infección gonocócica con cepas resistentes que los hombres que tienen relaciones sexuales exclusivamente con mujeres (HSM).

Los individuos con infección crónica de N. gonorrhoeae juegan un papel importante en el mantenimiento de la transmisión gonocócica dentro de las comunidades y en el desarrollo y la diseminación de la gonorrea resistente a los antibióticos.Haz click para twittear

N. gonorrhoeae es un patógeno estrictamente humano sin reservorio animal o ambiental conocido. Su éxito como patógeno humano es el resultado combinado de varios factores. Por un lado, una impresionante gama de factores de virulencia que permiten a esta bacteria aferrarse y adaptarse a los tractos genitales masculinos y femeninos dispares y embriológicamente distintos. Por el otro, una habilidad camaleónica para someterse a una variación, tanto antigénica como de fase, de las estructuras superficiales sumamente frecuente y que conduce a la variación clonal y la capacidad de vencer al sistema inmune. Cuando la infección gonocócica no se identifica o se trata, puede volverse crónica, y la reinfección es común. La infección gonocócica abarca cuatro etapas específicas:

  1. Fijación a la superficie de la célula de la mucosa
  2. Penetración local o invasión
  3. Proliferación local
  4. Respuesta inflamatoria local o diseminación sistémica

La unión inicial de los gonococos a la superficie de las células epiteliales está mediada por pilis tipo IV, que son apéndices largos, similares a pelos, que irradian desde la superficie bacteriana. Los pilis pueden extendersen o retraerse; la retracción permite una conexión cercana con las células anfitrionas. Además de la unión a la célula huésped, los pilis gonocócicos también juegan un papel en la agregación bacteriana, la transformación del ADN, la motilidad y la protección contra los neutrófilos. PilE es la subunidad proteica más abundante implicada en la biogénesis de pilina; la eliminación del gen pilE da como resultado un fenotipo no pillado.

Los estudios de provocación en humanos sugieren que los pili son importantes para la infección y que los anticuerpos anti-pilina pueden bloquear la unión. Sin embargo, los pili gonocócicos están sujetos a una variación antigénica de alta frecuencia como resultado de recombinación de ADN entre pilE y varios genes de pilina silenciosos y antigénicamente distintos (pilS).

Diseminación de la enfermedad

Típicamente, N. gonorrhoeae causa infecciones urogenitales localizadas; sin embargo, en casos raros, pueden ocurrir infecciones diseminadas. Las cepas gonocócicas se clasifican como sensibles o resistentes al suero, en función de su sensibilidad a la destrucción por el suero humano a través de la activación del complemento y la deposición de los componentes terminales del complemento en la superficie bacteriana. La diseminación puede ocurrir cuando las cepas son resistentes al suero.

En los hombres, la gonorrea se manifiesta como uretritis, la cual cursa con disuria y secreción uretral blanquecina de predominio matutino. El cuadro comienza dos a cinco días posterior a la exposición. En las mujeres suele presentarse como uretritis, con síndrome miccional y urocultivo negativo, o como una cervicitis no complicada. Que, en caso de complicarse, puede generar una endometritis, salpingitis, enfermedad inflamatoria pélvica, absceso anexial, o incluso una peritonitis generalizada o perihepática; ésta última conocida como el síndrome de Fitz-Hugh-Curtis.

Clínica en mujeres

La infección genital, en particular la cervical, es la infección más común asociada a N. gonorrhoeae y pueden ascender y afectar a los órganos reproductivos, causando enfermedad inflamatoria pélvica y/o complicaciones del embarazo.

Cervicitis

El cuello uterino es el sitio más común de infección en la mucosa por N. gonorrhoeae en mujeres. La mayoría de las mujeres (hasta 70%) con infección gonocócica cervical están asintomáticas. Por tanto, el período de incubación de la gonorrea está menos caracterizado en las mujeres que en los hombres. Cuando están presentes, los síntomas genitales se desarrollan dentro de los 10 días de la exposición en la mayoría de las casos. La infección sintomática generalmente se manifiesta como prurito vaginal y/o secreción mucopurulenta.

La cervicitis por gonorrea es asintomática en 70% de los casos. En mujeres sintomáticas se presenta como prurito vaginal y descarga mucopurulenta.Haz click para twittear

Algunas mujeres pueden quejarse de metro- y o menorragia. El dolor es atípico en ausencia de infección del tracto genital superior. El dolor abdominal y la dispareunia son indicativos de afectación del tracto genital superior. A la exploración, el cuello uterino puede parecer normal o mostrar secreción franca. La mucosa cervical a menudo es friable. Es importante destacar que estos síntomas y signos de infección cervical gonocócica, cuando están presentes, son indistinguibles de los observados en la cervicitis aguda por otras causas.

Uretritis

N. gonorrhoeae se puede aislar de la uretra hasta en el 90% de las mujeres con cervicitis gonocócica, aunque la infección uretral es poco frecuente si no hay infección concomitante del cuello uterino. Además, entre las mujeres que se han sometido a una histerectomía, la uretra es el sitio principal de la infección gonocócica genital. Al igual que con la cervicitis gonocócica, la afectación uretral suele ser asintomática. El síntoma principal, cuando está presente, es disuria. Lo cual puede acompañarse de polaquiuria.

N. gonorrhoeae se puede aislar de la uretra hasta en el 90% de las mujeres con cervicitis gonocócica, aunque la infección uretral es poco frecuente si no hay infección concomitante del cuello uterino.Haz click para twittear

Enfermedad inflamatoria pélvica

La enfermedad inflamatoria pélvica (EIP) ocurre en aproximadamente 10 a 20% de las mujeres con gonorrea cervical, y se estima que N. gonorrhoeae es el organismo causante en 40% de los casos de enfermedad inflamatoria pélvica. Dada la alta incidencia de infección gonocócica asintomática en mujeres, la EIP puede ser el cuadro de presentación. Los síntomas de EIP incluyen dolor pélvico/abdominal, sangrado vaginal anormal y dispareunia.

A menudo, estos síntomas ocurren con el inicio de la menstruación. Las mujeres con EIP por gonorrea pueden parecer más gravemente enfermas y es más probable que tengan fiebre que las mujeres con salpingitis no gonocócica, pero el grado de inflamación y cicatrización de las trompas parece ser similar. En ausencia de síntomas fulminantes, puede haber cicatrización e inflamación importantes debido a la EIP. Los signos durante la exploración incluyen hipersensibilidad abdominal y uterina, así como dolor a la movilización anexial o cervical; sin embargo, estos datos no distinguen entre etiologías gonocócicas y no gonocócicas.

Perihepatitis (síndrome de Fitz-Hugh-Curtis)

La perihepatitis es la inflamación de la cápsula de Glisson que rodea el hígado y puede estar asociada a la EIP. Su asociación con la infección gonocócica se describió por primera vez en 1934, y ahora se sabe que está más comúnmente asociada a la infección por Chlamydia trachomatis. La incidencia exacta de este síndrome en el contexto de la EIP asociada a N. gonorrhoeae no está del todo clara. En un estudio de 117 adolescentes con EIP leve a moderada, se informó perihepatitis en un 4%.

Cuando se asocia a enfermedad de transmisión sexual, se observa casi exclusivamente en mujeres. Algunos casos en hombres han sido reportados. Los síntomas y signos incluyen dolor agudo pleurítico localizado en el cuadrante superior derecho, que puede estar acompañado de náuseas, vómitos y fiebre. Se puede escuchar un roce a lo largo del margen costal anterior derecho. Las pruebas de función hepática con frecuencia son normales o solo levemente elevadas.

Bartolinitis

La afectación sintomática de las glándulas de Bartholin, localizadas detrás de los labios vaginales, puede ocurrir en hasta 6% de las mujeres con infección gonocócica genital, mientras que la afectación asintomática de las glándulas puede ocurrir en hasta un tercio. Los síntomas, cuando están presentes, incluyen dolor y secreción perilabial, y los signos pueden incluir edema de los labios y agrandamiento y sensibilidad de la glándula. C. trachomatis, así como otros patógenos no transmitidos sexualmente también pueden causar este síndrome.

Complicaciones del embarazo

Las infecciones gonocócicas urogenitales se han asociado a corioamnionitis, ruptura prematura de membranas, parto prematuro, bajo peso al nacer o niños pequeños para la edad gestacional, así como abortos espontáneos en mujeres embarazadas. El riesgo de estas complicaciones en el contexto de la infección gonocócica es aproximadamente de dos a cinco veces mayor que en los controles no infectados. Además, la transmisión de N. gonorrhoeae de una madre infectada no tratada a su bebé puede ocurrir en 30 a 50% de los casos. Los bebés nacidos de madres infectadas pueden tener conjuntivitis neonatal (“ophthalmia neonatorum”), faringitis, artritis y gonococcemia.

la transmisión de N. gonorrhoeae de una madre infectada no tratada a su bebé puede ocurrir en 30 a 50% de los casos. Los bebés nacidos de madres infectadas pueden tener conjuntivitis neonatal ('ophthalmia neonatorum'), faringitis, artritis y gonococcemia.Haz click para twittear

Clínica en hombres

Las infecciones gonocócicas urogenitales sintomáticas en los hombres incluyen uretritis y epididimitis.

Uretritis

N. gonorrhoeae es una causa común de uretritis, particularmente en áreas urbanas. Hasta el 60% de los hombres infectados pueden estar asintomáticos o tener síntomas muy leves. En los hombres sintomáticos el período de incubación de N. gonorrhoeae es de dos a cinco días; aunque un estudio de 228 hombres con una fecha de infección conocida encontró un período de incubación promedio de ocho días. Otros estudios han estimado que los síntomas de la uretritis se desarrollan en el 75% de los hombres dentro de los cuatro a ocho días de la infección genital por N. gonorrhoeae y en el 80 a 90% en dos semanas.

Hasta un 60% de los hombres infectados por N. gonorrhoeae pueden estar asintomáticos. El periodo de incubación en hombres sintomáticos es de dos a 5 días.Haz click para twittear

Los hombres con uretritis gonocócica pueden presentar cualquier combinación de síntomas. En un estudio que informó sobre 1615 episodios de uretritis gonocócica, la descarga estuvo presente en el 82% de los casos y la disuria en el 53%. La secreción a menudo se presenta de forma espontánea en el meato uretral, de color purulento o mucopurulento, y copiosa. Las complicaciones raras de la uretritis gonocócica pueden incluir linfangitis peneana, edema, abscesos periuretrales y estenosis uretrales postinflamatorias (esta última complicación es especialmente rara hoy en día).

La uretritis se define por la presencia de síntomas característicos o hallazgos de laboratorio. Tales hallazgos incluyen ≥2 leucocitos por campo en secreciones uretrales o la presencia de esterasa leucocitaria y/o ≥10 leucocitos en el examen microscópico de la primera orina de la mañana.

Epididimitis

La epididimitis unilateral aguda puede ser una complicación de la infección gonocócica, aunque es más común debido a la infección por C. trachomatis, especialmente en pacientes menores de 35 años. Las infecciones gonocócicas y por clamidias combinadas del epidídimo son más frecuentes que las infecciones epididimarias causadas únicamente por N. gonorrhoeae.

El dolor testicular unilateral y edema pueden ser los únicos datos en hombres con epididimitis y uretritis concomitante y que a menudo se descubren durante el interrogatorio y la exploración física. Está justificado realizar evaluaciones adicionales para distinguir una causa infecciosa de la epididimitis de otras etiologías de dolor testicular agudo (p.e. torsión, trauma, etc.).

Infección extragenital y diseminada

La infección por gonococo también puede ocasionar infección anorrectal o faringitis, a menudo asintomáticas. Posterior a la infección genital, la gonorrea se puede diseminar, en especial en pacientes con deficiencia del complejo de ataque a la membrana. La infección diseminada se presenta como cuadro febril, tenosinovitis y poliartralgias, acompañada de lesiones cutáneas papulo-pustulosas o hemorrágicas sobre las articulaciones y en las que no es posible aislar al gonococo.

Posterior a la bacteriemia le sigue una fase tardía que se manifiesta como artritis supurativa, característicamente monoarticular en rodilla, tobillo o muñeca. En raras ocasiones, la infección diseminada por gonococo puede generar endocarditis, osteomielitis o meningitisAdemás, N. gonorrhoeae puede causar una conjuntivitis agresiva en adultos y adolescentes que se puede transmitir a través del contacto no sexual.

Proctitis

En los hombres, las infecciones anorrectales gonocócicas generalmente ocurren entre hombres que tienen sexo con hombres (HSH) y que participan en el coito anal receptivo; son poco comunes en hombres heterosexuales. La gonorrea anorrectal puede ser el único sitio de infección en hasta 40% de los HSH. Estas observaciones son particularmente preocupantes porque la proctitis gonocócica en los HSH se asocia con un aumento de aproximadamente tres veces del riesgo de infección por VIH.

La proctitis gonocócica en los hombres que tienen sexo con hombres se asocia con un aumento de aproximadamente tres veces del riesgo de infección por VIH.Haz click para twittear

En las mujeres, N. gonorrhoeae puede transmitirse al canal anal a través de una infección genital debido a la proximidad de la vagina, incluso en ausencia de relaciones anales receptivas. La prevalencia de la infección puede ser alta en mujeres que refieren relaciones anales receptivas. En la revisión de estudios que evalúan la infección gonocócica extragenital, la prevalencia de infección rectal en las mujeres varió del 0,6 al 36% (mediana del 2%)Aunque el coito anal se asocia con la infección gonocócica rectal, a menudo se detecta en ausencia de tales comportamientos. 

Tanto en hombres como en mujeres, la mayoría de los casos de infección gonocócica anorrectal son asintomáticos. Los síntomas y signos de proctitis, cuando están presentes, incluyen tenesmo, dolor anorrectal, plenitud rectal, estreñimiento, hemorragia anorrectal y secreción mucopurulenta. La proctitis gonocócica no se puede distinguir de otras causas infecciosas de proctitis tan solo por los síntomas.

Faringitis

La infección gonocócica de la faringe generalmente se adquiere por exposición sexual oral; se adquiere más eficientemente por felación que por cunnilingus. En una revisión de estudios que evaluaron infecciones gonocócicas extragenitales, la prevalencia de infecciones faríngeas varió según la población, y la infección a menudo se detectó en ausencia de conductas de riesgo (p.e. relaciones orales receptivas):

  • Entre las mujeres: del 0 al 30% (mediana del 2%)
  • Entre los HSH: 0.5 a 17% (mediana 5%)
  • Entre hombres que tienen relaciones sexuales con mujeres: 0.4 a 15.5% (mediana 2%)

La mayoría de las infecciones orofaríngeas por N. gonorrhoeae son asintomáticas, aunque en algunos casos puede presentarse dolor de garganta, exudados faríngeos y/o linfadenitis cervical. En un estudio de 192 hombres y mujeres que buscaban atención médica para el dolor de garganta en un entorno de primer nivel, el 1% en general tuvo un cultivo faríngeo positivo para N. gonorrhoeae. Aunque las concentraciones bacterianas en la faringe son generalmente más bajas que en el recto y los genitales, se cree que la faringe es el sitio donde se produce comúnmente la transferencia horizontal de genes de resistencia a los antimicrobianos gonocócicos.

Infección gonocócica diseminada

Se cree que la diseminación bacteriémica de N. gonorrhoeae desde el sitio inicial de infección ocurre en 0.5 a 3% de los pacientes infectados. Los factores del huésped y los microbianos pueden ser responsables de la diseminación. La mayoría de las cepas de gonorrea que se diseminan no causan uretritis, pero la infección en el sitio de la mucosa generalmente precede a los casos de infección gonocócica diseminada. La diseminación a menudo conduce a uno de dos síndromes clínicos: artritis purulenta o una tríada de tenosinovitis, dermatitis y poliartralgias. Otras manifestaciones de infección bacteriana diseminada, como endocarditis, meningitis y osteomielitis, son raras.

Conjuntivitis

La conjuntivitis gonocócica afecta principalmente a los bebés nacidos de madres no tratadas. En adultos y adolescentes, los casos esporádicos pueden ocurrir como resultado de la autoinoculación de una fuente anogenital. También se han descrito brotes de conjuntivitis gonocócica. En dichos entornos, se ha informado de la transmisión a través de contacto persona a persona no sexual, fomites o vectores (moscas).

La conjuntivitis gonocócica varía desde infecciones sintomáticas leves hasta infecciones agresivas caracterizadas por inyección conjuntival, secreción purulenta y edema periorbitario que, si no se trata, puede progresar a ulceración y perforación corneales y ceguera. La infectividad cesa unas horas después de la terapia antibiótica apropiada; como tal, el aislamiento de las personas infectadas puede suspenderse 24 horas después del tratamiento.

Los síndromes clínicos asociados con N. gonorrhoeae generalmente se diagnostican mediante la historia clínica y la exploración física; sin embargo se requiere un diagnóstico microbiológico debido a la falta de sensibilidad y especificidad del diagnóstico clínico. En general, la amplificación de ácidos nucleicos (NAAT) es la prueba de elección para el diagnóstico microbiológico inicial de la infección por N. gonorrhoeae, aunque el cultivo sigue siendo una herramienta de diagnóstico importante cuando se sospecha resistencia a los antibióticos.

La amplificación de ácidos nucleicos (NAAT) es la prueba de elección para el diagnóstico microbiológico inicial de la infección por N. gonorrhoeae.Haz click para twittear

Si la NAAT no está disponible, se puede usar microscopía (para hombres), cultivo, detección de antígeno y métodos de sonda genética con hisopos endocervicales o uretrales para diagnosticar la gonorrea urogenital. Cuando no hay pruebas de diagnóstico específicas disponibles, el diagnóstico de gonorrea sigue siendo presuntivo cuando los síntomas y signos de los síndromes clínicos asociados con la gonorrea están presentes en pacientes jóvenes o sexualmente activos.

Las personas sexualmente activas que no tienen una relación mutuamente monógama a largo plazo también deben someterse a exámenes de detección de gonorrea en la mucosa genital y extragenital, incluso si son asintomáticos si residen en un lugar donde se diagnostica rutinariamente N. gonorrhoeae. Varios sitios de la mucosa pueden albergar infección sin causar síntomas y, por tanto, representan una fuente constante de infección en la comunidad.

Evaluación inicial

En muchos casos, el tratamiento de la infección urogenital por N. gonorrhoeae es empírico e iniciado antes de los resultados de la NAAT u otras pruebas de diagnóstico. Sin embargo, establecer un diagnóstico microbiológico es importante para un manejo posterior (por ejemplo, determinar la necesidad de repetir la prueba) y el tratamiento de la pareja. En general, cuando se realiza una prueba de diagnóstico para N. gonorrhoeae, también se deben realizar pruebas de detección para C. trachomatis.

Hombres con síntomas urogenitales

Cualquier hombre sexualmente activo que presente signos y síntomas de uretritis o epididimitis u otros síntomas urogenitales compatibles con gonorrea deben someterse a pruebas de diagnóstico para N. gonorrhoeae. NAAT de la primera orina de la mañana es la prueba de diagnóstico de elección. Para la muestra de la primera orina de la mañana, se deben recolectar aproximadamente 20 a 30 ml del chorro urinario inicial sin una limpieza previa de las áreas genitales.

Un hisopo uretral también es una muestra aceptable para NAAT. Si se ha tomado la muestra mediante un hisopo uretral para evaluar microscópicamente la uretritis en un hombre sintomático, la presencia de leucocitos polimorfonucleares con diplococos gramnegativos intracelulares en la tinción de Gram de la muestra uretral es suficiente para establecer el diagnóstico de infección por N. gonorrhoeae. En tales casos, ya no se requiere de NAAT para N. gonorrhoeae. La microscopía de una muestra uretral también se puede usar para el diagnóstico si NAAT no está disponible. De lo contrario, los métodos de cultivo, detección de antígeno y sonda genética se pueden usar con hisopos uretrales para diagnosticar la gonorrea urogenital.

Además, debido a la prevalencia significativa de infecciones extragenitales en HSH y la frecuencia de infecciones asintomáticas, los HSH con antecedentes de sexo anal u oral sin protección, que no están en una relación mutuamente monógama a largo plazo, deben someterse a exámenes de detección de gonorrea oral y rectal, incluso en ausencia de síntomas en estos sitios. Las pruebas se pueden realizar con NAAT de hisopos faríngeos y rectales.

Mujeres con síntomas urogenitales

Cualquier mujer sexualmente activa que presente signos y síntomas de cervicitis o enfermedad inflamatoria pélvica u otros síntomas urogenitales compatibles con gonorrea deben someterse a pruebas de diagnóstico para N. gonorrhoeae. La NAAT de un hisopo vaginal es la prueba de diagnóstico de elección. Un hisopo endocervical es una muestra alternativa igualmente apropiada para NAAT si se está realizando una colposcopia.

El medio del frotis de Papanicolaou o una muestra de orina también son aceptables para NAAT. Si los métodos de NAAT no están disponibles, el cultivo, la detección de antígeno y la sonda genética se pueden usar a partir de hisopos endocervicales para diagnosticar la gonorrea urogenital.

Pacientes con síntomas extragenitales

Las personas sexualmente activas con síntomas y signos de proctitis, incluso en ausencia de exposición sexual anal, deben someterse a pruebas de diagnóstico para N. gonorrhoeae. Para los pacientes que presentan síntomas de faringitis, el antecedente de sexo oral sin protección es indicativo de prueba para N. gonorrhoeae. La NAAT de un hisopo rectal o faríngeo, que puede ser recolectado por el mismo paciente, es la prueba de diagnóstico de elección para estos sitios.

Cabe mencionar que en raras ocasiones pueden aparecer falsos positivos debido a especies de Neisseria no gonocócicas en estos sitios, por lo que una prueba positiva debe interpretarse cuidadosamente si la probabilidad de gonorrea previa a test es baja. Si NAAT no está disponible o no está validado para muestras extragenitales en el laboratorio clínico, se puede realizar cultivo a partir de torundas faríngeas y rectales. Para los pacientes con sospecha de conjuntivitis gonocócica por exposición o síntomas, el diagnóstico microbiológico se realiza mediante tinción de Gram y cultivo de secreción conjuntival.

Pacientes asintomáticos

Debido a que una gran cantidad de infecciones gonocócicas son asintomáticas, se debe ofrecer un examen de rutina con NAAT a pacientes sexualmente activos con alto riesgo de infección y complicaciones por gonorrea que se presentan por otros motivos. Estos incluyen:

  • Hombres y mujeres infectados con VIH
  • Mujeres sexualmente activas <25 años
  • Individuos con nuevas o muchas parejas sexuales
  • Hombres que tienen sexo con hombres (HSH)
  • Personas sexualmente activas que viven en áreas de alta prevalencia de N. gonorrhoeae
  • Personas con antecedentes de otras infecciones de transmisión sexual
  • Mujeres ≤ 35 años y hombres ≤ 30 años que ingresan a las instituciones correccionales

Las pruebas diagnósticas de gonorrea urogenital en pacientes asintomáticos generalmente son las mismas que para los pacientes sintomáticos (es decir, NAAT de la primera orina de la mañana para hombres e hisopo vaginal para mujeres). La tinción de Gram uretral también puede usarse en hombres, aunque es menos sensible en ausencia de síntomas. Por tanto, si la tinción de Gram es negativa en un hombre asintomático, también se debe realizar NAAT si se sospecha gonorrea debido a factores de riesgo. Además, debido a la prevalencia importante de infecciones extragenitales en HSH y la frecuencia de infecciones asintomáticas, la gonorrea orofaríngea y rectal es prácticamente segura en HSH. Las pruebas se pueden realizar con NAAT de hisopos faríngeos y rectales recolectados por el paciente.

Exposición reciente

En pacientes que se presentan dentro de una a dos semanas posterior a una probable exposición a la gonorrea, las pruebas de diagnóstico no se deben utilizar para la toma de decisión sobre el tratamiento. Dichos pacientes deben ser tratados de manera empírica. Sin embargo, debido a que establecer un diagnóstico microbiológico es importante por otros motivos, las pruebas diagnósticas de N. gonorrhoeae (y otras ETS) deben realizarse en el lugar de exposición, como en los pacientes sintomáticos.

Síntomas persistentes

Es posible el fracaso primario del tratamiento en pacientes con infección confirmada de gonococo que tiene síntomas persistentes después del tratamiento apropiado con buena adherencia y ausencia de nueva exposición. En tales pacientes, debe sospecharse la gonorrea resistente a antibióticos y analizarse con cultivo y prueba de sensibilidad antimicrobiana como modalidad de diagnóstico preferida (con o sin NAAT realizado al mismo tiempo). El cultivo requiere hisopos endocervicales, uretrales, faríngeos o rectales con manejo específico.

Síntomas recurrentes

La recurrencia de los síntomas después de la remisión inicial debe llevar a una evaluación repetida de la gonorrea y otras infecciones de transmisión sexual que causan uretritis o cervicitis, incluida clamidia, vaginosis bacteriana y otros patógenos. La NAAT de la primera orina de la mañana en hombres e hisopo vaginal en las mujeres siguen siendo la prueba de elección para evaluar la reinfección ante la recurrencia de los síntomas.

Pruebas diagnósticas para Chlamydia

Es importante resaltar que N. gonorrhoeae no solo causa síndromes clínicos similares a C. trachomatis, sino que también coexiste en una proporción importante de pacientes con infección por Chlamydia. Por tanto, cualquier prueba para N. gonorrhoeae también debe ser motivo de prueba para C. trachomatis. Además, la presencia de factores de riesgo para la gonorrea en adultos y adolescentes también implica un riesgo potencial de otros patógenos de transmisión sexual, como el VIH y la sífilis. La detección de otras infecciones de transmisión sexual está indicada en pacientes que están siendo evaluados para detección de gonorrea.

N. gonorrhoeae no solo causa síndromes clínicos similares a C. trachomatis, sino que también coexiste en una proporción importante de pacientes con infección por Chlamydia. Por tanto, las pruebas diagnósticas deben ir orientadas a ambas.Haz click para twittear

Las alarmantes tasas de resistencia a los antibióticos por parte de N. gonorrhoeae en todo el mundo han hecho que el tratamiento de las infecciones gonocócicas no complicadas sea más complejo y con menos opciones de tratamiento. Debido a las crecientes tasas de resistencia gonocócica a otros agentes (sulfonamidas, penicilinas, tetraciclinas y fluoroquinolonas), las cefalosporinas de tercera generación se habían considerado monoterapia de primera elección.

De estos, la ceftriaxona se ve favorecida porque se ha documentado menor resistencia que para otras cefalosporinas, como la cefixima. Sin embargo, a medida que se informan más cepas con menor susceptibilidad tanto a la cefixima como a la ceftriaxona, el tratamiento eficaz de N. gonorrhoeae con un único antibiótico se ha puesto en duda y ya no se recomienda.

a medida que se informan más cepas con menor susceptibilidad tanto a la cefixima como a la ceftriaxona, el tratamiento eficaz de N. gonorrhoeae con un único antibiótico se ha puesto en duda y ya no se recomienda.Haz click para twittear

Como resultado, para controlar mejor la gonorrea ante el aumento de la resistencia a las cefalosporinas, las terapias de combinación han sido recomendadas por organizaciones como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y la Asociación Británica de Salud Sexual y VIH (BASHH). Estos cambios incluyen el aumento de la dosis de ceftriaxona, así como el uso de la terapia de combinación para N. gonorrhoeae utilizando un antibiótico adicional a la ceftriaxona.

Infección urogenital

Para infecciones gonocócicas urogenitales no complicadas, se recomienda el tratamiento combinado con ceftriaxona más azitromicina en las siguientes dosis:

  • Ceftriaxona 250 mg. por vía intramuscular en una sola dosis para el tratamiento de la infección gonocócica MÁS
  • Azitromicina (1 gramo en una sola dosis oral) contra N. gonorrhoeae y para el tratamiento de la posible coinfección por Chlamydia
Para infecciones gonocócicas urogenitales no complicadas, se recomienda el tratamiento combinado con ceftriaxona (250 mg. IM. DU.) más azitromicina (1 gr. VO. DU.).Haz click para twittear

La doxiciclina (100 mg por vía oral dos veces al día durante siete días) no es una alternativa óptima a la azitromicina para las infecciones gonocócicas no complicadas debido a mayor prevalencia de resistencia a doxiciclina por parte de N. gonorrhoeae. Sin embargo, la doxiciclina se usa en combinación con ceftriaxona para la enfermedad inflamatoria pélvica debido a su actividad contra C. trachomatis.

La doxiciclina también se usa para casos de epididimitis o proctitis, en los que no se ha estudiado la azitromicina. Para asegurar la adherencia, se favorece el tratamiento directamente observado siempre que sea posible. La evaluación de la resistencia a las cefalosporinas en pacientes con síntomas persistentes o recurrentes es esencial para controlar la propagación de la resistencia a los medicamentos. Por tanto, todos los pacientes deben comprender la importancia de una evaluación adicional si los síntomas persisten.

Faringitis

El tratamiento de la infección faríngea sigue los mismos principios descritos para el abordaje terapéutico de las infecciones gonocócicas urogenitales no complicadas, con un esquema de elección de ceftriaxona intramuscular (250 mg) y azitromicina como segundo agente. Las infecciones faríngeas parecen ser más difíciles de curar y pueden servir como un importante reservorio de infección.

Conjuntivitis

El tratamiento de elección para la conjuntivitis gonocócica es el mismo que para las infecciones urogenitales no complicadas (es decir, ceftriaxona y azitromicina). Un pequeño estudio (n = 12 adultos) del tratamiento de la conjuntivitis por gonorrea encontró que una sola inyección intramuscular de 1 g. de ceftriaxona puede ser efectiva. La azitromicina (o doxiciclina como alternativa) se agrega por las mismas razones que para las infecciones gonocócicas en general.

Epididimitis

N. gonorrhoeae y C. trachomatis son los patógenos más frecuentes en la epididimitis en hombres sexualmente activos <35 años de edad, y el tratamiento empírico de la epididimitis aguda cubre estos organismos. Las pautas de los CDC recomiendan la combinación de ceftriaxona (250 mg por vía intramuscular como dosis única) más doxiciclina (100 mg por vía oral dos veces al día) durante 10 días para el tratamiento de la epididimitis aguda por transmisión sexual. No hay datos sobre el uso de azitromicina en pacientes con epididimitis. La azitromicina puede considerarse un agente alternativo en pacientes con antecedentes de intolerancia/alergia a la doxiciclina, pero se debe realizar un seguimiento para evaluar la resolución de los síntomas.

Se puede indicar ofloxacina (300 mg por vía oral dos veces al día durante 10 días) o levofloxacina (500 mg por día durante 10 días) en lugar de doxiciclina (en combinación con ceftriaxona) para pacientes que practican sexo anal receptivo (debido a la posible participación de organismos entéricos) y para aquellos alérgicos a las tetraciclinas. El tratamiento ambulatorio por lo general es suficiente, excepto los casos de pacientes con apariencia tóxica y fiebre elevada o aquellos en quienes el dolor intenso requiere la exclusión de otro diagnóstico, como torsión testicular o infarto.

Proctitis

Los pacientes con proctitis aguda deben evaluarse mediante anoscopia o sigmoidoscopia. Si se detectan leucocitos polimorfonucleares en un frotis teñido con Gram de secreciones anorrectales de un paciente que ha participado en coito anal receptivo, la causa suele ser de transmisión sexual. El tratamiento empírico para la gonorrea y la clamidia con ceftriaxona (250 mg por vía intramuscular en una sola dosis) y doxiciclina (100 mg por vía oral dos veces al día durante siete días) está indicado para el tratamiento de pacientes con proctitis aguda.

No hay datos sobre el uso de azitromicina en pacientes con proctitis. La azitromicina puede considerarse un agente alternativo en pacientes con antecedentes de intolerancia/alergia a la doxiciclina, pero se recomienda el seguimiento de los pacientes para evaluar la resolución de los síntomas.

Enfermedad inflamatoria pélvica

N. gonorrhoeae rara vez se documenta como etiología en la enfermedad inflamatoria pélvica (EIP), pero el tratamiento empírico para este patógeno es un componente importante del tratamiento de la EIP porque el organismo puede ser difícil de aislar cuando ha pasado al tracto superior. El tratamiento con antibióticos de amplio espectro, incluida la cobertura para C. trachomatis y anaerobios, también está justificado. No se recomienda el uso de fluoroquinolonas debido a N. gonorrhoeae resistente a estos antibióticos.

Alérgicos a la penicilina

El tratamiento del paciente alérgico a la penicilina depende de la sospecha clínica de una alergia real y del tipo de alergia (p.e. exantema morbiliforme frente a reacciones mediadas por IgE, como la urticaria). Aunque la alergia a la penicilina mediada por IgE es rara, para quienes tienen antecedentes de reacciones mediadas por IgE, las opciones de tratamiento dependen de la urgencia, la gravedad de la reacción alérgica y de si se puede consultar con un alergólogo para pruebas cutáneas.

Las opciones de tratamiento alternativas en pacientes que no pueden usar betalactámicos incluyen azitromicina (2 g como dosis oral única) combinada con gentamicina (240 por vía intramuscular) o, si está disponible, gemifloxacina (320 mg por vía oral una vez). Los CDC recomiendan verificar la curación si se utiliza un esquema alternativo para la infección orofaríngea.

Mujeres embarazadas

Las mujeres embarazadas con infección gonocócica no complicada deben ser tratadas con esquema doble con ceftriaxona más azitromicina; doxiciclina debe evitarse durante el embarazo. Si una paciente embarazada tiene una alergia grave a las cefalosporinas mediada por IgE, se deben emplear procedimientos de desensibilización antes de la administración. La gentamicina más azitromicina se puede usar como un régimen alternativo durante el embarazo si no se puede realizar la desensibilización. Se recomienda verificar la curación si una paciente embarazada es tratada con un esquema alternativo.

Todas las personas, incluidas las mujeres embarazadas, deben someterse nuevamente a una prueba después del tratamiento dentro de los tres meses posteriores; las mujeres embarazadas que tienen un alto riesgo de contraer gonorrea deben hacerse la prueba durante el tercer trimestre. Todas las mujeres embarazadas con enfermedad inflamatoria pélvica deben ser hospitalizadas y recibir antibióticos por vía parenteral, debido a las complicaciones potenciales de la infección que resultan en eventos adversos del embarazo.

Referencias Bibliográficas

Hook EW 3rd, Reichart CA, Upchurch DM, et al. Comparative behavioral epidemiology of gonococcal and chlamydial infections among patients attending a Baltimore, Maryland, sexually transmitted disease clinic. Am J Epidemiol 1992; 136:662.

Mertz KJ, Levine WC, Mosure DJ, et al. Screening women for gonorrhea: demographic screening criteria for general clinical use. Am J Public Health 1997; 87:1535.

Klausner JD, Barrett DC, Dithmer D, et al. Risk factors for repeated gonococcal infections: San Francisco, 1990-1992. J Infect Dis 1998; 177:1766.

Ellen JM, Hessol NA, Kohn RP, Bolan GA. An investigation of geographic clustering of repeat cases of gonorrhea and chlamydial infection in San Francisco, 1989-1993: evidence for core groups. J Infect Dis 1997; 175:1519.

Platt R, Rice PA, McCormack WM. Risk of acquiring gonorrhea and prevalence of abnormal adnexal findings among women recently exposed to gonorrhea. JAMA 1983; 250:3205.

Lin JS, Donegan SP, Heeren TC, et al. Transmission of Chlamydia trachomatis and Neisseria gonorrhoeae among men with urethritis and their female sex partners. J Infect Dis 1998; 178:1707.

Laga M, Manoka A, Kivuvu M, et al. Non-ulcerative sexually transmitted diseases as risk factors for HIV-1 transmission in women: Results from a cohort study. AIDS 1993; 7:95.

Cohen MS, Hoffman IF, Royce RA, et al. Reduction of concentration of HIV-1 in semen after treatment of urethritis: implications for prevention of sexual transmission of HIV-1. AIDSCAP Malawi Research Group. Lancet 1997; 349:1868.

McClelland RS, Lavreys L, Katingima C, et al. Contribution of HIV-1 infection to acquisition of sexually transmitted disease: a 10-year prospective study. J Infect Dis 2005; 191:333.

Malott RJ, Keller BO, Gaudet RG, et al. Neisseria gonorrhoeae-derived heptose elicits an innate immune response and drives HIV-1 expression. Proc Natl Acad Sci U S A 2013; 110:10234.

Sheung A, Rebbapragada A, Shin LY, et al. Mucosal Neisseria gonorrhoeae coinfection during HIV acquisition is associated with enhanced systemic HIV-specific CD8 T-cell responses. AIDS 2008; 22:1729.

Unemo M, Olcén P, Albert J, Fredlund H. Comparison of serologic and genetic porB-based typing of Neisseria gonorrhoeae: consequences for future characterization. J Clin Microbiol 2003; 41:4141.

Hook EW 3rd, Judson FN, Handsfield HH, et al. Auxotype/serovar diversity and antimicrobial resistance of Neisseria gonorrhoeae in two mid-sized American cities. Sex Transm Dis 1987; 14:141.

Turner CF, Rogers SM, Miller HG, et al. Untreated gonococcal and chlamydial infection in a probability sample of adults. JAMA 2002; 287:726.

McCormack WM, Stumacher RJ, Johnson K, Donner A. Clinical spectrum of gonococcal infection in women. Lancet 1977; 1:1182.

Platt R, Rice PA, McCormack WM. Risk of acquiring gonorrhea and prevalence of abnormal adnexal findings among women recently exposed to gonorrhea. JAMA 1983; 250:3205.

Barlow D, Phillips I. Gonorrhoea in women. Diagnostic, clinical, and laboratory aspects. Lancet 1978; 1:761.

Fisher LD, Fletcher KE, Blake DR. Can the diagnosis of pelvic inflammatory disease be excluded without a bimanual examination? Clin Pediatr (Phila) 2004; 43:153.

Judson FN, Ruder MA. Effect of hysterectomy on genital infections. Br J Vener Dis 1979; 55:434.

Eschenbach DA, Buchanan TM, Pollock HM, et al. Polymicrobial etiology of acute pelvic inflammatory disease. N Engl J Med 1975; 293:166.

Svensson L, Weström L, Ripa KT, Mårdh PA. Differences in some clinical and laboratory parameters in acute salpingitis related to culture and serologic findings. Am J Obstet Gynecol 1980; 138:1017.

Fitz-Hugh Jr T. Acute gonococcic peritonitis of the right upper quadrant in women. JAMA 1934; 102:2094.

Risser WL, Risser JM, Benjamins LJ, Feldmann JM. Incidence of Fitz-Hugh-Curtis syndrome in adolescents who have pelvic inflammatory disease. J Pediatr Adolesc Gynecol 2007; 20:179.

Kimball MW, Knee S. Gonococcal perihepatitis in a male. The Fitz-Hugh–Curtis syndrome. N Engl J Med 1970; 282:1082.

Rees E. Gonococcal bartholinitis. Br J Vener Dis 1967; 43:150.

Liu B, Roberts CL, Clarke M, et al. Chlamydia and gonorrhoea infections and the risk of adverse obstetric outcomes: a retrospective cohort study. Sex Transm Infect 2013; 89:672.

Donders GG, Desmyter J, De Wet DH, Van Assche FA. The association of gonorrhoea and syphilis with premature birth and low birthweight. Genitourin Med 1993; 69:98.

Maxwell GL, Watson WJ. Preterm premature rupture of membranes: results of expectant management in patients with cervical cultures positive for group B streptococcus or Neisseria gonorrhoeae. Am J Obstet Gynecol 1992; 166:945.

Heumann CL, Quilter LA, Eastment MC, et al. Adverse Birth Outcomes and Maternal Neisseria gonorrhoeae Infection: A Population-Based Cohort Study in Washington State. Sex Transm Dis 2017; 44:266.

Ekwo EE, Gosselink CA, Woolson R, Moawad A. Risks for premature rupture of amniotic membranes. Int J Epidemiol 1993; 22:495.

Laga M, Meheus A, Piot P. Epidemiology and control of gonococcal ophthalmia neonatorum. Bull World Health Organ 1989; 67:471.

Woods CR. Gonococcal infections in neonates and young children. Semin Pediatr Infect Dis 2005; 16:258.

Thompson TR, Swanson RE, Wiesner PJ. Gonococcal ophthalmia neonatorum. Relationship of time of infection to relevant control measures. JAMA 1974; 228:186.

Armstrong JH, Zacarias F, Rein MF. Ophthalmia neonatorum: a chart review. Pediatrics 1976; 57:884.

Workowski KA, Bolan GA, Centers for Disease Control and Prevention. Sexually transmitted diseases treatment guidelines, 2015. MMWR Recomm Rep 2015; 64:1.

Workowski KA, Berman SM, Douglas JM Jr. Emerging antimicrobial resistance in Neisseria gonorrhoeae: urgent need to strengthen prevention strategies. Ann Intern Med 2008; 148:606.

Newman LM, Moran JS, Workowski KA. Update on the management of gonorrhea in adults in the United States. Clin Infect Dis 2007; 44 Suppl 3:S84.

Moran JS, Levine WC. Drugs of choice for the treatment of uncomplicated gonococcal infections. Clin Infect Dis 1995; 20 Suppl 1:S47.

Weston EJ, Workowski K, Torrone E, et al. Adherence to CDC Recommendations for the Treatment of Uncomplicated Gonorrhea – STD Surveillance Network, United States, 2016. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2018; 67:473.

Fifer H, Natarajan U, Jones L, et al. Failure of Dual Antimicrobial Therapy in Treatment of Gonorrhea. N Engl J Med 2016; 374:2504.

Datta SD, Sternberg M, Johnson RE, et al. Gonorrhea and chlamydia in the United States among persons 14 to 39 years of age, 1999 to 2002. Ann Intern Med 2007; 147:89.

Gottlieb SL, Berman SM, Low N. Screening and treatment to prevent sequelae in women with Chlamydia trachomatis genital infection: how much do we know? J Infect Dis 2010; 201 Suppl 2:S156.

Manhart LE, Broad JM, Golden MR. Mycoplasma genitalium: should we treat and how? Clin Infect Dis 2011; 53 Suppl 3:S129.

Ross JD, Lewis DA. Cephalosporin resistant Neisseria gonorrhoeae: time to consider gentamicin? Sex Transm Infect 2012; 88:6.

El artículo Gonorrea: Revisión del diagnóstico y tratamiento acorde a alta resistencia. apareció primero en Sapiens Medicus.

Chlamydia trachomatis: Revisión de la ITS silente.

$
0
0

Chlamydia trachomatis es una bacteria gramnegativa de transmisión sexual que causa infecciones en todo el mundo, gran parte de ellas asintomáticas. La infección puede provocar cicatrización en las trompas de Falopio, los ovarios, el revestimiento endometrial y, ocasionalmente, el perineo adyacente, lo que aumenta el riesgo de futuros embarazos ectópicos e infertilidad. Estas complicaciones son la principal razón por la que se estima que C. trachomatis es la infección de transmisión sexual no viral más costosa.

Actualízate sobre este tema en 21 minutos.

Chlamydia trachomatis es una bacteria gramnegativa pequeña y parásito intracelular obligado. Tiene un ciclo de vida característico que consta de dos fases:

  • Los pequeños cuerpos elementales se unen y penetran en las células, cambiando a la forma metabólicamente activa, llamada cuerpo reticulado, dentro de seis a ocho horas. Estas nuevas formas activas crean grandes inclusiones intracelulares.
  • Los cuerpos reticulados se reorganizan en pequeños cuerpos elementales, y en dos o tres días la célula se lisa, liberando los cuerpos elementales recién formados.

La liberación de los cuerpos elementales inicia el proceso de replicación, ya que ésta es la forma en la que puede infectar nuevas células epiteliales. El ciclo largo de crecimiento explica por qué es necesario el tratamiento con antibióticos con vida media larga o un tratamiento prolongado para erradicar la infección. La clamidia no se puede cultivar en medios artificiales; se requiere cultivo de tejido para hacer crecer el organismo. Los métodos de cultivo están ahora limitados a laboratorios de investigación y se favorecen métodos de diagnóstico más sensibles y prácticos. Una característica fundamental de la Chlamydia es que la inmunidad a la infección no es permanente. Como resultado, la reinfección o infección persistente es común.

Una característica fundamental de la Chlamydia es que la inmunidad a la infección no es permanente. Como resultado, la reinfección o infección persistente es común.Haz click para twittear

Transmisión

En la mayoría de los países, las infecciones por Chlamydia trachomatis entre adultos y adolescentes se transmiten, prácticamente en su totalidad, por vía sexual. El riesgo de transmitir C. trachomatis de un individuo infectado a otro no infectado ha sido difícil de establecer. La tasa de transmisión de mujer a hombre y de hombre a mujer parece ser equivalente.

Prevalencia e incidencia

La infección por Chlamydia es común en todo el mundo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha estimado la prevalencia mundial de varias infecciones de transmisión sexual (ITS) en personas de 15 a 49 años según datos de regiones que tienen buenos sistemas de vigilancia basados ​​en casos, así como datos de estudios poblacionales. En 2008, hubo un estimado de 100 millones de casos prevalentes y de 105.7 millones de casos incidentes de infección por Chlamydia en todo el mundo, lo que representó un aumento del 4.1% de nuevos casos en comparación con la evaluación integral anterior en el 2005.

Coinfección

La infección concomitante de Chlamydia trachomatis y otros patógenos urogenitales de transmisión sexual se ha reportado con frecuencia en hombres y mujeres con factores de riesgo. Como ejemplo, en un estudio de hombres con uretritis, el 35% de aquellos con C. trachomatis también estaban infectados por Mycoplasma genitalium. En ciertas poblaciones de alto riesgo, como adolescentes que ingresan a centros de detención juvenil, las tasas reportadas de coinfección con C. trachomatis y Neisseria gonorrhoeae han sido hasta del 50%, pero parecen ser considerablemente más bajas en la población general.

La tricomoniasis es especialmente prevalente en mujeres sexualmente activas, y también puede ocurrir con C. trachomatis. Estos hallazgos resaltan la importancia de la evaluación para otras infecciones de transmisión sexual, particularmente N. gonorrhoeae, en pacientes con infección conocida por C. trachomatis.

Factores de Riesgo

Tanto en mujeres como en hombres, las características generales que se asocian consistentemente con una mayor probabilidad de infección por Chlamydia trachomatis incluyen las siguientes:

  • Personas menores de 25 años, especialmente menos de 20 años.
  • Nueva pareja sexual o más de una pareja sexual en los tres meses previos.
  • Antecedente de infección previa por C. trachomatis
  • Uso inconsistente de condones

El antecedente de una infección de transmisión sexual (ITS) diferente, incluido el VIH, también se asocia a un mayor riesgo de clamidia. También existen disparidades socioeconómicas y raciales en la prevalencia de la clamidia, y se observan prevalencias más altas entre ciertas minorías étnicas y entre los jóvenes con desventajas socioeconómicas. Existe una alta prevalencia de clamidia genital y extragenital entre los hombres que tienen sexo con hombres (HSH). Otros factores de riesgo pueden ser similares a los de las mujeres.

Factores de riesgo para infección por Chlamydia: Menores de 25 años, especialmente < 20 años. Nueva pareja sexual o más de una pareja sexual en los tres meses previos. Antecedente de infección previa por C. trachomatis. Uso inconsistente de condones.Haz click para twittear

Aunque la mayoría de las mujeres con infección por C. trachomatis están asintomáticas, la infección por este patógeno es una causa importante de varios síndromes clínicos comunes, que se analizan a continuación. En las mujeres, el cuello uterino es el sitio anatómico más comúnmente infectado por C. trachomatis, pudiendo haber infección coinfección de la uretra. Si no se trata, la infección cervical puede ascender y causar enfermedad pélvica inflamatoria y sus complicaciones de infertilidad y dolor crónico.

Las mujeres embarazadas con infección genital por Chlamydia también tienen un alto riesgo de complicaciones. Además, la presencia de ectopia cervical (es decir, la presencia de epitelio columnar en la superficie externa del cuello uterino además del canal endocervical) se ha asociado epidemiológicamente a un mayor riesgo de infección por Chlamydia.

En las mujeres, el cuello uterino es el sitio anatómico más comúnmente infectado por C. trachomatis. Si no se trata, la infección cervical puede ascender y causar enfermedad pélvica inflamatoria y sus complicaciones de infertilidad y dolor crónico.Haz click para twittear

Cervicitis

La mayoría de las mujeres (al menos el 85%) con infección cervical por Chlamydia no tienen signos ni síntomas, lo cual es el fundamento para realizar el examen anual de rutina en mujeres jóvenes sexualmente activas. Cuando se presentan los síntomas, son altamente inespecíficos y pueden confundirse fácilmente con vaginitis o patología endometrial: cambio en el flujo vaginal, metrorragia y sangrado poscoital. De manera similar, en la mayoría de los casos no hay datos de anormalidad en la evaluación de mujeres con infección genital por Chlamydia. Cuando hay signos, incluyen hallazgos clásicos de cervicitis: secreción endocervical mucopurulenta, hemorragia endocervical fácilmente inducida o ectopia edematosa.

La mayoría de las mujeres (al menos el 85%) con infección cervical por Chlamydia no tienen signos ni síntomas, lo cual es el fundamento para realizar el examen anual de rutina en mujeres jóvenes sexualmente activas.Haz click para twittear

El período de incubación de la enfermedad sintomática generalmente varía de 7 a 14 días después de la infección. Sin embargo, no está claro por cuánto tiempo las personas con enfermedad asintomática pueden transmitir la infección. En una revisión sistemática de diez estudios de infección genital por Chlamydia no tratadas y no complicadas, la detección de la bacteria persistió por semanas o meses después del diagnóstico (56 a 89%) y por lo menos un año en el 46 a 57%. A pesar de la posibilidad de remisión espontánea, todas las mujeres diagnosticadas con Chlamydia deben ser tratadas para prevenir complicaciones adicionales.

Síndrome de disuria-piuria por uretritis

La infección de la uretra femenina por Chlamydia generalmente ocurre en una proporción relativamente pequeña (aproximadamente el 25%) de las mujeres con infección cervical. La mayoría de estas mujeres no refieren síntomas específicos uretrales, pero algunas se quejan de los síntomas típicos de una infección del tracto urinario (ITU), como polaquiuria y disuria. El análisis de orina revela piuria, pero no se observan organismos en la tinción de Gram o en el cultivo bacteriano (recuerda que C. trachomatis no se puede cultivar).

Esta combinación de piuria sin bacteriuria en una mujer joven sexualmente activa debe suscitar una fuerte sospecha de infección uretral por Chlamydia. El diagnóstico diferencial de dicha presentación incluye infección del tracto urinario con un número de colonias bajo (p.e. infección causada por Staphylococcus saprophyticus) que no se reporta en cultivo o se identifica en el análisis de orina, o uretritis por otros organismos causantes de enfermedades de transmisión sexual, como Neisseria gonorrhoeae o virus herpes simplex.

La combinación de piuria sin bacteriuria en una mujer joven sexualmente activa debe suscitar una fuerte sospecha de infección uretral por Chlamydia.Haz click para twittear

Enfermedad inflamatoria pélvica

C. trachomatis puede ascender al tracto reproductivo superior, donde puede ocasionar enfermedad inflamatoria pélvica (EIP). Ante la presencia de síntomas, es decir, dolor abdominal o pélvico, en el contexto de una cervicitis o un diagnóstico de infección por Chlamydia, ello debe levantar fuerte de enfermedad inflamatoria pélvica. Los signos de EIP incluyen hipersensibilidad a la movilización cervical o anexial. La EPI debida a C. trachomatis se asocia a mayores tasas de infertilidad tubárica, embarazo ectópico y dolor pélvico crónico cuando se compara con la EIP causada por gonorrea, que generalmente causa una presentación sintomática más aguda.

Ante la presencia de síntomas, es decir, dolor abdominal o pélvico, en el contexto de una cervicitis o un diagnóstico de infección por Chlamydia, ello debe levantar fuerte de enfermedad inflamatoria pélvica.Haz click para twittear

Perihepatitis (síndrome de Fitz-Hugh-Curtis)

Ocasionalmente, los pacientes con infección por Chlamydia desarrollan perihepatitis, una inflamación de la cápsula de Glisson y superficies peritoneales adyacentes. La perihepatitis o síndrome de Fitz-Hugh-Curtis se observa en el contexto de una EIP en el 5 a 15% de los casos. Se asocia con dolor en el cuadrante superior derecho y/o pleurítico, sin alteraciones de las enzimas hepáticas por lo general. La patogénesis de esta entidad no se comprende completamente, pero puede implicar la extensión directa del material infectado desde el fondo de saco a través del peritoneo y/o linfáticos, o un mecanismo mediado inmunológicamente.

Complicaciones del embarazo

Más allá del riesgo de embarazo ectópico posterior a una EIP asociada a Chlamydia, la infección genital por este patógeno durante el embarazo puede aumentar el riesgo de ruptura prematura de membranas y parto pretérmino. Entre 3913 mujeres holandesas embarazadas que fueron examinadas para detectar C. trachomatis, el riesgo de parto antes de las 32 semanas de gestación fue mayor en aquellas con infección por Chlamydia. El aborto espontáneo y la muerte perinatal no se asociaron a la infección. 

Proctitis

Mientras que las mujeres pueden padecer infección rectal por Chlamydia, las cepas responsables (de la D a la K) por lo general causan enfermedad asintomática y no generan secuelas a largo plazo. Esto está en contraste con la proctitis causada por las serovares del linfogranuloma venéreo (LGV; L1, L2, L3), que afectan casi exclusivamente a los hombres que tienen sexo con hombres.

Uretritis

C. trachomatis es la causa más común de uretritis no gonocócica en hombres. La proporción de casos asintomáticos varía según la población y ronda en el 40 a 96%. Los casos sintomáticos generalmente se presentan con secreciones uretrales mucoides o acuosas, y la disuria suele ser un síntoma importante. La secreción a menudo es clara y solo se puede observar al ordeñar la uretra. A veces, la descarga es tan escasa que los hombres solo notan la ropa interior manchada por la mañana.

C. trachomatis es la causa más común de uretritis no gonocócica en hombres. La proporción de casos asintomáticos varía según la población y ronda en el 40 a 96%. Haz click para twittear

La tinción de Gram de la descarga uretral generalmente muestra más de dos leucocitos por campo de alta potencia, aunque este hallazgo no se ve en hasta un tercio de los casos. El período de incubación es variable, pero típicamente es de 5 a 10 días después de la exposición. Esto está en contraste con la descarga uretral más copiosa y purulenta y el período de incubación más corto (de 2 a 5 días) para la uretritis gonocócica. Sin embargo, estos síndromes con frecuencia se superponen y no se pueden distinguir de forma confiable únicamente por la clínica.

Epididimitis

C. trachomatis es uno de los patógenos más frecuentes responsables de epididimitis en hombres sexualmente activos <35 años de edad, junto a N. gonorrhoeae. Los hombres con epididimitis aguda típicamente tienen dolor e hipersensibilidad testicular unilateral, hidrocele y edema palpable del epidídimo. Ocasionalmente, la infección por C. trachomatis puede diagnosticarse erróneamente como una neoplasia testicular. Los hallazgos ecográficos incluyen edema epididimario; sin embargo, una ecografía normal no descarta la epididimitis clínica. La uretritis asintomática frecuentemente acompaña a la epididimitis por transmisión sexual. En estos casos, la tinción de Gram de las secreciones uretrales y la microscopía de orina pueden mostrar leucocitos polimorfonucleares.

C. trachomatis es uno de los patógenos más frecuentes responsables de epididimitis en hombres sexualmente activos <35 años de edad, junto a N. gonorrhoeae.Haz click para twittear

Prostatitis

C. trachomatis puede ser responsable de algunos casos de prostatitis crónica, aunque esta atribución sigue siendo altamente especulativa. Algunos estudios han demostrado que los hombres con prostatitis crónica sin una etiología bacteriana clara tenían antígeno clamidial detectable en la orina o secreciones prostáticas con mayor frecuencia que los hombres con dolor pélvico pero sin signos de inflamación prostática (21 a 25% versus 0 a 6%, respectivamente). Los síntomas en estos casos incluyen disuria, dolor a la eyaculación y dolor pélvico. Por definición, las secreciones prostáticas demostraron un número elevado de leucocitos en la microscopía. Estos hallazgos son similares a los de la prostatitis bacteriana crónica.

Proctitis

La proctitis por Chlamydia, definida como la inflamación de la mucosa rectal distal, se produce principalmente en hombres que tienen sexo con hombres (HSH) y que participan en el coito anal receptivo. En este grupo, la infección es frecuente y puede ser causada por serovariedades D-K y L. En un estudio de más de 10,000 HSH que se presentaron a una clínica de infecciones de transmisión sexual (ITS), el 14% dieron positivo para C. trachomatis rectal. Sin embargo, las relaciones anales no son infrecuentes entre los heterosexuales, y la proctitis sintomática también se ha reportado en las mujeres. La presentación clínica de la proctitis por Chlamydia depende de la serovariedad de la infección clamidial.

Las serovariedades L1, L2 y L3 de C. trachomatis causan la enfermedad conocida como linfogranuloma venéreo (LGV), que puede presentarse como enfermedad anorrectal y se ha reportado en brotes entre HSH europeos y norteamericanos, particularmente aquellos que están infectados con VIH. La gran mayoría de los casos son sintomáticos. Estos incluyen dolor anorrectal, secreción, tenesmo, sangrado rectal y estreñimiento, con frecuencias ampliamente variadas reportadas en series de casos. Los síntomas sistémicos de fiebre y malestar también suelen estar presentes. Los hallazgos anoscópicos son inespecíficos, pero incluyen friabilidad de la mucosa, lesiones internas, masas o pólipos y exudado mucopurulento.

La presentación puede confundirse con enfermedad inflamatoria intestinal. Si no se trata, la infección rectal con las serovariedades L1, L2 y L3 puede provocar fístulas y estenosis rectales. Las serovares no LGV que causan infección genital (serovares D a K) también pueden causar infección del recto, particularmente en los HSH, pero a diferencia de la LGV, estas infecciones generalmente son asintomáticas. Se recomienda la evaluación anual de rutina de este sitio (o aún más frecuente, en aquellos en riesgo continuo) en HSH, particularmente en personas infectadas por el VIH.

Artritis reactiva y síndrome de Reiter

Aproximadamente el 1% de los hombres con uretritis desarrollan artritis reactiva, y aproximadamente un tercio de estos pacientes presentan la tríada completa de artritis reactiva, anteriormente conocida como síndrome de Reiter (artritis, uveítis y uretritis). C. trachomatis parece ser el patógeno causante más común.

Aproximadamente el 1% de los hombres con uretritis por Chlamydia desarrollan artritis reactiva, y 1/3 de estos pacientes presentan la tríada completa de artritis reactiva, anteriormente conocida como síndrome de Reiter (artritis, uveítis y uretritis).Haz click para twittear

Presentación en ambos sexos

Conjuntivitis

Las serovares de C. trachomatis que causan enfermedades genitales (de la D a la K) pueden infectar las células epiteliales de la conjuntiva. Esto ocurre típicamente a través de la inoculación directa con secreciones genitales infectadas. La conjuntivitis por Chlamydia adquirida sexualmente se presenta como una inyección eritematosa no purulenta de la superficie epitelial (conjuntivitis de inclusión), que puede adquirir un aspecto de empedrado. Este tipo de infección ocular es distinta del tracoma endémico, que es causado por los serotipos A a C.

Faringitis

Se considera que C. trachomatis no es una causa importante de faringitis. Sin embargo, se ha detectado en gran cantidad de pruebas amplificadas de ácido nucleico (NAAT), y algunos investigadores han utilizado este sitio como reservorio de infección.

Linfogranuloma venéreo genital

El linfogranuloma venéreo es principalmente endémico en heterosexuales en áreas del este y oeste de África, India, partes del sudeste de Asia y el Caribe y ha sido reconocido como una infección de transmisión sexual entre los viajeros que regresan de esas áreas. En contraste con la enfermedad anorrectal en HSH discutida anteriormente, estos casos generalmente tienen un curso benigno con el hallazgo de una úlcera genital pequeña, no dolorosa, seguida por el desarrollo de linfadenopatía inguinal (bubones).

La prueba diagnóstica de elección para la infección por Chlamydia del tracto genitourinario es la prueba de amplificación de ácidos nucleicos (NAAT) de hisopos vaginales para mujeres o la primera orina de la mañana para hombres. Aunque NAAT también se puede realizar de una muestra recolectada mediante hisopo endocervical (para mujeres) y uretral (para hombres). Si los métodos NAAT no están disponibles, los métodos de detección de antígenos y sonda molecular se pueden aplicar a hisopos endocervicales o uretrales para diagnosticar la infección por Chlamydia. En entornos con recursos limitados, las pruebas rápidas se pueden usar para el diagnóstico, si están disponibles.

La prueba diagnóstica de elección para la infección por Chlamydia del tracto genitourinario es la prueba de amplificación de ácidos nucleicos (NAAT) de hisopos vaginales para mujeres o la primera orina de la mañana para hombres.Haz click para twittear

Cuando no hay pruebas de diagnóstico específicas disponibles, el diagnóstico presuntivo de infección por Chlamydia se realiza cuando los síntomas y signos de los síndromes clínicos asociados están presentes en pacientes jóvenes o sexualmente activos. La infección rectal en personas que participan en el coito anal receptivo se puede diagnosticar mediante la detección en una muestra de hisopo rectal. Aunque la serología es útil en el diagnóstico de la linfogranulomatosis venérea clásica, su desempeño en el contexto de la proctitis no es óptimo y no se recomienda.

La NAAT se puede realizar en hisopos conjuntivales para diagnosticar conjuntivitis por Chlamydia. La infección faríngea se considera poco común. Si se utilizan pruebas no basadas en NAAT para el diagnóstico o si no se puede asegurar el seguimiento adecuado, los pacientes con signos y síntomas compatibles deben tratarse empíricamente antes de que se obtengan los resultados de la prueba de diagnóstico.

Las infecciones genitales por Chlamydia no complicadas incluyen la uretritis en hombres y uretritis y cervicitis en mujeres. La mayoría de las infecciones genitales por Chlamydia sin complicaciones son asintomáticas tanto hombres como mujeres, por lo que sólo se pueden detectar posterior a las pruebas de NAAT; sin embargo, deben tratarse a la brevedad posible.

Se sugiere azitromicina (dosis única de 1 gramo) directamente observada. La doxiciclina (100 mg dos veces al día durante siete días) también se puede utilizar en pacientes no embarazadas con asesoramiento sobre la necesidad de adherencia al tratamiento para un resultado óptimo. Se ha demostrado que la doxiciclina es marginalmente más efectiva para la Chlamydia genital cuando se puede proporcionar observación directa durante todo el tratamiento, pero esto rara vez es posible.

Ciclo de vida bacteriano y selección de antibióticos

El tratamiento de la infección por C. trachomatis requiere una consideración especial, en gran parte debido a su largo ciclo de vida. La forma infecciosa del organismo, el cuerpo elemental extracelular, es metabólicamente inerte y resistente a la muerte. Por tanto, los antibióticos deben dirigirse a las fases intracelular e intravacuolar secuestradas del ciclo de vida de este patógeno. Por esta razón, se deben usar antibióticos con buena penetración intracelular. Además, las concentraciones de antibióticos deben estar presentes a lo largo de todo el ciclo de vida (36 a 48 horas) del organismo. Por tanto, se requiere un esquema prolongado de tratamiento o la selección de un antibiótico con una vida media larga para asegurar niveles adecuados del antibiótico. 

La resistencia a los antibióticos parece ser extremadamente rara. La naturaleza intracelular del patógeno elimina la oportunidad de una rápida evolución de los componentes de la superficie celular (a diferencia de N. gonorrhoeae) que podrían contribuir a la resistencia a los medicamentos. Además, el cuerpo elemental es relativamente inerte, lo que limita las oportunidades de replicación y la generación de mutaciones resistentes a los antibióticos. Estas características también pueden explicar la escasez de respuesta inflamatoria y la naturaleza asintomática de la mayoría de las infecciones por Chlamydia.

Definición de eficacia antibiótica

Para ser considerado eficaz en una infección de transmisión sexual, la CDC ha recomendado que un agente antibiótico debe lograr una cura microbiológica en más del 95% de los pacientes tratados. La cura microbiológica es un parámetro más confiable para la eficacia del fármaco que la curación clínica por dos razones: una proporción significativa de pacientes puede tener otras coinfecciones que no responden al fármaco administrado y la mayoría de los pacientes no presentan manifestaciones clínicas al inicio del estudio.

Antibióticos de primera línea

En general, C. trachomatis es altamente susceptible a tetraciclinas y macrólidos. Dentro de estas dos clases, los agentes de primera línea incluyen doxiciclina y azitromicina, respectivamente. La CDC recomienda cualquiera de los como tratamiento de primera línea para la infección por Chlamydia. Se prefiere el uso de azitromicina (1 gr. en DU.) con tratamiento observado directo cuando sea posible. Si no está disponible, entonces doxiciclina (100 mg. c. 12 hrs.) durante siete días con asesoramiento del paciente sobre la necesidad de adherencia para un resultado óptimo. La doxiciclina de liberación retardada (200 mg c. 24 hrs. por siete días) parece ser igual de efectiva y mejor tolerada que la doxiciclina c. 12 hrs., pero es más costosa.

El tratamiento de elección p. Chlamydia es azitromicina (1 gr. en DU.) y toma observada directa cuando sea posible. Alternativa: doxiciclina (100 mg. c. 12 hrs. p. 7 días ) con asesoramiento sobre la necesidad de adherencia para un resultado óptimo.Haz click para twittear

La opción con azitromicina en dosis única observada directamente es altamente efectiva y asegura la finalización del tratamiento, mientras que la finalización del esquema de doxiciclina de varios días no está garantizada. El tratamiento observado directamente con el esquema completo de doxiciclina rara vez es posible. En estudios comparativos de doxiciclina y azitromicina, ocurrieron eventos adversos en aproximadamente un cuarto de los pacientes en ambos grupos de tratamiento. Los eventos adversos informados con mayor frecuencia fueron de naturaleza gastrointestinal e incluyeron diarrea, dolor abdominal, náuseas y vómitos, y dispepsia; No hubo eventos graves reportados.

Tratamiento de la pareja sexual

Las parejas sexuales generalmente son asintomáticas y, a menos de que sean tratadas, reinfectarán al paciente o diseminarán la infección a otras personas. De hecho, las tasas de reinfección entre los casos índice de mujeres con C. trachomatis oscilan entre 15 y 30%, y típicamente se asocian con la reanudación del sexo con parejas actuales (no con parejas nuevas).

Las parejas sexuales generalmente son asintomáticas y, a menos de que sean tratadas, reinfectarán al paciente o diseminarán la infección a otras personas.Haz click para twittear

Alternativas de tratamiento

La ofloxacina y la levofloxacina son altamente efectivas contra C. trachomatis pero requieren una semana completa de tratamiento y son considerablemente más costosas que la doxiciclina o la azitromicina. Además, estos medicamentos no se pueden usar durante el embarazo o la lactancia y no se deben administrar a adolescentes menores de 18 años de edad debido a posibles afectaciones osteotendinosas. Otras quinolonas, incluida la ciprofloxacina, son menos efectivas o no se han probado contra C. trachomatis. Por estos motivos, la ofloxacina y la levofloxacina son reconocidas como tratamientos alternativos por la CDC; la dosis es la siguiente:

  • Ofloxacina 300 mg VO. c. 12 hrs. por 7 días.
  • Levofloxacina 500 mg VO. c. 24 hrs. por 7 días.

Las quinolonas para tratar C. trachomatis son alternativas para el paciente no embarazado que no puede tolerar el tratamiento de primera línea. Estos medicamentos jugaron un papel terapéutico más importante cuando se utilizaron para proporcionar cobertura concomitante, tanto para infecciones gonocócicas como por clamidias, las cuales pueden coexistir. Sin embargo, debido a la aparición de resistencia a las quinolonas, ​​estos medicamentos ya no se pueden considerar con una cobertura adecuada para Neisseria gonorrhoeae.

Ofloxacina 300 mg VO. c. 12 hrs. por 7 días o Levofloxacina 500 mg VO. c. 24 hrs. por 7 días son alternativas de tratamiento para Chlamydia.Haz click para twittear

Paciente embarazada

El tratamiento de la infección por Chlamydia durante el embarazo evita la transmisión a los bebés durante el paso por el canal de parto. El esquema recomendado para el tratamiento de la mujer embarazada es azitromicina (1 gramo administrado por vía oral en una dosis única). Las mujeres que no puedan tolerar este esquema deben ser tratadas con amoxicilina (500 mg por vía oral tres veces al día durante siete días).

El esquema recomendado para el tratamiento de Chlamydia en la mujer embarazada es azitromicina (1 gramo administrado por vía oral en una dosis única). Haz click para twittear

La amoxicilina había sido previamente un régimen recomendado, pero estudios in vitro posteriores plantearon la preocupación de que las penicilinas pudieran inducir un estado de portador que permitiera la reaparición del patógeno viable. Las mujeres que se presentan al parto con una prueba de detección para Chlamydia positiva no tratada deben ser tratadas inmediatamente. Sin embargo, esto puede no disminuir sustancialmente el riesgo de transmisión al recién nacido. La doxiciclina, la levofloxacina, la ofloxacina y la eritromicina están contraindicadas en el embarazo y la lactancia.

Seguimiento en la paciente embarazada

El seguimiento de las mujeres embarazadas tratadas por infección documentada de C. trachomatis incluye tanto la prueba de curación como las pruebas repetidas para la reinfección. Las tasas de curación de Chlamydia en mujeres embarazadas son generalmente más bajas que en mujeres no embarazadas, particularmente con amoxicilina.

Por tal motivo, se recomienda una prueba de curación para todas las mujeres embarazadas posterior a las tres semanas después de completar el tratamiento (no antes dado que la NAAT puede detectar fragmentos lisados de bacterias muertas). Al igual que con todos los pacientes con infección documentada por C. trachomatis, las mujeres embarazadas deben someterse a pruebas repetidas para evaluar la reinfección tres meses después del tratamiento.

Coinfección por gonorrea

Las infecciones por Chlamydia y gonococo pueden coexistir en un porcentaje importante de pacientes, lo que tiene un impacto directo en el tratamiento ya que los fármacos de primera línea para C. trachomatis, en las formas de dosificación recomendadas, no tienen actividad adecuada contra los gonococos. Una sola inyección de ceftriaxona (250 mg) cura la mayoría de las infecciones urogenitales, anorrectales y faríngeas gonocócicas sin complicaciones. La ceftriaxona también puede usarse durante el embarazo.

En un estudio de más de 14,000 adultos jóvenes de entre 18 y 26 años en la comunidad en general, la prevalencia general de Chlamydia fue del 4.1%; las tasas de infección gonocócica concomitante fueron del 7.3%. Si bien es importante detectar la infección por Neisseria gonorrhoeae en pacientes con diagnóstico de infección por Chlamydia, el tratamiento para la gonorrea no está indicado de forma rutinaria para todos los pacientes. El tratamiento concomitante para la gonorrea debe basarse en los siguientes criterios:

  • En los hombres, el tratamiento debe iniciarse si el médico detecta diplococos gramnegativos intracelulares en una tinción de Gram de descarga uretral, lo cual tiene un alto grado de sensibilidad y especificidad para gonococos.
  • La tinción de Gram no es de utilidad en mujeres dado que las especies de Neisseria no patógenas pueden estar presentes en el endocérvix. La decisión de tratar empíricamente N. gonorrhoeae en mujeres debe basarse en el riesgo individual (p.e. pareja con nuevo diagnóstico de gonorrea) o altas tasas de prevalencia local de gonorrea (p.e. más del 5%).
  • Si la infección por Neisseria gonorrhoeae se documenta con NAAT, también se debe administrar tratamiento concomitante para la infección gonocócica, incluso si el paciente está asintomático. Si las pruebas de diagnóstico con NAAT son negativas, no es necesario ningún tratamiento adicional.

Hay dos estrategias diferentes para detectar la persistencia de la infección por Chlamydia después del tratamiento, incluida la “prueba de curación”, que se realiza después de tres semanas de terminar el tratamiento, o “repetir la prueba”, que se realiza tres meses después del tratamiento, o si esto no es posible, en la primera visita después de 12 meses de tratamiento. Debe obtenerse una prueba de curación en mujeres embarazadas, pacientes con síntomas persistentes y pacientes que fueron tratados con esquemas de antibióticos subóptimos, mientras que se debe realizar una nueva prueba rutinaria en todos los pacientes con infección por Chlamydia documentada.

Reevaluación

Se realiza una nueva prueba en todos los pacientes con infección clamidial documentada tres meses después del tratamiento (o en la primera visita a partir de entonces dentro de los 12 meses de tratamiento) con el propósito expreso de evaluar si un paciente ha sido reinfectado. Los estudios epidemiológicos han documentado que los pacientes con infección por Chlamydia a menudo tienen antecedente de infección reciente tratada en los meses anteriores. Una nueva prueba es particularmente importante en la mujer embarazada ya que la infección recurrente podría poner al producto en riesgo de infección ocular por C. trachomatis en el momento del nacimiento.

La mayoría de las infecciones recurrentes por Chlamydia son el resultado del reinicio de relaciones sexuales sin protección con la pareja sexual actual no tratada, aunque algunas se deben a relaciones sexuales con una nueva pareja sexual. En las mujeres, las infecciones repetidas confieren un mayor riesgo de desarrollar infecciones genitales complicadas, como la enfermedad inflamatoria pélvica. Por tanto, las personas recientemente infectadas deben repetir las pruebas de detección para C. trachomatis aproximadamente entre tres y seis meses después del tratamiento, independientemente de si los pacientes refieren que sus parejas sexuales fueron tratadas.

Prueba de curación

Una “prueba de curación” se define como una prueba de diagnóstico realizada con el propósito expreso de evaluar si el esquema de antibiótico administrado erradicó el patógeno. Dado que las tasas de curación de la infección del tracto genital inferior generalmente son altas (> 95%), en hombres y mujeres no embarazadas que se tratan con azitromicina, doxiciclina, levofloxacina u ofloxacina, una prueba de curación no está indicada. Por el contrario, las indicaciones para la prueba de curación incluyen:

  • Embarazo
  • Síntomas persistentes
  • Uso de un esquema con tasas de curación inferiores, como eritromicina y amoxicilina.

En estas situaciones, la prueba de curación debe realizarse posterior a tres semanas de haber completado el tratamiento. Esto es especialmente importante cuando se usan pruebas de amplificación de ácidos nucleicos (NAAT), ya que pueden ser positivas en presencia de organismos muertos.

Dado que las tasas de curación de la infección del tracto genital inferior generalmente son altas (> 95%), en hombres y mujeres no embarazadas que se tratan con azitromicina, doxiciclina, levofloxacina u ofloxacina, una prueba de curación no está indicada.Haz click para twittear

Referencias Bibliográficas

Centers for Disease Control and Prevention. Sexually Transmitted Disease Surveillance, 2016. Atlanta, GA: US Department of Health and Human Services; 2017.

Davies B, Turner KM, Frølund M, et al. Risk of reproductive complications following chlamydia testing: a population-based retrospective cohort study in Denmark. Lancet Infect Dis 2016; 16:1057.

Owusu-Edusei K Jr, Chesson HW, Gift TL, et al. The estimated direct medical cost of selected sexually transmitted infections in the United States, 2008. Sex Transm Dis 2013; 40:197.

Gottlieb SL, Xu F, Brunham RC. Screening and treating Chlamydia trachomatis genital infection to prevent pelvic inflammatory disease: interpretation of findings from randomized controlled trials. Sex Transm Dis 2013; 40:97.

Quinn TC, Gaydos C, Shepherd M, et al. Epidemiologic and microbiologic correlates of Chlamydia trachomatis infection in sexual partnerships. JAMA 1996; 276:1737.

Miller WC, Zenilman JM. Epidemiology of chlamydial infection, gonorrhea, and trichomoniasis in the United States–2005. Infect Dis Clin North Am 2005; 19:281.

Torrone E, Papp J, Weinstock H, Centers for Disease Control and Prevention (CDC). Prevalence of Chlamydia trachomatis genital infection among persons aged 14-39 years–United States, 2007-2012. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2014; 63:834.

US Department of Health and Human Services. Indian health surveillance report: Sexually transmitted diseases 2011. June 2014.

Chambers LC, Khosropour CM, Katz DA, et al. Racial/ethnic disparities in the lifetime risk of Chlamydia trachomatis diagnosis and adverse reproductive health outcomes among women in King County, Washington. Clin Infect Dis 2018.

Samoff E, Koumans EH, Markowitz LE, et al. Association of Chlamydia trachomatis with persistence of high-risk types of human papillomavirus in a cohort of female adolescents. Am J Epidemiol 2005; 162:668.

Jensen KE, Thomsen LT, Schmiedel S, et al. Chlamydia trachomatis and risk of cervical intraepithelial neoplasia grade 3 or worse in women with persistent human papillomavirus infection: a cohort study. Sex Transm Infect 2014; 90:550.

Detels R, Green AM, Klausner JD, et al. The incidence and correlates of symptomatic and asymptomatic Chlamydia trachomatis and Neisseria gonorrhoeae infections in selected populations in five countries. Sex Transm Dis 2011; 38:503.

Marrazzo JM. Mucopurulent cervicitis: no longer ignored, but still misunderstood. Infect Dis Clin North Am 2005; 19:333.

Gaydos CA, Howell MR, Pare B, et al. Chlamydia trachomatis infections in female military recruits. N Engl J Med 1998; 339:739.

Geisler WM. Duration of untreated, uncomplicated Chlamydia trachomatis genital infection and factors associated with chlamydia resolution: a review of human studies. J Infect Dis 2010; 201 Suppl 2:S104.

Geisler WM, Lensing SY, Press CG, Hook EW 3rd. Spontaneous resolution of genital Chlamydia trachomatis infection in women and protection from reinfection. J Infect Dis 2013; 207:1850.

Geisler WM, Wang C, Morrison SG, et al. The natural history of untreated Chlamydia trachomatis infection in the interval between screening and returning for treatment. Sex Transm Dis 2008; 35:119.

Bachmann LH, Richey CM, Waites K, et al. Patterns of Chlamydia trachomatis testing and follow-up at a University Hospital Medical Center. Sex Transm Dis 1999; 26:496.

Hook EW 3rd, Spitters C, Reichart CA, et al. Use of cell culture and a rapid diagnostic assay for Chlamydia trachomatis screening. JAMA 1994; 272:867.

Stamm WE, Guinan ME, Johnson C, et al. Effect of treatment regimens for Neisseria gonorrhoeae on simultaneous infection with Chlamydia trachomatis. N Engl J Med 1984; 310:545.

Morré SA, van den Brule AJ, Rozendaal L, et al. The natural course of asymptomatic Chlamydia trachomatis infections: 45% clearance and no development of clinical PID after one-year follow-up. Int J STD AIDS 2002; 13 Suppl 2:12.

Sweet RL. Pelvic Inflammatory Disease: Current Concepts of Diagnosis and Management. Curr Infect Dis Rep 2012.

Thorpe EM Jr, Stamm WE, Hook EW 3rd, et al. Chlamydial cervicitis and urethritis: single dose treatment compared with doxycycline for seven days in community based practises. Genitourin Med 1996; 72:93.

Geisler WM, Uniyal A, Lee JY, et al. Azithromycin versus Doxycycline for Urogenital Chlamydia trachomatis Infection. N Engl J Med 2015; 373:2512.

Quinn TC, Gaydos CA. Treatment for Chlamydia Infection–Doxycycline versus Azithromycin. N Engl J Med 2015; 373:2573.

Workowski KA, Bolan GA, Centers for Disease Control and Prevention. Sexually transmitted diseases treatment guidelines, 2015. MMWR Recomm Rep 2015; 64:1.

Geisler WM. Management of uncomplicated Chlamydia trachomatis infections in adolescents and adults: evidence reviewed for the 2006 Centers for Disease Control and Prevention sexually transmitted diseases treatment guidelines. Clin Infect Dis 2007; 44 Suppl 3:S77.

Geisler WM, Koltun WD, Abdelsayed N, et al. Safety and efficacy of WC2031 versus vibramycin for the treatment of uncomplicated urogenital Chlamydia trachomatis infection: a randomized, double-blind, double-dummy, active-controlled, multicenter trial. Clin Infect Dis 2012; 55:82.

Schwebke JR, Rompalo A, Taylor S, et al. Re-evaluating the treatment of nongonococcal urethritis: emphasizing emerging pathogens–a randomized clinical trial. Clin Infect Dis 2011; 52:163.

Manhart LE, Gillespie CW, Lowens MS, et al. Standard treatment regimens for nongonococcal urethritis have similar but declining cure rates: a randomized controlled trial. Clin Infect Dis 2013; 56:934.

Kong FY, Tabrizi SN, Law M, et al. Azithromycin versus doxycycline for the treatment of genital chlamydia infection: a meta-analysis of randomized controlled trials. Clin Infect Dis 2014; 59:193.

Kissinger PJ, White S, Manhart LE, et al. Azithromycin Treatment Failure for Chlamydia trachomatis Among Heterosexual Men With Nongonococcal Urethritis. Sex Transm Dis 2016; 43:599.

Horner PJ. Azithromycin antimicrobial resistance and genital Chlamydia trachomatis infection: duration of therapy may be the key to improving efficacy. Sex Transm Infect 2012; 88:154.

Handsfield HH. Questioning azithromycin for chlamydial infection. Sex Transm Dis 2011; 38:1028.

McNulty CA, Boyle P, Nichols T, et al. The public’s attitudes to and compliance with antibiotics. J Antimicrob Chemother 2007; 60 Suppl 1:i63.

Lau CY, Qureshi AK. Azithromycin versus doxycycline for genital chlamydial infections: a meta-analysis of randomized clinical trials. Sex Transm Dis 2002; 29:497.

Stamm WE. Azithromycin in the treatment of uncomplicated genital chlamydial infections. Am J Med 1991; 91:19S.

El artículo Chlamydia trachomatis: Revisión de la ITS silente. apareció primero en Sapiens Medicus.

Sífilis: Revisión de una vieja conocida entre las ETS.

$
0
0

La sífilis es una infección causada por la bacteria Treponema pallidum. Si no se trata oportunamente, puede ocasionar complicaciones tardías importantes, incluyendo las cardiovasculares, gomosas y neurológicas. El tratamiento de la sífilis se basa en su clasificación por etapas: sífilis temprana (incluye sífilis primaria, secundaria y latente temprana); tardía (incluye la sífilis tardía latente, cardiovascular y gomosa); y neurosífilis (incluye enfermedad del sistema nervioso central y sífilis ocular en cualquier momento). Revisamos de manera breve lo que necesitas saber para mantenerte al día en tu práctica clínica.

Actualízate sobre este tema en 15 minutos.

La mayoría de los nuevos casos de sífilis se adquieren mediante transmisión sexual. Las manifestaciones clínicas dependen de la etapa de la enfermedad. Los estudios realizados en la era pre-antibiótica permiten una comprensión relativamente completa de la historia natural de la sífilis no tratada. A fines del siglo XIX, un médico noruego describió la evolución de la infección en más de 1400 pacientes con sífilis primaria y secundaria.

Debido a que se consideraba que los tratamientos disponibles en ese momento eran altamente tóxicos y de poco beneficio, los pacientes no recibían ningún tratamiento. Se obtuvieron datos adicionales de un estudio de 382 adultos con sífilis sometidos a autopsias entre 1917 y 1941. Esta compilación proporcionó confirmación patológica de las manifestaciones tardías de la sífilis. Finalmente, el infame estudio de Tuskegee realizado entre 1932 y 1972 recopiló datos sobre 431 hombres negros cuya sífilis no fue tratada.

Epidemiología de la sífilis

T. pallidum, el organismo causante de la sífilis, se identificó por primera vez en 1905. Es una bacteria del orden Spirochaetales y es uno de varios treponemas estrechamente relacionados que causan enfermedades en el humano. T. pallidum mide aproximadamente 10 a 13 micras de largo, pero solo 0.15 micras de ancho, por lo que es demasiado delgado para ser visualizado por microscopía directa. Esta característica complica mucho el diagnóstico.

El organismo se puede ver con microscopía de campo oscuro, una técnica que emplea un condensador especial que arroja una luz oblicua. Cuando se le visualiza con este método, T. pallidum se describe como organismo delicado, en forma de sacacorchos, con espirales enrolladas. Exhibe un movimiento rotatorio característico con flexión y movimiento de ida y vuelta, características consideradas suficientemente particulares para ser diagnósticas.

Prevalencia e incidencia

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que a nivel mundial en 2012, hubo 18 millones de casos prevalentes de sífilis en adolescentes y adultos de 15 a 49 años, y 5.6 millones de casos nuevos. A partir del 2014, la mediana de casos fue de 17.2 por cada 100,000 mujeres y 17.7 casos por cada 100,000 hombres. La prevalencia más alta se reportó en la región del Pacífico Occidental (93 casos por c. 100,000 adultos), seguida por África (46.6 casos por c. 100,000 adultos) y las Américas (18 casos por c. 100,000 habitantes adultos).

Transmisión de T. pallidum

La transmisión de T. pallidum generalmente ocurre por contacto directo con una lesión infecciosa durante el sexo. Además, T. pallidum cruza fácilmente la placenta, lo que resulta en infección fetal. El contagio de sífilis a través de transfusión de sangre es muy raro debido a que todos los donantes son sometidos a pruebas de cribado y a que T. pallidum no puede sobrevivir más de 24 a 48 horas en condiciones de almacenamiento en bancos de sangre. La transmisión sexual requiere la exposición a lesiones abiertas con organismos presentes, características vistas con el chancro primario y con algunas de las manifestaciones de sífilis secundaria (condiloma plano). Dichas lesiones son muy infecciosas, con una eficacia de transmisión estimada de aproximadamente 30%.

La transmisión sexual requiere la exposición a lesiones abiertas con organismos presentes, características vistas con el chancro primario y con algunas de las manifestaciones de sífilis secundaria (condiloma plano).Haz click para twittear

Por el contrario, las lesiones cutáneas de la sífilis secundaria contienen pocos treponemas, y el riesgo de transmisión a través de la piel intacta es bajo. Los pacientes con sífilis latente temprana se consideran infecciosos. T. pallidum puede provocar infección dondequiera que ocurra la inoculación. Por tanto, el contacto con secreciones infectadas con casi cualquier tejido puede provocar una lesión de sífilis primaria en ese sitio, y la sífilis puede transmitirse besando o tocando a una persona que tenga lesiones activas en los labios, la cavidad oral, los senos o los genitales.

Por ejemplo, se ha identificado la transmisión de sífilis en hombres que tienen sexo con hombres (HSH) y que han referido que el sexo oral es su único factor de riesgo para la adquisición de la infección. La sífilis también se asocia con la transmisión y adquisición de otras infecciones de transmisión sexual (p.e. VIH). En un estudio sobre la incidencia del VIH en hombres con sífilis primaria y secundaria, 1 de cada 20 HSH fueron diagnosticados con VIH dentro del año posterior al diagnóstico de sífilis.

Fisiopatología

La comprensión de la fisiopatología de T. pallidum se ve obstaculizada por la incapacidad de cultivar a este organismo. Por tanto, el conocimiento sobre el crecimiento y metabolismo de esta bacteria son bastante limitados. Los datos obtenidos de modelos animales y voluntarios forman la mayor parte de la información disponible sobre este patógeno.

Infección local temprana

T. pallidum inicia la infección cuando ingresa al tejido subcutáneo a través de abrasiones microscópicas. A pesar de un tiempo de división lento de aproximadamente 30 horas, la espiroqueta evade las respuestas inmunitarias tempranas del huésped y establece la lesión ulcerativa inicial, el chancro duro. Durante el período de replicación local temprano, algunas bacterias establecen infección en los ganglios linfáticos regionales a los que drenan, con posterior diseminación.

T. pallidum provoca una respuesta inmune celular innata y adaptativa en la piel y sangre. La respuesta inmune del huésped comienza con la infiltración lesional de leucocitos polimorfonucleares, que pronto son reemplazados por linfocitos T. En un estudio de 23 pacientes con sífilis secundaria, se obtuvieron leucocitos a partir de lesiones sifilíticas y células mononucleares de sangre periférica. En comparación con la sangre periférica, los fluidos de las lesiones se enriquecieron con células T CD4 + y CD8 +, monocitos activados, macrófagos y células dendríticas. Muchas de estas células dendríticas también expresan correceptores del VIH (por ejemplo, CCR5 y DC-SIGN), lo que puede explicar el vínculo epidemiológico entre la sífilis y la transmisión del VIH. Después de la infección por T. pallidum, se generan también respuestas inmunes humorales.

Esto conduce al desarrollo de una variedad de anticuerpos que pueden detectarse relativamente temprano en la evolución de la sífilis. En algunos aspectos, la respuesta inmune a T. pallidum es paradójica. Por un lado, las diversas respuestas inmunes durante la infección temprana parecen ser eficaces, ya que coinciden con la resolución del chancro primario, incluso en ausencia de tratamiento. Sin embargo, a pesar de este control inmune aparente, se produce al mismo tiempo la diseminación de espiroquetas, lo que lleva a manifestaciones clínicas posteriores de sífilis secundaria o terciaria en pacientes no tratados.

Infección tardía

La inmunidad celular es importante para el control de la sífilis en la infección experimental y probablemente contribuya a la patogénesis de la sífilis tardía. El período de latencia prolongado, que es característico de la mayoría de los tipos de sífilis tardía, sugiere que los mecanismos inmunes pueden estar involucrados en una de dos formas. Por un lado, el deterioro de la inmunidad con el envejecimiento puede facilitar el recrudecimiento de un pequeño número de treponemas que han sobrevivido. Por el otro, un huésped hipersensible parcialmente inmune puede reaccionar a la presencia de treponemas, generando una respuesta inflamatoria crónica.

Las gomas, o sífilis benigna tardía que a menudo afectan la piel, las vísceras u otros tejidos (p.e. huesos, cerebro, vísceras abdominales), se caracterizan patológicamente por la presencia de granulomas, un hallazgo compatible con una reacción de hipersensibilidad celular. Los estudios experimentales, con sujetos humanos que fueron inoculados en piel con pequeños números de T. pallidum vivo, encontraron que las gomas se desarrollaron sólo en aquellos que tenían sífilis previa. Esto sugiere que el desarrollo de gomas requiere una respuesta inmune insuficiente para proteger, pero lo suficientemente importante como para causar daño tisular y la formación de granulomas en el huésped reinfectado.

La sífilis cardiovascular con afectación de la aorta ascendente y la válvula aórtica es una consecuencia de la vasculitis del vasa vasorum (“endarteritis obliterante”). La vasculitis de vasos pequeños es una manifestación común de etapas secundarias y tardías de la sífilis, como lo demuestra la presencia de linfocitos y células plasmáticas que se infiltran en los vasos sanguíneos y los tejidos perivasculares.

Clínica de la sífilis

Los pacientes con sífilis pueden presentar una amplia gama de síntomas según la etapa de la enfermedad. Otros tendrán evidencia serológica de sífilis basada en pruebas de laboratorio, pero no tendrán síntomas (es decir, sífilis latente). La sífilis generalmente se divide en etapas tempranas y tardías.

La sífilis temprana comprende a la sífilis primaria y la secundaria, que generalmente ocurre dentro de semanas o meses después de la infección inicial, así como sífilis latente temprana (infección asintomática que se adquirió en los 12 meses previos). Cuando los pacientes no reciben tratamiento durante las etapas iniciales de la sífilis, pueden progresar a una enfermedad latente tardía (que es asintomática) o desarrollar complicaciones importantes de la infección (sífilis terciaria).

Los eventos clínicos que ocurren como consecuencia de la sífilis tardía pueden aparecer en cualquier momento a lo largo de 30 años después de la infección primaria y pueden involucrar una amplia variedad de tejidos. Los pacientes pueden presentar manifestaciones del sistema nervioso central (neurosífilis) en cualquier momento durante el curso de la enfermedad.

Sífilis Primaria

Posterior a un periodo de incubación de 21 días se presenta la sífilis primaria mediante su lesión característica, el chancro duro, y con duración de dos a seis semanas. Esta lesión primaria aparece en el sitio de inoculación, ya sea en pene, vagina, boca o ano. Es sobreelevada, de 1 a 2 cms. de diámetro de consistencia cartilaginosa, no dolorosa, de fondo limpio, sin exudado y por lo general única. Se acompaña de adenopatías regionales, por lo general bilaterales en región inguinal y que, al igual que el chancro, son de consistencia gomosa, no dolorosas y no supuran.

La lesión característica de la sífilis primaria es el chancro duro, altamente infeccioso.Haz click para twittear

El chancro representa la infección local inicial, pero la  sífilis se disemina rápidamente ocasionando la infección sistémica. Esta diseminación puede o no estar asociada con síntomas sistémicos concurrentes, pero es la base fisiopatológica de la sífilis secundaria y/o posterior, incluida la neurosífilis.

Chancro Duro en la sífilis primaria.
Lesión circular en lengua de paciente afroamericana que se diagnosticó como un chancro sifilítico primario.

Sífilis Secundaria

Posterior a esta primera fase, le sigue un periodo asintomático de seis a ocho semanas. Es entonces cuando aparece la clínica de la sífilis secundaria en alrededor del 25% de los pacientes no tratados, con una duración de otras dos a seis semanas. Se caracteriza por fiebre, adenopatías, afectación sistémica (meningismo, artritis, hepatitis, neuritis, uveítis, nefropatía, gastritis hipertrófica), exantema maculoeritematoso con afectación de palmas y plantas, y leucoderma sifilítico que forma el “collarete de Venus”.

Además, se pueden observar lesiones mucosas, en particular linguales con depapilación en “pradera segada”, zonas de foliculitis con alopecia parcheada “en trasquilones” y la lesión característica de la sífilis secundaria, el condiloma plano. Esta última lesión es altamente infectiva y se localiza en zona de pliegues (submamario, inguinal, escroto, axilas), en forma de placas no exudativas ligeramente sobreelevadas.

Sífilis Secundaria Alopecia Moteada Sífilis Secundaria Sífilis Secundaria Sífilis secundaria exantema Condiloma plano en sífilis Sífilis secundaria anular
Lesiones características de la sífilis secundaria: exantema maculopapular, alopecia parcheada, lengua segada, condiloma plano.Haz click para twittear

Sífilis latente

Posterior a la sífilis secundaria se presenta un periodo de latencia, con una fase precoz (menos de un año) y una tardía (después del año). Durante la fase precoz se presentan cuadros similares a la sífilis secundaria. La sífilis latente se diagnostica ante la ausencia de síntomas , serología positiva y LCR normal. Si el LCR es patológico, aunque se cumplan los otros criterios, se determina como neurosífilis asintomática y se incluye en la sífilis terciaria.

La sífilis latente se diagnostica ante ausencia de síntomas, serología positiva y LCR normal.Haz click para twittear

Sífilis Terciaria

Esta etapa se presenta 20 a 30 años posterior a la infección primaria en hasta el 25 a 40% de los pacientes no tratados. La lesión cutánea característica es la goma, la cual es granulomatosa y única o múltiple y se puede localizar en cualquier órgano. A menudo se localiza en piel, mucosas o músculos. También es característica de la sífilis terciaria la vasculitis con necrosis de la media, con afectación típica de la aorta ascendente e insuficiencia valvular aórtica asociada.

Dentro de la sífilis terciaria ocurre la neurosífilis, la cual puede ser asintomática (serología positiva y LCR patológico en ausencia de síntomas) o presentarse como una meningitis subaguda o crónica y accidentes cerebrovasculares. Existen dos cuadros de neurosífilis con afectación del parénquima: el tabes dorsal y la parálisis progresiva. El tabes dorsal es un cuadro de desmielinización de las astas posteriores de la médula espinal ocasionando ataxia sensitiva, en especial de las extremidades inferiores. Con el tiempo da lugar a lesiones cutáneas y deformidad articular (de Charcot).

La sífilis terciaria se caracteriza por las gomas, vasculitis con necrosis de la media en la aorta ascendente y la neurosífilis con tabes dorsal, parálisis progresiva y pupilas de Argyll-Robertson.Haz click para twittear

La parálisis progresiva ocurre con degeneración del SNC, cambios de ánimo, alteración de la personalidad y alucinaciones, hiperreflexia, déficit en la memoria y el cálculo, alteraciones del lenguaje y del sistema vegetativo. De igual manera, son características las pupilas de Argyll-Robertson, las cuales reaccionan a la acomodación pero no al estímulo luminosos, y se observan también en el tabes dorsal.

Sífilis terciaria
Lesión perforada en la nariz de un paciente con sífilis terciaria. CDC, Susan Lindsley.

Estudios que serán de utilidad

Se puede realizar la visualización directa de Treponema pallidum mediante inmunofluorescencia directa o microscopia de campo oscuro. Las lesiones ideales para toma de muestra son las más infectivas, es decir, el chancro duro y el condiloma plano. Sin embargo, este estudio ya no se realiza en la práctica clínica, ya que existen métodos mucho más precisos, prácticos y específicos como las pruebas serológicas.

Las pruebas serológicas son de dos tipos, las reagínicas (VDRL y RPR) y las treponémicas (FTA-ABS y TPHA). Las reagínicas son altamente sensibles pero poco específicas, por lo que ayudan a descartar el diagnóstico de cribado; mientras que las treponémicas son altamente específicas y ayudan a confirmar el diagnóstico. En la muestra de LCR el método diagnóstico de elección es VDRL. Ésta última prueba reagínica es la que vas a realizar de manera inicial ante la sospecha de sífilis en tu paciente. Se considera positiva con títulos >1/8. Si VDRL es positiva, entonces solicitas FTA-ABS para confirmar el diagnóstico.

Las pruebas reagínicas p. Sífilis son altamente sensibles pero poco específicas, por lo que ayudan a descartar el diagnóstico de cribado; mientras que las treponémicas son altamente específicas y ayudan a confirmar el diagnóstico.Haz click para twittear

Posterior a la infección, las primeras pruebas en positivizarse son las treponémicas, las cuales permanecen positivas a pesar de tratamiento. Las pruebas reagínicas, por otro lado, tardan más en positivizarse, se pueden medir cuantitativamente, alcanzan cifras máximas en la sífilis secundaria y disminuyen si el tratamiento es efectivo. Por tanto, VDRL y RPR son útiles para monitorear la evolución y respuesta al tratamiento del paciente. De igual manera, se pueden utilizar para dar seguimiento en la neurosífilis, aunado al grado de pleocitosis del LCR. Esto último constituye el parámetro más sensible de respuesta al tratamiento.

Las pruebas reagínicas para sífilis (VDRL y RPR) pueden dar falsos positivos ante la infección por Mycoplasma, Borrelia, Chlamydia y VIH, además de adultos mayores, embarazadas, enfermedades autoinmunes y la lepra.Haz click para twittear
Treponémicas (FTA-ABS y TPHA) Altamente específicas, permanecen positivas.Reagínicas (VDRL RPR), altamente sensibles, útiles en el seguimiento.Interpretación
NegativaNegativaSe descarta sífilis
Sífilis muy precoz (menos de 3 semanas)
PositivaPositivaSífilis confirmada
Sífilis incorrectamente tratada
Reinfección
PositivaNegativaSífilis precoz
Sífilis secundaria
Sífilis tratada
Sífilis no tratada en latencia tardía
NegativaPositivaFalso positivo

Indicaciones para punción lumbar en sífilis

Deberás indicar punción lumbar para toma de muestra de LCR si hay presencia de síntomas sugerentes de afectación del SNC en tu paciente, así como cualquier otra manifestación de sífilis terciaria, sífilis latente tardía, pacientes con VIH (<350 CD4+/μl) y ante fracaso terapéutico con títulos serológicos >1/32 que no disminuyen posterior a 12-24 meses de tratamiento.

Tratamiento de la sífilis

El tratamiento depende evidentemente de la fase de la enfermedad en la que se encuentre el paciente. Sin embargo, en todas ellas la penicilina es de elección. La sífilis primaria, secundaria y de latencia precoz se tratan con penicilina G benzatínica IM. 2.4 millones de UI. en DU. Como alternativa puedes indicar penicilina G procaínica 600,000 UI IM. al día, durante 10 días; ceftriaxona 500 mg. IM. c. 24 hrs. durante 10 días; doxiciclina 100 mg. VO. c. 12 hrs. por 14 días; azitromicina 2 gr. VO. DU. o 500 mg. c. 24 hrs. por 10 días.

La sífilis primaria, secundaria y de latencia precoz se tratan con penicilina G benzatínica IM. 2.4 millones de UI. en DU.Haz click para twittear

La sífilis latente tardía, es decir, más de un año de la infección secundaria, o de duración incierta, con LCR sin alteraciones sugerentes de neurosífilis, indica penicilina G benzatínica IM. 3 dosis de 2.4 millones de UI cada una por tres semanas consecutivas. Por último, la neurosífilis se trata con penicilina G acuosa IV. durante 10 a 14 días. En pacientes alérgicos a β-lactámicos, el tratamiento de elección es con doxiciclina, 14 días en sífilis temprana y 28 días en la tardía o de duración incierta; mientras que en embarazadas y la neurosífilis se debe intentar la desensibilización a las penicilinas.

La sífilis latente tardía, es decir, más de un año de la infección secundaria, o de duración incierta, con LCR sin alteraciones sugerentes de neurosífilis, indica penicilina G benzatínica IM. 3x 2.4 millones de UI cada una por tres semanas consecutivas.Haz click para twittear

Durante el tratamiento puede presentarse la reacción de Jarish-Herxheimer, secundaria a la liberación de endotoxinas por la lisis masiva de espiroquetas, altamente sensibles a la penicilina. Se presenta con fiebre, escalofríos, cefalea, mialgias y disautonomía. A menudo se autolimita, mientras que su tratamiento es sintomático mediante analgésicos y antiinflamatorios. Si se llegan a presentar alteraciones cardiovasculares o neurológicas se puede valorar el uso de esteroides.

La neurosífilis se trata con penicilina G acuosa IV. durante 10 a 14 días.Haz click para twittear

Referencias Bibliográficas

Larsen SA. Syphilis. Clin Lab Med 1989; 9:545.

Newman L, Rowley J, Vander Hoorn S, et al. Global Estimates of the Prevalence and Incidence of Four Curable Sexually Transmitted Infections in 2012 Based on Systematic Review and Global Reporting. PLoS One 2015; 10:e0143304.

World Health Organization. Report on globally sexually transmitted infection surveillance, 2015.

Centers for Disease Control and Prevention. STD Surveillance case definitions.

Centers for Disease Control and Prevention (CDC). Primary and secondary syphilis–United States, 1998. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 1999; 48:873.

Mitka M. US effort to eliminate syphilis moving forward. JAMA 2000; 283:1555.

Patton ME, Su JR, Nelson R, et al. Primary and secondary syphilis–United States, 2005-2013. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2014; 63:402.

Wong W, Chaw JK, Kent CK, Klausner JD. Risk factors for early syphilis among gay and bisexual men seen in an STD clinic: San Francisco, 2002-2003. Sex Transm Dis 2005; 32:458.

Landovitz RJ, Tseng CH, Weissman M, et al. Epidemiology, sexual risk behavior, and HIV prevention practices of men who have sex with men using GRINDR in Los Angeles, California. J Urban Health 2013; 90:729.

Hook EW 3rd, Marra CM. Acquired syphilis in adults. N Engl J Med 1992; 326:1060.

 

Yin YP, Chen XS, Wei WH, et al. A dual point-of-care test shows good performance in simultaneously detecting nontreponemal and treponemal antibodies in patients with syphilis: a multisite evaluation study in China. Clin Infect Dis 2013; 56:659.

FDA News Release. “FDA grants CLIA waiver expanding availability of rapid screening test for syphilis.” 15 Dec 2014.

Matthias J, Dwiggins P, Totten Y, et al. Notes from the Field: Evaluation of the Sensitivity and Specificity of a Commercially Available Rapid Syphilis Test – Escambia County, Florida, 2016. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2016; 65:1174.

Diagnostics direct. Syphillis health check test. 510(k) summary. August 1, 2011, Stone Harbor, NJ: Diagnostics Direct; 2011.

Jafari Y, Peeling RW, Shivkumar S, et al. Are Treponema pallidum specific rapid and point-of-care tests for syphilis accurate enough for screening in resource limited settings? Evidence from a meta-analysis. PLoS One 2013; 8:e54695.

Causer LM, Kaldor JM, Conway DP, et al. An evaluation of a novel dual treponemal/nontreponemal point-of-care test for syphilis as a tool to distinguish active from past treated infection. Clin Infect Dis 2015; 61:184.

Liu H, Rodes B, Chen CY, Steiner B. New tests for syphilis: rational design of a PCR method for detection of Treponema pallidum in clinical specimens using unique regions of the DNA polymerase I gene. J Clin Microbiol 2001; 39:1941.

Leslie DE, Azzato F, Karapanagiotidis T, et al. Development of a real-time PCR assay to detect Treponema pallidum in clinical specimens and assessment of the assay’s performance by comparison with serological testing. J Clin Microbiol 2007; 45:93.

Grange PA, Gressier L, Dion PL, et al. Evaluation of a PCR test for detection of treponema pallidum in swabs and blood. J Clin Microbiol 2012; 50:546.

Gayet-Ageron A, Sednaoui P, Lautenschlager S, et al. Use of Treponema pallidum PCR in testing of ulcers for diagnosis of primary syphilis. Emerg Infect Dis 2015; 21:127.

Heymans R, van der Helm JJ, de Vries HJ, et al. Clinical value of Treponema pallidum real-time PCR for diagnosis of syphilis. J Clin Microbiol 2010; 48:497.

Centers for Disease Control and Prevention (CDC). Syphilis testing algorithms using treponemal tests for initial screening–four laboratories, New York City, 2005-2006. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2008; 57:872.

Gottlieb SL, Pope V, Sternberg MR, et al. Prevalence of syphilis seroreactivity in the United States: data from the National Health and Nutrition Examination Surveys (NHANES) 2001-2004. Sex Transm Dis 2008; 35:507.

Sparling PF. Diagnosis of neurosyphilis: New tools. Sex Transm Dis 2010; 37:288.

Vanhaecke C, Grange P, Benhaddou N, et al. Clinical and Biological Characteristics of 40 Patients With Neurosyphilis and Evaluation of Treponema pallidum Nested Polymerase Chain Reaction in Cerebrospinal Fluid Samples. Clin Infect Dis 2016; 63:1180.

 

Ganesan A, Mesner O, Okulicz JF, et al. A single dose of benzathine penicillin G is as effective as multiple doses of benzathine penicillin G for the treatment of HIV-infected persons with early syphilis. Clin Infect Dis 2015; 60:653.

Li J, Zheng HY. Early syphilis: serological treatment response to doxycycline/tetracycline versus benzathine penicillin. J Infect Dev Ctries 2014; 8:228.

Ghanem KG, Erbelding EJ, Cheng WW, Rompalo AM. Doxycycline compared with benzathine penicillin for the treatment of early syphilis. Clin Infect Dis 2006; 42:e45.

Wong T, Singh AE, De P. Primary syphilis: serological treatment response to doxycycline/tetracycline versus benzathine penicillin. Am J Med 2008; 121:903.

Psomas KC, Brun M, Causse A, et al. Efficacy of ceftriaxone and doxycycline in the treatment of early syphilis. Med Mal Infect 2012; 42:15.

Long CM, Klausner JD, Leon S, et al. Syphilis treatment and HIV infection in a population-based study of persons at high risk for sexually transmitted disease/HIV infection in Lima, Peru. Sex Transm Dis 2006; 33:151.

Onoda Y. [Therapeutic effect of oral doxycycline on syphilis (author’s transl]. Jpn J Antibiot 1980; 33:18.

Harshan V, Jayakumar W. Doxycycline in early syphilis: a long term follow up. Indian J Dermatol 1982; 27:119.

Tanizaki R, Nishijima T, Aoki T, et al. High-dose oral amoxicillin plus probenecid is highly effective for syphilis in patients with HIV infection. Clin Infect Dis 2015; 61:177.

Smith NH, Musher DM, Huang DB, et al. Response of HIV-infected patients with asymptomatic syphilis to intensive intramuscular therapy with ceftriaxone or procaine penicillin. Int J STD AIDS 2004; 15:328.

Spornraft-Ragaller P, Abraham S, Lueck C, Meurer M. Response of HIV-infected patients with syphilis to therapy with penicillin or intravenous ceftriaxone. Eur J Med Res 2011; 16:47.

Hook EW 3rd, Roddy RE, Handsfield HH. Ceftriaxone therapy for incubating and early syphilis. J Infect Dis 1988; 158:881.

Hook EW 3rd, Behets F, Van Damme K, et al. A phase III equivalence trial of azithromycin versus benzathine penicillin for treatment of early syphilis. J Infect Dis 2010; 201:1729.

Bai ZG, Wang B, Yang K, Tian JH, Ma B, Liu Y, Jiang L, Gai QY, He X, LiY. Azithromycin versus penicillin G benzathine for early syphilis. Cochrane Database of Systematic Reviews 2012, Issue 6. Art No.: CD007270.

Martin IE, Gu W, Yang Y, Tsang RS. Macrolide resistance and molecular types of Treponema pallidum causing primary syphilis in Shanghai, China. Clin Infect Dis 2009; 49:515.

Van Damme K, Behets F, Ravelomanana N, et al. Evaluation of azithromycin resistance in Treponema pallidum specimens from Madagascar. Sex Transm Dis 2009; 36:775.

Marra CM, Colina AP, Godornes C, et al. Antibiotic selection may contribute to increases in macrolide-resistant Treponema pallidum. J Infect Dis 2006; 194:1771.

Centers for Disease Control and Prevention. STD Surveillance case definitions.

Ghanem KG. Management of Adult Syphilis: Key Questions to Inform the 2015 Centers for Disease Control and Prevention Sexually Transmitted Diseases Treatment Guidelines. Clin Infect Dis 2015; 61 Suppl 8:S818.

Kingston M, French P, Higgins S, et al. UK national guidelines on the management of syphilis 2015. Int J STD AIDS 2016; 27:421.

Hook EW 3rd, Marra CM. Acquired syphilis in adults. N Engl J Med 1992; 326:1060.

Augenbraun MH. Treatment of syphilis 2001: nonpregnant adults. Clin Infect Dis 2002; 35:S187.

El artículo Sífilis: Revisión de una vieja conocida entre las ETS. apareció primero en Sapiens Medicus.

Carcinoma escamocelular: Diagnóstico en la consulta.

$
0
0

El carcinoma escamocelular es un tipo de cáncer de piel que se origina por una proliferación anormal de los queratinocitos en la epidermis y representa del 20-50% de los cánceres de piel. Revisamos de manera muy breve las claves del diagnóstico de este padecimiento.

Actualízate sobre este tema en 6 minutos.

La mayoría de los carcinomas escamocelulares se erradican con éxito mediante escisión quirúrgica; sin embargo, un subconjunto posee características asociadas a una mayor probabilidad de recurrencia, metástasis y muerte.

Factores de riesgo

Los factores de riesgo que predisponen al desarrollo del carcinoma escamocelular incluyen piel clara (tipos de piel Fitzpatrick I-III), edad, sexo masculino, exposición a la luz solar y otra radiación ultravioleta, inmunosupresión, virus del papiloma humano, condiciones crónicas de cicatrización, síndromes de cáncer familiar y medio ambiente, exposiciones ambientales como al arsénico. Los genes comúnmente mutados en pacientes con el carcinoma cutáneo de células escamosas incluye TP53, CDKN2A, ras y NOTCH1.

Fotoexposición en el carcinoma escamocelular

La exposición a la luz UVB produce un daño directo al ADN que induce mutaciones en los genes supresores tumorales, mientras que la exposición UVa induce estrés oxidativo y mutaciones a través de la generación de especies reactivas de oxígeno generando un nexo potencial entre la luz UV y la disminución de la inmunidad. Este tipo de radiación favorece el proceso de apoptosis, generando mutaciones del p53 que induce la formación de fotodímeros (ciclobutano pirimidina) aumentando las mutaciones de los protooncogenes de la familia ras; producen mutaciones del gen supresor tumoral PTCH.

Después de la exposición solar, se elevan la IL-4 e IL-10, disminuyendo la vigilancia antitumoral, factor que favorece el desarrollo de tumores. La duración y la cantidad de exposición a las radiaciones son elementos a tener en cuenta para valorar el riesgo. Si son intensas aunque sea por corto tiempo generan mayor riesgo de carcinoma escamocelular. En promedio 5 quemaduras solares antes de los 18 años aumentan la probabilidad en un 50% de cáncer cutáneo cuando se llega a la adultez

Presentación  clínica

Cuando el tumor se localiza en la epidermis o en los anexos por encima de la membrana basal, se denomina carcinoma escamocelular in situ; cuando pasa la dermis, tejidos subyacentes se denomina carcinoma escamocelular invasor. El carcinoma escamocelular se subdivide en distintos tipo dependiendo sus características clínicas, entre ellos encontramos las siguientes:

  • Verrucoso: se presenta como lesiones exofíticas y de crecimiento lento, común en palmas y plantas, tiene riesgo bajo de metástasis.
  • Ulcerativo es de crecimiento rápido y localmente invasivo, presenta bordes elevados con ulceración central, se caracteriza por tener comportamiento agresivo y suele metastatizar a ganglios linfáticos.
  • Úlcera de Marjolin: proviene de lesiones con inflamación crónica (quemaduras, fístulas, osteomielitis) tiene un periodo de latencia de 32.5 años promedio y frecuentemente metastatizan a ganglios linfáticos.
  • Subungueal se observa como cambios escamosos en el lecho ungueal, edema eritematoso y dolor localizado seguido de un nódulo que se ulcera.

 

Enfermedad de Bowen. Úlcera de Marjolin. Carcinoma ulceroso.

Subtipos histopatológicos

Los carcinomas de células Mous que están bien diferenciados con bajo potencial metastásico incluyen el queratoacantoma, el carcinoma verrugoso, esto incluye tumores Buschke Lowenstein (genitales e ingle) y epitelioma cuniculatum, que se encuentra en la superficie plantar del pie. Los  subtipos de carcinoma de células escamosas con mal pronóstico incluyen el carcinoma de células escamosas desmoplásico, el carcinoma de células escamosas adenoescamoso cutáneo y el carcinoma de células escamosas cutáneo asociado a procesos de cicatrización.

Dermatoscopia

Patrones vasculares: pequeños vasos con puntos y vasos glomerulares. El cSCC pigmentado in situ también puede tener pequeños glóbulos marrones y una pigmentación homogénea de colon marrón grisácea, El cSCC incisivo tiene a tener vasos en bucle y serpentina.

Estadificación del carcinoma escamocelular

AJCC 8th edition 
T1Tumor <2 cm en la dimensión más grande
T2Tumor ≥ 2 cm, pero <4 cm en la dimensión más grande
T3Tumor ≥ 4 cm en la dimensión más grande ó erosión menor de hueso ó invasión perineural ó invasión profunda segundo
T4aTumor con invasión de médula ósea
T4bTumor con invasión ósea del cráneo y / o base del cráneo con foramen involucrado

Los factores de alto riesgo incluyen:> 2 mm de grosor, nivel de Clark ≥ IV, invasión perineural, pabellón auricular como sitio primario, labio  (bermellón) en el sitio primario, no diferenciación.

Invasión profunda definida como invasión más allá de la grasa subcutánea o> 6 mm (desde la capa granular de la epidermis normal adyacente a la base del tumor), invasión perineural para la clasificación T3 definida como células tumorales dentro de la envoltura nerviosa de un nervio que se encuentra más profundo que la dermis o que mide 0,1 mm o más en calibre o que presentan implicación clínica o radiográfica de nervios con nombre sin invasión o trasgresión de la base del cráneo.

Hospital Brigham and Women (BWH) 
T10 factores de alto riesgo
T2a1 factor de alto riesgo
T2b2 - 3 factores de alto riesgo
T3≥ 4 factores de alto riesgo

Los factores de alto riesgo BWH incluyen el diámetro tumoral ≥ 2 cm, pobremente diferenciado histología, invasión perineural ≥ 0,1 mm, o invasión tumoral más allá de la grasa.

Factores asociados con la recurrencia local

Los factores de riesgo predisponen a un individuo a una mayor tasa de recurrencia local y metástasis. El diámetro tumoral >2 cm es el factor de riesgo con mayor asociación a mal pronóstico. La afectación perineural (>0.1mm calibre) se asocia con metástasis ganglionares y mayor riesgo de mortalidad.

El sistema de estadificación más reciente del AJCC, publicado en octubre 2016, utiliza un diámetro tumoral de 3 cms como el factor distintivo entre los tumores T1 y T2. Las características en estadificación AJCC que resultan en eclipsamiento  a T3 incluyen un diámetro tumoral de 4 cms, erosión ósea menor, invasión de nervios de 0.1mm de calibre o subcutáneo, o invasión profunda (6 mm o más allá de la grasa subcutánea)

T4 está reservado para la afectación ósea o la invasión de la base del cráneo. Un sistema de estadificación alternativo, el sistema de estadificación del Hospital Brigham and Women (BWH), T2b de alto riesgo que requiere la presencia de factores de riesgo. El sistema de estadificación nodal N1S3, introducido en 2010, especifica que el diámetro de los focos metastásicos  en los ganglios linfáticos y el número de ganglios afectados desempeñan un papel importante en el resultado clínico.

Tratamiento

El carcinoma escamocelular puede tratarse de diversas formas dependiente del riesgo de recurrencia y factores de riesgo. La frecuencia de recurrencia, la preservación de la función, las expectativas del paciente y los posibles efectos adversos se deben considerar en el plan de tratamiento. La extirpación quirúrgica con márgenes de 4 mm se recomienda para tumores primarios de bajo riesgo.

La crioterapia, electrofulguración o curetaje están indicados en lesiones pequeñas (<1cm), enfermedad de Bowen y aquellas limitadas a regiones como labios, párpados y oídos en localizaciones no terminales de alopecia. Se recomienda la cirugía micrográfica de Mohs, aunque también se puede considerar la escisión estándar junto con la atención al control de los márgenes. El informe de patología debe incluir subtipo histológico, invasión más allá de la dermis reticular y afectación perineural. En todos los casos es necesario determinar la extensión hacia ganglios linfáticos

En aquellos con ganglios palpables o biopsia por aguja fina positiva deberá llevarse a cabo linfadenectomía regional con radioterapia adyuvante debido a que aproximadamente un 5% de los pacientes con carcinoma epidermoide desarrollarán metástasis principalmente a ganglios linfáticos regionales.

Tratamiento no quirúrgico

Si la terapia quirúrgica no es factible, otras opciones de tratamiento para CCb de bajo riesgo incluyen crioterapia 5-fluorouracilo tópico, imiquimod tópico, terapia fotodinámica o radioterapia; sin embargo, las tasas de curación para estas modalidades pueden ser más bajas  que con el tratamiento quirúrgico.

El manejo farmacológico tópico está indicado exclusivamente en queratosis actínicas o enfermedad de Bowen. La crioterapia, electrofulguración o curetaje están indicados en lesiones pequeñas (<1cm), enfermedad de Bowen y aquellas limitadas a regiones como labios, párpados y oídos.

Pronóstico

Los individuos con CEC primarios resecados tienen una supervivencia a cinco años superior al 90%; alrededor de 75% de las recurrencias se presentan en los primeros 2 años y el 95% en los primeros cinco. El el carcinoma escamocelular la supervivencia a 5 años disminuye drásticamente al 25% en los sujetos con enfermedad metastásica.

Se consideran indicadores de alta recurrencia lesiones con bordes poco definidos, recurrentes, crecimiento rápido, invasión perineural, poca diferenciación células e inmunosupresión.

Referencias Bibliográficas

Karia PS, Morgan FC, Ruiz ES, Schmults CD. Clinical and Incidental Perineural Invasion of Cutaneous Squamous Cell Carcinoma: A Systematic Review and Pooled Analysis of Outcomes Data. JAMA Dermatol. 2017;153(8):781-788.

Que SKT, Zwald FO, Schmults CD. Cutaneous squamous cell carcinoma: Incidence, risk factors, diagnosis, and staging. J Am Acad Dermatol. 2018;78(2):237-247.

Que SKT, Zwald FO, Schmults CD. Cutaneous squamous cell carcinoma: Management of advanced and high-stage tumors. J Am Acad Dermatol. 2018;78(2):249-261.

Kim JYS, Kozlow JH, Mittal B, et al. Guidelines of care for the management of cutaneous squamous cell carcinoma. J Am Acad Dermatol. 2018;78(3):560-578.

El artículo Carcinoma escamocelular: Diagnóstico en la consulta. apareció primero en Sapiens Medicus.

Enfermedades de Transmisión Sexual: Revisión de las más importantes.

$
0
0

En esta ocasión revisamos de manera breve y concisa las principales enfermedades de transmisión sexual relevantes para la práctica médica, con énfasis en su diagnóstico y tratamiento. A continuación, selecciona las que desees revisar. Incluimos los enlaces a los grandes temas, mientras que podrás revisar chancroide, herpes simple genital, molusco contagioso y condiloma acuminado dentro de esta publicación.

Actualízate sobre este tema en 27 minutos.

La infección por el virus del papiloma humano se aborda como condiloma acuminado en esta publicación, mientras que las cepas relacionadas con el cáncer cérvicouterino se abordarán dentro de dicho tema.

El chancroide es causado por H. ducreyi, una bacteria pequeña, gramnegativa que requiere un medio enriquecido que contiene hemina y generalmente suero para un cultivo exitoso. Las muestras deben entregarse rápidamente al laboratorio e incubarse a una temperatura de entre 33º y 35ºC con humedad elevada y enriquecimiento con CO2. Después de 48 a 72 horas aparecen colonias pequeñas y heterogéneas en el medio de cultivo. Cuando se examinan mediante tinción de Gram, los organismos a menudo se agrupan en hebras largas y paralelas, produciendo una apariencia de “vías de tren”. Esta morfología puede verse ocasionalmente en frotis teñidos con Gram de muestras clínicas, pero no es un hallazgo clínico consistente o confiable.

Etiopatogenia

La patogénesis del chancroide no se comprende por completo. En la gran mayoría de los casos, se cree que los organismos ingresan a los tejidos a través de microabrasiones en la piel que se producen durante las relaciones sexuales, ya que H. ducreyi no suele infectar la piel intacta. H. ducreyi es una bacteria altamente infecciosa. La probabilidad de que la inoculación conduzca a la formación de pápulas parece estar influenciada principalmente por el tamaño del inoculo y los factores dependientes del huésped.

H. ducreyi es una bacteria altamente infecciosa. La probabilidad de que la inoculación conduzca a la formación de pápulas parece estar influenciada principalmente por el tamaño del inoculo y los factores dependientes del huésped.Haz click para twittear

El inicio de la infección requiere la unión de bacterias a células susceptibles, un proceso que parece implicar la interacción de un mediador de proteínas (probablemente pili) y lipooligosacáridos con fibronectina contenida en la matriz extracelular. La adherencia bacteriana a las células se produce a través de la elaboración de una proteína de choque térmico (GroEL). Una citotoxina secretada por H. ducreyi puede desempeñar un papel importante en la lesión de las células epiteliales y el posterior desarrollo de la úlcera.

Epidemiología

Aunque los datos epidemiológicos definitivos no están generalmente disponibles, el chancroide se ha considerado una de las principales causas de enfermedad ulcerosa genital en el África subsahariana y en muchas partes del sudeste de Asia y América Latina. Sin embargo, la prevalencia del chancro blando ha disminuido drásticamente en algunos países, incluidos Tailandia, Kenia, Uganda, Namibia, Botswana y Tanzania. Una posible explicación para esta observación es el uso generalizado de las guías de la Organización Mundial de la Salud para el tratamiento de infecciones de transmisión sexual, donde los algoritmos de tratamiento se basan en la identificación de grupos consistentes de síntomas y signos fácilmente reconocibles.

Así se presenta tu paciente

Úlceras genitales

El período de incubación del chancro blando suele ser de 4 a 10 días. La infección por H. ducreyi conduce a una pápula eritematosa que evoluciona rápidamente a pústula y que a su vez se erosiona y forma una úlcera. Las personas infectadas comúnmente tienen más de una úlcera, y las lesiones casi siempre se limitan al área genital y los nódulos linfáticos a los que drenan.

A la presentación, la úlcera del chancroide típica es de aproximadamente 1 a 2 cm de diámetro, pero el tamaño es variable y puede haber más de una úlcera presente, especialmente en pacientes infectados por VIH. La úlcera es dolorosa y tiene una base eritematosa; los bordes están claramente demarcados y en ocasiones socavados. La base de la úlcera generalmente está cubierta con un exudado purulento gris o amarillo y sangra cuando se raspa.

Chancroide
Lesiones en pene secundarias a la infección por H. ducreyi. Chancroide. CDC, Dr. Pirozzi.

Los sitios más comunes de lesión en el chancroide son aquellos que típicamente están sujetos a fricción durante el sexo. En los hombres, la mayoría de las lesiones involucran el prepucio o el glande. En las mujeres, los labios mayores, el introito vaginal y las áreas perianales son los más comúnmente afectados. Algunos casos de chancroide pueden no ser diagnosticados, especialmente en mujeres asintomáticas con lesiones vaginales o cervicales.

Linfadenopatía

La linfadenitis inguinal está presente en aproximadamente la mitad de los hombres infectados y es algo menos frecuente en las mujeres. Los nódulos involucrados pueden experimentar licuefacción y presentarse como bubones fluctuantes. La mayoría de los bubones aparecen una o dos semanas después de la aparición de la úlcera primaria y, a menudo, son bastante dolorosos. Los bubones no tratados pueden romperse espontáneamente y descargar pus franca.

Chancroide
Bubones inguinales en paciente con chancroide. CDC, Susan Lindsley.

Estudios de utilidad

Tanto el cultivo como la PCR están disponibles para identificar a H. ducreyi. Sin embargo, estas pruebas no pueden proporcionar resultados rápidos y no siempre están disponibles. Por tanto, en la mayoría de los casos, no se pueden basar las decisiones de tratamiento en los resultados de las pruebas microbiológicas, por lo que se administra tratamiento empírico.

Tratamiento del Chancroide

El tratamiento empírico es razonable si las manifestaciones clínicas y la epidemiología son fuertemente sugestivas del diagnóstico, especialmente para pacientes en quienes es poco probable que hagan un seguimiento después de su evaluación inicial. Si se indica tratamiento empírico para el chancroide, es recomendable administrar también tratamiento empírico para el virus del herpes simple (HSV) y la sífilis. En la mayoría de los pacientes, el VHS y la sífilis son causas más probables de enfermedad ulcerosa genital. Además, hay datos que describen la coinfección con H. ducreyi y T. pallidum.

Si se indica tratamiento empírico para el chancroide, es recomendable administrar también Tx. empírico p. HSV y la sífilis. En la mayoría de los pacientes, el VHS y la sífilis son causas más probables de enfermedad ulcerosa genital. Haz click para twittear

La duración de la infectividad después del inicio del tratamiento es incierta. Por tanto, los pacientes con chancroide deben abstenerse de tener relaciones sexuales hasta que la úlcera se haya curado, y el uso del condón debe ser enfatizado. El tratamiento de elección es una dosis única con azitromicina (1 gramo por vía oral) o ceftriaxona (250 mg por vía intramuscular) observada directamente.

El tratamiento de elección para el chancroide es una dosis única con azitromicina (1 gramo por vía oral) o ceftriaxona (250 mg por vía intramuscular) observada directamente.Haz click para twittear

Tratamiento de los bubones

La linfadenitis fluctuante debe drenarse, generalmente por aspiración con aguja. Si el área no es claramente fluctuante, es razonable iniciar el tratamiento médico, observar y drenar el nódulo si se desarrolla fluctuación. El drenaje puede realizarse mediante aspiración con aguja, o mediante incisión y drenaje.

El herpes simple genital es una infección viral de transmisión sexual común presente en todo el mundo. La mayoría de estas infecciones genitales son causadas por el virus del herpes simple-2 (VHS-2); sin embargo, el virus del herpes simple-1 (VHS-1) también produce enfermedad clínicamente similar. El tratamiento antiviral puede acortar la duración de los síntomas y los signos en la infección primaria que, cuando no se trata, puede asociarse a morbilidad importante. Se estima que la mayoría de los casos de herpes simple genital son transmitidos por personas que no saben que tienen la infección o que están asintomáticas cuando se produce el contagio.

La mayoría de las infecciones genitales son causadas por el virus del herpes simple-2 (VHS-2); sin embargo, el virus del herpes simple-1 (VHS-1) también produce enfermedad clínicamente similar.Haz click para twittear

La infección por el virus del herpes simple genital (VHS) puede ser primaria, no primaria y recurrente. La infección primaria se refiere a la infección en un paciente sin anticuerpos preexistentes al HSV-1 o al HSV-2. La infección no primaria se refiere a la infección por HSV-1 genital en un paciente con anticuerpos preexistentes de HSV-2 o la infección por HSV-2 genital en un paciente con anticuerpos preexistentes de HSV-1.

La infección recurrente se refiere a la reactivación del VHS genital en la que el tipo de VHS identificado en la lesión es del mismo tipo que los anticuerpos en el suero. Cada uno de estos tipos de infección puede ser sintomático o asintomático (también llamado subclínico). La infección asintomática se detectará solo si el paciente se analiza mediante cultivo o reacción en cadena de polimerasa (PCR).

Presentación Clínica

Las manifestaciones clínicas del virus del herpes simple genital (VHS) varían ampliamente dependiendo de si la infección es primaria, no primaria o recurrente.

Infección primaria

Las manifestaciones clínicas de la infección genital primaria por HSV son muy variables. La presentación inicial puede ser grave con úlceras genitales dolorosas, disuria, fiebre, linfadenopatía local inguinal dolorosa y cefalea. En otros pacientes, sin embargo, la infección es leve, subclínica o completamente asintomática. No hay diferencias claras en la presentación clínica con base en el virus infectante (es decir, HSV-1 vs. HSV-2). Los síntomas tienden a ser más severos en las mujeres que en los hombres. Otros síntomas y signos en estas primoinfecciones incluyen:

  • Síntomas sistémicos: fiebre, cefalea, malestar general y mialgias (67%)
  • Dolor local y prurito (98%)
  • Disuria (63%)
  • Linfadenopatía (80%)

Es importante diferenciar la disuria de la retención urinaria aguda, que puede ocurrir durante la infección primaria grave por HSV. La disuria puede ocasionar que el paciente se niegue a orinar debido al paso de la orina ácida en vesículas abiertas e inflamadas; esto se puede manejar con baños de asiento. Sin embargo, la retención urinaria aguda con pérdida de la sensibilidad sacra, puede ocurrir secundaria a una radiculomielitis lumbosacra debida a infección primaria grave por HSV. Esta complicación es transitoria, pero generalmente requiere sondaje hasta la mejoría clínica.

La retención urinaria aguda con pérdida de la sensibilidad sacra, puede ocurrir secundaria a una radiculomielitis lumbosacra debida a infección primaria grave por HSV.Haz click para twittear
Herpes simple genital
Vesícula en pene en un paciente con infección por Herpes simple genital VHS-2. CDC, Susan Lindsley.

Infección no primaria

La infección no primaria se asocia con menos lesiones y menos síntomas sistémicos que la infección primaria, presumiblemente porque los anticuerpos contra un tipo de VHS confieren cierta protección contra el otro. En un estudio, la infección previa por VHS-1 aumentó tres veces la probabilidad de infección asintomática.

Infección recurrente

La infección recurrente por el HSV genital es común, pero generalmente no es tan grave como las primarias o no primarias. La duración media de las lesiones generalmente es más corta en las recurrencias que en la infección primaria (10 versus 19 días) y la duración de la viremia suele ser de dos a cinco días. En un estudio que incluyó un subconjunto de 362 pacientes con infección recurrente, las lesiones se describieron como pequeñas lesiones vesiculares o ulcerativas unilaterales. Las lesiones vaginales atípicas incluyen fisuras o irritación vulvar.

Los síntomas sistémicos son infrecuentes y aproximadamente el 25% de los episodios recurrentes son completamente asintomáticos. Hasta el 50% de los pacientes con recurrencias sintomáticas tienen síntomas prodrómicos antes de la erupción, como un leve hormigueo local o dolores punzantes en las nalgas, las piernas y las caderas. Los factores que contribuyen a la disminución de las recidivas incluyen la infección por HSV-1 en comparación con HSV-2 y la duración y gravedad de la infección primaria. El tratamiento con aciclovir no influye en las tasas de recurrencia.

Estudios que serán de utilidad

El diagnóstico clínico de herpes genital debe confirmarse con pruebas de laboratorio. La presentación clásica con múltiples vesículas sobre una base eritematosa a menudo está ausente en muchos pacientes. Por tanto, es importante confirmar el diagnóstico de infección por el virus del herpes simple (VHS) con cualquiera de las siguientes técnicas: cultivo viral, reacción en cadena de la polimerasa (PCR), anticuerpos de fluorescencia directa o pruebas serológicas específicas. La elección de la prueba varía con la presentación clínica. El cultivo celular y PCR son las pruebas de elección para un paciente que presenta lesiones activas, aunque la PCR tiene mayor sensibilidad y especificidad.

El cultivo viral y PCR son las pruebas de elección para un paciente que presenta lesiones activas por VHS genital, aunque la PCR tiene mayor sensibilidad y especificidad.Haz click para twittear

Mientras que el cultivo viral ha seguido siendo el método de diagnóstico estándar para aislar el VHS, los ensayos de PCR del VHS han surgido como un método más sensible para confirmar la infección por VHS en muestras clínicas obtenidas de úlceras genitales y sitios mucocutáneos; la PCR es la prueba de elección del líquido cefalorraquídeo. La PCR es particularmente útil para la detección de la diseminación asintomática del HSV.

Tratamiento del Herpes simple genital

La infección primaria por herpes simple genital puede causar una enfermedad clínica prolongada con ulceraciones genitales graves. Por tanto, todos los pacientes con un probable episodio primario de HSV deben ser tratados con antivirales. El inicio de la terapia antiviral oral dentro de las 72 horas de la aparición de la lesión puede disminuir la duración y la gravedad de la enfermedad por días o semanas. Además, puede disminuir el riesgo de infección primaria complicada (p.e. meningitis o radiculitis sacra).

El inicio de la terapia antiviral oral dentro de las 72 horas de la aparición de la lesión puede disminuir la duración y la gravedad de la enfermedad por días o semanas. Además, puede disminuir el riesgo de infección primaria complicada.Haz click para twittear

Todos los fármacos disponibles (es decir, aciclovir, famciclovir y valaciclovir) son eficaces en el tratamiento de la infección genital primaria por herpes simple genital. La frecuencia de la dosis varía de un fármaco a otro.  La vía oral generalmente es adecuada, excepto en casos de infección complicada. 

Infección complicada

Puede requerirse tratamiento parenteral en pacientes con infecciones primarias por herpes simple genital acompañadas de manifestaciones clínicas graves, como p.e.:

  • Afectación del sistema nervioso central, como meningitis aséptica, encefalitis o mielitis transversa
  • Hepatitis o neumonitis
  • Infección diseminada

La dosis de aciclovir intravenoso y la duración específica del tratamiento no están bien delineados debido a la falta de ensayos clínicos; el tratamiento se debe individualizar al entorno clínico específico. En pacientes con infección por HSV complicada, la CDC recomienda aciclovir por vía intravenosa, de 5 a 10 mg/kg. cada ocho horas durante dos a siete días o más, hasta que se documente la mejoría clínica, seguido de la transición a tratamiento antiviral oral para completar al menos 10 días. Los pacientes inmunocomprometidos pueden tener un cuadro más grave y prolongado y pueden requerir un tratamiento más largo.

En pacientes con infección por HSV complicada, aciclovir IV., de 5 a 10 mg/kg c. 8 hrs. por 2 a 7 días o más, hasta que se documente mejoría clínica, seguido de la transición a tratamiento antiviral oral para completar al menos 10 días.Haz click para twittear

Tratamiento adyuvante para el VHS primario

Algunos pacientes con un episodio primario de herpes simple genital experimentan dolor local moderado a intenso en genitales o sacro. Se puede requerir de analgésicos en episodios primarios graves con múltiples lesiones dolorosas. Los baños de asiento a menudo son útiles para mujeres con disuria grave secundaria a múltiples ulceraciones.

Una mujer con disuria en un cuadro de infección por VHS puede haber desarrollado retención urinaria secundaria a la afectación de la raíz del nervio sacro. En esta situación clínica, puede requerirse de sondaje vesical intermitente o permanente, por lo general durante varios días, pero en ocasiones se extiende más allá de una semana. La administración de analgésicos antes de la inserción de la sonda ayuda a disminuir la incomodidad asociada con el procedimiento.

Inicio del tratamiento

El inicio precoz del tratamiento es importante para obtener un beneficio clínico máximo. El inicio del medicamento se recomienda dentro de las primeras 72 horas de la aparición de los síntomas clínicos; sin embargo, si un paciente se presenta después de este período de tiempo con nuevas lesiones y dolor importante, se debe ofrecer tratamiento antiviral.

La infección por el virus del papiloma humano (VPH) es la enfermedad de transmisión sexual más común en el mundo y es una causa común de infección cutánea y de la mucosa. El condiloma acuminado, también conocido como verruga genital, es una manifestación de la infección por VPH que ocurre en un subconjunto de personas con infección anogenital. El condiloma acuminado generalmente se manifiesta como pápulas blandas o placas en los genitales externos, la piel perianal, el periné o la ingle. Los tipos 6 y 11 del VPH son los responsables de la mayoría de estas lesiones.

La infección por el virus del papiloma humano (VPH) es la enfermedad de transmisión sexual más común en el mundo y es una causa común de infección cutánea y de la mucosa.Haz click para twittear

El VPH es un grupo de virus de ADN bicatenario no encapsulados pertenecientes a la familia Papillomaviridae. Se han identificado más de 200 tipos de VPH, más de 40 de los cuales se pueden transmitir a través del contacto sexual e infectar los genitales y ano. Los VPH se dividen en tipos de bajo riesgo y alto riesgo según el riesgo asociado de desarrollar cáncer. Los serotipos de bajo riesgo VPH 6 y 11 se detectan en alrededor del 90% de las verrugas genitales o anales, aunque es común la coinfección con otros serotipos de VPH de bajo o alto riesgo.

Los serotipos de bajo riesgo VPH 6 y 11 se detectan en alrededor del 90% de las verrugas genitales o anales, aunque es común la coinfección con otros serotipos de VPH de bajo o alto riesgo.Haz click para twittear

El virus se transmite a través del contacto con la piel o la mucosa infectadas. Invade las células de la capa basal epidérmica a través de microabrasiones. La infección por VPH anogenital casi siempre se adquiere por contacto sexual. Las verrugas no son necesarias para la transmisión, pero son altamente infecciosas debido a su alta carga viral.
Una vez adquirida, la infección por VPH puede ingresar a una fase latente sin signos o síntomas. En pacientes que desarrollan condiloma acuminado, el período de incubación habitual es de tres semanas a ocho meses. El riesgo de desarrollar condiloma acuminado después de la infección por HPV-6 u HPV-11 parece ser alto.

Factores de Riesgo

La actividad sexual es el principal factor de riesgo para la infección anogenital del virus del papiloma humano (VPH). La inmunosupresión está asociada con el desarrollo de condiloma acuminado más grande y más resistente al tratamiento, tasas más altas de recidiva y transformación maligna de las verrugas anogenitales. Por ejemplo, el condiloma acuminado en pacientes con infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), que reciben terapia inmunosupresora o con diabetes, puede ser difícil de tratar.

La inmunosupresión está asociada con el desarrollo de condiloma acuminado más grande y más resistente al tratamiento, tasas más altas de recidiva y transformación maligna de las verrugas anogenitales.Haz click para twittear

Se han reportado verrugas anogenitales extensas en pacientes con infección por el virus linfotrópico-T humano tipo I (HTLV-I) y en asociación con el síndrome inflamatorio de reconstitución inmunitaria. Fumar se ha asociado a un mayor riesgo de condiloma acuminado. El riesgo puede incrementarse a medida que aumenta el número de cigarrillos fumados por día y el número de años-paquete. La circuncisión masculina puede reducir el riesgo de infección por VPH.

Presentación Clínica

Las verrugas anogenitales externas se encuentran típicamente en la vulva, el pene, la ingle, el perineo, la piel perianal y/o la piel suprapúbica. Las verrugas pueden ser simples o múltiples, planas, en forma de cúpula, con forma de coliflor, filiformes, en forma de hongo, pedunculadas, cerebriformes, similares a placas, lisas (especialmente en el cuerpo del pene), verrugosas o lobuladas. El color varía, pudiendo ser blancas, de color de la piel, eritematosas (rosadas o rojas), violáceas, marrones o hiperpigmentadas.

Las verrugas anogenitales generalmente son suaves a la palpación y pueden oscilar entre 1 mm. y más de varios centímetros de diámetro. Las verrugas son típicamente asintomáticas pero pueden ser pruriginosas. Puede haber involucramiento del cérvix o la uretra. El condiloma acuminado también puede desarrollarse en el canal anal, típicamente se manifiesta como pequeñas pápulas planas o en forma de globo, generalmente distal a la línea dentada. 

La condilomatosis extensa puede causar una marcada desfiguración del área anogenital y puede interferir con la defecación. Las verrugas uretrales pueden provocar hemorragia uretral (incluido sangrado durante el coito) y, en casos excepcionales, obstrucción urinaria. Los efectos psicológicos del condiloma acuminado no deben desatenderse. Los pacientes menudo experimentan estigmatización, ansiedad, depresión, angustia y culpa, así como también preocupaciones sobre la fertilidad futura y el riesgo de cáncer. El impacto emocional en las parejas sexuales también es importante y puede llevar al conflicto y el término de la relación.

Condiloma Acuminado
Condiloma acuminado en paciente femenino. CDC, Joe Millar.

Evolución Clínica

Después de la aparición inicial, las verrugas anogenitales pueden aumentar en número y tamaño o experimentar un retroceso espontáneo. Se estima que aproximadamente un tercio de las verrugas anogenitales remiten sin tratamiento dentro de un periodo de cuatro meses. La infección por el virus del papiloma humano (VPH) puede persistir a pesar de la resolución de las verrugas visibles y puede dar lugar a la recurrencia de la verruga. Las tasas de  dicha recurrencia no están bien definidas. La irritación mecánica, las heridas, la inmunosupresión, la inflamación y otros factores extracelulares afectan el número de copias virales en las células infectadas de forma latente y pueden predisponer a la reaparición.

Exploración física

En la mayoría de los casos, los médicos familiarizados con las manifestaciones clínicas del condiloma acuminado pueden diagnosticarlo basándose en la exploración física. La evaluación con una luz brillante es de utilidad. Los hallazgos que sugieren condiloma acuminado son pápulas blandas o papilares únicas o múltiples, o placas limitadas al área anogenital. Algunas características que pueden sugerir otros trastornos incluyen pápulas umbilicadas (molusco contagioso), tapones queratósicos e hiperpigmentación (queratosis seborreica), color amarillento (manchas de Fordyce), color violáceo (liquen plano), pápulas puntiformes (liquen nítido), superficie húmeda (condilomas planos de la sífilis secundaria) y ulceración (otra infección o malignidad).

Los pacientes pueden tener infección simultánea del área genital y la piel perianal. Po tanto, se deben examinar todas las áreas predispuestas al condiloma acuminado (vulva, pene, periné, piel perianal, monte de Venus y pliegues crurales). Cabe destacar que el prepucio no circuncidado o el vello púbico pueden oscurecer las verrugas, lo que justifica una exploración cuidadosa. La exploración física también debe incluir una evaluación de otros signos clínicos que puedan sugerir enfermedades de transmisión sexual coexistentes, como ulceraciones, adenopatía, vesículas o secreción.

Biopsia

Si hay incertidumbre sobre el diagnóstico, se debe realizar una biopsia. Por lo general, es suficiente realizar un procedimiento de afeitado para eliminar una posible verruga o tomar una muestra de una gran verruga sospechosa. Además, una biopsia para confirmar el diagnóstico y descartar malignidad es beneficiosa en el condiloma acuminado que parece ser refractario a tratamiento, especialmente en pacientes inmunosuprimidos. Otras indicaciones para la biopsia incluyen características atípicas (p.e. induración, fijación a estructuras subyacentes, hemorragia, pigmentación atípica o ulceración).

Tratamiento en Hombres

Se le debe ofrecer tratamiento a todos los pacientes. Si bien, las verrugas anogenitales pueden resolverse espontáneamente, también pueden diseminarse o agrandarse, lo que dificulta el tratamiento. Por tanto, no se recomienda postergar el tratamiento. Dada la incertidumbre con respecto a la resolución y los efectos psicosociales y físicos negativos de las verrugas anogenitales (por ejemplo, prurito, dolor, hemorragia, interferencia con la micción, la defecación y la función sexual), la mayoría de los pacientes desean tratamiento.

Las opciones de tratamiento para el condiloma acuminado externo incluyen medicamentos tópicos aplicados por el paciente y tratamientos administrados por el médico. Los tratamientos de primera línea aplicados por el paciente incluyen:

  • Imiquimod en crema al 5% o 3.75%.
  • Podofilotoxina al 0.5% en gel o solución.
  • Sinecatequinas en ungüento al 10 o 15%.

Los tratamientos de primera línea administrados por un médico incluyen:

  • Crioterapia
  • Ácido tricloroacético (TCA)
  • Extirpación quirúrgica (escisión, electrocirugía o láser)

Los mecanismos de acción de estas intervenciones incluyen propiedades antiproliferativas (podofilotoxina), efectos inmunomoduladores (imiquimod y sinecatequinas), y efectos ablativos/destructivos (crioterapia, ácido tricloroacético, escisión quirúrgica, electrocirugía y láser).

Tratamiento en Mujeres

Existen dos grandes categorías de tratamiento médico: las que destruyen directamente el tejido de la verruga (terapias cito-destructivas) y las que funcionan a través del sistema inmunitario del paciente para eliminar la verruga (terapias inmunológicas). Algunos de estos métodos solo se pueden aplicar en el consultorio, mientras que otros pueden ser administrados por el paciente en el hogar. Todos los tratamientos médicos son de mayor utilidad para pacientes con enfermedad delimitada (p.e. ≤5 verrugas pequeñas). Algunos puntos clave con respecto al tratamiento médico son:

  • La podofilotoxina (podofilox), el imiquimod, las sinecatequinas y el interferón tópico se pueden autoadministrar.
  • Las verrugas vaginales solo se pueden tratar con ácido tricloroacético (TCA), ácido bicloroacético (BCA) e interferones.
  • El TCA no tiene absorción sistémica ni efectos sobre el feto conocidos; por tanto, es el tratamiento de elección en mujeres embarazadas.

En general, si el paciente no ha respondido al tratamiento inicial después de 3 semanas o si la eliminación completa no ha ocurrido entre 6 y 12 semanas, es apropiado cambiar a un tratamiento alternativo. Otro enfoque que comienza a aparecer en la literatura implica la administración tópica de bacilo de Calmette-Guerin (BCG). Se ha utilizado principalmente para el tratamiento de las verrugas perianales en hombres y requiere de más estudios que lo avalen. Las vacunas contra el VPH son eficaces en la prevención primaria de la infección.

El ácido tricloracético no tiene absorción sistémica ni efectos sobre el feto conocidos; por tanto, es el tratamiento de elección en mujeres embarazadas en el condiloma acuminado.Haz click para twittear

Tratamiento quirúrgico

Las opciones de manejo quirúrgico consisten en procedimientos ablativos y excisionales. Se realizan con frecuencia, especialmente en pacientes con enfermedad extensa o multifocal, utilizando modalidades tanto ablativas como excisionales. La elección del método dependerá de la disponibilidad del equipo y de la experiencia y preferencias personales del cirujano. Independientemente del método elegido, el cirujano debe mantener el control de la profundidad durante la destrucción del tejido ya que la destrucción profunda de las lesiones vaginales teóricamente podría conducir a la formación de fístulas.

Una ventaja del tratamiento quirúrgico es que se necesitan menos visitas en comparación con el médico, aunque a veces son necesarios procedimientos repetidos, especialmente con crioterapia. Una desventaja de las terapias ablativas es que la hipopigmentación o hiperpigmentación persistente es frecuente. Una desventaja de todas las terapias quirúrgicas (ablativas o excisionales) es que generalmente requieren anestesia y a menudo deben realizarse en un quirófano; sin embargo, las lesiones pequeñas se pueden extirpar en el consultorio con sedación e infiltración local (p. ej., lidocaína al 1% con o sin epinefrina). Por último, el tratamiento quirúrgico puede provocar cicatrices, especialmente cuando se destruye la capa subdérmica.

El molusco contagioso es un poxvirus que causa una infección crónica localizada, que consiste en pápulas de color carne en forma de cúpula en la piel de un individuo infectado. Este patógeno es un miembro de la familia de los poxvirus, pero pertenece a un género diferente al de los ortopoxvirus (variola virus, vaccinia y virus de la viruela símica). El molusco contagioso causa una infección localizada crónica con pequeñas pápulas en la piel de un individuo infectado, en contraste con la enfermedad aguda y a veces fatal, inducida por la viruela. Al igual que el virus que causa la viruela, el único huésped conocido para el molusco es el humano.

La replicación del molusco contagioso ocurre en el citoplasma de las células y contiene muchos genes únicos que codifican proteínas responsables de nuevos mecanismos de defensa contra el huésped; estos se encargan de inhibir las respuestas inflamatorias e inmunes del huésped a la infección. La infección por molluscum contagiosum ha sido reportada en todo el mundo. Aunque se han identificado cuatro genotipos distintos, el genotipo 1 predomina y representa el 90% de los casos.

El número de casos en adultos ha variado con el tiempo. En la década de 1980, el número de casos de molusco contagioso aumentó, aparentemente como resultado de la epidemia del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA); sin embargo, desde la introducción de la potente terapia antirretroviral, el número de casos de molusco contagioso en pacientes con SIDA ha disminuido sustancialmente.

Factores de Riesgo

El molusco contagioso es una enfermedad común de la infancia. La enfermedad también ocurre en adolescentes y adultos sanos, a menudo como una enfermedad de transmisión sexual o en relación con la participación en deportes de contacto. El molusco contagioso también se asocia con inmunosupresión. Puede ocurrir en el contexto de la inmunodeficiencia celular subyacente, como ocurre en las inmunodeficiencias hereditarias, durante la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) o después del tratamiento con fármacos inmunosupresores.

Aunque se ha propuesto que la dermatitis atópica es un factor de riesgo para el molusco contagioso, los datos entran en conflicto con la relación entre estas enfermedades. Los estudios que informan tasas de prevalencia de dermatitis atópica de entre 18 y 45% entre los pacientes con molusco contagioso, sugieren tasas de riesgo mayores que la prevalencia estimada de dermatitis atópica en la población pediátrica general (10 a 20%). Se teoriza que la supresión relativa de la respuesta de las células T helper de tipo 1 en las lesiones cutáneas agudas de la dermatitis atópica, podría contribuir a una predisposición para el molusco contagioso en la población con dermatitis atópica.

En contraste con la afirmación de que la dermatitis atópica es un factor de riesgo para esta infección, un estudio de guardería de más de 1100 niños en Japón no logró encontrar un aumento estadísticamente significativo en el molusco contagioso entre los niños que tenían antecedentes de dermatitis atópica, en comparación con los niños sin la enfermedad. Por tanto, la relación entre la dermatitis atópica y el molusco contagioso sigue siendo incierta.

Transmisión

Como muchos virus en la familia de los poxvirus, el molusco contagioso se contagia por el contacto directo piel con piel y, por tanto, puede ocurrir en cualquier parte del cuerpo. El virus puede transmitirse por autoinoculación rascándose o tocando una lesión. Por ejemplo, si las lesiones se desarrollan en la cara, el afeitado puede diseminar el virus. El único huésped conocido del molusco contagioso es el ser humano.

La infección también se puede propagar a través de fomites en esponjas de baño o toallas o a través del contacto con la piel durante la participación en deportes de contacto. También se ha informado de una asociación de molusco contagioso con el uso de albercas. Cuando se produce en la región genital en personas sexualmente activas, el molusco contagioso se clasifica como una enfermedad de transmisión sexual.

En contraste, la autoinoculación, más que el contacto sexual, es responsable de la mayoría de las lesiones anogenitales en los niños. Las estimaciones para el período de incubación del virus varían de una semana a seis meses, pero normalmente se caracterizan por tener entre dos y seis semanas.

Presentación Clínica

El molusco contagioso causa una infección crónica localizada caracterizada por pápulas firmes en forma de domo en la piel. Las lesiones miden de 2 a 5 mm. de diámetro, con una superficie brillante y una indentación central o umbilicación. Ocasionalmente, los crecimientos pueden ser polipoides con una base en forma de tallo. El prurito puede estar presente o ausente, y las lesiones a veces se inflaman visiblemente.

El molusco contagioso causa una infección crónica localizada caracterizada por pápulas firmes en forma de domo en la piel. Las lesiones miden de 2 a 5 mm. de diámetro, con una superficie brillante y una indentación central o umbilicación.Haz click para twittear

El molusco contagioso puede aparecer en cualquier parte del cuerpo, excepto las palmas y las plantas. Las áreas más comunes de afectación incluyen el tronco, las axilas, las fosas antecubital y poplítea y los pliegues crurales. Las lesiones en el párpado pueden causar conjuntivitis. La afectación de la mucosa oral es rara. El molusco contagioso de transmisión sexual típicamente involucra la ingle, los genitales, los muslos proximales y la parte inferior del abdomen. En pacientes infectados por el VIH y otros pacientes inmunocomprometidos, las lesiones pueden ser grandes (también conocido como molusco gigante) y estar diseminadas.

Molusco contagioso
Lesiones características de molusco contagioso en abdomen.

El diagnóstico de molusco contagioso generalmente se realiza por el aspecto característico de las lesiones. Cuando sea necesario, el examen histológico puede confirmar el diagnóstico clínico. La tinción con hematoxilina y eosina de una lesión de molusco contagioso revela típicamente queratinocitos que contienen cuerpos de inclusión citoplásmicos eosinófilos (también conocidos como cuerpos de molusco o cuerpos de Henderson-Paterson).

Tratamiento del Molusco Contagioso

La naturaleza autolimitada del molusco contagioso y la escasez de pruebas que apoyen definitivamente la intervención terapéutica han llevado a un debate sobre la necesidad de tratamiento. Las ventajas potenciales del tratamiento exitoso incluyen limitar la extensión de la lesión a otros sitios, reducción de la transmisión, la resolución del prurito cuando está presente y la prevención de cicatrices que pueden resultar de lesiones inflamadas, traumáticas o infectadas. 

El tratamiento también puede reducir el estrés psicológico del paciente o de los padres sobre la apariencia de las lesiones. Sin embargo, dependiendo de la terapia elegida, el tratamiento puede llevar mucho tiempo o puede producir efectos adversos, como dolor, irritación, despigmentación o cicatrización. En general, los adolescentes y adultos con molusco contagioso de transmisión sexual deben ser tratados para evitar la propagación de la enfermedad. El tratamiento precoz también está indicado en pacientes inmunosuprimidos, en quienes la infección puede complicarse.

A pesar de la ausencia de estudios para respaldar la eficacia de la crioterapia, el curetaje y la cantaridina, la respuesta rápida y clínicamente evidente asociada con su uso ofrece cierto respaldo para su utilidad en la eliminación de lesiones individuales. Por tanto, cuando se desea una prueba de tratamiento, se considera la crioterapia, el curetaje, la cantaridina y la podofilotoxina como opciones terapéuticas de primera línea. La eficacia y la seguridad de la podofilotoxina para el molusco contagioso en niños pequeños no se han establecido definitivamente.

Referencias Bibliográficas

Lewis DA. Epidemiology, clinical features, diagnosis and treatment of Haemophilus ducreyi – a disappearing pathogen? Expert Rev Anti Infect Ther 2014; 12:687.

Lewis DA, Müller E, Steele L, et al. Prevalence and associations of genital ulcer and urethral pathogens in men presenting with genital ulcer syndrome to primary health care clinics in South Africa. Sex Transm Dis 2012; 39:880.

Trees DL, Morse SA. Chancroid and Haemophilus ducreyi: an update. Clin Microbiol Rev 1995; 8:357.

Gangaiah D, Webb KM, Humphreys TL, et al. Haemophilus ducreyi Cutaneous Ulcer Strains Are Nearly Identical to Class I Genital Ulcer Strains. PLoS Negl Trop Dis 2015; 9:e0003918.

Totten PA, Kuypers JM, Chen CY, et al. Etiology of genital ulcer disease in Dakar, Senegal, and comparison of PCR and serologic assays for detection of Haemophilus ducreyi. J Clin Microbiol 2000; 38:268.

Kaul R, Kimani J, Nagelkerke NJ, et al. Monthly antibiotic chemoprophylaxis and incidence of sexually transmitted infections and HIV-1 infection in Kenyan sex workers: a randomized controlled trial. JAMA 2004; 291:2555.

Suntoke TR, Hardick A, Tobian AA, et al. Evaluation of multiplex real-time PCR for detection of Haemophilus ducreyi, Treponema pallidum, herpes simplex virus type 1 and 2 in the diagnosis of genital ulcer disease in the Rakai District, Uganda. Sex Transm Infect 2009; 85:97.

O’Farrell N, Lazaro N. UK National Guideline for the management of Chancroid 2014. Int J STD AIDS 2014; 25:975.

Riedner G, Todd J, Rusizoka M, et al. Possible reasons for an increase in the proportion of genital ulcers due to herpes simplex virus from a cohort of female bar workers in Tanzania. Sex Transm Infect 2007; 83:91.

Orle KA, Gates CA, Martin DH, et al. Simultaneous PCR detection of Haemophilus ducreyi, Treponema pallidum, and herpes simplex virus types 1 and 2 from genital ulcers. J Clin Microbiol 1996; 34:49.

Naamara W, Plummer FA, Greenblatt RM, et al. Treatment of chancroid with ciprofloxacin. A prospective, randomized clinical trial. Am J Med 1987; 82:317.

Plourde PJ, D’Costa LJ, Agoki E, et al. A randomized, double-blind study of the efficacy of fleroxacin versus trimethoprim-sulfamethoxazole in men with culture-proven chancroid. J Infect Dis 1992; 165:949.

Abeck D, Johnson AP, Dangor Y, Ballard RC. Antibiotic susceptibilities and plasmid profiles of Haemophilus ducreyi isolates from southern Africa. J Antimicrob Chemother 1988; 22:437.

Knapp JS, Back AF, Babst AF, et al. In vitro susceptibilities of isolates of Haemophilus ducreyi from Thailand and the United States to currently recommended and newer agents for treatment of chancroid. Antimicrob Agents Chemother 1993; 37:1552.

Tyndall MW, Agoki E, Plummer FA, et al. Single dose azithromycin for the treatment of chancroid: a randomized comparison with erythromycin. Sex Transm Dis 1994; 21:231.

Ballard RC, Ye H, Matta A, et al. Treatment of chancroid with azithromycin. Int J STD AIDS 1996; 7 Suppl 1:9.

Bowmer MI, Nsanze H, D’Costa LJ, et al. Single-dose ceftriaxone for chancroid. Antimicrob Agents Chemother 1987; 31:67.

Tyndall M, Malisa M, Plummer FA, et al. Ceftriaxone no longer predictably cures chancroid in Kenya. J Infect Dis 1993; 167:469.

Bernstein DI, Bellamy AR, Hook EW 3rd, et al. Epidemiology, clinical presentation, and antibody response to primary infection with herpes simplex virus type 1 and type 2 in young women. Clin Infect Dis 2013; 56:344.

Schillinger JA, McKinney CM, Garg R, et al. Seroprevalence of herpes simplex virus type 2 and characteristics associated with undiagnosed infection: New York City, 2004. Sex Transm Dis 2008; 35:599.

Xu F, Sternberg MR, Kottiri BJ, et al. Trends in herpes simplex virus type 1 and type 2 seroprevalence in the United States. JAMA 2006; 296:964.

Mertz GJ, Benedetti J, Ashley R, et al. Risk factors for the sexual transmission of genital herpes. Ann Intern Med 1992; 116:197.

Bryson Y, Dillon M, Bernstein DI, et al. Risk of acquisition of genital herpes simplex virus type 2 in sex partners of persons with genital herpes: a prospective couple study. J Infect Dis 1993; 167:942.

Foley E, Patel R. Treatment of genital herpes infections in HIV-infected patients. J HIV Ther 2004; 9:14.

Severson JL, Tyring SK. Relation between herpes simplex viruses and human immunodeficiency virus infections. Arch Dermatol 1999; 135:1393.

Wright PW, Hoesley CJ, Squires KE, et al. A prospective study of genital herpes simplex virus type 2 infection in human immunodeficiency virus type 1 (HIV-1)-seropositive women: correlations with CD4 cell count and plasma HIV-1 RNA level. Clin Infect Dis 2003; 36:207.

Ameli N, Bacchetti P, Morrow RA, et al. Herpes simplex virus infection in women in the WIHS: epidemiology and effect of antiretroviral therapy on clinical manifestations. AIDS 2006; 20:1051.

Momméja-Marin H, Lafaurie M, Scieux C, et al. Herpes simplex virus type 2 as a cause of severe meningitis in immunocompromised adults. Clin Infect Dis 2003; 37:1527.

Kimberlin DW, Lakeman FD, Arvin AM, et al. Application of the polymerase chain reaction to the diagnosis and management of neonatal herpes simplex virus disease. National Institute of Allergy and Infectious Diseases Collaborative Antiviral Study Group. J Infect Dis 1996; 174:1162.

Strick LB, Wald A. Diagnostics for herpes simplex virus: is PCR the new gold standard? Mol Diagn Ther 2006; 10:17.

Cone RW, Hobson AC, Palmer J, et al. Extended duration of herpes simplex virus DNA in genital lesions detected by the polymerase chain reaction. J Infect Dis 1991; 164:757.

Gupta R, Wald A, Krantz E, et al. Valacyclovir and acyclovir for suppression of shedding of herpes simplex virus in the genital tract. J Infect Dis 2004; 190:1374.

Workowski KA, Bolan GA, Centers for Disease Control and Prevention. Sexually transmitted diseases treatment guidelines, 2015. MMWR Recomm Rep 2015; 64:1.

Wald A, Benedetti J, Davis G, et al. A randomized, double-blind, comparative trial comparing high- and standard-dose oral acyclovir for first-episode genital herpes infections. Antimicrob Agents Chemother 1994; 38:174.

Drugs for sexually transmitted infections. Treat Guidel Med Lett 2004; 2:67.

Drugs for non-HIV viral infections. Treat Guidel Med Lett 2005; 3:23.

Mattison HR, Reichman RC, Benedetti J, et al. Double-blind, placebo-controlled trial comparing long-term suppressive with short-term oral acyclovir therapy for management of recurrent genital herpes. Am J Med 1988; 85:20.

Fife KH, Almekinder J, Ofner S. A comparison of one year of episodic or suppressive treatment of recurrent genital herpes with valacyclovir. Sex Transm Dis 2007; 34:297.

Mills J, Mindel A. Genital herpes simplex infections: some therapeutic dilemmas. Sex Transm Dis 2003; 30:232.

Patel R, Stanberry L, Whitley RJ. Review of recent HSV recurrent-infection treatment studies. Herpes 2007; 14:23.

Lebrun-Vignes B, Bouzamondo A, Dupuy A, et al. A meta-analysis to assess the efficacy of oral antiviral treatment to prevent genital herpes outbreaks. J Am Acad Dermatol 2007; 57:238.

Fife KH, Crumpacker CS, Mertz GJ, et al. Recurrence and resistance patterns of herpes simplex virus following cessation of > or = 6 years of chronic suppression with acyclovir. Acyclovir Study Group. J Infect Dis 1994; 169:1338.

Corey L, Bodsworth N, Mindel A, et al. An update on short-course episodic and prevention therapies for herpes genitalis. Herpes 2007; 14 Suppl 1:5A.

Reichman RC, Badger GJ, Mertz GJ, et al. Treatment of recurrent genital herpes simplex infections with oral acyclovir. A controlled trial. JAMA 1984; 251:2103.

Wald A, Carrell D, Remington M, et al. Two-day regimen of acyclovir for treatment of recurrent genital herpes simplex virus type 2 infection. Clin Infect Dis 2002; 34:944.

de Villiers EM, Fauquet C, Broker TR, et al. Classification of papillomaviruses. Virology 2004; 324:17.

Division of STD Prevention (1999). Prevention of genital HPV infection and sequelae: report of an external consultants’ meeting. Atlanta, GA: Centers for Disease Control and Prevention

Garland SM, Steben M, Sings HL, et al. Natural history of genital warts: analysis of the placebo arm of 2 randomized phase III trials of a quadrivalent human papillomavirus (types 6, 11, 16, and 18) vaccine. J Infect Dis 2009; 199:805.

Winer RL, Kiviat NB, Hughes JP, et al. Development and duration of human papillomavirus lesions, after initial infection. J Infect Dis 2005; 191:731.

Arima Y, Winer RL, Feng Q, et al. Development of genital warts after incident detection of human papillomavirus infection in young men. J Infect Dis 2010; 202:1181.

Wiley DJ, Elashoff D, Masongsong EV, et al. Smoking enhances risk for new external genital warts in men. Int J Environ Res Public Health 2009; 6:1215.

Banura C, Mirembe FM, Orem J, et al. Prevalence, incidence and risk factors for anogenital warts in Sub Saharan Africa: a systematic review and meta analysis. Infect Agent Cancer 2013; 8:27.

Lynde C, Vender R, Bourcier M, Bhatia N. Clinical features of external genital warts. J Cutan Med Surg 2013; 17 Suppl 2:S55.

Cone MM, Whitlow CB. Sexually transmitted and anorectal infectious diseases. Gastroenterol Clin North Am 2013; 42:877.

Chae JY, Bae JH, Yoon CY, et al. Female urethral condyloma causing bladder outlet obstruction. Int Neurourol J 2014; 18:42.

Veasey JV, Framil VM, Nadal SR, et al. Genital warts: comparing clinical findings to dermatoscopic aspects, in vivo reflectance confocal features and histopathologic exam. An Bras Dermatol 2014; 89:137.

Pirog EC, Chen YT, Isacson C. MIB-1 immunostaining is a beneficial adjunct test for accurate diagnosis of vulvar condyloma acuminatum. Am J Surg Pathol 2000; 24:1393.

Workowski KA, Bolan GA, Centers for Disease Control and Prevention. Sexually transmitted diseases treatment guidelines, 2015. MMWR Recomm Rep 2015; 64:1.

Juckett G, Hartman-Adams H. Human papillomavirus: clinical manifestations and prevention. Am Fam Physician 2010; 82:1209.

von Krogh G, Lacey CJ, Gross G, et al. European course on HPV associated pathology: guidelines for primary care physicians for the diagnosis and management of anogenital warts. Sex Transm Infect 2000; 76:162.

Butala N, Siegfried E, Weissler A. Molluscum BOTE sign: a predictor of imminent resolution. Pediatrics 2013; 131:e1650.

Cotell SL, Roholt NS. Images in clinical medicine. Molluscum contagiosum in a patient with the acquired immunodeficiency syndrome. N Engl J Med 1998; 338:888.

Haliasos EC, Kerner M, Jaimes-Lopez N, et al. Dermoscopy for the pediatric dermatologist part I: dermoscopy of pediatric infectious and inflammatory skin lesions and hair disorders. Pediatr Dermatol 2013; 30:163.

Morales A, Puig S, Malvehy J, Zaballos P. Dermoscopy of molluscum contagiosum. Arch Dermatol 2005; 141:1644.

Ianhez M, Cestari Sda C, Enokihara MY, Seize MB. Dermoscopic patterns of molluscum contagiosum: a study of 211 lesions confirmed by histopathology. An Bras Dermatol 2011; 86:74.

Smith KJ, Skelton HG 3rd, Yeager J, et al. Molluscum contagiosum. Ultrastructural evidence for its presence in skin adjacent to clinical lesions in patients infected with human immunodeficiency virus type 1. Military Medical Consortium for Applied Retroviral Research. Arch Dermatol 1992; 128:223.

Nehal KS, Sarnoff DS, Gotkin RH, Friedman-Kien A. Pulsed dye laser treatment of molluscum contagiosum in a patient with acquired immunodeficiency syndrome. Dermatol Surg 1998; 24:533.

Hindson C, Cotterill J. Treatment of molluscum contagiosum with the pulsed tuneable dye laser. Clin Exp Dermatol 1997; 22:255.

Hughes PS. Treatment of molluscum contagiosum with the 585-nm pulsed dye laser. Dermatol Surg 1998; 24:229.

Dabis R, Rosbotham J, Jones L, et al. Potassium titanyl phosphate (KTP) laser treatment for molluscum contagiosum. J Dermatolog Treat 2006; 17:45.

Amstey MS, Trombetta GC. Laser therapy for vulvar molluscum contagiosum infection. Am J Obstet Gynecol 1985; 153:800.

Dohil M, Prendiville JS. Treatment of molluscum contagiosum with oral cimetidine: clinical experience in 13 patients. Pediatr Dermatol 1996; 13:310.

Strauss RM, Doyle EL, Mohsen AH, Green ST. Successful treatment of molluscum contagiosum with topical imiquimod in a severely immunocompromised HIV-positive patient. Int J STD AIDS 2001; 12:264.

Brown CW Jr, O’Donoghue M, Moore J, Tharp M. Recalcitrant molluscum contagiosum in an HIV-afflicted male treated successfully with topical imiquimod. Cutis 2000; 65:363.

Gardner LS, Ormond PJ. Treatment of multiple giant molluscum contagiosum in a renal transplant patient with imiquimod 5% cream. Clin Exp Dermatol 2006; 31:452.

Hourihane J, Hodges E, Smith J, et al. Interferon alpha treatment of molluscum contagiosum in immunodeficiency. Arch Dis Child 1999; 80:77.

Böhm M, Luger TA, Bonsmann G. Disseminated giant molluscum contagiosum in a patient with idiopathic CD4+ lymphocytopenia. Successful eradication with systemic interferon. Dermatology 2008; 217:196.

Kilic SS, Kilicbay F. Interferon-alpha treatment of molluscum contagiosum in a patient with hyperimmunoglobulin E syndrome. Pediatrics 2006; 117:e1253.

Nelson MR, Chard S, Barton SE. Intralesional interferon for the treatment of recalcitrant molluscum contagiosum in HIV antibody positive individuals–a preliminary report. Int J STD AIDS 1995; 6:351.

Ibarra V, Blanco JR, Oteo JA, Rosel L. Efficacy of cidofovir in the treatment of recalcitrant molluscum contagiosum in an AIDS patient. Acta Derm Venereol 2000; 80:315.

El artículo Enfermedades de Transmisión Sexual: Revisión de las más importantes. apareció primero en Sapiens Medicus.

Borreliosis de Lyme: Revisión del Diagnóstico y Tratamiento.

$
0
0

La borreliosis de Lyme es ocasionada por Borrelia burgdorferi, una espiroqueta gramnegativa anaerobia y transmitida por la garrapata del género Ixodes. No se transmite de persona a persona. La mayoría de los casos se presentan al inicio del verano en personas que realizan campismo o excursiones campestres.

Actualízate sobre este tema en 15 minutos.

De igual forma, los guardabosques o cualquier otra persona que labore en bosques o campo está en riesgo de contraer la infección mediante la picadura de la garrapata.

Infección Localizada Temprana

Comienza 7 a 14 días posterior a la picadura de la garrapata. Cursa con el clásico eritema migrans o migratorio, el cual es patognomónico de la infección, y aparece un par de días después en el sitio de la picadura. Es importante diferenciar el eritema por la mordedura de la garrapata, secundaria a una reacción a antígenos en la saliva del insecto, del eritema migrans, el cual requiere de varios días para establecerse.

La enfermedad de Lyme temprana localizada comienza 7 a 14 días posterior a la picadura de la garrapata. Cursa con el clásico eritema migrans, el cual es patognomónico de la infección, aparece un par de días después en el sitio de la picadura.Haz click para twittear

El eritema migrans ocurre en aproximadamente el 80% de los casos. Aproximadamente el 25% de los pacientes con enfermedad de Lyme localizada temprana recuerdan una picadura de garrapata. Las lesiones del eritema migrans generalmente tienen las siguientes características:

  • A menudo se localiza dentro o cerca de la axila, región inguinal, fosa poplítea o en la línea del cinturón.
  • Es indoloro, aunque ocasionalmente puede arder o picar y es caliente al tacto.
  • Se extiende lentamente en el transcurso de días o semanas, a menudo con un área hipocrómica central dándole apariencia de “diana”, y puede alcanzar un diámetro de más de 20 cm.
  • La lesione rara vez tiene centros necróticos o vesiculares.
  • El examen histológico reporta lesión de células endoteliales vasculares.

Aunque el aclaramiento central se considera clásico, a menudo requiere de la extensión considerable de la lesión para ser visible y, generalmente, no está presente en los primeros días de la enfermedad. Las lesiones múltiples del eritema migrans son un signo de espiroquetemia, no múltiples picaduras de garrapatas.

Eritema migrans
Eritema migrans en hueco poplíteo en paciente con borreliosis de Lyme.
Las lesiones múltiples del eritema migrans son un signo de espiroquetemia, no de múltiples picaduras de garrapatas.Haz click para twittear

Otras manifestaciones

Durante los primeros días o semanas de la infección, los pacientes con enfermedad de Lyme temprana, localizada o diseminada, a menudo presentan signos y síntomas inespecíficos que se asemejan a un síndrome viral. En un estudio prospectivo de 79 pacientes con eritema migrans confirmado por cultivo, las manifestaciones clínicas comunes incluyeron lo siguiente:

  • Fatiga: 54%
  • Anorexia: 26%
  • Cefalea: 42%
  • Rigidez de nuca: 35%
  • Mialgias: 44%
  • Artralgias: 44%
  • Linfadenopatía regional: 23%
  • Fiebre: 16%

Los signos y síntomas respiratorios superiores y gastrointestinales son poco comunes en la enfermedad de Lyme. Su presencia debe sugerir un diagnóstico alternativo, como una infección viral. 

Infección Diseminada Temprana

La enfermedad de Lyme diseminada temprana cursa con afectación neurológica y/o cardíaca aguda, generalmente semanas o varios meses después de la picadura de la garrapata, y puede ser la primera manifestación de la enfermedad de Lyme.

Manifestaciones neurológicas

Las características neurológicas de la enfermedad de Lyme diseminada temprana pueden incluir:

  • Meningitis linfocítica
  • Parálisis de pares craneales unilateral o bilateral (especialmente del nervio facial)
  • Radiculopatía (síndrome de Bannwarth)
  • Neuropatía periférica
  • Mononeuritis múltiple
  • Ataxia cerebelosa (rara)
  • Encefalomielitis (rara)

La tríada clásica de las anomalías neurológicas agudas de la borreliosis de Lyme diseminada temprana consta de meningitis, parálisis bilateral del facial y radiculopatía motora o sensorial, aunque cada uno de estos hallazgos puede ocurrir por separado. Aunque el nervio facial es el más comúnmente afectado, otros nervios como el abducens pueden estar igualmente afectados. La enfermedad de Lyme es una de las pocas causas de parálisis bilateral de pares craneales. Otras causas incluyen tuberculosis, sarcoidosis o trauma.

La tríada clásica de las anomalías neurológicas agudas de la borreliosis de Lyme diseminada temprana consta de meningitis, parálisis bilateral del facial y radiculopatía motora o sensorial.Haz click para twittear

Carditis

Las manifestaciones cardíacas de la enfermedad de Lyme incluyen grados fluctuantes de bloqueo cardíaco auriculoventricular, a veces con miopericarditis, que generalmente es leve. En raras ocasiones, se ha reportado muerte súbita cardíaca atribuible a la enfermedad de Lyme. La miocardiopatía crónica con insuficiencia cardíaca se ha relacionado con la enfermedad de Lyme en Europa.

Las manifestaciones cardíacas de la enfermedad de Lyme incluyen grados fluctuantes de bloqueo cardíaco auriculoventricular, a veces con miopericarditis, que generalmente es leve.Haz click para twittear

Manifestaciones oculares

Una variedad de manifestaciones oculares se han relacionado con la enfermedad de Lyme, esto incluye conjuntivitis, queratitis, iridociclitis, vasculitis retiniana, coroiditis, neuropatía óptica y uveítis. Con excepción de la conjuntivitis, que ocurre en aproximadamente el 10% de los casos al inicio de la infección, todas las otras manifestaciones son raras y se describen sólo en reportes de casos en los que la confirmación de la infección por B. burgdorferi fue limitada.

Hallazgos cutáneos

En Europa, el linfocitoma borrelial es una rara manifestación cutánea de la enfermedad de Lyme que generalmente ocurre durante la fase temprana de la infección. Se presenta como edema rojo azulado con un diámetro de hasta varios centímetros, que generalmente dura más que el eritema migratorio y remite de manera espontánea. Se localiza con mayor frecuencia en el lóbulo de la oreja en niños y cerca del pezón en los adultos, y a menudo ocurre cerca de una lesión de eritema migratorio previa o concurrente. La anatomía patológica revela una infiltración linfocítica densa de cutis y subcutis.

Enfermedad de Lyme tardía

Ocurre de meses a algunos años después del inicio de la infección y puede no estar precedida por el antecedente de enfermedad de Lyme localizada o diseminada temprana. La artritis oligoarticular es la característica más común de los pacientes con enfermedad de Lyme tardía, pero pueden también aparecer manifestaciones neurológicas, como una encefalopatía sutil o polineuropatía. En Europa, los pacientes pueden desarrollar una condición crónica de la piel llamada acrodermatitis crónica atrófica. Estas características clínicas son raras hoy en día ya que la mayoría de los pacientes son diagnosticados y tratados durante la fase temprana de la enfermedad de Lyme.

La artritis oligoarticular es la característica más común de los pacientes con enfermedad de Lyme tardía, pero pueden también aparecer manifestaciones neurológicas, como una encefalopatía sutil o polineuropatía.Haz click para twittear

Artritis

La artritis de Lyme se caracteriza por artritis intermitente o persistente en algunas articulaciones grandes, especialmente en las rodillas. A finales de la década de 1970, antes de conocer la causa de la enfermedad de Lyme y el papel de los antibióticos en su tratamiento, se describió la historia natural de las manifestaciones articulares de la enfermedad de Lyme, en una cohorte de 55 pacientes seguidos prospectivamente desde el inicio de la enfermedad con eritema migrans y a través de manifestaciones posteriores de la enfermedad. Meses después del inicio de la infección alrededor del 60% de los pacientes desarrollaron edema y dolor en las articulaciones.

Algunas articulaciones pequeñas o sitios periarticulares (tendones o bursas) también se vieron afectados, principalmente en episodios tempranos. El número de pacientes que continuaron con episodios recurrentes disminuyó cada año. Sin embargo, en un pequeño porcentaje de los casos, la afectación de las articulaciones grandes (por lo general, una o ambas rodillas) se volvió crónica y, en ocasiones, provocó la erosión del cartílago y del hueso. La fibromialgia puede ocurrir después de la enfermedad de Lyme, tal vez desencadenada por una infección por B. burgdorferi, pero la fibromialgia no es característica de la enfermedad de Lyme.

Manifestaciones neurológicas

Las manifestaciones neurológicas de la enfermedad de Lyme tardía son diferentes de las de la enfermedad diseminada temprana. Se ha informado un síndrome neurológico leve, llamado encefalopatía de Lyme, que se manifiesta principalmente por sutiles alteraciones cognitivas. Puede desarrollarse una polineuropatía axonal crónica, que se manifiesta principalmente como dolor radicular espinal o parestesias distales. En Europa, B. garinii rara vez puede causar encefalomielitis crónica, caracterizada por paraparesia espástica, neuropatía craneal o deterioro cognitivo con marcada producción de anticuerpos intratecales contra la espiroqueta. 

Manifestaciones cutáneas

En Europa, la acrodermatitis crónica atrófica es la manifestación cutánea de la enfermedad de Lyme tardía que puede aparecer años después de la infección primaria (0.5 a 8 años). Esta condición se debe principalmente a B. afzelii. La acrodermatitis crónica atrófica es más común en mujeres> 40 años de edad, pero puede ocurrir en personas más jóvenes. Por lo general, se encuentra en las superficies extensoras de las manos y pies.

En sus etapas iniciales, la acrodermatitis crónica atrófica tiene una ligera decoloración de color rojo azulado con edema asociado. Estas lesiones subsecuentemente pueden aumentar lentamente por meses a años, y el edema circundante a menudo se resuelve a medida que se desarrolla la atrofia. Como resultado, las venas subyacentes se vuelven prominentes. La acrodermatitis crónica atrófica generalmente comienza como una lesión unilateral, pero las lesiones pueden volverse bilaterales a lo largo del tiempo.

Diagnóstico de borreliosis de Lyme

Para los médicos, que ejercen en áreas no endémicas y que consultan pacientes con posible enfermedad de Lyme, es especialmente importante obtener antecedentes detallados de viajes y actividades, con consultas sobre residencias anteriores y hallazgos clínicos previos que puedan ser compatibles con las manifestaciones de la enfermedad de Lyme. Por ejemplo, una lesión cutánea similar a la del eritema migratorio a menudo se diagnostica erróneamente como picadura de araña o como celulitis adquirida en la comunidad debido a bacterias piógenas. Dichos pacientes a menudo son tratados con una cefalosporina de primera generación (por ejemplo, cefalexina), que es ineficaz para tratar la enfermedad de Lyme.

Enfermedad de Lyme temprana

El diagnóstico de la enfermedad de Lyme temprana se debe sospechar cuando una lesión característica de eritema migratorio está presente en un paciente que vive o ha viajado recientemente a un área endémica. Es importante recordar que el paciente que presenta eritema migrans probablemente será seronegativo, ya que la lesión a menudo aparece antes del desarrollo de una respuesta inmune adaptativa y diagnóstica. Las pruebas serológicas no son requeridas ni recomendadas en tales pacientes.

El paciente que presenta eritema migrans probablemente será seronegativo, ya que la lesión a menudo aparece antes del desarrollo de una respuesta inmune adaptativa y diagnóstica.Haz click para twittear

Enfermedad de Lyme diseminada temprana y tardía

Cuando el paciente tiene signos de enfermedad diseminada temprana (p.e. múltiples lesiones cutáneas de eritema migrans, meningitis linfocítica, parálisis del facial, radiculoneuropatía o carditis con bloqueo cardíaco), las pruebas serológicas suelen ser positivas para anticuerpos IgM e IgG contra B. burgdorferi. Los pacientes con sospecha de neuroborreliosis temprana o una carditis de Lyme deben someterse a una evaluación completa de la piel para buscar una lesión cutánea de eritema migrans que el paciente pueda no haber notado.

Cuando el paciente tiene signos de enfermedad diseminada temprana las pruebas serológicas suelen ser positivas para anticuerpos IgM e IgG contra B. burgdorferi. Haz click para twittear

En pacientes con enfermedad tardía (p.e. artritis de Lyme), las pruebas serológicas deben ser positivas para anticuerpos IgG contra B. burgdorferi. En pacientes con enfermedad diseminada temprana o tardía, el diagnóstico de la enfermedad de Lyme se basa en un síndrome clínico compatible en un paciente que reside o ha visitado una región endémica, junto con una prueba serológica positiva. Algunos pacientes con enfermedad diseminada temprana presentan eritema migrans a la exploración de la piel. La ausencia de una lesión cutánea o de una picadura de garrapata o ambas no debe interpretarse como criterio de exclusión para el diagnóstico de la enfermedad de Lyme.

En pacientes con enfermedad diseminada temprana o tardía, el diagnóstico de la enfermedad de Lyme se basa en un síndrome clínico compatible en un paciente que reside o ha visitado una región endémica, junto con una prueba serológica positiva.Haz click para twittear

Pruebas serológicas

Las pruebas serológicas son una herramienta importante para el diagnóstico de la enfermedad de Lyme en pacientes en áreas endémicas con síndromes compatibles. La clave para el uso apropiado de las pruebas serológicas es su aplicación a los pacientes apropiados, como se explica a continuación. Las pruebas serológicas para anticuerpos contra B. burgdorferi deben considerarse como un complemento al diagnóstico clínico y no pueden establecer ni excluir el diagnóstico de la enfermedad de Lyme. Una prueba serológica positiva o negativa para la enfermedad de Lyme simplemente cambia la probabilidad de que un paciente haya sido infectado por B. burgdorferi. Las pruebas serológicas se deben realizar en pacientes que cumplan con todos los siguientes criterios:

  • Antecedente reciente de residencia o viaje a un área endémica de enfermedad de Lyme
  • Un factor de riesgo de exposición a garrapatas
  • Síntomas consistentes con enfermedad diseminada temprana o enfermedad de Lyme tardía (p.e. meningitis, radiculopatía, mononeuritis, parálisis del facial, artritis, carditis)

Las pruebas serológicas para la enfermedad de Lyme no se deben realizar en las siguientes situaciones:

  • En pacientes con eritema migratorio (aún no hay anticuerpos).
  • Detección de pacientes asintomáticos que viven en áreas endémicas.
  • Pacientes con síntomas inespecíficos (p.e. fatiga, mialgias o artralgias).

Los pacientes con erupciones cutáneas consistentes con eritema migrans que residen o han viajado recientemente a un área endémica deben recibir tratamiento para la enfermedad de Lyme. El uso de pruebas serológicas en poblaciones con una baja probabilidad previa a test de la enfermedad de Lyme, da como resultado una mayor probabilidad de falsos positivos.

Tratamiento de la Enfermedad de Lyme

Enfermedad localizada temprana

La doxiciclina oral, amoxicilina y cefuroxima tienen una eficacia equivalente para el tratamiento de la enfermedad de Lyme temprana. Recomendamos el tratamiento con uno de estos medicamentos en pacientes con eritema migratorio. La doxiciclina se usa con frecuencia porque es efectiva en el tratamiento de un posible patógeno coinfectante, el Anaplasma phagocytophilum.

De los antibióticos orales comúnmente utilizados para tratar la enfermedad de Lyme, la doxiciclina tiene la mejor penetración en el sistema nervioso central. Sin embargo, no se recomienda en niños menores de ocho años ni mujeres embarazadas o lactantes. Sin embargo, se puede administrar un tratamiento único de doxiciclina a niños menores de ocho años cuando las alternativas estén contraindicadas. La dosis de antibióticos para la enfermedad de Lyme temprana es la siguiente: 

  • Doxiciclina: 100 mg. VO. c. 12 hrs. en adultos; 2 mg/kg c. 12 hrs. (dosis máxima de 100 mg) para niños ≥8 años de edad.
  • Amoxicilina: 500 mg. c. 8 hrs. en adultos; 50 mg/kg por día divididos en tres dosis (máximo 500 mg por dosis) en niños.
  • Cefuroxima – 500 mg. c. 12 hrs. en adultos; 30 mg/kg por día divididos en dos dosis (máximo 500 mg por dosis) en niños.

Estudios sobre el uso de doxiciclina para el eritema migrans han demostrado que 10 a 14 días de tratamiento son tan efectivos como un tratamiento más prolongado en la mayoría de los pacientes.

El tratamiento de la enfermedad de Lyme localizada temprana consta de doxiciclina: 100 mg. VO. c. 12 hrs. en adultos; 2 mg/kg c. 12 hrs. (dosis máxima de 100 mg) para niños ≥8 años de edad, por 10 a 14 días.Haz click para twittear

Enfermedad diseminada temprana

Dado que la cefalea y la rigidez de nuca son frecuentes en pacientes con enfermedad de Lyme temprana, la decisión de realizar una punción lumbar en pacientes con parálisis del nervio facial que también tienen estas características puede ser un desafío. La IDSA recomienda la punción lumbar en pacientes con parálisis del nervio facial en quienes existe una fuerte sospecha clínica de afectación del sistema nervioso central.

No existe un papel establecido para los glucocorticoides como terapia adyuvante para las manifestaciones neurológicas de la enfermedad de Lyme, aunque ha habido interés en el uso de estos agentes en un intento por disminuir la duración o la gravedad de la parálisis del nervio facial. La terapia antibiótica intravenosa está indicada para las manifestaciones neurológicas agudas de la enfermedad de Lyme con excepción de la parálisis facial aislada (ver más adelante), la cual se puede tratar con antibióticos orales. Los esquemas de antibióticos recomendados para la enfermedad neurológica aguda incluyen:

  • Ceftriaxona (en adultos: 2 g IV. una vez al día, en niños: 50 a 75 mg / kg por vía intravenosa una vez al día, dosis máxima 2 g) O
  • Cefotaxima (en adultos: 2 g IV. cada ocho horas, en niños: 150 a 200 mg / kg por vía intravenosa por día dividida en tres dosis, dosis máxima de 6 g por día) O
  • Penicilina G (en adultos: 18 a 24 millones de unidades por día divididas IV. en 6 dosis diarias, en niños: 200,000 a 400,000 unidades / kg por día dividido en 6 dosis diarias, máximo 18 a 24 millones de unidades por día)

Los adultos y niños ≥8 años que son alérgicos a los betalactámicos deben recibir doxiciclina oral (en adultos: 200 a 400 mg por día en dos dosis divididas, en niños: 4 a 8 mg/kg por día divididos en dos dosis divididas, máximo 100 a 200 mg por dosis). La dosis más alta de doxiciclina puede no ser bien tolerada. Además, algunos pacientes con neuroborreliosis requieren tratamiento con antibióticos por vía intravenosa para el tratamiento exitoso de la infección. La desensibilización a una cefalosporina o penicilina se puede considerar en pacientes con antecedentes de reacción mediada por IgE (anafiláctica) a estos fármacos.

El tratamiento de la neuroborreliosis temprana es ceftriaxona (en adultos: 2 g IV. una vez al día, en niños: 50 a 75 mg / kg por vía intravenosa una vez al día, dosis máxima 2 g).Haz click para twittear

Parálisis aislada del nervio facial

Para la parálisis aislada del nervio facial, el fármaco de elección es la doxiciclina oral 100 mg dos veces al día para adultos; 2 mg/kg dos veces al día (máximo 100 mg por dosis) para niños ≥8 años de edad. Sin embargo, la doxiciclina no se recomienda para niños menores de ocho años ni para mujeres embarazadas o lactantes. Se puede administrar una dosis única de tratamiento con doxiciclina a niños menores de ocho años en los que los antibióticos alternativos estén contraindicados.

La amoxicilina y la cefuroxima pueden ser alternativas efectivas a la doxiciclina, pero esto no se ha demostrado en ensayos clínicos. El tratamiento con antibióticos por vía intravenosa puede estar justificada en la parálisis facial si los hallazgos de LCR incluyen pleocitosis, elevación de proteínas o aumento de la concentración de anticuerpos anti-B. burgdorferi en comparación con el suero.

Duración del tratamiento en la afectación neurológica

Las guías de la Sociedad Americana de Enfermedades Infecciosas del 2006 (IDSA) y de la Academia Americana de Neurología (AAN) del 2007 recomiendan tratamiento por 14 días para las manifestaciones neurológicas agudas de la enfermedad de Lyme.

Carditis

Los pacientes con carditis de Lyme son tratados para prevenir complicaciones posteriores de la enfermedad de Lyme y para acortar la duración de las manifestaciones cardíacas. Debido al potencial de complicaciones potencialmente mortales, los pacientes sintomáticos (síncope, disnea o dolor en pecho) con bloqueo auriculoventricular (AV) de segundo o tercer grado o bloqueo AV de primer grado con un intervalo PR marcadamente prolongado (≥300 milisegundos) deben ser hospitalizados, monitoreados y tratados con antibióticos por vía intravenosa.

Los pacientes sintomáticos con enfermedad de Lyme y bloqueo AV de 2 o 3 grado o bloqueo AV de 1 grado con un intervalo PR marcadamente prolongado (≥300 milisegundos) deben ser hospitalizados, monitoreados y tratados con antibióticos por vía intravenosa.Haz click para twittear

Cuando se requiere tratamiento IV, el fármaco de elección es ceftriaxona (2 g IV una vez al día en adultos, 50 a 75 mg/kg IV una vez al día en niños), con alternativas como cefotaxima IV o penicilina G. La desensibilización a ceftriaxona, cefotaxima o penicilina debe considerarse en pacientes que requieren tratamiento IV. pero que tienen antecedente de reacción mediada por IgE (anafiláctica) a estos fármacos. Los antibióticos intravenosos deben continuarse hasta que se haya resuelto el bloqueo AV de alto grado y el intervalo PR se haya reducido a menos de 300 milisegundos. El paciente puede cambiar a la vía oral para completar un esquema de 21 a 28 días.

Los antibióticos orales incluyen doxiciclina, amoxicilina y cefuroxima. Los pacientes asintomáticos con enfermedad diseminada temprana y bloqueo AV de primer grado, con un intervalo PR <300 milisegundos, y sin indicaciones para ingreso hospitalario pueden tratarse inicialmente vía oral. Los pacientes que ingresan al hospital para monitoreo cardíaco deben recibir tratamiento inicial con antibióticos IV, pero deben cambiarse a un régimen oral antes o en el momento del alta hospitalaria. La duración total del tratamiento es de 21 días. Los fármacos de elección para el tratamiento oral son la doxiciclina, amoxicilina y cefuroxima, recordando que la doxiciclina no debe utilizarse en niños <8 años o en mujeres embarazadas.

Monitoreo cardíaco y marcapasos

Los pacientes sintomáticos (síncope, disnea o dolor en el pecho) con bloqueo auriculoventricular (AV) de segundo o tercer grado o un bloqueo AV de primer grado con un intervalo PR marcadamente prolongado (≥300 milisegundos) requieren hospitalización para una estrecha vigilancia con monitoreo cardíaco y antibióticos por vía intravenosa. Una vez que el intervalo PR es <300 milisegundos, la monitorización generalmente se continúa durante 24 a 48 horas. 

Los pacientes con bloqueo AV grave y/o sintomático pueden requerir un marcapasos temporal; las indicaciones son las mismas que en otras causas de bloqueo cardíaco. Debido a que el bloqueo AV causado por la enfermedad de Lyme generalmente es de corta duración, a veces se requiere estimulación temporal solo por varios días.

Enfermedad de Lyme Tardía

La artritis oligoarticular y, en casos raros, los hallazgos neurológicos sutiles, son las principales manifestaciones de la enfermedad de Lyme tardía. En las primeras semanas o meses de la enfermedad de Lyme, los pacientes pueden tener dolor musculoesquelético migratorio, que incluye dolor en las articulaciones, músculos, tendones, bursas y los huesos, generalmente en uno o en varios lugares a la vez. Más adelante, los pacientes no tratados, a menudo desarrollan una artritis franca que generalmente se manifiesta como edema marcado y dolor oligoarticular de articulaciones grandes, especialmente en la rodilla.

La artritis oligoarticular y, en casos raros, los hallazgos neurológicos sutiles, son las principales manifestaciones de la enfermedad de Lyme tardía.Haz click para twittear

Sin tratamiento con antibiótico, la artritis de Lyme típicamente se caracteriza por episodios intermitentes y fatiga persistente entre los episodios. Los pacientes que tienen síntomas musculoesqueléticos importantes asociados a eritema migratorio se tratan de la misma manera que aquellos con eritema migratorio aislado. Por el contrario, las personas con artritis de Lyme (edema y dolor en las articulaciones) son tratadas durante más tiempo.
La artritis de Lyme generalmente se puede tratar con éxito con un tratamiento de un mes de doxiciclina oral o amoxicilina. Sin embargo, hay pacientes que requieren tratamiento con antibióticos por vía intravenosa para un tratamiento exitoso de la infección y, excepcionalmente, pueden presentar sinovitis persistente a pesar del tratamiento con antibióticos orales e intravenosos.

La artritis de Lyme generalmente se puede tratar con éxito con un tratamiento de un mes de doxiciclina oral o amoxicilina.Haz click para twittear

Dichos pacientes generalmente son tratados con terapia antiinflamatoria o sinovectomía artroscópica. Si una persona ha tenido episodios previos de artritis pero actualmente está asintomática, o tiene fatiga persistente, y no ha recibido previamente tratamiento con antibióticos, es razonable tratarla por un mes con antibióticos orales apropiados para prevenir ataques posteriores de artritis. Los pacientes con artritis de Lyme y manifestaciones neurológicas deben tratarse de acuerdo con las recomendaciones para las manifestaciones neurológicas.

Referencias Bibliográficas

Eisen RJ, Eisen L, Ogden NH, Beard CB. Linkages of Weather and Climate With Ixodes scapularis and Ixodes pacificus (Acari: Ixodidae), Enzootic Transmission of Borrelia burgdorferi, and Lyme Disease in North America. J Med Entomol 2016; 53:250.

Spielman A, Wilson ML, Levine JF, Piesman J. Ecology of Ixodes dammini-borne human babesiosis and Lyme disease. Annu Rev Entomol 1985; 30:439.

Piesman J, Gern L. Lyme borreliosis in Europe and North America. Parasitology 2004; 129 Suppl:S191.

Wormser GP, Brisson D, Liveris D, et al. Borrelia burgdorferi genotype predicts the capacity for hematogenous dissemination during early Lyme disease. J Infect Dis 2008; 198:1358.

Steere AC, Sikand VK. The presenting manifestations of Lyme disease and the outcomes of treatment. N Engl J Med 2003; 348:2472.

Nadelman RB, Nowakowski J, Forseter G, et al. The clinical spectrum of early Lyme borreliosis in patients with culture-confirmed erythema migrans. Am J Med 1996; 100:502.

Edlow JA. Erythema migrans. Med Clin North Am 2002; 86:239.

Hengge UR, Tannapfel A, Tyring SK, et al. Lyme borreliosis. Lancet Infect Dis 2003; 3:489.

Branda JA, Aguero-Rosenfeld ME, Ferraro MJ, et al. 2-tiered antibody testing for early and late Lyme disease using only an immunoglobulin G blot with the addition of a VlsE band as the second-tier test. Clin Infect Dis 2010; 50:20.

Magnarelli LA, Miller JN, Anderson JF, Riviere GR. Cross-reactivity of nonspecific treponemal antibody in serologic tests for Lyme disease. J Clin Microbiol 1990; 28:1276.

Magnarelli LA, Anderson JF. Enzyme-linked immunosorbent assays for the detection of class-specific immunoglobulins to Borrelia burgdorferi. Am J Epidemiol 1988; 127:818.

Kaell AT, Redecha PR, Elkon KB, et al. Occurrence of antibodies to Borrelia burgdorferi in patients with nonspirochetal subacute bacterial endocarditis. Ann Intern Med 1993; 119:1079.

Pachner AR, Delaney E. The polymerase chain reaction in the diagnosis of Lyme neuroborreliosis. Ann Neurol 1993; 34:544.

Bradley JF, Johnson RC, Goodman JL. The persistence of spirochetal nucleic acids in active Lyme arthritis. Ann Intern Med 1994; 120:487.

Sigal LH. The polymerase chain reaction assay for Borrelia burgdorferi in the diagnosis of Lyme disease. Ann Intern Med 1994; 120:520.

Nocton JJ, Bloom BJ, Rutledge BJ, et al. Detection of Borrelia burgdorferi DNA by polymerase chain reaction in cerebrospinal fluid in Lyme neuroborreliosis. J Infect Dis 1996; 174:623.

Kowalski TJ, Tata S, Berth W, et al. Antibiotic treatment duration and long-term outcomes of patients with early lyme disease from a lyme disease-hyperendemic area. Clin Infect Dis 2010; 50:512.

Steere AC. Lyme disease. N Engl J Med 1989; 321:586.

Steere AC, Pachner AR, Malawista SE. Neurologic abnormalities of Lyme disease: successful treatment with high-dose intravenous penicillin. Ann Intern Med 1983; 99:767.

Karlsson M, Hammers-Berggren S, Lindquist L, et al. Comparison of intravenous penicillin G and oral doxycycline for treatment of Lyme neuroborreliosis. Neurology 1994; 44:1203.

Dotevall L, Hagberg L. Successful oral doxycycline treatment of Lyme disease-associated facial palsy and meningitis. Clin Infect Dis 1999; 28:569.

Pfister HW, Preac-Mursic V, Wilske B, et al. Randomized comparison of ceftriaxone and cefotaxime in Lyme neuroborreliosis. J Infect Dis 1991; 163:311.

Dattwyler RJ, Wormser GP, Rush TJ, et al. A comparison of two treatment regimens of ceftriaxone in late Lyme disease. Wien Klin Wochenschr 2005; 117:393.

Dattwyler RJ, Halperin JJ, Volkman DJ, Luft BJ. Treatment of late Lyme borreliosis–randomised comparison of ceftriaxone and penicillin. Lancet 1988; 1:1191.

Pfister HW, Preac-Mursic V, Wilske B, Einhäupl KM. Cefotaxime vs penicillin G for acute neurologic manifestations in Lyme borreliosis. A prospective randomized study. Arch Neurol 1989; 46:1190.

Kohlhepp W, Oschmann P, Mertens HG. Treatment of Lyme borreliosis. Randomized comparison of doxycycline and penicillin G. J Neurol 1989; 236:464.

El artículo Borreliosis de Lyme: Revisión del Diagnóstico y Tratamiento. apareció primero en Sapiens Medicus.


Infecciones relacionadas con oficios y profesiones.

$
0
0

En esta ocasión presentamos las claves diagnósticas y tratamiento de las infecciones relacionadas con oficios más frecuentes y que debemos tener en cuenta en nuestra práctica clínica. La borreliosis de Lyme (en p.e. guardabosques y campistas) toma un papel protagónico; sin embargo, revisamos brevemente la leptospirosis (en p.e. granjeros), carbunco o ántrax (en p.e. cardadores o carniceros), tularemia (cazadores o veterinarios), erisipeloide (pescadores) y la peste.

Actualízate sobre este tema en 26 minutos.

La leptospirosis, causada por Leptospira interrogans, es una enfermedad zoonótica generalizada y prevalente. Ocurre en regiones templadas y tropicales; la incidencia en los trópicos es aproximadamente 10 veces mayor que en las regiones templadas. Se trata de una enfermedad poco reportada, y no hay cifras confiables de incidencia global. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que hubo 873,000 casos en todo el mundo anualmente con 48,600 muertes.

El organismo infecta una variedad de mamíferos salvajes y domésticos, especialmente roedores, ganado, cerdos, perros, caballos, ovejas y cabras. La enfermedad rara vez ocurre en gatos. Los animales pueden estar asintomáticos o desarrollar la infección clínica, que puede ser fatal. La mortalidad en perros se estima en aproximadamente 10%. El aborto espontáneo es resultado de la leptospirosis en ganado, puercos, ovejas y cabras.

La infección humana suele ser el resultado de la exposición a fuentes ambientales, como la orina de animales, el agua o el suelo contaminados o el tejido animal infectado. Las vías de entrada incluyen cortaduras o piel erosionada, membranas mucosas o conjuntivas. La infección rara vez se puede adquirir por ingestión de alimentos contaminados con orina o por medio de aerosoles. Existe controversia sobre si la Leptospira puede penetrar en la piel intacta.

Factores de Riesgo

Los factores de riesgo para la infección incluyen:

  • Exposición ocupacional: granjeros, ganaderos, personal de mataderos, tramperos, veterinarios, madereros, trabajadores de sistemas de desagüe, productores de arroz, comerciantes de mascotas, personal militar y de laboratorio.
  • Actividades recreativas: natación en agua dulce, canotaje, ciclismo de ruta.
  • Exposición familiar: perros domésticos, ganado domesticado, sistemas de captación de agua de lluvia, infestación por roedores contaminados.
  • Otros: caminar descalzo por aguas superficiales, lesiones cutáneas, contacto con roedores salvajes, exposición accidental en el laboratorio.

Así se presenta

El cuadro clínico de la leptospirosis es variable. La mayoría de los casos son leves y autolimitados o subclínicos, mientras que otros son graves y potencialmente fatales. En general, la enfermedad se presenta con un inicio súbito de fiebre, escalofríos, mialgias y cefalea en el 75 al 100% de los pacientes, después de un período de incubación promedio de 10 días.

La sufusión conjuntival es un signo importante pero a menudo pasado por alto; en una serie de casos, ocurrió en el 55% de los pacientes. Este no es un hallazgo común en otras enfermedades infecciosas, y su presencia en un paciente con enfermedad febril inespecífica debería aumentar la posibilidad de leptospirosis. Las hemorragias subconjuntivales también se presentan con frecuencia.

La sufusión conjuntival es un signo importante de la leptospirosis y no es un hallazgo común en otras enfermedades infecciosas. Su presencia en un paciente con enfermedad febril inespecífica debería aumentar la posibilidad del diagnóstico.Haz click para twittear
Sufusión conjuntival en Leptospirosis
Sufusión conjuntival en paciente con leptospirosis.

La tos no productiva ocurre en 25 a 35% de los casos; náuseas, vómitos y diarrea ocurren en aproximadamente el 50% de los casos. Mialgias, esplenomegalia, linfadenopatía, faringitis, hepatomegalia, rigidez muscular, la auscultación pulmonar anormal o la erupción cutánea ocurren en el 7 al 40% de los pacientes. La leptospirosis puede complicarse por ictericia e insuficiencia renal (“enfermedad de Weil”), hemorragia pulmonar, síndrome de distrés respiratorio agudo (SDRA), uveítis, neuritis óptica, neuropatía periférica, miocarditis y rabdomiólisis.

La leptospirosis complicada por ictericia e insuficiencia renal es denominada síndrome de Weil.Haz click para twittear

Estudios que serán de utilidad

Las pruebas de laboratorio pueden ser inespecíficas. La leucocitosis generalmente es menor a 10,000/microL, pero puede variar de 3000 a 26,000/microL; un desplazamiento a la izquierda ocurre en aproximadamente dos tercios de los pacientes. En una serie de 79 pacientes con leptospirosis en Tailandia, la trombocitopenia estaba presente en el 38% de los casos. La pancitopenia ha sido reportada como la manifestación de presentación en los informes de casos. La hiponatremia es común en la leptospirosis grave. La Leptospira tiene la capacidad de actuar directamente sobre los mecanismos de transporte de electrolitos, induciendo trastornos del sodio y el potasio. Los datos sugieren que una proteína de membrana externa de la Leptospira inhibe la actividad del cotransportador Na+-K+-Cl en la rama ascendente gruesa de Henle, dando como resultado hipokalemia y pérdida de sodio.

El examen general de orina con frecuencia muestra proteinuria, piuria, cilindros granulares y, ocasionalmente, hematuria microscópica. Se puede observar insuficiencia renal en la leptospirosis grave. La creatinaquinasa elevada se observa en aproximadamente el 50% de los pacientes y puede ser un dato útil. Aproximadamente el 40% de los pacientes presentan elevaciones mínimas a moderadas de transaminasas hepáticas (generalmente <200 unidades internacionales/L). Se puede observar ictericia en la leptospirosis grave. En algunos casos, la concentración de bilirrubina en suero alcanza 60 a 80 mg /dL.

La creatina quinasa elevada se observa en aproximadamente el 50% de los pacientes con leptospirosis y puede ser un dato útil. Aproximadamente el 40% de los pacientes presentan elevaciones mínimas a moderadas de transaminasas hepáticas.Haz click para twittear

El LCR puede mostrar pleocitosis linfocítica o neutrófila con concentraciones proteicas mínimas a moderadamente elevadas y concentración normal de glucosa; una baja concentración de glucosa rara vez se ve. La radiografía de tórax puede mostrar pequeñas densidades nodulares, que pueden progresar a una consolidación confluente o una apariencia de vidrio deslustrado. Desde el punto de vista patológico, estos infiltrados pueden representar hemorragia alveolar, SDRA o edema pulmonar. Los hallazgos asociados a las complicaciones incluyen oliguria, leucocitosis por arriba de 12,900/ mm3, alteraciones en la repolarización en el electrocardiograma e infiltrados alveolares en la radiografía de tórax.

Diagnóstico de Leptospirosis

Se requiere un alto índice de sospecha para hacer el diagnóstico basado en la exposición epidemiológica y las manifestaciones clínicas, ya que los hallazgos clínicos y de laboratorio son inespecíficos. El diagnóstico se realiza con mayor frecuencia mediante pruebas serológicas. Las técnicas moleculares son prometedoras para el diagnóstico rápido, pero no están ampliamente disponibles. El organismo puede ser cultivado, pero esto puede tomar varias semanas.

Dentro de las pruebas serológicas está la aglutinación microscópica, la prueba de aglutinación macroscópica, la hemaglutinación indirecta y el ensayo inmunoabsorbente ligado a enzimas (ELISA). Se han desarrollado varias pruebas rápidas de inmunoglobulina IgM ELISA y de flujo lateral, aunque muchas se han validado inadecuadamente y su rendimiento diagnóstico en un contexto endémico es variable.

Tratamiento

La mayoría de los casos de leptospirosis son autolimitados en ausencia de tratamiento antimicrobiano, aunque algunos pacientes desarrollan complicaciones graves con una morbilidad y mortalidad importantes. En general, si la enfermedad es lo suficientemente grave como para llamar la atención del médico y se reconoce el diagnóstico, se debe administrar tratamiento con antibióticos.

Para pacientes ambulatorios con enfermedad leve, se indica doxiciclina: adultos: 100 mg VO. c. 12 hrs. por 7 días, niños: 2 mg/kg por día en dos dosis iguales (no más de 200 mg al día) durante 7 días; o azitromicina: adultos: 500 mg VO. c. 24 hrs. durante tres días; niños: 10 mg/kg por vía oral el día 1 (dosis máxima de 500 mg / día) seguido de 5 mg/kg/día por vía oral una vez al día los días posteriores (dosis máxima 250 mg/día). Estos antibióticos también tienen actividad contra Rickettsia, que se puede confundir con la leptospirosis.

El tratamiento de elección para la leptospirosis es la doxiciclina o azitromicina por 7 días.Haz click para twittear

En mujeres embarazadas, azitromicina o amoxicilina (de 25 a 50 mg/kg en tres dosis igualmente divididas (dosis máximas de 500 mg/dosis) durante 7 días. Para adultos hospitalizados con enfermedad grave, penicilina (1.5 millones de unidades IV. cada seis horas), doxiciclina (100 mg por vía IV dos veces al día), ceftriaxona (1 a 2 g por vía IV una vez al día) o cefotaxima (1 g IV cada seis horas). La duración del tratamiento en la enfermedad grave suele ser de siete días. La reacción de Jarisch-Herxheimer puede ocurrir después del tratamiento antimicrobiano para la leptospirosis; esta es una respuesta inflamatoria aguda al aclaramiento de las espiroquetas de la circulación y se caracteriza clínicamente por fiebre, escalofríos e hipotensión.

La reacción de Jarisch-Herxheimer puede ocurrir después del tratamiento antimicrobiano para la leptospirosis; esta es una respuesta inflamatoria aguda al aclaramiento de las espiroquetas de la circulación y se presenta con fiebre, escalofríos e hipotensión.Haz click para twittear

Bacillus anthracis, bacteria causante del ántrax, fue el primer patógeno bacteriano claramente reconocido. El ciclo de vida del organismo fue descifrado por Robert Koch, quien reconoció la importancia de las esporas de ántrax latentes en la perpetuación del organismo en el suelo. Estos estudios finalmente ayudaron a sustentar los postulados de Koch, un hito en el establecimiento de patógenos específicos como agentes causantes de enfermedades humanas y animales. Louis Pasteur creó la primera vacuna antibacteriana exitosa atenuando con éxito cepas de B. anthracis y luego demostrando que estas cepas podrían proteger a las ovejas de la infección con cepas completamente virulentas.

B. anthracis puede infectar el cuerpo por cuatro vías: ingestión, transcutánea, inhalación e inyección parenteral directa. Sea cual sea la vía de entrada, la infección puede conducir a una enfermedad diseminada; si no se trata precozmente, el ántrax por inhalación lo hace en todos los casos. Los sitios de infección como el mediastino, las meninges y los intestinos muestran inflamación hemorrágica. El B. anthracis virulento requiere una cápsula de ácido poli-D-glutámico y tres proteínas (factor de edema [EF], factor letal [LF] y antígeno protector [PA]). La virulencia se potencia por la proteína de superficie celular BslA, que media la adhesión a las células del huésped.

El ántrax sistémico es principalmente una enfermedad de herbívoros. Los humanos se infectan accidentalmente a través del contacto con animales infectados o sus productos. En las décadas de 1950 y 1960, más del 80% de los casos en los Estados Unidos estaban relacionados con productos fabricados con pelo de cabra importado. El ántrax por inhalación, o enfermedad de los cardadores de lana, ocurre posterior a la inhalación de esporas de ántrax generadas durante la limpieza del pelo de cabra contaminado.

El ántrax por inhalación, o enfermedad de los cardadores de lana, ocurre posterior a la inhalación de esporas de ántrax generadas durante la limpieza del pelo de cabra contaminado.Haz click para twittear

Así se presenta

El ántrax cutáneo es la forma más común de la enfermedad. Se producen casos naturales de ántrax cutáneo después de la introducción subcutánea de esporas de B. anthracis, a menudo como resultado del contacto con animales o productos animales infectados. Cortes o abrasiones aumentan la susceptibilidad a la infección cutánea. Las esporas vegetan y se multiplican, y la cápsula antifagocítica facilita la diseminación local. El período de incubación suele ser de 5 a 7 días.

Más del 90% de las lesiones cutáneas de ántrax ocurren en áreas expuestas como la cara, el cuello, los brazos y las manos. La enfermedad comienza como una pápula pequeña, indolora, pero a menudo pruriginosa y rápidamente se agranda y desarrolla una vesícula central o bulla, seguida de erosión, dejando una úlcera necrótica indolora con una escara negra deprimida. A menudo el edema extenso de los tejidos circundantes, secundario a la liberación de toxinas, se acompaña de linfadenopatía regional y linfangitis. Una escara con edema circundante extenso es el sello distintivo del ántrax cutáneo.

Haz click para twittear

Los síntomas sistémicos, que incluyen fiebre, malestar general y cefalea, pueden acompañar a la lesión cutánea. Durante el evento de bioterrorismo del 2001, se desarrolló anemia hemolítica microangiopática, trombocitopenia, coagulopatía y disfunción renal en un niño de siete meses; estas manifestaciones remitieron posterior al tratamiento con antibióticos. Históricamente, la tasa de mortalidad del ántrax cutáneo es <1% con antibióticos; sin embargo, sin tratamiento adecuado, la mortalidad puede llegar al 20%.

Antrax o Carbunco
Úlcera ocasionada por Bacillus anthracis.

Tratamiento

Para el ántrax cutáneo sin afectación sistémica, se recomienda la monoterapia con uno de los siguientes fármacos:

  • Ciprofloxacina 500 mg cada 12 horas
  • Doxiciclina 100 mg cada 12 horas
  • Levofloxacino 750 mg cada 24 horas
  • Moxifloxacina 400 mg cada 24 horas

Las alternativas incluyen:

  • Clindamicina 600 mg cada 8 horas O
  • Para cepas sensibles a la penicilina (CMI <0,125 mcg / ml), amoxicilina 1 g cada 8 horas o penicilina VK 500 mg cada 6 horas.

Los glucocorticoides se deben considerar como terapia adyuvante para pacientes con meningitis por carbunco, ántrax cutáneo con edema extenso que afecta la cabeza y el cuello, ántrax en el contexto de la terapia con glucocorticoides reciente o ántrax con choque resistente a vasopresores.

Se trata de una infección ocasionada por Francisella tularensis, un cocobacilo gramnegativo y aerobio que infecta a diversos animales. La transmisión al hombre es mediante un vector o contacto directo con animales, en particular liebres y conejos. Por tanto, los cazadores, granjeros y veterinarios son quienes están en mayor riesgo de adquirir la enfermedad. En América del Norte, F. tularensis se ha descrito en los Estados Unidos, Canadá y México. En estas regiones, F. tularensis subespecie tularensis, la subespecie más virulenta, representa aproximadamente el 90% de las infecciones en humanos.

El organismo infecta a más de 100 especies de vertebrados salvajes y domésticos y más de 100 especies de invertebrados. Los vertebrados más importantes asociados con la infección por F. tularensis son lagomorfos (conejos y liebres) y roedores. En los Estados Unidos, mamíferos importantes incluyen conejos, castores, ratas almizcleras, ardillas y ratones de campo. En Europa, mamíferos importantes incluyen liebres, hamsters, ratones, ratas, castores, lemmings y ratones de campo. Los animales varían en su susceptibilidad y respuesta a la infección.

Los vertebrados más importantes asociados con la infección por F. tularensis son lagomorfos (conejos y liebres) y roedores.Haz click para twittear

Algunos lagomorfos, como los conejos y los roedores, tienden a desarrollar una enfermedad mortal cuando se infectan, mientras que muchas otras especies desarrollan infecciones pero no sucumben a la enfermedad. El organismo puede persistir en cadáveres de animales, barro o agua durante varias semanas. Los humanos pueden adquirir la infección por varias vías (contacto directo o indirecto con animales y picaduras de insectos) y manifestar una variedad de síndromes clínicos dependiendo de la ruta de transmisión. El contagio de humano a humano no ocurre.

Fisiopatogenia

F. tularensis es un organismo altamente virulento; se requieren únicamente 10 a 50 bacterias intradérmicas o inhaladas para producir la enfermedad clínica. F. tularensis subespecies tularensis (tipo A) causa una infección clínica más grave que la subespecie holarctica (tipo B). Las cepas del genotipo A1b de la subespecie tularensis tienen más probabilidades de asociarse con infecciones invasivas y una mortalidad más alta que las cepas de tipo A1a, A2 o B.

Después de multiplicarse en el sitio de inoculación, F. tularensis se propaga primero a los ganglios linfáticos regionales para luego diseminarse sistémicamente por vía linfohematógena. En el sitio de inoculación hay una reacción inflamatoria aguda que involucra neutrófilos, macrófagos y linfocitos y que produce necrosis tisular. Se pueden formar granulomas, imitando a la tuberculosis. A pesar de esta reacción del huésped, F. tularensis puede permanecer con vida en los tejidos durante un tiempo.

Así se presenta

La tularemia por lo general tiene un inicio súbito de síntomas sistémicos inespecíficos, que incluyen fiebre, escalofríos, anorexia y malestar general, que ocurren aproximadamente de tres a cinco días después de la exposición. Por lo general, la fiebre puede disminuir después de unos días, para luego regresar rápidamente. Otros síntomas inespecíficos incluyen cefalea, fatiga, dolor en pecho o músculos, dolor abdominal, vómitos o diarrea. En algunos pacientes, estos síntomas sistémicos pueden haber disminuido al momento de la evaluación.

Cuando los pacientes acuden para su atención médica, generalmente tienen manifestaciones clínicas específicas asociadas con una de las seis formas clínicas principales de tularemia, según la vía de ingreso:

  • Tularemia ulceroglandular
  • Tularemia glandular
  • Tularemia oculoglandular
  • Tularemia faríngea (orofaríngea)
  • Tularemia neumónica
  • Tularemia tifoidea

Tularemia Ulceroglandular

La enfermedad ulceroglandular, caracterizada por una lesión cutánea y adenopatía asociada, es la forma más común y más fácilmente reconocible de tularemia. Los pacientes con enfermedad ulceroglandular usualmente refieren contacto animal reciente o exposición a insectos vectores potenciales (particularmente garrapatas). Típicamente se presentan con fiebre y una única lesión papulo-ulcerativa eritematosa con una escara central en el sitio de inoculación (p.e. el sitio de una picadura de garrapata). Las úlceras en las manos y los brazos son más comunes después de las exposiciones a los animales; las úlceras en la cabeza o el cuello, el tronco, el perineo y las piernas son más comunes después de la exposición a garrapatas.

La enfermedad ulceroglandular, caracterizada por una lesión cutánea y adenopatía asociada, es la forma más común y más fácilmente reconocible de tularemia. Haz click para twittear

Ocasionalmente, puede haber más de una lesión en la piel. Los pacientes afectados también presentan linfadenopatía regional dolorosa, que puede ocurrir antes, al mismo tiempo o poco después de la aparición de la lesión cutánea. La adenopatía que afecta los ganglios cervicales u occipitales es más común en niños que en adultos, y las úlceras asociadas pueden ocultarse en el cuero cabelludo. La piel suprayacente al nódulo puede ser eritematosa, como se observó en el 19% de los casos en una serie de 215 pacientes suecos con infección debido a la menos virulenta subespecie de F. tularensis holarctica. Una presentación “esporotricoide”, con nódulos subcutáneos a lo largo del drenaje linfático, también se ha descrito en algunos pacientes con tularemia.

Sin embargo, la linfangitis franca no suele verse; su presencia debe sugerir la complicación poco común de la sobreinfección bacteriana de la úlcera cutánea. La supuración de los ganglios linfáticos afectados es una complicación relativamente común y puede ocurrir a pesar del tratamiento con antibióticos. En una revisión de casos de tularemia en Missouri, 15 de 81 pacientes (19%) con linfadenopatía requirieron incisión y drenaje de ganglios supurativos. Los ganglios fluctuantes supurados justifican el drenaje quirúrgico o con aguja. Los pacientes que buscan atención médica relativamente tarde en el curso de la enfermedad pueden presentar adenopatía con poca o nada de fiebre y solo evidencia de una lesión cutánea cicatrizada.

Tularemia
Úlcera en frente de un paciente (cazador) por Francisella tularensis en la tularemia.

Diagnóstico

La tularemia debe sospecharse en pacientes con un síndrome clínico compatible y factores de riesgo epidemiológicos. Debido a que la confirmación de laboratorio puede tardarse, el diagnóstico inicial de tularemia a menudo se realiza de manera presuntiva, cuando la presentación del paciente es tanto clínica como epidemiológicamente consistente y no hay una causa más probable. Las características clínicas específicas para el diagnóstico probable de tularemia incluyen:

  • Linfadenopatía regional, particularmente si está asociada a un sitio de inoculación
  • Conjuntivitis acompañada de linfadenopatía local.
  • Faringitis grave que no responde a la penicilina.
  • Enfermedad febril sistémica persistente.
  • Neumonía adquirida en la comunidad que no responde al tratamiento estándar.
  • Infiltrados nodulares más derrame pleural en las imágenes de tórax.

Cuando estas características clínicas se observan ante el antecedente de exposición a animales (particularmente a animales salvajes) o picadura de insectos, la posibilidad de tularemia es mayor y el diagnóstico presuntivo es razonable. En particular, las personas que son agricultores, veterinarios, cazadores, paisajistas, carniceros o personal de laboratorio corren un mayor riesgo de exposición. La residencia del paciente, sus actividades y antecedente de viajes también aumentan la probabilidad de tularemia.

Tratamiento

Los antimicrobianos con eficacia clínica bien establecida incluyen los aminoglucósidos estreptomicina y gentamicina, las tetraciclinas, las fluoroquinolonas y el cloranfenicol. No se ha informado resistencia a aminoglucósidos, fluoroquinolonas o tetraciclinas. Los betalactámicos se han asociado con fracaso clínico a pesar de las susceptibilidades in vitro favorables. El enfoque general para la selección del esquema de tratamiento depende de la gravedad de la infección. Para pacientes con infección grave, se recomienda gentamicina (administrada por vía intramuscular o intravenosa) o estreptomicina (administrada por vía intramuscular).

Los antimicrobianos con eficacia clínica bien establecida para la tularemia incluyen los aminoglucósidos, estreptomicina y gentamicina, las tetraciclinas, las fluoroquinolonas y el cloranfenicol.Haz click para twittear

Los aminoglucósidos son los fármacos de elección para estos pacientes. La infección grave incluye síntomas sistémicos prolongados o extensos antes del tratamiento, sepsis con o sin insuficiencia renal en cualquier forma de tularemia, tularemia tifoidea y tularemia neumónica sintomática. También se prefiere un aminoglucósido cuando está indicado el tratamiento empírico para la tularemia en pacientes con diagnóstico incierto que requieren hospitalización. La estreptomicina ha sido tradicionalmente el aminoglucósido preferido debido a la amplia experiencia clínica que respalda su uso y su alta eficacia. Sin embargo, la gentamicina es más fácil de obtener que la estreptomicina.

Además, los niveles en sangre óptimos generalmente se obtienen más fácilmente para la gentamicina que la estreptomicina, y la gentamicina tiene menos toxicidad vestibular. Algunos expertos pediatras sugieren la gentamicina como el aminoglucósido preferido para el tratamiento de la tularemia en niños por estos motivos. La duración del tratamiento generalmente es de 7 a 10 días. Sin embargo, el tratamiento debe adaptarse a los signos y síntomas clínicos, incluida la remisión de la fiebre, y debe extenderse (por ejemplo, a 14 días) para casos especialmente graves o para pacientes cuya respuesta al tratamiento es lenta.

Erysipelothrix rhusiopathiae es un bacilo grampositivo pleomórfico, no formador de esporas, capaz de causar una infección de tejidos blandos autolimitada o una infección sistémica grave. E. rhusiopathiae está ampliamente propagada en todo el mundo y afecta a animales domésticos y marinos; se encuentra en ovejas, caballos, ganado, pollos, pavos, cangrejos, peces, perros y gatos. La infección en humanos generalmente se debe a la exposición ocupacional. Por tanto, los carniceros, pescadores, personal de mataderos o acuarios, agricultores y veterinarios están en riesgo de infección por E. rhusiopathiae.

Fisiopatogenia

Poco se sabe sobre la patogenia de la infección humana por E. rhusiopathiae. Las siguientes observaciones se han realizado in vitro y en estudios en animales:

  • E. rhusiopathiae es un organismo virulento con una cápsula que resiste la fagocitosis y puede contribuir a la supervivencia intracelular (en ausencia de opsonización con anticuerpos específicos).
  • La supervivencia intracelular de organismos virulentos en los macrófagos se asocia con una reducción de la estimulación del estallido respiratorio oxidativo.
  • La proteína SpaA es un antígeno de superficie de E. rhusiopathiae.
  • Las enzimas neuraminidasa e hialuronidasa pueden contribuir a la patogenicidad de Erysipelothrix.
  • Otros factores de virulencia incluyen las proteínas asociadas a la pared celular, como las proteínas transportadoras y de adhesión.

Así se presenta

El espectro clínico de la infección humana incluye tres formas principales de enfermedad:

  • Infección cutánea localizada (erisipeloide)
  • Infección cutánea difusa
  • Infección sistémica (bacteriemia con o sin endocarditis)

La forma más común de infección humana por E. rhusiopathiae es la forma cutánea localizada, conocida como erisipeloide de Rosenbach. Cuando ocurre una infección localizada, es una celulitis generalmente subaguda e involucra los dedos y/o las manos (los sitios de exposición). Las abrasiones o heridas de la piel sirven como el portal de entrada del organismo. Por ejemplo, el erisipeloide ha sido descrito en los dedos o las manos de los empacadores de pescado o mariscos que sufren un traumatismo menor mientras manipulan camarones, cangrejos o peces contaminados. La infección también puede ocurrir después de mordeduras de gato o perro. En una revisión de 18 servicios de urgencia en los Estados Unidos, se aisló E. rhusiopathiae de 2 de 57 pacientes con mordeduras de gato infectadas.

El período de incubación posterior a la inoculación puede durar de dos a siete días. Los síntomas comienzan con dolor en el sitio de la inoculación (que se describe como picazón, ardor u hormigueo). La lesión cutánea generalmente progresa lentamente desde una pequeña mácula roja en el sitio de inoculación a una lesión violácea bien desarrollada con un claro central y un borde elevado. La hinchazón es típicamente mínima; los pacientes generalmente se quejan de rigidez y dolor en los dedos involucrados. La linfangitis local y la adenitis ocurren en aproximadamente el 30% de los casos. Los síntomas sistémicos, como fiebre elevada o escalofríos, son poco frecuentes (alrededor del 10% de los pacientes).

Tratamiento

El enfoque del tratamiento con antibióticos depende de las manifestaciones clínicas y los resultados de los hemocultivos. Para la infección cutánea localizada, se debe administrar tratamiento oral con penicilina V (500 mg cada 6 horas); la cefalexina (500 mg cada 6 horas) es un régimen aceptable en ausencia de hipersensibilidad inmediata a la penicilina. En el contexto de la alergia a la penicilina, se puede administrar ciprofloxacina (250 mg cada 12 horas) o clindamicina (300 mg cada 8 horas). Siete días de tratamiento generalmente son curativos.

El género Yersinia incluye 11 especies, 3 de las cuales son importantes patógenos humanos: Yersinia pestis, Yersinia enterocolitica y Yersinia pseudotuberculosis. Las yersiniosis son infecciones zoonóticas de animales domésticos y salvajes; los humanos son considerados huéspedes incidentales que no contribuyen al ciclo natural de la enfermedad.
Y. pestis causa la peste y se transmite por las pulgas. La manifestación clínica más común es la linfadenitis febril aguda, llamada peste bubónica. Las formas menos comunes incluyen septicemia, neumonía, peste faríngea y meníngea.

Antecedentes Históricos

La peste ha infectado a los humanos durante miles de años; el ADN de Y. pestis ha sido identificado en dientes humanos de Asia y Europa con antigüedad de entre 2800 y 5000 años atrás. Tres grandes pandemias de peste han sido registradas en la historia humana: en el siglo VI, en el siglo XIV (conocida como la “Muerte Negra”, que causó la muerte de hasta un tercio de la población europea o aproximadamente entre 17 y 28 millones de personas), y al final del siglo 19 después de la propagación de la infección en China.

El bacilo de la peste fue aislado durante la tercera pandemia por Alexandre Yersin en 1894. Durante los siguientes 20 años, Y. pestis se propagó a través de ratas en buques de vapor hacia ciudades portuarias en todos los continentes habitados, incluida América del Norte. La infección se extendió a varias especies de roedores silvestres y se atrincheró en las áreas rurales de América, África y Asia.

Epidemiología

Los humanos adquieren la peste a través de mordeduras de roedores, rasguños o mordeduras de gatos domésticos infectados, manipulación directa de tejidos animales infectados, inhalación de secreciones respiratorias, inhalación de gotitas aerosolizadas de humanos infectados, o por exposición durante estudios post mortem y manejo de pruebas de laboratorio. La picadura de pulgas son la vía más común de transmisión de la peste a los humanos, seguida del contacto con animales infectados. En aproximadamente el 14% de los casos, se desconoce la fuente de infección.

Los animales, incluidas las mascotas domésticas, pueden adquirir la peste a través de picaduras de pulgas de roedores y la ingestión de tejidos animales contaminados. Se ha informado que más de 200 especies de mamíferos están infectadas con Y. pestis, incluyendo ardillas, perros de las praderas, conejos, ratones de campo, ardillas listadas, ratas, gatos monteses, gatos domésticos y camellos. Los roedores son los anfitriones más importantes. Los perros y gatos domésticos infectados pueden causar la transmisión de la peste a humanos a través de pulgas infectadas. Las mascotas infectadas con peste pueden estar febriles, letárgicas, anoréxicas y tener linfadenopatía cervical, mandibular o inguinal (bubones).

Así se presenta

Hay tres principales síndromes clínicos asociados con la peste: peste bubónica, peste septicémica y peste neumónica. La peste bubónica representa del 80 al 95% de los casos; la peste septicémica representa del 10 al 20% de los casos. La peste neumónica es generalmente rara. En general, la mortalidad estimada es del 60 al 100% en la peste no tratada en comparación con menos del 15% con tratamiento. La plaga bubónica es la forma más común de peste; representa del 80 al 95% de los casos. Las lesiones cutáneas en el sitio de la picadura de la pulga generalmente no son aparentes y, por tanto, se ignoran u olvidan. Sin embargo, algunos pacientes pueden tener escaras, pústulas o incluso lesiones necróticas que se asemejan a ectima gangrenoso.

La plaga bubónica es la forma más común de peste; representa del 80 al 95% de los casos. Haz click para twittear

Las picaduras de pulgas en las extremidades pueden estar asociadas con edema de ganglios linfáticos en la región que drena el sitio de inoculación. Una minoría de pacientes desarrolla lesiones cutáneas, como púrpura, asociada a coagulación intravascular diseminada. La peste bubónica se caracteriza clínicamente por la aparición repentina de fiebre, escalofríos, debilidad y cefalea, seguidos de intenso dolor y edema en el área del cojinete del nódulo linfático (bubón), que puede estar precedida por linfadenopatía. Los bubones agudos son dolorosos pero carecen de fluctuación. A menudo se asocian con eritema y edema de la piel suprayacente.

La región inguinal es el sitio más frecuentemente afectado (la palabra “bubo” deriva de la palabra griega para “ingle”); las regiones axilares o cervicales también pueden estar involucradas. Pueden aparecer bubones axilares, cervicales o epitrocleares en pacientes con peste bubónica asociada a la exposición a gatos. En ausencia de tratamiento, la etapa bubónica inicial puede ir seguida de infección diseminada (sepsis) en aproximadamente el 50% de los casos no tratados, lo que puede conducir a complicaciones, como neumonía (peste neumónica secundaria) y meningitis. Los pacientes bacterémicos pueden desarrollar signos de choque séptico.

Peste
Vista palmar de la mano derecha de un hombre de 59 años que había sido infectada por la bacteria de la peste, Yersinia pestis, después de haber entrado en contacto tanto con un gato infectado como con un ratón muerto en su vecindario. La gangrena de los dedos y la palma son evidentes. CDC, Christina Nelson, MD, MPH.

Diagnostico de Peste

Se debe mantener un alto índice de sospecha para hacer un diagnóstico oportuno de la peste. Los pacientes con fiebre y linfadenopatía dolorosa deben ser interrogados sobre los viajes a áreas de enfermedades endémicas. Además, el contacto de vectores de animales o roedores dentro de los 10 días anteriores puede proporcionar pistas que despierten la sospecha del diagnóstico de peste. Éste se establece por aislamiento del organismo en cultivo o por pruebas serológicas. Ocasionalmente, los pacientes con peste pueden coinfectarse con malaria, lo que puede generar confusión diagnóstica en áreas donde la malaria es endémica. Tres importantes claves diagnósticas orientan hacia la presencia de la peste:

  • La presencia de fiebre en una persona con contacto conocido con roedores muertos o residencia o viaje a una región endémica de peste.
  • La presencia de fiebre, hipotensión y linfadenitis regional inexplicada.
  • La presencia de hallazgos clínicos de neumonía en asociación con hemoptisis y esputo que contienen gramnegativas en la tinción de Gram.

Cultivo y tinción

Yersinia crece bien en medios de laboratorio comunes. El personal de microbiología debe ser informado de cualquier espécimen sospechoso de albergar el organismo para que puedan tomar las precauciones adecuadas para evitar la infección de infección en el laboratorio. Los hemocultivos pueden ser positivos en el 27 al 96% de los pacientes, dependiendo de la forma de presentación clínica. Y. pestis también se puede cultivar a partir de esputo, líquido cefalorraquídeo o pus aspirada de bubones. En un estudio, los cultivos de bubones aspirados fueron positivos en 10 de 13 casos. La aspiración del bubón después de la inyección con solución salina puede ser necesaria para obtener una muestra adecuada.

Tratamiento

El tratamiento adecuado y oportuno puede mejorar notablemente los resultados del paciente, y la quimioprofilaxis puede prevenir la propagación. La peste bubónica tiene una tasa de mortalidad del 50 al 90% si no se trata (10 a 20% si se trata). La peste neumónica tiene una tasa de mortalidad del 100% si no se trata (50% si se trata). Los aminoglucósidos son los fármacos preferidos para la peste, con doxiciclina y tetraciclina como alternativas. 

La dosis de estreptomicina es de 30 mg/kg por día IM (hasta una dosis total de 2 g) en dos dosis divididas. Se requiere un control cuidadoso, ya que la estreptomicina es ototóxica y nefrotóxica. La doxiciclina y la tetraciclina son agentes alternativos aceptables para pacientes que no pueden tolerar los aminoglucósidos o que tienen un alto riesgo de desarrollar toxicidad por aminoglucósidos.

Los aminoglucósidos son el tratamiento de elección p. la peste. La dosis de estreptomicina es de 30 mg/kg por día IM (hasta una dosis total de 2 g) en dos dosis divididas.Haz click para twittear

Referencias Bibliográficas

Kawaguchi L, Sengkeopraseuth B, Tsuyuoka R, et al. Seroprevalence of leptospirosis and risk factor analysis in flood-prone rural areas in Lao PDR. Am J Trop Med Hyg 2008; 78:957.

Miyazato KE, Fonseca A, Caputto LZ, et al. Incidence of Leptospirosis infection in the East Zone of Sao Paulo City, Brazil. Int Arch Med 2013; 6:23.

Dechet AM, Parsons M, Rambaran M, et al. Leptospirosis outbreak following severe flooding: a rapid assessment and mass prophylaxis campaign; Guyana, January-February 2005. PLoS One 2012; 7:e39672.

Smith JK, Young MM, Wilson KL, Craig SB. Leptospirosis following a major flood in Central Queensland, Australia. Epidemiol Infect 2013; 141:585.

Frawley AA, Schafer IJ, Galloway R, et al. Notes from the Field: Postflooding Leptospirosis – Louisiana, 2016. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2017; 66:1158.

Katz AR, Ansdell VE, Effler PV, et al. Assessment of the clinical presentation and treatment of 353 cases of laboratory-confirmed leptospirosis in Hawaii, 1974-1998. Clin Infect Dis 2001; 33:1834.

Vilaichone RK, Mahachai V, Wilde H. Acute acalculous cholecystitis in leptospirosis. J Clin Gastroenterol 1999; 29:280.

Romero EC, Blanco RM, Yasuda PH. Aseptic meningitis caused by Leptospira spp diagnosed by polymerase chain reaction. Mem Inst Oswaldo Cruz 2010; 105:988.

Yang HY, Hsu PY, Pan MJ, et al. Clinical distinction and evaluation of leptospirosis in Taiwan–a case-control study. J Nephrol 2005; 18:45.

von Ranke FM, Zanetti G, Hochhegger B, Marchiori E. Infectious diseases causing diffuse alveolar hemorrhage in immunocompetent patients: a state-of-the-art review. Lung 2013; 191:9.

Im JG, Yeon KM, Han MC, et al. Leptospirosis of the lung: radiographic findings in 58 patients. AJR Am J Roentgenol 1989; 152:955.

Carvalho CR, Bethlem EP. Pulmonary complications of leptospirosis. Clin Chest Med 2002; 23:469.

Karande S, Gandhi D, Kulkarni M, et al. Concurrent outbreak of leptospirosis and dengue in Mumbai, India, 2002. J Trop Pediatr 2005; 51:174.

Limmathurotsakul D, Turner EL, Wuthiekanun V, et al. Fool’s gold: Why imperfect reference tests are undermining the evaluation of novel diagnostics: a reevaluation of 5 diagnostic tests for leptospirosis. Clin Infect Dis 2012; 55:322.

Schreier S, Doungchawee G, Chadsuthi S, et al. Leptospirosis: current situation and trends of specific laboratory tests. Expert Rev Clin Immunol 2013; 9:263.

Levett PN, Whittington CU. Evaluation of the indirect hemagglutination assay for diagnosis of acute leptospirosis. J Clin Microbiol 1998; 36:11.

Murray CK, Hospenthal DR. Determination of susceptibilities of 26 Leptospira sp. serovars to 24 antimicrobial agents by a broth microdilution technique. Antimicrob Agents Chemother 2004; 48:4002.

Moon JE, Ellis MW, Griffith ME, et al. Efficacy of macrolides and telithromycin against leptospirosis in a hamster model. Antimicrob Agents Chemother 2006; 50:1989.

Alt DP, Zuerner RL, Bolin CA. Evaluation of antibiotics for treatment of cattle infected with Leptospira borgpetersenii serovar hardjo. J Am Vet Med Assoc 2001; 219:636.

Griffith ME, Moon JE, Johnson EN, et al. Efficacy of fluoroquinolones against Leptospira interrogans in a hamster model. Antimicrob Agents Chemother 2007; 51:2615.

Ressner RA, Griffith ME, Beckius ML, et al. Antimicrobial susceptibilities of geographically diverse clinical human isolates of Leptospira. Antimicrob Agents Chemother 2008; 52:2750.

Wuthiekanun V, Amornchai P, Paris DH, et al. Rapid isolation and susceptibility testing of Leptospira spp. using a new solid medium, LVW agar. Antimicrob Agents Chemother 2013; 57:297.

Abramova AA, Grinberg LM. [Pathology of anthrax sepsis according to materials of the infectious outbreak in 1979 in Sverdlovsk (macroscopic changes)]. Arkh Patol 1993; 55:12.

Moayeri M, Leppla SH, Vrentas C, et al. Anthrax Pathogenesis. Annu Rev Microbiol 2015; 69:185.

Ebrahimi CM, Kern JW, Sheen TR, et al. Penetration of the blood-brain barrier by Bacillus anthracis requires the pXO1-encoded BslA protein. J Bacteriol 2009; 191:7165.

Kern J, Schneewind O. BslA, the S-layer adhesin of B. anthracis, is a virulence factor for anthrax pathogenesis. Mol Microbiol 2010; 75:324.

Wang Y, Wei Y, Yuan S, et al. Bacillus anthracis S-layer protein BslA binds to extracellular matrix by interacting with laminin. BMC Microbiol 2016; 16:183.

Kyriacou DN, Stein AC, Yarnold PR, et al. Clinical predictors of bioterrorism-related inhalational anthrax. Lancet 2004; 364:449.

Centers for Disease Control and Prevention (CDC). Update: Investigation of bioterrorism-related anthrax and interim guidelines for clinical evaluation of persons with possible anthrax. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2001; 50:941.

Barakat LA, Quentzel HL, Jernigan JA, et al. Fatal inhalational anthrax in a 94-year-old Connecticut woman. JAMA 2002; 287:863.

Beatty ME, Ashford DA, Griffin PM, et al. Gastrointestinal anthrax: review of the literature. Arch Intern Med 2003; 163:2527.

Kanafani ZA, Ghossain A, Sharara AI, et al. Endemic gastrointestinal anthrax in 1960s Lebanon: clinical manifestations and surgical findings. Emerg Infect Dis 2003; 9:520.

Sirisanthana T, Brown AE. Anthrax of the gastrointestinal tract. Emerg Infect Dis 2002; 8:649.

Sirisanthana T, Navachareon N, Tharavichitkul P, et al. Outbreak of oral-oropharyngeal anthrax: an unusual manifestation of human infection with Bacillus anthracis. Am J Trop Med Hyg 1984; 33:144.

Lanska DJ. Anthrax meningoencephalitis. Neurology 2002; 59:327.

Katharios-Lanwermeyer S, Holty JE, Person M, et al. Identifying Meningitis During an Anthrax Mass Casualty Incident: Systematic Review of Systemic Anthrax Since 1880. Clin Infect Dis 2016; 62:1537.

Holty JE, Bravata DM, Liu H, et al. Systematic review: a century of inhalational anthrax cases from 1900 to 2005. Ann Intern Med 2006; 144:270.

Sejvar JJ, Tenover FC, Stephens DS. Management of anthrax meningitis. Lancet Infect Dis 2005; 5:287.

Lanska DJ. Anthrax meningoencephalitis. Neurology 2002; 59:327.

Meaney-Delman D, Rasmussen SA, Beigi RH, et al. Prophylaxis and treatment of anthrax in pregnant women. Obstet Gynecol 2013; 122:885.

Villani P, Regazzi MB, Marubbi F, et al. Cerebrospinal fluid linezolid concentrations in postneurosurgical central nervous system infections. Antimicrob Agents Chemother 2002; 46:936.

Gunnell MK, Adams BJ, Robison RA. The Genetic Diversity and Evolution of Francisella tularensis with Comments on Detection by PCR. Curr Issues Mol Biol 2016; 18:79.

Kugeler KJ, Mead PS, Janusz AM, et al. Molecular Epidemiology of Francisella tularensis in the United States. Clin Infect Dis 2009; 48:863.

Birdsell DN, Johansson A, Öhrman C, et al. Francisella tularensis subsp. tularensis group A.I, United States. Emerg Infect Dis 2014; 20:861.

Petersen JM, Carlson JK, Dietrich G, et al. Multiple Francisella tularensis subspecies and clades, tularemia outbreak, Utah. Emerg Infect Dis 2008; 14:1928.

Whitten T, Bjork J, Neitzel D, et al. Notes from the Field: Francisella tularensis Type B Infection from a Fish Hook Injury – Minnesota, 2016. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 2017; 66:194.

Burckhardt F, Hoffmann D, Jahn K, et al. Oropharyngeal Tularemia from Freshly Pressed Grape Must. N Engl J Med 2018; 379:197.

Berrada ZL, Telford Iii SR. Survival of Francisella tularensis Type A in brackish-water. Arch Microbiol 2011; 193:223.

El-Etr SH, Margolis JJ, Monack D, et al. Francisella tularensis type A strains cause the rapid encystment of Acanthamoeba castellanii and survive in amoebal cysts for three weeks postinfection. Appl Environ Microbiol 2009; 75:7488.

Horzempa J, O’Dee DM, Stolz DB, et al. Invasion of erythrocytes by Francisella tularensis. J Infect Dis 2011; 204:51.

Schmitt DM, Barnes R, Rogerson T, et al. The Role and Mechanism of Erythrocyte Invasion byFrancisella tularensis. Front Cell Infect Microbiol 2017; 7:173.

Henry T, Brotcke A, Weiss DS, et al. Type I interferon signaling is required for activation of the inflammasome during Francisella infection. J Exp Med 2007; 204:987.

Kirimanjeswara GS, Golden JM, Bakshi CS, Metzger DW. Prophylactic and therapeutic use of antibodies for protection against respiratory infection with Francisella tularensis. J Immunol 2007; 179:532.

Elkins KL, Cowley SC, Bosio CM. Innate and adaptive immunity to Francisella. Ann N Y Acad Sci 2007; 1105:284.

DIENST FT Jr. Tularemia: a perusal of three hundred thirty-nine cases. J La State Med Soc 1963; 115:114.

Thomas LD, Schaffner W. Tularemia pneumonia. Infect Dis Clin North Am 2010; 24:43.

Väyrynen SA, Saarela E, Henry J, et al. Pneumonic tularaemia: experience of 58 cases from 2000 to 2012 in Northern Finland. Infect Dis (Lond) 2017; 49:758.

Su TY, Shie SS, Chia JH, Huang CT. Case Report of Low Virulence Francisella tularensis Presented as Severe Bacteremic Pneumonia. Medicine (Baltimore) 2016; 95:e3390.

Matyas BT, Nieder HS, Telford SR 3rd. Pneumonic tularemia on Martha’s Vineyard: clinical, epidemiologic, and ecological characteristics. Ann N Y Acad Sci 2007; 1105:351.

Cross JT, Jacobs RF. Tularemia: treatment failures with outpatient use of ceftriaxone. Clin Infect Dis 1993; 17:976.

Origgi FC, Frey J, Pilo P. Characterisation of a new group of Francisella tularensis subsp. holarctica in Switzerland with altered antimicrobial susceptibilities, 1996 to 2013. Euro Surveill 2014; 19.

Enderlin G, Morales L, Jacobs RF, Cross JT. Streptomycin and alternative agents for the treatment of tularemia: review of the literature. Clin Infect Dis 1994; 19:42.

Snowden J, Stovall S. Tularemia: retrospective review of 10 years’ experience in Arkansas. Clin Pediatr (Phila) 2011; 50:64.

Hassoun A, Spera R, Dunkel J. Tularemia and once-daily gentamicin. Antimicrob Agents Chemother 2006; 50:824.

Shimoji Y. Pathogenicity of Erysipelothrix rhusiopathiae: virulence factors and protective immunity. Microbes Infect 2000; 2:965.

Cheun HI, Kawamoto K, Hiramatsu M, et al. Protective immunity of SpaA-antigen producing Lactococcus lactis against Erysipelothrix rhusiopathiae infection. J Appl Microbiol 2004; 96:1347.

Abrashev I, Orozova P. Erysipelothrix rhusiopathiae neuraminidase and its role in pathogenicity. Z Naturforsch C 2006; 61:434.

Wang Y, Li J, Zhang A, et al. iTRAQ-based quantitative proteomic analysis reveals potential virulence factors of Erysipelothrix rhusiopathiae. J Proteomics 2017; 160:28.

Tan EM, Marcelin JR, Adeel N, et al. Erysipelothrix rhusiopathiae bloodstream infection – A 22-year experience at Mayo Clinic, Minnesota. Zoonoses Public Health 2017; 64:e65.

Reboli AC, Farrar WE. Erysipelothrix rhusiopathiae: an occupational pathogen. Clin Microbiol Rev 1989; 2:354.

Fernández-Crespo P, Serra A, Bonet J, Gimenez M. Acute oliguric renal failure in a patient with an Erysipelothrix rhusiopathiae bacteremia and endocarditis. Nephron 1996; 74:231.

Ruiz ME, Richards JS, Kerr GS, Kan VL. Erysipelothrix rhusiopathiae septic arthritis. Arthritis Rheum 2003; 48:1156.

Simionescu R, Grover S, Shekar R, West BC. Necrotizing fasciitis caused by Erysipelothrix rhusiopathiae. South Med J 2003; 96:937.

Meric M, Ozcan SK. Erysipelothrix rhusiopathiae pneumonia in an immunocompetent patient. J Med Microbiol 2012; 61:450.

Andrychowski J, Jasielski P, Netczuk T, Czernicki Z. Empyema in spinal canal in thoracic region, abscesses in paravertebral space, spondylitis: in clinical course of zoonosis Erysipelothrix rhusiopathiae. Eur Spine J 2012; 21 Suppl 4:S557.

Dunbar SA, Clarridge JE 3rd. Potential errors in recognition of Erysipelothrix rhusiopathiae. J Clin Microbiol 2000; 38:1302.

Perry RD, Fetherston JD. Yersinia pestis–etiologic agent of plague. Clin Microbiol Rev 1997; 10:35.

Butler T. Plague gives surprises in the first decade of the 21st century in the United States and worldwide. Am J Trop Med Hyg 2013; 89:788.

Plague around the world, 2010–2015. Wkly Epidemiol Rec 2016; 91:89.

Human plague in 2000 and 2001. Wkly Epidemiol Rec 2003; 78:130.

Campbell GL, Hughes JM. Plague in India: a new warning from an old nemesis. Ann Intern Med 1995; 122:151.

Laudisoit A, Leirs H, Makundi RH, et al. Plague and the human flea, Tanzania. Emerg Infect Dis 2007; 13:687.

Gage KL, Lance SE, Dennis DT, Montenieri JA. Human plague in the United States: A review of cases from 1988-1992 with comments on the likelihood of increased plague activity. Border Epidemiol Bull 1992; 19:1.

Ayyadurai S, Sebbane F, Raoult D, Drancourt M. Body lice, yersinia pestis orientalis, and black death. Emerg Infect Dis 2010; 16:892.

Piarroux R, Abedi AA, Shako JC, et al. Plague epidemics and lice, Democratic Republic of the Congo. Emerg Infect Dis 2013; 19:505.

Drali R, Shako JC, Davoust B, et al. A New Clade of African Body and Head Lice Infected by Bartonella quintana and Yersinia pestis-Democratic Republic of the Congo. Am J Trop Med Hyg 2015; 93:990.

Inglesby TV, Dennis DT, Henderson DA, et al. Plague as a biological weapon: medical and public health management. Working Group on Civilian Biodefense. JAMA 2000; 283:2281.

Drancourt M, Roux V, Dang LV, et al. Genotyping, Orientalis-like Yersinia pestis, and plague pandemics. Emerg Infect Dis 2004; 10:1585.

Hinnebusch BJ, Rudolph AE, Cherepanov P, et al. Role of Yersinia murine toxin in survival of Yersinia pestis in the midgut of the flea vector. Science 2002; 296:733.

Hinnebusch BJ, Perry RD, Schwan TG. Role of the Yersinia pestis hemin storage (hms) locus in the transmission of plague by fleas. Science 1996; 273:367.

Eisen RJ, Dennis DT, Gage KL. The Role of Early-Phase Transmission in the Spread of Yersinia pestis. J Med Entomol 2015; 52:1183.

Welty TK, Grabman J, Kompare E, et al. Nineteen cases of plague in Arizona. A spectrum including ecthyma gangrenosum due to plague and plague in pregnancy. West J Med 1985; 142:641.

Butler T. Yersinia infections: centennial of the discovery of the plague bacillus. Clin Infect Dis 1994; 19:655.

Warren R, Lockman H, Barnewall R, et al. Cynomolgus macaque model for pneumonic plague. Microb Pathog 2011; 50:12.

Wang H, Cui Y, Wang Z, et al. A dog-associated primary pneumonic plague in Qinghai Province, China. Clin Infect Dis 2011; 52:185.

Begier EM, Asiki G, Anywaine Z, et al. Pneumonic plague cluster, Uganda, 2004. Emerg Infect Dis 2006; 12:460.

Boulanger LL, Ettestad P, Fogarty JD, et al. Gentamicin and tetracyclines for the treatment of human plague: review of 75 cases in new Mexico, 1985-1999. Clin Infect Dis 2004; 38:663.

Wong JD, Barash JR, Sandfort RF, Janda JM. Susceptibilities of Yersinia pestis strains to 12 antimicrobial agents. Antimicrob Agents Chemother 2000; 44:1995.

Bonacorsi SP, Scavizzi MR, Guiyoule A, et al. Assessment of a fluoroquinolone, three beta-lactams, two aminoglycosides, and a cycline in treatment of murine Yersinia pestis infection. Antimicrob Agents Chemother 1994; 38:481.

Frean JA, Arntzen L, Capper T, et al. In vitro activities of 14 antibiotics against 100 human isolates of Yersinia pestis from a southern African plague focus. Antimicrob Agents Chemother 1996; 40:2646.

Smith MD, Vinh DX, Nguyen TT, et al. In vitro antimicrobial susceptibilities of strains of Yersinia pestis. Antimicrob Agents Chemother 1995; 39:2153.

Mwengee W, Butler T, Mgema S, et al. Treatment of plague with gentamicin or doxycycline in a randomized clinical trial in Tanzania. Clin Infect Dis 2006; 42:614.

El artículo Infecciones relacionadas con oficios y profesiones. apareció primero en Sapiens Medicus.

Infecciones en inmunodeficiencias: Principales patógenos asociados.

$
0
0

El sistema inmune es el responsable de defender a nuestro cuerpo de la infección por múltiples patógenos que lo acechan constantemente. Sin embargo, sus trastornos cualitativos o cuantitativos, ya sean congénitos o adquiridos, favorecen determinadas infecciones. A continuación revisamos brevemente las principales infecciones en inmunodeficiencias que debemos tener en cuenta en nuestra práctica médica.

Actualízate sobre este tema en 7 minutos.

Revisaremos este tema en tres principales apartados. Analizaremos brevemente los principales patógenos que se presentan en las infecciones de pacientes con alteración de la inmunidad humoral, la celular y de los neutrófilos.

InmunodeficienciaEnfermedades asociadasPatógenos habituales
HumoralCongénita, mieloma múltiple, leucemia linfática crónica BNeumococo, Haemophilus, meningococo, S. aureus,
Giardia lamblia en déficit de lgA.
CelularCongénita, sarcoidosis, enfermedad de Hodgkin, SIDAListeria monocytogenes, mycobacterium, HVS,
parásitos intracelulares, hongos
Del complementoCongénita,
hepatopatías, Lupus eritematoso sistémico
C1 o C3: neumococo
C5-C8: Neisseria
NeutropeniaHematológicas, secundario a quimioterapiaPseudomonas, otros bacilos gramnegativos, S. aureus, hongos
Alteración de la fagocitosisSíndrome de Job,
Síndrome Chediak-Higashi, enfermedad granulomatosa crónica
S. aureus, gérmenes catalasa positivos
EsplenectomíaNeumococo
Haemophilus, género Neisseria, bacilo DF-2,
Plasmodium, Babesia

Déficit de inmunidad humoral

El déficit de inmunoglobulina A es el más frecuente de las inmunodeficiencias primarias; sin embargo, en la mayoría de los casos es asintomática. Está asociada a la enfermedad celíaca y el cuadro infeccioso característico en esta inmunodeficiencia es la infección por Giardia lamblia. La producción deficiente de las diversas clases de inmunoglobulinas puede ser congénita o adquirida, por lo general asociada a neoplasias hematológicas o ciertos fármacos como los esteroides, la fenitoína, carbamacepina o sulfasalazina.

En estos pacientes se presentan característicamente las infecciones causadas por bacterias encapsuladas, como p.e. neumococo, N. meningitidis y Haemophilus. De igual forma, son frecuentes las infecciones por Pneumocystis jiroveci. Los pacientes esplenectomizados son los más afectados por este tipo de bacterias y requieren vacunación permanente. La mordedura por perro e infección por Capnocytophaga canimorsus (la más frecuente), así como Bordetella holmesii son causantes de sepsis en el paciente esplenectomizado; mientras que el paludismo, la ehrlichiosis y la babesiosis se presentan con cuadros más graves en estos pacientes.

Los parásitos causantes de estas últimas infecciones invaden y deforman los eritrocitos. Es precisamente en el bazo donde normalmente quedan atrapadas estas células deformes; sin embargo, ante la ausencia del órgano (filtro) los eritrocitos deformes e infectados continúan circulando en el cuerpo.

Déficit de inmunidad celular

Dentro de las inmunodeficiencias celulares congénitas, destaca el síndrome de Di-George. Esta patología se presenta con alteraciones de las estructuras del tercer y cuarto arco faríngeos, incluyendo las glándulas paratiroides. La alteración de las estructuras vasculares y faciales explican las anomalías de los vasos supraaórticos y la facies peculiar de estos pacientes. El timo se ve afectado en este síndrome, y dado que es el órgano donde maduran los linfocitos T, la inmunidad celular se ve afectada.

Otro síndrome que cursa con inmunodeficiencia celular por afectación del timo es la ataxia-telangiectasia, el cual es un síndrome congénito asociado a ataxia cerebelosa, telangiectasias oculocutáneas e hipoplasia del timo con deficiencia de linfocitos T. El déficit congénito idiopático de linfocitos CD4+ es un síndrome similar al SIDA con disminución de los linfocitos CD4+. Este padecimiento predispone a la infección por M. tuberculosis y criptococosis diseminada.

Inmunodeficiencias celulares adquiridas

El trastorno adquirido más importante de los linfocitos T es la infección por el VIH. De igual forma, se producen alteraciones de estas células en las neoplasias hematológicas como la enfermedad de Hodgkin, en cuyo caso la infección más frecuente es la ocasionada por Listeria monocytogenes, en pacientes en tratamiento con esteroides, en alcohólicos, en mujeres embarazadas y durante el puerperio, así como en los extremos de la vida.

Los patógenos que ocasionan infecciones en pacientes con alteraciones de los linfocitos T son los de crecimiento intracelular, es decir, las micobacterias, virus (en especial los Herpesviridae), hongos y parásitos.

Complemento y Fagocitosis

El déficit de las vías iniciales del complemento, tanto de la clásica como alternativa, dan lugar a infecciones por bacterias piógenas, en especial el neumococo. Da lugar a un síndrome parecido al lupus eritematoso sistémico. Por otro lado, el déficit en la vía final común del complejo de ataque a la membrana padecen infecciones recurrentes o crónicas por gonococo y en especial por meningococo.

Dentro de las alteraciones de la fagocitosis tenemos al síndrome de Job o hipergammaglobulinemia E, la cual cursa con dermatitis eccematoide, abscesos subcutáneos y neumonía por S. aureus., candidiasis mucocutánea y eosinofilia. El síndrom de Chediak-Higashi, por otro lado, cursa con albinismo nistagmus, retraso mental y alteración lisosomal, ocasionando infecciones crónicas por S. aureus.

Por último, la enfermedad granulomatosa crónica es secundaria a la incapacidad de los neutrófilos de sintetizar peróxido de hidrógeno, por un defecto en la NADPH-oxidasa, lo que permite la proliferación de bacterias catalasa positivas en su interior. Ello da lugar a infecciones granulomatosas supurantes crónicas, típicamente por S. aureus, Serratia, Nocardia o Aspergillus.

Neutropenia e infecciones

En la neutropenia, las infecciones graves se presentan con recuentos de neutrófilos menores a 500/μL. Estos cuadros carecen de reacción inflamatoria o es escasa, por consiguiente, los síntomas son mínimos o cursan asintomáticos. A menudo las infecciones son muy graves y el único signo es la fiebre. Las situaciones clínicas mayormente asociadas a este tipo de cuadros son el tratamiento de inducción de la leucemia mieloide aguda y el trasplante alogénico de progenitores hematopoyéticos.

Las bacterias que causan infección en pacientes neutropénicos con fiebre son bacilos gramnegativos, en especial Pseudomonas aeruginosa. La cobertura específica frente a cocos grampositivos resistentes, en particular S. aureus resistente a meticilina, debe considerarse en pacientes con catéteres venosos centrales, mucositis, infección de tejidos blandos, neumonía o en el choque séptico.

Receptores de trasplante de órgano sólido o progenitores hematopoyéticos

Durante el primer mes postrasplante predomina las infecciones nosocomiales y del paciente neutropénico, es decir, los bacilos gramnegativos como P. aeruginosa, S. aureus y las infecciones fúngicas. Es frecuente y característica la reactivación de la infección por el virus Herpes simple. Del segundo al sexto mes postrasplante es frecuente la infección por citomegalovirus, al igual que infecciones por otros patógenos oportunistas tales como micobacterias, Nocardia, Listeria, Cryptococcus, Toxoplasma y Pneumocystis jiroveci. Posterior al sexto mes predominan las infecciones adquiridas en la comunidad.

Usuario de drogas IV.

El patógeno más frecuente en el usuario de drogas IV. es S. aureus, ocasionando bacteriemia, endocarditis, espondilodiscitis, artritis, flebitis o celulitis. Se debe considerar antibióticos antiestafilocócicos dentro del esquema de estos pacientes. Por otro lado, el Streptococcus viridans y del grupo A, así como anaerobios de la flora orofaríngea ocasionan infecciones de la piel y de tejidos blandos.

Eikenella corrodens puede causar infección en aquellos usuarios de drogas IV. que se inyectan comprimidos pulverizados, ocasionando abscesos subcutáneos. Los bacilos gramnegativos pueden ocasionar bacteriemias y abscesos paravertebrales, mientras que Candida albicans es responsable de infección localizada o diseminada en usuarios de heroína marrón.

Referencias Bibliográficas

Wheeler JG. Evaluating the child with recurrent infections. Am Fam Physician 1996; 54:2276.

Holland SM, Gallin JI. Evaluation of the patient with recurrent bacterial infections. Annu Rev Med 1998; 49:185.

Arbiser JL. Genetic immunodeficiencies: cutaneous manifestations and recent progress. J Am Acad Dermatol 1995; 33:82.

Rosen FS, Cooper MD, Wedgwood RJ. The primary immunodeficiencies. N Engl J Med 1995; 333:431.

Ong PY, Leung DY. Bacterial and Viral Infections in Atopic Dermatitis: a Comprehensive Review. Clin Rev Allergy Immunol 2016; 51:329.

Sreeramoju P, Porbandarwalla NS, Arango J, et al. Recurrent skin and soft tissue infections due to methicillin-resistant Staphylococcus aureus requiring operative debridement. Am J Surg 2011; 201:216.

Karppelin M, Siljander T, Vuopio-Varkila J, et al. Factors predisposing to acute and recurrent bacterial non-necrotizing cellulitis in hospitalized patients: a prospective case-control study. Clin Microbiol Infect 2010; 16:729.

Johnston SL. Clinical immunology review series: an approach to the patient with recurrent superficial abscesses. Clin Exp Immunol 2008; 152:397.

Conlong P, Rees W, Shaffer JL, et al. Primary antibody deficiency and Crohn’s disease. Postgrad Med J 1999; 75:161.

Haller PR. Infections in intravenous drug abusers. What makes them different. Postgrad Med 1988; 83:95.

Selinger DS, Chongsiriwatana K, Froelich CJ, et al. Telltale mouth flora: a clue to the diagnosis of factitious recurrent thigh abscesses. South Med J 1979; 72:225.

Yawn BP, Wollan PC, Kurland MJ, et al. Herpes zoster recurrences more frequent than previously reported. Mayo Clin Proc 2011; 86:88.

Brook I, Gober AE. Failure to eradicate streptococci and beta-lactamase producing bacteria. Acta Paediatr 2008; 97:193.

Wayne KS, Taussig LM. Probable familial congenital bronchiectasis due to cartilage deficiency (Williams-Campbell syndrome). Am Rev Respir Dis 1976; 114:15.

Marini T, Hobbs SK, Chaturvedi A, Kaproth-Joslin K. Beyond bronchitis: a review of the congenital and acquired abnormalities of the bronchus. Insights Imaging 2017; 8:141.

Gay S, Dee P. Tracheobronchomegaly–the Mounier-Kuhn syndrome. Br J Radiol 1984; 57:640.

Gordeuk V, Keeports R, Rexrode W. Cystic fibrosis in adults. N Engl J Med 1978; 299:1137.

di Sant’agnese PA, Davis PB. Cystic fibrosis in adults. 75 cases and a review of 232 cases in the literature. Am J Med 1979; 66:121.

Gan KH, Veeze HJ, van den Ouweland AM, et al. A cystic fibrosis mutation associated with mild lung disease. N Engl J Med 1995; 333:95.

Knowles MR, Barnett TB, McConkie-Rosell A, et al. Mild cystic fibrosis in a consanguineous family. Ann Intern Med 1989; 110:599.

Eliasson R, Mossberg B, Camner P, Afzelius BA. The immotile-cilia syndrome. A congenital ciliary abnormality as an etiologic factor in chronic airway infections and male sterility. N Engl J Med 1977; 297:1.

Kirkpatrick MB, Haynes J Jr, Bass JB Jr. Results of bronchoscopically obtained lower airway cultures from adult sickle cell disease patients with the acute chest syndrome. Am J Med 1991; 90:206.

Weeks JC, Tierney MR, Weinstein MC. Cost effectiveness of prophylactic intravenous immune globulin in chronic lymphocytic leukemia. N Engl J Med 1991; 325:81.

Dang TT, Majumdar SR, Marrie TJ, Eurich DT. Recurrent pneumonia: a review with focus on clinical epidemiology and modifiable risk factors in elderly patients. Drugs Aging 2015; 32:13.

Rodríguez-Créixems M, Muñoz P, Miranda E, et al. Recurrent pneumococcal bacteremia. A warning of immunodeficiency. Arch Intern Med 1996; 156:1429.

Ambrosino DM, Siber GR, Chilmonczyk BA, et al. An immunodeficiency characterized by impaired antibody responses to polysaccharides. N Engl J Med 1987; 316:790.

Umetsu DT, Ambrosino DM, Quinti I, et al. Recurrent sinopulmonary infection and impaired antibody response to bacterial capsular polysaccharide antigen in children with selective IgG-subclass deficiency. N Engl J Med 1985; 313:1247.

Moss RB, Carmack MA, Esrig S. Deficiency of IgG4 in children: association of isolated IgG4 deficiency with recurrent respiratory tract infection. J Pediatr 1992; 120:16.

Mody L, Juthani-Mehta M. Urinary tract infections in older women: a clinical review. JAMA 2014; 311:844.

McDonald LC, Gerding DN, Johnson S, et al. Clinical Practice Guidelines for Clostridium difficile Infection in Adults and Children: 2017 Update by the Infectious Diseases Society of America (IDSA) and Society for Healthcare Epidemiology of America (SHEA). Clin Infect Dis 2018; 66:e1.

Durand ML, Calderwood SB, Weber DJ, et al. Acute bacterial meningitis in adults. A review of 493 episodes. N Engl J Med 1993; 328:21.

Mantur M, Łukaszewicz-Zając M, Mroczko B, et al. Cerebrospinal fluid leakage–reliable diagnostic methods. Clin Chim Acta 2011; 412:837.

Mease PJ, Ochs HD, Wedgwood RJ. Successful treatment of echovirus meningoencephalitis and myositis-fasciitis with intravenous immune globulin therapy in a patient with X-linked agammaglobulinemia. N Engl J Med 1981; 304:1278.

Shalabi M, Whitley RJ. Recurrent benign lymphocytic meningitis. Clin Infect Dis 2006; 43:1194.

Maeda T, Kazumi T, Hotta K, et al. Aseptic localized peritonitis in a patient with chemical meningitis associated with craniopharyngioma cysts. Intern Med 1993; 32:340.

Rosenberg J, Galen BT. Recurrent Meningitis. Curr Pain Headache Rep 2017; 21:33.

Dalla Torre D, Burtscher D, Jank S, Kloss FR. Necrotizing periodontitis as a possible manifestation of common variable immunodeficiency. Int J Oral Maxillofac Surg 2012; 41:1546.

Oveisi M, Barzilay O, Hanafi AA. Periodontal disease in immunodeficient patients: Clinical guidelines for diagnosis and management. Int Dent J Student Res 2015; 3:96.

Boyle JM, Buckley RH. Population prevalence of diagnosed primary immunodeficiency diseases in the United States. J Clin Immunol 2007; 27:497.

García JM, Gamboa P, de la Calle A, et al. Diagnosis and management of immunodeficiencies in adults by allergologists. J Investig Allergol Clin Immunol 2010; 20:185.

Nelson KS, Lewis DB. Adult-onset presentations of genetic immunodeficiencies: genes can throw slow curves. Curr Opin Infect Dis 2010; 23:359.

The 6 warning signs for primary immunodeficiency in adults were developed by the European Society for Immunodeficiencies.

Ten warning signs for primary immunodeficiency in adults.

Azar AE, Ballas ZK. Evaluation of the adult with suspected immunodeficiency. Am J Med 2007; 120:764.

Marzano AV, Borghi A, Meroni PL, Cugno M. Pyoderma gangrenosum and its syndromic forms: evidence for a link with autoinflammation. Br J Dermatol 2016; 175:882.

Bonilla FA, Khan DA, Ballas ZK, et al. Practice parameter for the diagnosis and management of primary immunodeficiency. J Allergy Clin Immunol 2015; 136:1186.

El artículo Infecciones en inmunodeficiencias: Principales patógenos asociados. apareció primero en Sapiens Medicus.

Brucelosis: Revisión del diagnóstico y tratamiento.

$
0
0

La brucelosis es una infección zoonótica que se transmite a los humanos por contacto con fluidos de animales infectados (ovejas, vacas, cabras, cerdos u otros animales) o productos derivados tales como la leche y queso no pasteurizados. La brucelosis tiene una alta morbilidad tanto para humanos como para animales; es una causa importante de pérdidas económicas y problemas de salud pública en muchos países en desarrollo. Su prevalencia ha ido en aumento debido al creciente turismo internacional y la migración. Revisemos pues las claves diagnósticas y terapéuticas de esta enfermedad.

Actualízate sobre este tema en 24 minutos.

La Brucella es un bacilo intracelular aerobio, pequeño e inmóvil. La tinción de Gram muestra cocobacilos gramnegativos únicos, diminutos. Este patógeno carece de cápsula, esporas y flagelos. La mayoría de las cepas requieren medios complejos para su crecimiento, que pueden mejorarse al agregar suero o sangre. La temperatura óptima de crecimiento es de 35 a 37° C.; y a pesar de condiciones óptimas es lento.

La clásica técnica de cultivo de Ruiz-Castañeda se sigue utilizando en entornos en desarrollo; sin embargo, los sistemas de hemocultivo automatizados son más efectivos. La Brucella puede sobrevivir hasta dos días en leche a 8°C, hasta tres semanas en carne congelada y hasta tres meses en queso de cabra. Además, puede permanecer viable durante más de 40 días en excretas animales si el suelo está húmedo. Los organismos son sensibles al calor, a la radiación ionizante, a los desinfectantes más comúnmente utilizados, y a la pasteurización.

La Brucella puede sobrevivir hasta dos días en leche a 8°C, hasta tres semanas en carne congelada y hasta tres meses en queso de cabra. Además, puede permanecer viable durante más de 40 días en excretas animales si el suelo está húmedo.Haz click para twittear

La brucelosis humana debida a la infección por B. melitensis es la zoonosis más común en todo el mundo. Hay un estimado de 2.4 billones de personas en riesgo. Esta infección parece estar reapareciendo; se estima que el número de individuos infectados con Brucella puede ser hasta 26 veces mayor que los 500,000 casos reportados anualmente.
Las principales áreas endémicas incluyen países de la cuenca del Mediterráneo, Medio Oriente, Asia Central, China, el subcontinente indio, África subsahariana, partes de México y América Central y del Sur. La endemicidad de la brucelosis está cambiando debido a la mejora de las estrategias de diagnóstico y la implementación de programas de control.

La prevalencia de la brucelosis en humanos depende de varios factores, incluyendo la geografía, las prácticas de cría, la matanza, las técnicas de preparación de alimentos y el comercio. Todos los grupos de edad y ambos sexos se ven afectados. Los humanos adquieren la infección a través del consumo de productos de animales infectados, como leche no pasteurizada, queso y carne insuficientemente cocida o cruda. La infección puede transmitirse por la entrada de bacterias en lesiones cutáneas o conjuntivas o por inhalación de polvo o aerosoles contaminados. Los antecedentes familiares de brucelosis en regiones endémicas varían de 9 a 51%; la evaluación de los miembros del hogar de un caso índice detecta casos adicionales no reconocidos, lo que permite el diagnóstico temprano y la prevención de complicaciones.

Brucella es ingerida fácilmente por las células polimorfonucleares y macrófagos, que luego pasan a los ganglios linfáticos locales. Los organismos se multiplican intracelularmente, y las bacterias de las células lisadas pueden infectar a otras células o diseminarse sistémicamente. Algunas se destruyen dentro de los lisosomas de las células fagocíticas, mientras que otras son capaces de prevenir la fusión del fagosoma-lisosoma y evitar la muerte intracelular en los lisosomas para alcanzar una vacuola derivada del retículo endoplásmico.

Durante la etapa intracelular, Brucella muestra una gama de estrategias de supervivencia para suprimir la respuesta inmune del huésped y evitar la destrucción inmediata; evitan la fuerte activación del sistema inmune innato, soportan la acción directa del complemento y otras sustancias bactericidas y evaden la acción de las células polimorfonucleares y los macrófagos. Brucella establece una infección duradera dentro de las células del huésped. Todas estas actividades pueden promover la cronicidad de la infección.
No se han descrito factores de virulencia clásicos. Se sospecha que el lipopolisacárido (LPS) y las proteínas implicadas en la señalización, la regulación génica y el transporte transmembrana están implicados en la virulencia.

El LPS no desencadena una respuesta inmune innata importante y, por tanto, la síntesis de citoquinas inflamatorias es baja durante las primeras etapas de la infección, lo que impide un desencadenamiento oportuno de las respuestas Th1. Además, el LPS tiene un papel importante en la entrada a las células y la evasión inmune de la célula infectada; además de ser esencial para la supervivencia intracelular. Por último, el LPS en la Brucella puede estar involucrado en la inhibición de la apoptosis de las células infectadas, evitando así la eliminación de la célula huésped.

Respuesta Inmunológica e Histológica

La respuesta inmunológica en la brucelosis se puede clasificar en tres mecanismos. Primero, el IFN-gamma activa la función bactericida en los macrófagos para dificultar la supervivencia intracelular de la Brucella. Después, la citotoxicidad de las células T CD8+ y gamma delta destruye los macrófagos infectados. Finalmente, los anticuerpos de tipo Th1 opsonizan al patógeno para facilitar su fagocitosis.

En humanos, la infección por Brucella spp. da como resultado la formación de granulomas similares a la sarcoidosis no caseificantes, que consisten en células epitelioides, leucocitos polimorfonucleares, linfocitos y algunas células gigantes. La respuesta granulomatosa es característica de la infección por B. abortus. En la infección por B. melitensis, los granulomas son muy pequeños. La infección por B. suis a menudo va acompañada de formación de abscesos crónicos.

El período de incubación suele ser de una a cuatro semanas; ocasionalmente, puede durar varios meses. En general, Brucella melitensis causa una infección más grave que Brucella abortus, mientras que la infección por Brucella suis en humanos puede ser tan grave como la de B. melitensis. La brucelosis es una infección sistémica con un amplio espectro clínico, que va desde una enfermedad asintomática hasta una enfermedad grave y/o mortal. Las características clínicas y de laboratorio varían ampliamente. Las principales presentaciones son enfermedad febril aguda, con o sin signos de localización e infección crónica.

La infección en los niños generalmente es más benigna que en los adultos con respecto a la probabilidad y la gravedad de las complicaciones y la respuesta al tratamiento. La brucelosis en el embarazo se asocia con riesgo de aborto espontáneo, parto prematuro e infección intrauterina con muerte fetal. La brucelosis no es una infección oportunista en pacientes infectados con VIH o que tienen SIDA, incluso en áreas de endemicidad. La mayoría de los pacientes con infección por VIH y brucelosis tienen un curso clínico benigno en las primeras etapas de la infección por VIH.

Brucelosis aguda

La enfermedad aguda por lo general consiste en la aparición insidiosa de fiebre, sudoración nocturna (con un fuerte y peculiar olor a moho), artralgias, mialgias, lumbalgia y pérdida de peso; así como debilidad, fatiga, malestar general, cefalea, mareos, depresión y anorexia. Un porcentaje importante de pacientes puede tener dispepsia, dolor abdominal y tos. Los hallazgos físicos son variables e inespecíficos. Hepatomegalia, esplenomegalia y/o linfadenopatía pueden estar presentes. La fiebre en la brucelosis aguda no tratada puede ser alta o ligeramente elevada y generalmente dura de días a semanas. La ondulación irregular ha sido descrita. La brucelosis puede ser una causa de fiebre de origen desconocido.

La brucelosis aguda por lo general consiste en la aparición insidiosa de fiebre, sudoración nocturna (con un fuerte y peculiar olor a moho), artralgias, mialgias, lumbalgia y pérdida de peso.Haz click para twittear

Infección localizada

La infección localizada ocurre en aproximadamente el 30% de los casos; la brucelosis puede afectar cualquier órgano. La afectación osteoarticular es la presentación más común. Las articulaciones sacroilíacas y las grandes articulaciones de los miembros inferiores son las más frecuentes. La espondilitis es una complicación grave de la brucelosis; es más prevalente en pacientes mayores y pacientes con enfermedad prolongada antes del tratamiento. Las vértebras lumbares se ven afectadas con mayor frecuencia que las torácicas y cervicales. El absceso paravertebral, epidural y del psoas puede ocurrir en el contexto de la espondilitis brucelar.

La afectación osteoarticular es la presentación más común de la brucelosis localizada.Haz click para twittear

La afectación genitourinaria ocurre en 2 a 20% de los casos; la orquitis y/o epididimitis son las manifestaciones más comunes. Las manifestaciones menos comunes incluyen prostatitis, cistitis, nefritis intersticial, glomerulonefritis y abscesos renales, testiculares o tubo-ováricos. La afectación pulmonar ocurre en hasta 7% de los pacientes con brucelosis. Se puede observar bronquitis, neumonitis intersticial, neumonía lobar, nódulos pulmonares, derrame pleural, linfadenopatía hiliar, empiema o abscesosLa afectación gastrointestinal puede presentarse con hepatitis clínica (3 a 6%). En raras ocasiones, otras manifestaciones incluyen absceso hepático o esplénico, colecistitis, pancreatitis, ileitis, colitis y peritonitis espontánea.

Las alteraciones hematológicas, que incluyen anemia, leucopenia, trombocitopenia, pancitopenia y/o coagulación intravascular diseminada, son relativamente frecuentes. La afectación neurológica ocurre en 2 a 7% de los casos. Las manifestaciones incluyen meningitis (aguda o crónica), encefalitis, mielitis, radiculitis y/o neuritis (con afectación de los pares craneales o nervios periféricos). La afectación cardíaca es relativamente rara, pero puede incluir endocarditis, miocarditis, pericarditis, endarteritis, tromboflebitis y/o aneurisma micótico de la aorta o los ventrículos. De estos, la endocarditis ocurre con mayor frecuencia (1 a 2%) y es la principal causa de muerte atribuible a la brucelosis.

La endocarditis por Brucella (1 a 2% de los casos) es la principal causa de muerte atribuible a la brucelosis.Haz click para twittear

La afectación ocular se presenta comúnmente con uveítis. Otras manifestaciones incluyen queratoconjuntivitis, úlceras corneales, iridociclitis, queratitis numular, coroiditis, neuritis óptica, papiledema y endoftalmitis. Las manifestaciones dermatológicas ocurren en hasta 10% de los pacientes. Los hallazgos pueden incluir erupciones maculares, maculopapulares, escarlatiniformes, papulonodulares y eritema nodoso, ulceraciones, petequias, púrpura, vasculitis granulomatosa y abscesos.

Recaída

La tasa de recaída después del tratamiento es de aproximadamente 5 a 15%. Generalmente ocurre dentro de los primeros seis meses después de la finalización del tratamiento, aunque puede ocurrir hasta 12 meses después. Las causas incluyen una elección inadecuada de antibióticos, una duración del tratamiento más breve, falta de adherencia o focos de infección localizados. La recaída debido a resistencia a los antibióticos es rara. En un modelo multivariable para predecir la recaída, los predictores independientes incluyeron hemocultivos positivos al inicio del estudio, temperatura >38,3°C y duración de los síntomas antes del tratamiento <10 días. En áreas con exposición continua, la diferenciación clínica entre recaída y reinfección puede ser difícil.

La tasa de recaída después del tratamiento es de aproximadamente 5 a 15%, ocurre dentro de los primeros 6 meses de finalizado el tratamiento y se debe a falta de adherencia, antibióticos inadecuados, tratamiento breve o focos de infección localizada.Haz click para twittear

Brucelosis crónica

La brucelosis crónica se refiere a pacientes con manifestaciones clínicas durante más de un año después de haberse establecido el diagnóstico de brucelosis. La brucelosis crónica se caracteriza por infección localizada (generalmente espondilitis, osteomielitis, abscesos tisulares o uveítis) y/o recaída en pacientes con evidencia objetiva de infección (títulos elevados de anticuerpos y/o aislamiento de la bacteria en sangre o tejidos). En algunos casos, los pacientes atribuyen los síntomas a la brucelosis crónica en ausencia de evidencia objetiva de infección (bajos títulos de anticuerpos, cultivos estériles). Tales pacientes suelen tener un curso cíclico con dolor de espalda intermitente, artralgia, sudoración y signos de psiconeurosis.

Los hallazgos de laboratorio deben interpretarse junto con las manifestaciones clínicas, el antecedente de exposición, la ocupación y el antecedente de infección previa. Las herramientas diagnósticas de laboratorio para la brucelosis incluyen cultivo, serología y reacción en cadena de polimerasa (PCR). El personal de laboratorio que maneja cultivos de Brucella corre un alto riesgo de contraer brucelosis por accidentes, aerosolización y/o medidas preventivas de laboratorio inadecuadas, y deben ser informados con anticipación sobre la posibilidad de diagnóstico de brucelosis para implementar las medidas apropiadas.

Idealmente, el diagnóstico se realiza mediante cultivo del organismo a partir de una muestra de sangre u otros sitios, como médula ósea o muestras de biopsia hepática. La sensibilidad del cultivo es limitada; si los hemocultivos estándar son negativos y la brucelosis sigue siendo una consideración, se debe alertar al laboratorio sobre la sospecha de brucelosis para poder realizar técnicas adicionales de hemocultivo. Las pruebas serológicas también deben realizarse; la aglutinación sérica y el ensayo inmunoabsorbente ligado a enzimas (ELISA) son las pruebas serológicas más comunes. La prueba de aglutinación en placas de Rosa de Bengala se usa a menudo como una prueba de detección rápida, con una sensibilidad muy alta (> 99%) y una especificidad también bastante alta.

La prueba de aglutinación en placas de Rosa de Bengala se usa a menudo como una prueba de detección rápida para la brucelosis, con una sensibilidad muy alta (> 99%) y una especificidad también bastante elevada.Haz click para twittear

En la neurobrucelosis, las alteraciones del líquido cefalorraquídeo suelen incluir una pleocitosis de 10 a 200 leucocitos (predominantemente células mononucleares), niveles elevados de proteínas e hipoglucorraquia. En el contexto de hallazgos consistentes con meningitis aséptica, los niveles elevados de adenosina desaminasa en el líquido cefalorraquídeo sugieren meningitis por Brucella (o meningitis tuberculosa). Las radiografías, la tomografía computarizada (TAC), la resonancia magnética (RM) y la ecocardiografía pueden ser útiles para evaluar la enfermedad localizada pero no proporcionan un diagnóstico definitivo.

En el contexto de hallazgos consistentes con meningitis aséptica, los niveles elevados de adenosina desaminasa en el líquido cefalorraquídeo sugieren meningitis por Brucella (o meningitis tuberculosa).Haz click para twittear

Hay dos esquemas principales para el tratamiento de adultos con brucelosis no complicada (ausencia de espondilitis, neurobrucelosis o endocarditis):

  • Doxiciclina 100 mg VO. c. 12 hrs. durante seis semanas, más estreptomicina 1 gr. IM. una vez al día durante los primeros 14 a 21 días. La gentamicina (5 mg/kg) puede sustituir a la estreptomicina; se ha demostrado la misma eficacia. La duración óptima de la gentamicina es incierta; se aceptan 5 a 14 días.
  • Doxiciclina 100 mg VO. c. 12 hrs. más rifampicina 600 a 900 mg (15 mg/kg) VO. una vez al día. Ambos medicamentos se administran durante seis semanas. 

La eficacia relativa de estos esquemas se evaluó en un ensayo aleatorizado que incluyó 95 pacientes con brucelosis; los pacientes con espondilitis fueron excluidos. El tiempo de defervescencia y la tasa de recaída a los 12 meses fueron comparables entre los dos esquemas de tratamiento (3.2 versus 4.2 días y 4.3 frente a 4.9%, respectivamente). El esquema de doxiciclina-estreptomicina se considera el “estándar de oro” y se ha demostrado que es más eficaz que la doxiciclina-rifampicina en algunos estudios. En un metanálisis, los pacientes tratados con doxiciclina-estreptomicina y régimen de doxiciclina-rifampicina tuvieron una curación exitosa en 92 y 81% de los casos, respectivamente (p= 0,0004).

El 'estándar de oro' para el tratamiento de la brucelosis no complicada es la doxiciclina 100 mg VO. c. 12 hrs. p. 6 semanas, más estreptomicina 1 gr. IM. c. 24 hrs. durante los primeros 14 a 21 días.Haz click para twittear

Otro estudio que comparó la doxiciclina-estreptomicina y la doxiciclina-rifampicina notó la falta de respuesta al tratamiento en 7% frente al 24% de los pacientes, respectivamente (p = 0,0016). Sin embargo, muchos favorecen a la doxiciclina-rifampicina ya que es relativamente barata y conveniente. La estreptomicina no está disponible en algunas regiones, y la administración parenteral de aminoglucósidos no es tan conveniente como el tratamiento oral. La monoterapia y los esquemas de menos de seis semanas no son estrategias de tratamiento aceptadas para la brucelosis.

Esquemas alternativos de tratamiento

Las fluoroquinolonas (500 mg de ciprofloxacina dos veces al día o 200 mg de ofloxacina dos veces al día) tienen buena actividad in vitro contra Brucella spp. y pueden usarse en combinación con doxiciclina o rifampicina, pero no son antibióticos de primera línea apropiados. Pueden ser útiles en el contexto de farmacorresistencia, toxicidad antimicrobiana y algunos casos de recaída. Hay algunos estudios que demuestran tasas de curación más favorables con triple esquema en comparación al tratamiento únicamente con dos fármacos. Trimetoprim-sulfametoxazol (TMP-SMX, dos veces al día) se puede utilizar como un antibiótico adicional (el tercero) en casos complejos de brucelosis localizada, recaída o enfermedad refractaria.

Trimetoprim-sulfametoxazol (TMP-SMX, dos veces al día) se puede utilizar como un antibiótico adicional (el tercero) en casos complejos de brucelosis localizada, recaída o enfermedad refractaria.Haz click para twittear

Enfermedad localizada

En general, se requieren tratamientos más prolongados (al menos 12 semanas) para el tratamiento de la espondilitis, neurobrucelosis, endocarditis o lesiones supurativas localizadas. En general, se justifican tres fármacos en el contexto de neurobrucelosis, endocarditis y lesiones supurativas localizadas. Otras formas de infección localizada se tratan de la misma manera que la brucelosis no complicada.

Espondilitis

El tratamiento para la espondilitis por Brucella debe consistir en dos antibióticos durante al menos 12 semanas. Los pacientes con espondilitis por Brucella parecen responder mejor a la doxiciclina (100 mg por vía oral dos veces al día durante 12 semanas) más estreptomicina (1 g por vía intramuscular una vez al día durante los primeros 14 a 21 días) que a doxiciclina-rifampicina. Las alternativas incluyen doxiciclina (100 mg por vía oral dos veces al día) más rifampicina (600 a 900 mg (15 mg / kg) una vez al día) durante al menos 12 semanas o ciprofloxacina (500 mg dos veces al día) más rifampicina durante al menos 12 semanas.

El tratamiento para la espondilitis por Brucella debe consistir en dos antibióticos durante al menos 12 semanas.Haz click para twittear

La duración del tratamiento es al menos tan importante como la elección de los antimicrobianos. En un metanálisis, la tasa de fracaso para los pacientes tratados durante menos de seis semanas fue del 43%; la tasa de fracaso para los pacientes tratados más de 12 semanas fue del 17%. La cirugía puede justificarse en el contexto de inestabilidad de la columna, persistencia o progresión del déficit neurológico, colapso vertebral o absceso localizado (epidural o paravertebral).

Neurobrucelosis

La mayoría de los expertos está a favor de la administración de dos o tres fármacos que crucen la barrera hematoencefálica y penetren el parénquima cerebral y el líquido cefalorraquídeo (LCR) para el tratamiento de la neurobrucelosis. Los esquemas incluyen doxiciclina, rifampicina y ceftriaxona o trimetoprima-sulfametoxazol. Los esquemas basados ​​en ceftriaxona pueden tener más éxito y permitir una duración más corta del tratamiento.

El tratamiento generalmente es largo (meses) y debe individualizarse según los signos y síntomas clínicos; en general, debe continuarse hasta que los parámetros del LCR hayan vuelto a la normalidad. El papel de los corticosteroides es incierto y no forman parte del tratamiento estándar. El uso de esteroides puede ser apropiado en casos de neurobrucelosis complicada por iritis, papiledema, mielopatía, polineuropatía y/o parálisis de pares craneales.

Endocarditis

La endocarditis es una complicación rara y potencialmente mortal de la brucelosis. Los pacientes con endocarditis por brucelosis requieren una combinación de cirugía y agentes antimicrobianos para la mayor probabilidad de curación, aunque se ha informado de un pequeño número de casos tratados con éxito únicamente con tratamiento antimicrobiano. Éste último puede intentarse en ausencia de insuficiencia cardíaca, destrucción valvular, absceso o una válvula protésica.

El enfoque del tratamiento se basa principalmente en pequeñas series y reportes de casos. Se debe usar una combinación de antimicrobianos; la combinación óptima es incierta, pero los datos sugieren que la mortalidad puede ser menor cuando el esquema de tratamiento incluye un aminoglucósido. En general, la mayor experiencia clínica ha sido utilizar un tratamiento de combinación con un aminoglucósido, doxiciclina y rifampicina; sin embargo, se necesitan más estudios.

La duración óptima del tratamiento es incierta; generalmente se administra durante seis semanas a seis meses (duración media de tres meses). Después del reemplazo valvular, la duración del tratamiento antimicrobiano también es incierta; la decisión de suspender el tratamiento debe determinarse de forma individual después de una evaluación clínica exhaustiva.

Referencias Bibliográficas

Bosilkovski M, Dimzova M, Grozdanovski K. Natural history of brucellosis in an endemic region in different time periods. Acta Clin Croat 2009; 48:41.

Colmenero JD, Reguera JM, Martos F, et al. Complications associated with Brucella melitensis infection: a study of 530 cases. Medicine (Baltimore) 1996; 75:195.

Greenfield RA, Drevets DA, Machado LJ, et al. Bacterial pathogens as biological weapons and agents of bioterrorism. Am J Med Sci 2002; 323:299.

Alton GG, Jones LM, Angus RD, Verger JM. Techniques for the brucellosis laboratory, Institut National de la recherche Agronomique, Paris 1988.

Wright SG. Brucellosis. In: Hunter’s Tropical Medicine and Emerging Infectious Diseases, 8th ed, Strickland GT (Ed), W.B. Saunders Company, Philadelphia 2000. p.416.

Pappas G, Akritidis N, Bosilkovski M, Tsianos E. Brucellosis. N Engl J Med 2005; 352:2325.

WHO/CDS/EPR/2006.7. Brucellosis in humans and animals Geneva: World Health Organization, 2006.

Lindquist D, Chu MC, Probert WWS. Francisella and Brucella. In: Manual of Clinical Microbiology, 9th ed, Murray PR, Baron EJO, Jorgensen JH, et al (Eds), ASM Press, Washington, DC 2007. p.824.

Sohn AH, Probert WS, Glaser CA, et al. Human neurobrucellosis with intracerebral granuloma caused by a marine mammal Brucella spp. Emerg Infect Dis 2003; 9:485.

Pappas G. The changing Brucella ecology: novel reservoirs, new threats. Int J Antimicrob Agents 2010; 36 Suppl 1:S8.

Al Dahouk S, Nöckler K. Implications of laboratory diagnosis on brucellosis therapy. Expert Rev Anti Infect Ther 2011; 9:833.

Whatmore AM, Davison N, Cloeckaert A, et al. Brucella papionis sp. nov., isolated from baboons (Papio spp.). Int J Syst Evol Microbiol 2014; 64:4120.

Corbel MJ. Brucellosis: an overview. Emerg Infect Dis 1997; 3:213.

Moreno E, Cloeckaert A, Moriyón I. Brucella evolution and taxonomy. Vet Microbiol 2002; 90:209.

Doganay M, Aygen B. Human brucellosis: An overview. Int J Infect Dis 2003; 7:173.

Corbel MJ. Overview. In: Brucellosis, Madkuor MM (Ed), Butterworths, University Press, Cambridge (UK) 1989. p.71.

Corbel MJ. Microbiology of the genus Brucella. In: Brucellosis: Clinical and Laboratory Aspects, Young EJ, Corbel MJ (Eds), CRC Press, Boca Raton 1989. p.53.

Jennings GJ, Hajjeh RA, Girgis FY, et al. Brucellosis as a cause of acute febrile illness in Egypt. Trans R Soc Trop Med Hyg 2007; 101:707.

Pappas G, Papadimitriou P, Akritidis N, et al. The new global map of human brucellosis. Lancet Infect Dis 2006; 6:91.

Seleem MN, Boyle SM, Sriranganathan N. Brucellosis: a re-emerging zoonosis. Vet Microbiol 2010; 140:392.

Mantur BG, Amarnath SK, Shinde RS. Review of clinical and laboratory features of human brucellosis. Indian J Med Microbiol 2007; 25:188.

Young EJ. Brucellosis: current epidemiology, diagnosis, and management. Curr Clin Top Infect Dis 1995; 15:115.

Bosilkovski M, Krteva L, Caparoska S, Dimzova M. Osteoarticular involvement in brucellosis: study of 196 cases in the Republic of Macedonia. Croat Med J 2004; 45:727.

Bosilkovski M, Krteva L, Dimzova M, Kondova I. Brucellosis in 418 patients from the Balkan Peninsula: exposure-related differences in clinical manifestations, laboratory test results, and therapy outcome. Int J Infect Dis 2007; 11:342.

Bosilkovski M, Krteva L, Dimzova M, et al. Human brucellosis in Macedonia – 10 years of clinical experience in endemic region. Croat Med J 2010; 51:327.

Centers for Disease Control and Prevention. Exposure to RB51 through Raw Milk or Milk Products: How to Reduce Risk of Infection.

Robson JM, Harrison MW, Wood RN, et al. Brucellosis: re-emergence and changing epidemiology in Queensland. Med J Aust 1993; 159:153.

Salvana EMT, Salata RA. Brucellosis. In: Goldman-Cecil Medicine, 25th ed, Goldman L, Schafer AI (Eds), Elsevier, Philadelphia 2015. p.1979.

Poulou A, Markou F, Xipolitos I, Skandalakis PN. A rare case of Brucella melitensis infection in an obstetrician during the delivery of a transplacentally infected infant. J Infect 2006; 53:e39.

Mesner O, Riesenberg K, Biliar N, et al. The many faces of human-to-human transmission of brucellosis: congenital infection and outbreak of nosocomial disease related to an unrecognized clinical case. Clin Infect Dis 2007; 45:e135.

Gorvel JP, Moreno E. Brucella intracellular life: from invasion to intracellular replication. Vet Microbiol 2002; 90:281.

Pizarro-Cerdá J, Moreno E, Gorvel JP. Invasion and intracellular trafficking of Brucella abortus in nonphagocytic cells. Microbes Infect 2000; 2:829.

Delrue RM, Lestrate P, Tibor A, et al. Brucella pathogenesis, genes identified from random large-scale screens. FEMS Microbiol Lett 2004; 231:1.

Dornand J, Gross A, Lafont V, et al. The innate immune response against Brucella in humans. Vet Microbiol 2002; 90:383.

Ko J, Splitter GA. Molecular host-pathogen interaction in brucellosis: current understanding and future approaches to vaccine development for mice and humans. Clin Microbiol Rev 2003; 16:65.

Skendros P, Sarantopoulos A, Tselios K, Boura P. Chronic brucellosis patients retain low frequency of CD4+ T-lymphocytes expressing CD25 and CD28 after Escherichia coli LPS stimulation of PHA-cultured PBMCs. Clin Dev Immunol 2008; 2008:327346.

Moreno E, Moriyon I. Brucella melitensis: a nasty bug with hidden credentials for virulence. Proc Natl Acad Sci U S A 2002; 99:1.

DelVecchio VG, Kapatral V, Elzer P, et al. The genome of Brucella melitensis. Vet Microbiol 2002; 90:587.

Lapaque N, Moriyon I, Moreno E, Gorvel JP. Brucella lipopolysaccharide acts as a virulence factor. Curr Opin Microbiol 2005; 8:60.

Boschiroli ML, Ouahrani-Bettache S, Foulongne V, et al. Type IV secretion and Brucella virulence. Vet Microbiol 2002; 90:341.

Gross A, Terraza A, Ouahrani-Bettache S, et al. In vitro Brucella suis infection prevents the programmed cell death of human monocytic cells. Infect Immun 2000; 68:342.

Guzman-Verri C, Manterola L, Sola-Landa A, et al. The two-component system BvrR/BvrS essential for Brucella abortus virulence regulates the expression of outer membrane proteins with counterparts in members of the Rhizobiaceae. Proc Natl Acad Sci U S A 2002; 99:12375.

López-Goñi I, Guzmán-Verri C, Manterola L, et al. Regulation of Brucella virulence by the two-component system BvrR/BvrS. Vet Microbiol 2002; 90:329.

Manterola L, Moriyón I, Moreno E, et al. The lipopolysaccharide of Brucella abortus BvrS/BvrR mutants contains lipid A modifications and has higher affinity for bactericidal cationic peptides. J Bacteriol 2005; 187:5631.

Arenas GN, Staskevich AS, Aballay A, Mayorga LS. Intracellular trafficking of Brucella abortus in J774 macrophages. Infect Immun 2000; 68:4255.

Skendros P, Pappas G, Boura P. Cell-mediated immunity in human brucellosis. Microbes Infect 2011; 13:134.

Gotuzzo E, Pappas G. Brucellosis. In: Tropical Infectious Diseases: Principles, Pathogens and Practice, 3rd ed, Guerrant RL, Walker DH, Weller PF (Eds), Saunders Elsevier, Philadelphia 2011. p.271.

Gazapo E, Gonzalez Lahoz J, Subiza JL, et al. Changes in IgM and IgG antibody concentrations in brucellosis over time: importance for diagnosis and follow-up. J Infect Dis 1989; 159:219.

Ariza J, Pellicer T, Pallarés R, et al. Specific antibody profile in human brucellosis. Clin Infect Dis 1992; 14:131.

Al Dahouk S, Tomaso H, Nöckler K, et al. Laboratory-based diagnosis of brucellosis–a review of the literature. Part II: serological tests for brucellosis. Clin Lab 2003; 49:577.

Zhan Y, Cheers C. Endogenous interleukin-12 is involved in resistance to Brucella abortus infection. Infect Immun 1995; 63:1387.

Caron E, Liautard JP, Köhler S. Differentiated U937 cells exhibit increased bactericidal activity upon LPS activation and discriminate between virulent and avirulent Listeria and Brucella species. J Leukoc Biol 1994; 56:174.

Bravo MJ, de Dios Colmenero J, Alonso A, Caballero A. Polymorphisms of the interferon gamma and interleukin 10 genes in human brucellosis. Eur J Immunogenet 2003; 30:433.

Zhan Y, Liu Z, Cheers C. Tumor necrosis factor alpha and interleukin-12 contribute to resistance to the intracellular bacterium Brucella abortus by different mechanisms. Infect Immun 1996; 64:2782.

Zhan Y, Cheers C. Control of IL-12 and IFN-gamma production in response to live or dead bacteria by TNF and other factors. J Immunol 1998; 161:1447.

Oliaro J, Dudal S, Liautard J, et al. Vgamma9Vdelta2 T cells use a combination of mechanisms to limit the spread of the pathogenic bacteria Brucella. J Leukoc Biol 2005; 77:652.

Bosilkovski M, Dimzova M, Grozdanovski K. Natural history of brucellosis in an endemic region in different time periods. Acta Clin Croat 2009; 48:41.

Colmenero JD, Reguera JM, Martos F, et al. Complications associated with Brucella melitensis infection: a study of 530 cases. Medicine (Baltimore) 1996; 75:195.

Mantur BG, Amarnath SK, Shinde RS. Review of clinical and laboratory features of human brucellosis. Indian J Med Microbiol 2007; 25:188.

Fiori PL, Mastrandrea S, Rappelli P, Cappuccinelli P. Brucella abortus infection acquired in microbiology laboratories. J Clin Microbiol 2000; 38:2005.

Young EJ. An overview of human brucellosis. Clin Infect Dis 1995; 21:283.

Troy SB, Rickman LS, Davis CE. Brucellosis in San Diego: epidemiology and species-related differences in acute clinical presentations. Medicine (Baltimore) 2005; 84:174.

WHO/CDS/EPR/2006.7. Brucellosis in humans and animals Geneva: World Health Organization, 2006.

Buchanan TM, Faber LC, Feldman RA. Brucellosis in the United States, 1960-1972. An abattoir-associated disease. Part I. Clinical features and therapy. Medicine (Baltimore) 1974; 53:403.

Bosilkovski M, Krteva L, Dimzova M, et al. Human brucellosis in Macedonia – 10 years of clinical experience in endemic region. Croat Med J 2010; 51:327.

Pappas G, Akritidis N, Bosilkovski M, Tsianos E. Brucellosis. N Engl J Med 2005; 352:2325.

Doganay M, Aygen B. Human brucellosis: An overview. Int J Infect Dis 2003; 7:173.

Khan MY, Mah MW, Memish ZA. Brucellosis in pregnant women. Clin Infect Dis 2001; 32:1172.

Gotuzzo E, Carillo C. Brucella. In: Infectious Diseases, 3rd Ed, Gorbach SL, Bartlett JG, Blacklow NR (Eds), Lippincott Williams & Wilkins, Philadelphia 2004. p.1717.

Moreno S, Ariza J, Espinosa FJ, et al. Brucellosis in patients infected with the human immunodeficiency virus. Eur J Clin Microbiol Infect Dis 1998; 17:319.

Young EJ. Brucellosis: current epidemiology, diagnosis, and management. Curr Clin Top Infect Dis 1995; 15:115.

Gotuzzo E, Pappas G. Brucellosis. In: Tropical Infectious Diseases: Principles, Pathogens and Practice, 3rd ed, Guerrant RL, Walker DH, Weller PF (Eds), Saunders Elsevier, Philadelphia 2011. p.271.

Aygen B, Doganay M, Sumerkan B, et al. Clinical manifestations, complications and treatment of brucellosis: a retrospective evaluation of 480 patients. Med Malad Infect 2002; 32:485.

Hasanjani Roushan MR, Mohrez M, Smailnejad Gangi SM, et al. Epidemiological features and clinical manifestations in 469 adult patients with brucellosis in Babol, Northern Iran. Epidemiol Infect 2004; 132:1109.

Bosilkovski M, Krteva L, Caparoska S, Dimzova M. Osteoarticular involvement in brucellosis: study of 196 cases in the Republic of Macedonia. Croat Med J 2004; 45:727.

Geyik MF, Gür A, Nas K, et al. Musculoskeletal involvement of brucellosis in different age groups: a study of 195 cases. Swiss Med Wkly 2002; 132:98.

Bosilkovski M, Kirova-Urosevic V, Cekovska Z, et al. Osteoarticular involvement in childhood brucellosis: experience with 133 cases in an endemic region. Pediatr Infect Dis J 2013; 32:815.

Hashemi SH, Keramat F, Ranjbar M, et al. Osteoarticular complications of brucellosis in Hamedan, an endemic area in the west of Iran. Int J Infect Dis 2007; 11:496.

Colmenero JD, Ruiz-Mesa JD, Plata A, et al. Clinical findings, therapeutic approach, and outcome of brucellar vertebral osteomyelitis. Clin Infect Dis 2008; 46:426.

Mousa AM, Bahar RH, Araj GF, et al. Neurological complications of brucella spondylitis. Acta Neurol Scand 1990; 81:16.

Solera J, Lozano E, Martínez-Alfaro E, et al. Brucellar spondylitis: review of 35 cases and literature survey. Clin Infect Dis 1999; 29:1440.

Bosilkovski M, Krteva L, Dimzova M, Kondova I. Brucellosis in 418 patients from the Balkan Peninsula: exposure-related differences in clinical manifestations, laboratory test results, and therapy outcome. Int J Infect Dis 2007; 11:342.

Pappas G, Bosilkovski M, Akritidis N, et al. Brucellosis and the respiratory system. Clin Infect Dis 2003; 37:e95.

Mantur BG, Biradar MS, Bidri RC, et al. Protean clinical manifestations and diagnostic challenges of human brucellosis in adults: 16 years’ experience in an endemic area. J Med Microbiol 2006; 55:897.

Erdem H, Inan A, Elaldi N, et al. Respiratory system involvement in brucellosis: the results of the Kardelen study. Chest 2014; 145:87.

Herrick JA, Lederman RJ, Sullivan B, et al. Brucella arteritis: clinical manifestations, treatment, and prognosis. Lancet Infect Dis 2014; 14:520.

Rolando I, Olarte L, Vilchez G, et al. Ocular manifestations associated with brucellosis: a 26-year experience in Peru. Clin Infect Dis 2008; 46:1338.

Ariza J, Servitje O, Pallarés R, et al. Characteristic cutaneous lesions in patients with brucellosis. Arch Dermatol 1989; 125:380.

Ariza J, Bosilkovski M, Cascio A, et al. Perspectives for the treatment of brucellosis in the 21st century: the Ioannina recommendations. PLoS Med 2007; 4:e317.

Ariza J, Corredoira J, Pallares R, et al. Characteristics of and risk factors for relapse of brucellosis in humans. Clin Infect Dis 1995; 20:1241.

Roushan MR, Gangi SM, Ahmadi SA. Comparison of the efficacy of two months of treatment with co-trimoxazole plus doxycycline vs. co-trimoxazole plus rifampin in brucellosis. Swiss Med Wkly 2004; 134:564.

Solera J, Martínez-Alfaro E, Espinosa A. Recognition and optimum treatment of brucellosis. Drugs 1997; 53:245.

Solera J, Martínez-Alfaro E, Espinosa A, et al. Multivariate model for predicting relapse in human brucellosis. J Infect 1998; 36:85.

SPINK WW. What is chronic brucellosis? Ann Intern Med 1951; 35:358.

Al Dahouk S, Tomaso H, Nöckler K, et al. Laboratory-based diagnosis of brucellosis–a review of the literature. Part II: serological tests for brucellosis. Clin Lab 2003; 49:577.

Bosilkovski M, Katerina S, Zaklina S, Ivan V. The role of Brucellacapt test for follow-up patients with brucellosis. Comp Immunol Microbiol Infect Dis 2010; 33:435.

Mantecón Mde L, Gutiérrez MP, Zarzosa Mdel P, et al. Influence of brucellosis history on serological diagnosis and evolution of patients with acute brucellosis. J Infect 2008; 57:397.

al-Eissa YA, Assuhaimi SA, al-Fawaz IM, et al. Pancytopenia in children with brucellosis: clinical manifestations and bone marrow findings. Acta Haematol 1993; 89:132.

Karakukcu M, Patiroglu T, Ozdemir MA, et al. Pancytopenia, a rare hematologic manifestation of brucellosis in children. J Pediatr Hematol Oncol 2004; 26:803.

al Deeb SM, Yaqub BA, Sharif HS, Phadke JG. Neurobrucellosis: clinical characteristics, diagnosis, and outcome. Neurology 1989; 39:498.

Guven T, Ugurlu K, Ergonul O, et al. Neurobrucellosis: clinical and diagnostic features. Clin Infect Dis 2013; 56:1407.

López-Cortés LF, Cruz-Ruiz M, Gómez-Mateos J, et al. Adenosine deaminase activity in the CSF of patients with aseptic meningitis: utility in the diagnosis of tuberculous meningitis or neurobrucellosis. Clin Infect Dis 1995; 20:525.

Araj GF, Lulu AR, Mustafa MY, Khateeb MI. Evaluation of ELISA in the diagnosis of acute and chronic brucellosis in human beings. J Hyg (Lond) 1986; 97:457.

Araj GF. Human brucellosis: a classical infectious disease with persistent diagnostic challenges. Clin Lab Sci 1999; 12:207.

Mantur BG, Mangalgi SS. Evaluation of conventional castaneda and lysis centrifugation blood culture techniques for diagnosis of human brucellosis. J Clin Microbiol 2004; 42:4327.

Kolman S, Maayan MC, Gotesman G, et al. Comparison of the Bactec and lysis concentration methods for recovery of Brucella species from clinical specimens. Eur J Clin Microbiol Infect Dis 1991; 10:647.

Yagupsky P, Peled N, Press J, et al. Comparison of BACTEC 9240 Peds Plus medium and isolator 1.5 microbial tube for detection of Brucella melitensis from blood cultures. J Clin Microbiol 1997; 35:1382.

Gotuzzo E, Carrillo C, Guerra J, Llosa L. An evaluation of diagnostic methods for brucellosis–the value of bone marrow culture. J Infect Dis 1986; 153:122.

Gazapo E, Gonzalez Lahoz J, Subiza JL, et al. Changes in IgM and IgG antibody concentrations in brucellosis over time: importance for diagnosis and follow-up. J Infect Dis 1989; 159:219.

Mert A, Ozaras R, Tabak F, et al. The sensitivity and specificity of Brucella agglutination tests. Diagn Microbiol Infect Dis 2003; 46:241.

Godfroid J, Cloeckaert A, Liautard JP, et al. From the discovery of the Malta fever’s agent to the discovery of a marine mammal reservoir, brucellosis has continuously been a re-emerging zoonosis. Vet Res 2005; 36:313.

Young EJ. Serologic diagnosis of human brucellosis: analysis of 214 cases by agglutination tests and review of the literature. Rev Infect Dis 1991; 13:359.

Serra J, Viñas M. Laboratory diagnosis of brucellosis in a rural endemic area in northeastern Spain. Int Microbiol 2004; 7:53.

Memish ZA, Almuneef M, Mah MW, et al. Comparison of the Brucella Standard Agglutination Test with the ELISA IgG and IgM in patients with Brucella bacteremia. Diagn Microbiol Infect Dis 2002; 44:129.

Baldi PC, Giambartolomei GH, Wallach JC, et al. Limited diagnostic usefulness of antibodies to cytoplasmic proteins of Brucella in early-treated human brucellosis. Scand J Infect Dis 2001; 33:200.

Al Dahouk S, Nöckler K. Implications of laboratory diagnosis on brucellosis therapy. Expert Rev Anti Infect Ther 2011; 9:833.

Rubach MP, Halliday JE, Cleaveland S, Crump JA. Brucellosis in low-income and middle-income countries. Curr Opin Infect Dis 2013; 26:404.

Young EJ. Human brucellosis. Rev Infect Dis 1983; 5:821.

Gad El-Rab MO, Kambal AM. Evaluation of a Brucella enzyme immunoassay test (ELISA) in comparison with bacteriological culture and agglutination. J Infect 1998; 36:197.

ZINNEMAN HH, GLENCHUR H, HALL WH. The nature of blocking antibodies in human brucellosis. J Immunol 1959; 83:206.

Wilkinson PC. Immunoglobulin patterns of antibodies against Brucella in man and animals. J Immunol 1966; 96:457.

Morata P, Queipo-Ortuño MI, Reguera JM, et al. Development and evaluation of a PCR-enzyme-linked immunosorbent assay for diagnosis of human brucellosis. J Clin Microbiol 2003; 41:144.

Lindquist D, Chu MC, Probert WWS. Francisella and Brucella. In: Manual of Clinical Microbiology, 9th Ed, Murray PR, Baron EJO, Jorgensen JH, Landry ML, Pfaller MA (Eds), ASM Press, Washington DC 2007. p.824.

Gee JE, De BK, Levett PN, et al. Use of 16S rRNA gene sequencing for rapid confirmatory identification of Brucella isolates. J Clin Microbiol 2004; 42:3649.

Marianelli C, Petrucca A, Pasquali P, et al. Use of MLVA-16 typing to trace the source of a laboratory-acquired Brucella infection. J Hosp Infect 2008; 68:274.

Al Dahouk S, Flèche PL, Nöckler K, et al. Evaluation of Brucella MLVA typing for human brucellosis. J Microbiol Methods 2007; 69:137.

Khateeb MI, Araj GF, Majeed SA, Lulu AR. Brucella arthritis: a study of 96 cases in Kuwait. Ann Rheum Dis 1990; 49:994.

Sommers H M. The microbiology laboratory in the diagnosis of infectious arthritis. Clin Rhemn Dis 1978; 4:63.

Goldenberg DL, Reed JI. Bacterial arthritis. N Engl J Med 1985; 312:764.

Julkunen H. Reactive arthritis. Bull Rheum Dis 1979; 29:1002.

Andonopoulos AP, Asimakopoulos G, Anastasiou E, Bassaris HP. Brucella arthritis. Scand J Rheumatol 1986; 15:377.

Ariza J, Pigrau C, Cañas C, et al. Current understanding and management of chronic hepatosplenic suppurative brucellosis. Clin Infect Dis 2001; 32:1024.

Pourbagher A, Pourbagher MA, Savas L, et al. Epidemiologic, clinical, and imaging findings in brucellosis patients with osteoarticular involvement. AJR Am J Roentgenol 2006; 187:873.

Solera J. Treatment of human brucellosis. J Med Liban 2000; 48:255.

Yousefi-Nooraie R, Mortaz-Hejri S, Mehrani M, Sadeghipour P. Antibiotics for treating human brucellosis. Cochrane Database Syst Rev 2012; 10:CD007179.

Pappas G, Papadimitriou P, Christou L, Akritidis N. Future trends in human brucellosis treatment. Expert Opin Investig Drugs 2006; 15:1141.

Joint Food and Agriculture Organization (FAO), World Health Organization (WHO). FAO-WHO expert committee on brucellosis (Sixth report). WHO technical report series, no 740. Geneva: World Health Organization; 1986: p. 56-7.

Hasanjani Roushan MR, Mohraz M, Hajiahmadi M, et al. Efficacy of gentamicin plus doxycycline versus streptomycin plus doxycycline in the treatment of brucellosis in humans. Clin Infect Dis 2006; 42:1075.

Ariza J, Gudiol F, Pallares R, et al. Treatment of human brucellosis with doxycycline plus rifampin or doxycycline plus streptomycin. A randomized, double-blind study. Ann Intern Med 1992; 117:25.

Solera J, Rodríguez-Zapata M, Geijo P, et al. Doxycycline-rifampin versus doxycycline-streptomycin in treatment of human brucellosis due to Brucella melitensis. The GECMEI Group. Grupo de Estudio de Castilla-la Mancha de Enfermedades Infecciosas. Antimicrob Agents Chemother 1995; 39:2061.

Solera J, Martínez-Alfaro E, Sáez L. [Meta-analysis of the efficacy of the combination of +rifampicin and doxycycline in the treatment of human brucellosis]. Med Clin (Barc) 1994; 102:731.

Skalsky K, Yahav D, Bishara J, et al. Treatment of human brucellosis: systematic review and meta-analysis of randomised controlled trials. BMJ 2008; 336:701.

Al-Tawfiq JA. Therapeutic options for human brucellosis. Expert Rev Anti Infect Ther 2008; 6:109.

Falagas ME, Bliziotis IA. Quinolones for treatment of human brucellosis: critical review of the evidence from microbiological and clinical studies. Antimicrob Agents Chemother 2006; 50:22.

Akova M, Uzun O, Akalin HE, et al. Quinolones in treatment of human brucellosis: comparative trial of ofloxacin-rifampin versus doxycycline-rifampin. Antimicrob Agents Chemother 1993; 37:1831.

Karabay O, Sencan I, Kayas D, Sahin I. Ofloxacin plus rifampicin versus doxycycline plus rifampicin in the treatment of brucellosis: a randomized clinical trial [ISRCTN11871179]. BMC Infect Dis 2004; 4:18.

Mousa AR, Elhag KM, Khogali M, Marafie AA. The nature of human brucellosis in Kuwait: study of 379 cases. Rev Infect Dis 1988; 10:211.

Ranjbar M, Keramat F, Mamani M, et al. Comparison between doxycycline-rifampin-amikacin and doxycycline-rifampin regimens in the treatment of brucellosis. Int J Infect Dis 2007; 11:152.

El Miedany YM, El Gaafary M, Baddour M, Ahmed I. Human brucellosis: do we need to revise our therapeutic policy? J Rheumatol 2003; 30:2666.

Mantur BG, Akki AS, Mangalgi SS, et al. Childhood brucellosis–a microbiological, epidemiological and clinical study. J Trop Pediatr 2004; 50:153.

al-Eissa YA, Kambal AM, al-Nasser MN, et al. Childhood brucellosis: a study of 102 cases. Pediatr Infect Dis J 1990; 9:74.

Alp E, Doganay M. Current therapeutic strategy in spinal brucellosis. Int J Infect Dis 2008; 12:573.

Alp E, Koc RK, Durak AC, et al. Doxycycline plus streptomycin versus ciprofloxacin plus rifampicin in spinal brucellosis [ISRCTN31053647]. BMC Infect Dis 2006; 6:72.

Pappas G, Seitaridis S, Akritidis N, Tsianos E. Treatment of brucella spondylitis: lessons from an impossible meta-analysis and initial report of efficacy of a fluoroquinolone-containing regimen. Int J Antimicrob Agents 2004; 24:502.

Pappas G, Akritidis N, Christou L. Treatment of neurobrucellosis: what is known and what remains to be answered. Expert Rev Anti Infect Ther 2007; 5:983.

Gul HC, Erdem H, Gorenek L, et al. Management of neurobrucellosis: an assessment of 11 cases. Intern Med 2008; 47:995.

Erdem H, Ulu-Kilic A, Kilic S, et al. Efficacy and tolerability of antibiotic combinations in neurobrucellosis: results of the Istanbul study. Antimicrob Agents Chemother 2012; 56:1523.

McLean DR, Russell N, Khan MY. Neurobrucellosis: clinical and therapeutic features. Clin Infect Dis 1992; 15:582.

Lulu AR, Araj GF, Khateeb MI, et al. Human brucellosis in Kuwait: a prospective study of 400 cases. Q J Med 1988; 66:39.

Mert A, Kocak F, Ozaras R, et al. The role of antibiotic treatment alone for the management of Brucella endocarditis in adults: a case report and literature review. Ann Thorac Cardiovasc Surg 2002; 8:381.

Koruk ST, Erdem H, Koruk I, et al. Management of Brucella endocarditis: results of the Gulhane study. Int J Antimicrob Agents 2012; 40:145.

Pellicer T, Ariza J, Foz A, et al. Specific antibodies detected during relapse of human brucellosis. J Infect Dis 1988; 157:918.

Baldi PC, Miguel SE, Fossati CA, Wallach JC. Serological follow-up of human brucellosis by measuring IgG antibodies to lipopolysaccharide and cytoplasmic proteins of Brucella species. Clin Infect Dis 1996; 22:446.

Payne DJ. Letter: Chronic brucellosis. Br Med J 1974; 2:221.

Morata P, Queipo-Ortuño MI, Reguera JM, et al. Posttreatment follow-Up of brucellosis by PCR assay. J Clin Microbiol 1999; 37:4163.

Goldbaum FA, Rubbi CP, Wallach JC, et al. Differentiation between active and inactive human brucellosis by measuring antiprotein humoral immune responses. J Clin Microbiol 1992; 30:604.

Navarro E, Segura JC, Castaño MJ, Solera J. Use of real-time quantitative polymerase chain reaction to monitor the evolution of Brucella melitensis DNA load during therapy and post-therapy follow-up in patients with brucellosis. Clin Infect Dis 2006; 42:1266.

Vrioni G, Pappas G, Priavali E, et al. An eternal microbe: Brucella DNA load persists for years after clinical cure. Clin Infect Dis 2008; 46:e131.

Gulsun S, Aslan S, Satici O, Gul T. Brucellosis in pregnancy. Trop Doct 2011; 41:82.

Montejo JM, Alberola I, Glez-Zarate P, et al. Open, randomized therapeutic trial of six antimicrobial regimens in the treatment of human brucellosis. Clin Infect Dis 1993; 16:671.

Tanir G, Tufekci SB, Tuygun N. Presentation, complications, and treatment outcome of brucellosis in Turkish children. Pediatr Int 2009; 51:114.

El-Amin EO, George L, Kutty NK, et al. Brucellosis in children of Dhofar Region, Oman. Saudi Med J 2001; 22:610.

Issa H, Jamal M. Brucellosis in children in south Jordan. East Mediterr Health J 1999; 5:895.

Khuri-Bulos NA, Daoud AH, Azab SM. Treatment of childhood brucellosis: results of a prospective trial on 113 children. Pediatr Infect Dis J 1993; 12:377.

Lubani MM, Dudin KI, Sharda DC, et al. A multicenter therapeutic study of 1100 children with brucellosis. Pediatr Infect Dis J 1989; 8:75.

American Academy of Pediatrics. Red Book: 2018 Report of the Committee on Infectious Diseases, 31st ed, Kimberlin DW, Brady MT, Jackson MA, Long SS (Eds), American Academy of Pediatrics, Itasca, IL 2018.

Roushan MR, Mohraz M, Janmohammadi N, Hajiahmadi M. Efficacy of cotrimoxazole and rifampin for 6 or 8 weeks of therapy in childhood brucellosis. Pediatr Infect Dis J 2006; 25:544.

Gottesman G, Vanunu D, Maayan MC, et al. Childhood brucellosis in Israel. Pediatr Infect Dis J 1996; 15:610.

Sánchez-Tamayo T, Colmenero JD, Martínez-Cortés F, et al. Failure of short-term antimicrobial therapy in childhood brucellosis. Pediatr Infect Dis J 1997; 16:323.

Lubani MM, Dudin KI, Araj GF, et al. Neurobrucellosis in children. Pediatr Infect Dis J 1989; 8:79.

Habeeb YK, Al-Najdi AK, Sadek SA, Al-Onaizi E. Paediatric neurobrucellosis: case report and literature review. J Infect 1998; 37:59.

Omar FZ, Zuberi S, Minns RA. Neurobrucellosis in childhood: six new cases and a review of the literature. Dev Med Child Neurol 1997; 39:762.

Corbel MJ. Brucellosis: an overview. Emerg Infect Dis 1997; 3:213.

El artículo Brucelosis: Revisión del diagnóstico y tratamiento. apareció primero en Sapiens Medicus.

Nocardiosis y Actinomicosis: Revisión de las infecciones por actinomicetos más importantes.

$
0
0

Los actinomicetos son un grupo de bacterias aerobias y anaerobias del orden Actinomycetales. Estos organismos son filogenéticamente diversos pero morfológicamente similares, exhibiendo ramificaciones filamentosas características con fragmentación en formas bacilar o cocoide. Los actinomicetos aerobios que causan enfermedades humanas y veterinarias incluyen Nocardia, Gordona, Tsukamurella, Streptomyces, Rhodococcus, Mycobacteria y Corynebacteria. Los géneros anaeróbicos de importancia médica incluyen Actinomyces, Arachnia, Rothia y Bifidobacterium. Dada su relevancia clínica, revisaremos brevemente las claves de la nocardiosis y la actinomicosis.

Actualízate sobre este tema en 23 minutos.

La nocardiosis es una infección bacteriana grampositiva poco común causada por actinomicetos aeróbicos del género Nocardia. Estas bacterias tienen la capacidad de causar enfermedad supurativa localizada o sistémica en humanos y animales. La nocardiosis generalmente se considera una infección oportunista; sin embargo, un tercio de los pacientes infectados son inmunocompetentes. Dos características particulares de la nocardiosis son su capacidad de diseminarse a prácticamente cualquier órgano, particularmente el sistema nervioso central, y su tendencia a recaer o progresar a pesar del tratamiento apropiado. 

Nocardia típicamente se observa bajo el microscopio como delicados bacilos ramificados grampositivos semejantes a las especies de Actinomyces. Nocardia generalmente se puede diferenciar de Actinomyces por tinción ácido-alcohol, ya que típicamente exhibe grados variables de resistencia al ácido por su contenido de ácido micólico en la pared celular. Otro dato útil es que Nocardia crece en condiciones aeróbicas, mientras que Actinomyces es anaerobia.

Nocardia generalmente se puede diferenciar de Actinomyces por tinción ácido-alcohol; además, es aerobia, mientras que Actinomyces es anaerobia.Haz click para twittear

Epidemiología

Las especies de Nocardia no son miembros de la flora humana normal. Las especies de Nocardia se encuentran en todo el mundo en suelos, materia vegetal en descomposición y ambientes acuáticos, y pueden propagarse por el aire, particularmente en partículas de polvo. La inhalación del organismo se considera el modo más común de entrada, lo que se confirma por la observación de que la mayoría de las infecciones afectan al pulmón. Otras vías de entrada pueden ser importantes en casos específicos:

  • La ingestión de alimentos contaminados puede producir enfermedades a través del tracto gastrointestinal.
  • La enfermedad cutánea generalmente ocurre por inoculación directa del organismo como resultado de un traumatismo (que incluye la punción con una espina o una astilla o un mordedura o arañazo de un animal), cirugía, un catéter vascular o una picadura de insecto. La enfermedad cutánea también puede ocurrir secundaria a diseminación hematógena. En tales casos, las lesiones suelen ser múltiples y generalizadas.

Etiopatogenia

Nocardia spp. posee múltiples mecanismos para superar la respuesta inmune del huésped. La capacidad de combatir la resistencia del huésped a la infección parece variar con la cepa y la fase de crecimiento de la bacteria. Las bacterias que están en fase logarítmica muestran crecimiento filamentoso y son resistentes a la fagocitosis. Cuando ésta última ocurre, se ha observado la inhibición de la fusión del fagosoma-lisosoma en algunas cepas nocardiales, evitando así la hidrólisis de la célula huésped.

La producción de una superóxido dismutasa asociada a la superficie de las células bacterianas y posiblemente una mayor producción de catalasa pueden estar implicadas en la resistencia a los neutrófilos humanos.

Respuesta Inmunológica

La inmunidad celular es fundamental para contener la infección por Nocardia spp. La respuesta inicial del huésped a la nocardiosis involucra neutrófilos y macrófagos locales, que inhiben pero no matan a la bacteria. Esta inhibición ayuda a limitar la propagación de la infección hasta que pueda ocurrir una respuesta celular específica. Una población de células T sensibilizadas inmunológicamente mejora la fagocitosis, estimula la respuesta celular y puede ser capaz de producir citotoxicidad directa para las bacterias. 

Los linfocitos T gamma delta pueden jugar un papel fundamental en las defensas del huésped contra Nocardia spp. El papel de la inmunidad humoral en la nocardiosis es desconocido. Los modelos murinos indican que la inmunidad humoral no es tan crítica como la inmunidad celular, pero se ha demostrado que el anticuerpo potencia la fagocitosis y la actividad microbicida de los macrófagos activados.

Factores de Riesgo

La mayoría de los pacientes con infección por Nocardia están inmunocomprometidos, la mayoría de las veces con alteraciones de la inmunidad celular. En una revisión de 1050 casos, por ejemplo, el 64% estaba inmunocomprometido. Las causas más comunes son tratamiento con glucocorticoides, cáncer, trasplante de órganos o células madre hematopoyéticas y la infección por VIH.

La mayoría de los pacientes con infección por Nocardia están inmunocomprometidos, la mayoría de las veces con alteraciones de la inmunidad celular.Haz click para twittear

Otras afecciones que se han asociado con la nocardiosis incluyen la diabetes mellitus, alcoholismo, enfermedad granulomatosa crónica, proteinosis alveolar, inhibidores del factor de necrosis tumoral alfa (p.e. infliximab), enfermedad inflamatoria intestinal, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, y la tuberculosis.

Presentación Clínica

Los datos sobre los sitios de infección por Nocardia provienen de múltiples fuentes. En una revisión de 1050 casos de nocardiosis, los siguientes sitios se vieron afectados:

  • Sistémico (≥2 sitios involucrados): 32%; entre los pacientes con enfermedad sistémica, el 44% tenía afectación del sistema nervioso central (SNC).
  • Pulmonar aislada: 39%
  • SNC aislada: 9%
  • Cutánea o linfocutánea aislada:8%
  • Un solo sitio extrapulmonar (p.e. ojos, hueso): 12%

Pulmonar

Los pulmones son el sitio primario de infección nocardial en más de dos tercios de los casos. Nocardia spp. no ​​se encuentra normalmente en el tracto respiratorio; como resultado, el aislamiento de Nocardia del esputo es casi siempre indicativo de infección. La mayoría de las infecciones pulmonares son primarias, pero la Nocardia puede diseminarse al pulmón desde otros sitios, como la piel. El inicio de la nocardiosis pulmonar puede ser agudo, subagudo o crónico y no se distingue por ningún signo o síntoma específico.

Los pulmones son el sitio primario de infección nocardial en más de dos tercios de los casos. Nocardia spp. no se encuentra normalmente en el tracto respiratorio; como resultado, el aislamiento de Nocardia del esputo es casi siempre indicativo de infección.Haz click para twittear

Se han descrito fiebre, sudoración nocturna, fatiga, anorexia, pérdida de peso, disnea, tos, hemoptisis y dolor pleurítico en el pecho. La nocardiosis pulmonar puede simular o presentarse como una exacerbación de una enfermedad pulmonar conocida o subyacente. Esto último ha sido descrito con la enfermedad pulmonar obstructiva crónica y la sarcoidosis pulmonar. La presencia de dicha enfermedad coexistente puede retrasar el diagnóstico de infección nocardial. Además, si la enfermedad subyacente se trata con glucocorticoides, este tratamiento puede predisponer o aumentar la gravedad de la infección nocardial.

Aunque el 20% de las infecciones por Nocardia extrapulmonar ocurren en ausencia de enfermedad pulmonar, hasta el 50% de todos los casos pulmonares se diseminan a sitios fuera de los pulmones, más comúnmente el cerebro. Además, pueden aparecer complicaciones como empiema, mediastinitis, pericarditis y síndrome de la vena cava superior después de la diseminación contigua de la infección nocardica desde un foco pulmonar, pleural o cutáneo.

Resultados de imágenes

Se han demostrado multitud de hallazgos por imagen en la nocardiosis pulmonar, incluidos nódulos únicos o múltiples, masas pulmonares (con o sin cavitación), infiltrados reticulonodulares, infiltrados intersticiales, consolidación lobular, placas subpleurales y derrames pleurales. Como resultado, la nocardiosis ha sido frecuentemente diagnosticada en un inicio como tuberculosis (ya que la afectación del lóbulo superior es común y Nocardia spp. es débilmente ácido-alcohol resistente), enfermedad fúngica invasiva y cáncer.

Sistema nervioso central

Nocardia parece tener tropismo especial por el tejido neural, como se ilustra en la revisión retrospectiva de 1050 casos de nocardiosis citados anteriormente, en los que el SNC estuvo involucrado en aproximadamente el 20% de los casos y en el 44% de casos diseminados. Se ha informado una enfermedad aislada del SNC, pero esto probablemente representa la diseminación de una infección pulmonar o cutánea transitoria o resuelta.

El sello distintivo de la nocardiosis del SNC es la formación de un absceso parenquimatoso que puede ocurrir en cualquier región del cerebro. Los signos y síntomas del absceso cerebral nocardial son diversos e inespecíficos. Los pacientes pueden presentar fiebre, cefalea, meningismo, convulsiones y/o déficits neurológicos focales. En algunos pacientes, generalmente aquellos con sistema inmune intacto, la nocardiosis del SNC permanece clínicamente silenciosa, a veces persistiendo durante años antes de que se realice un diagnóstico. La nocardiosis del SNC puede presentarse con síntomas que sugieren una lesión masiva sin ningún síntoma típicamente asociado con la infección. En tales pacientes, el absceso cerebral nocardial puede diagnosticarse erróneamente como una neoplasia primaria o metastásica antes de la biopsia.

El sello distintivo de la nocardiosis del SNC es la formación de un absceso parenquimatoso que puede ocurrir en cualquier región del cerebro. Haz click para twittear

La meningitis nocárdica es una manifestación infrecuente de la nocardiosis del SNC y puede ocurrir con o sin un absceso cerebral asociado. En una serie de 28 casos de meningitis por Nocardia, la presentación clínica fue consistente con meningitis subaguda o crónica caracterizada por fiebre (68%), meningismo (64%), cefalea (55%) y absceso cerebral asociado (43%). El líquido cefalorraquídeo típicamente muestra una pleocitosis neutrofílica, hipoglucorraquia y concentración elevada de proteínas, hallazgos que son característicos de la meningitis bacteriana.

Cutáneo

Se han observado cuatro patrones de enfermedad cutánea:

  • Primaria cutánea
  • Linfocutánea
  • Afectación cutánea desde un foco diseminado
  • Micetoma

En los pacientes inmunocompetentes con enfermedad cutánea que no tienen antecedente claro de traumatismo previo en el sitio de infección, un micetoma o un patrón de lesiones esporotricoides (linfocutáneas), tienen enfermedad diseminada hasta que se demuestre lo contrario.

Primaria cutánea

Cuando la piel es el sitio primario de la nocardiosis, la infección es el resultado de la inoculación directa de organismos en la piel, a menudo durante la jardinería o la agricultura; en algunos casos, esto ocurre por punción con espinas o astillas. La inoculación también puede ocurrir a través de un traumatismo, cirugía, un catéter vascular, una picadura de insecto o una mordedura o arañazo de un animal.

Las manifestaciones de la nocardiosis cutánea primaria incluyen ulceraciones, pioderma, celulitis, nódulos y abscesos subcutáneos. La celulitis se presenta con dolor, edema, eritema y calor en el sitio afectado; la celulitis causada por Nocardia spp. rara vez se disemina a los huesos, los músculos o las articulaciones.

Micetoma

Un micetoma es una infección cutánea crónica que puede ser causada por hongos (eumicetoma) o por miembros del orden de bacterias de los Actinomycetales, como Nocardia spp. (actinomicetoma). N. brasiliensis es la especie más común de Nocardia causante del micetoma. Después de que el organismo se inocula en la piel, más comúnmente en los pies, las piernas o la espalda, se produce una respuesta piógena con la formación de un nódulo indoloro en el sitio de entrada.

A medida que el nódulo se agranda, se produce una respuesta inflamatoria crónica. Las lesiones induradas se desarrollan de manera indolente, con la formación del tracto sinusal exudando gránulos compuestos de organismos agrupados. La masa granulomatosa aumentada puede permanecer localizada o puede extenderse, lo que eventualmente implica músculo y hueso. Una vez que se ha producido la extensión, los micetomas con frecuencia no responden a la terapia antimicrobiana.

Infección diseminada

La nocardiosis diseminada se define como dos sitios no contiguos de afectación que pueden incluir o no un foco pulmonar. Nocardia puede diseminarse desde un foco pulmonar o cutáneo a prácticamente cualquier órgano. Aunque se presume que la diseminación es consecuencia de la propagación hematógena, la identificación de Nocardia en hemocultivos es poco común. Para maximizar la identificación de Nocardia, los hemocultivos deben incubarse durante aproximadamente cuatro semanas.

Bacteriemia

La bacteriemia por Nocardia es rara. La presentación y los factores de riesgo de infección son similares a los de pacientes no bacterémicos; el único factor de riesgo independiente para la bacteriemia es un cuerpo extraño endovascular. Por ejemplo, en un reporte, 10 de 17 casos de bacteriemia por Nocardia en pacientes con cáncer se asociaron a un catéter venoso central. En una revisión de la literatura de 36 casos de bacteriemia por Nocardia, aproximadamente el 30% tuvo bacteriemia concomitante con otros patógenos, en su mayoría organismos gramnegativos.

Estudios que te serán de utilidad

Un diagnóstico definitivo de nocardiosis requiere el aislamiento e identificación del organismo a partir de una muestra clínica. El retraso en el establecimiento del diagnóstico correcto es común debido a la presentación clínica inespecífica y diversa de la nocardiosis y la dificultad inherente en el cultivo de Nocardia. El tiempo promedio desde el desarrollo de los síntomas hasta el diagnóstico ha variado en diversos estudios, de 42 días a 12 meses.

Toma apropiada de muestras

La dificultad para establecer un diagnóstico de nocardiosis puede estar relacionada con la toma inadecuada de las muestras obtenidas por medios no invasivos. En una serie de casos, el 44% de las infecciones pulmonares requirió un procedimiento invasivo para establecer el diagnóstico de nocardiosis. Cuando se realiza mediante procedimiento invasivo, los cultivos son positivos en 85 a 90% de las muestras. Incluso cuando se obtienen muestras adecuadas, el aislamiento de Nocardia en el laboratorio puede ser difícil.

Tinción de Gram

Se identifica a Nocardia spp. como bacilos grampositivos ramificados, delicados y filamentosos. En el entorno clínico adecuado, se puede realizar un diagnóstico presuntivo de nocardiosis si se visualizan bacilos de ramificación filamentosa y parcialmente ácidos en las muestras clínicas. La naturaleza ácido-alcohol resistente de Nocardia se demuestra de forma más fiable cuando los organismos se tiñen con la tinción ácido-alcohol resistente modificada (de Kinyoun) o con la tinción fluorescente de auramina-rodamina.

El método de Kinyoun sustituye el ácido sulfúrico al 1% por alcohol ácido como decolorante, lo que permite que la Nocardia, menos ácido-alcohol resistente, retenga fucsina. La propiedad de tinción ácido-alcohol resistente de Nocardia a menudo se pierde en los cultivos que se dejan por mucho tiempo. La reacción ácido-alcohol y la ramificación aérea de estructuras tipo micelio que se extienden desde la superficie del agar son simples pruebas que diferencian a Nocardia de otros actinomyces aeróbicos y anaeróbios.

Cultivo e incubación

La mayoría de los medios de cultivo bacterianos aeróbicos, fúngicos y micobacterianos utilizados comúnmente son de utilidad para Nocardia. Sin embargo, los medios selectivos, como el extracto de levadura de carbón tamponado (los medios utilizados para el aislamiento de Legionella spp.) y el agar Thayer-Martin modificado pueden ser útiles para disminuir el sobrecrecimiento de otros organismos en muestras derivadas de sitios no estériles. Nocardia también se puede cultivar en medios de cultivo para Mycobacterium, como los de Lowenstein-Jensen. Aproximadamente el 20% de Nocardia spp. pueden ser aislados en dichos medios.

En los cultivos aerobios comunes, Nocardia spp. tiene una morfología variable, desde las colonias de color blanco tiza (ver imagen) hasta las de color naranja, amarillo o marrón productoras de pigmento, y generalmente requiere de 5 a 21 días para el crecimiento. Los hemocultivos deben incubarse durante aproximadamente cuatro semanas. Dado que la mayoría de los cultivos de fluidos o tejidos se desechan a las 48 a 72 horas, se debe notificar al personal de laboratorio cuando se sospeche la presencia de nocardiosis para garantizar un período de incubación adecuado.

Cultivo de Nocardia.
Cultivo de Nocardia con la clásica morfología.

PCR

Ahora está claro que, con las técnicas bioquímicas utilizadas previamente para la identificación de Nocardia, la identificación errónea era común y que los métodos moleculares, como el análisis del gen del ARN ribosómico 16S (ARNr), son más precisos. El análisis del gen 16S rRNA y otras técnicas moleculares, tales como los polimorfismos de longitud de fragmentos de restricción y el análisis de secuencia multilocus, son por tanto los métodos preferidos.

Se evaluó la sensibilidad y especificidad de una prueba de reacción en cadena de la polimerasa (PCR) basada en rRNA 16S usando 18 muestras (p.e., biopsias de piel, material de abscesos, esputo y líquido de lavado broncoalveolar) de pacientes con nocardiosis diagnosticada por cultivos convencionales y 20 muestras clínicas de pacientes con tuberculosis confirmada como controles negativos. Todas las muestras de pacientes con nocardiosis fueron positivas, mientras que ninguna de las 20 muestras de control fue positiva, lo que confirma la sensibilidad y especificidad de la PCR en la identificación de Nocardia.

Tratamiento de la Nocardiosis

Nocardia spp. tiene una resistencia variable a los antibióticos. Por tanto, se recomienda la cobertura empírica con dos o tres antibióticos en pacientes con infección grave. La infección cutánea en un huésped inmunocompetente se puede tratar con monoterapia. Las diversas guías recomiendan trimetoprim-sulfametoxazol (TMP-SMX) como parte del tratamiento de primera línea para la nocardiosis. Si el paciente es alérgico a las sulfonamidas, la desensibilización debe realizarse cuando sea posible. Si esto no es apropiado o si el paciente no tolera las sulfonamidas, se deben elegir alternativas según los estudios de susceptibilidad.

Las diversas guías recomiendan trimetoprim-sulfametoxazol (TMP-SMX) como parte del tratamiento de primera línea para la nocardiosis. Haz click para twittear

Las sulfonamidas se han considerado el tratamiento de elección durante más de 50 años, a pesar de la falta de datos comparativos controlados. Este consenso se basa en parte en los resultados de algunas revisiones retrospectivas en las que hubo una tendencia hacia una mayor supervivencia en la nocardiosis con el uso de esquemas de tratamiento que contienen sulfonamida. Como se señaló anteriormente, si el paciente es alérgico a las sulfonamidas, la desensibilización debe realizarse cuando sea posible.

Aunque todas las sulfonamidas parecen ser igualmente eficaces, la mayoría de los médicos consideran que TMP-SMX es el fármaco de elección. Para pacientes con nocardiosis pulmonar leve a moderada no diseminada, se indica monoterapia con TMP-SMX oral. La dosis apropiada depende del estado inmune y la función renal del huésped; las siguientes dosis son acordes a pacientes con función renal normal:

  • Para pacientes inmunocompetentes con nocardiosis pulmonar leve o moderada, TMP-SMX de 5 a 10 mg/kg por vía oral por día divididos en dos dosis.
  • Para pacientes inmunocomprometidos con nocardiosis pulmonar leve o moderada, TMP-SMX 15 mg/kg IV. del trimetoprim por día divididos en tres o cuatro dosis. 

La dosis debe ajustarse en pacientes con insuficiencia renal. 

Infección grave

La nocardiosis grave incluye algunos casos de enfermedad pulmonar y todos los casos de enfermedad diseminada o del sistema nervioso central, así como todas las infecciones que afectan a más de un sitio en pacientes inmunocomprometidos. A pesar de la falta de datos para respaldar la superioridad de la terapia combinada frente a la monoterapia, la mayoría de los infectólogos tratan inicialmente la infección nocardial severa con dos fármacos intravenosos. Sin embargo, en casos de infección potencialmente mortal, se sugiere el uso de tres antibióticos intravenosos. Las siguientes dosis están destinadas a pacientes con función renal normal; la dosificación debe ajustarse en pacientes con insuficiencia renal:

  • Pacientes con infección grave que no involucre al SNC indicar inicialmente TMP-SMX (15 mg/kg IV del componente de trimetoprim por día en tres o cuatro dosis divididas) más amikacina (7.5 mg/kg IV. cada 12 horas). Un enfoque alternativo que algunos clínicos prefieren para el tratamiento inicial de la enfermedad grave es imipenem (500 mg IV cada 6 horas) más amikacina.
  • Pacientes con enfermedad del SNC se tratan con TMP-SMX (15 mg/kg IV del componente de trimetoprim por día en tres o cuatro dosis divididas) más imipenem (500 mg IV cada 6 horas). En pacientes con enfermedad del SNC que tienen falla multiorgánica, se recomienda añadir amikacina.

Duración del tratamiento en la infección grave

No se ha determinado la duración óptima del tratamiento antimicrobiano para la enfermedad grave, pero se recomienda un tratamiento prolongado debido a la naturaleza recidivante de la infección por Nocardia. Usualmente se trata por 3 a 6 meses para la infección cutánea aislada en pacientes inmunocompetentes, pero por 6 a 12 meses en pacientes inmunocomprometidos. La infección pulmonar grave se trata durante 6 a 12 meses o más.

Todos los pacientes inmunodeprimidos (excepto aquellos con infección cutánea aislada), así como los pacientes con afectación del SNC deben recibir tratamiento durante al menos un año, y algunos sugieren el tratamiento supresor indefinido en pacientes inmunocomprometidos. Dentro de estos rangos, la duración total del tratamiento (IV seguido de oral) se basa en la gravedad y diseminación de la enfermedad y la respuesta clínica y radiográfica al tratamiento.

La duración de la terapia intravenosa varía con el estado inmune del paciente. En pacientes inmunocomprometidos, las dosis máximas toleradas deben administrarse por vía intravenosa durante al menos seis semanas y hasta que se produzca una mejoría clínica; en contraste, los pacientes inmunocompetentes pueden tratarse con éxito con una duración más corta de la terapia intravenosa. Después de la fase de inducción intravenosa, los pacientes pueden ser cambiados a antibióticos orales según los estudios de susceptibilidad.

Infección cutánea aislada

A pesar de los reportes de resolución espontánea de algunas lesiones cutáneas, es sensato tratar a todos estos pacientes con antibióticos sistémicos debido a la posibilidad de una enfermedad diseminada. El tratamiento oral en monoterapia suele ser suficiente para los pacientes con enfermedad cutánea de una lesión por inoculación. El esquema empírico en monoterapia para pacientes con función renal normal es TMP-SMX (5 a 10 mg/kg del componente de trimetoprima por vía oral en dos dosis divididas).

Micetoma

El tratamiento del micetoma nocardial generalmente incluye únicamente antibióticos. La extirpación quirúrgica puede realizarse antes del diagnóstico, pero generalmente no está justificada. TMP-SMX (10 mg/kg del componente trimetoprima por vía oral por día en dos dosis divididas) con dapsona o sin esta (100 mg por vía oral una vez al día) se indica comúnmente para enfermedades de corta duración, de extensión limitada y con bajo riesgo de diseminación. Para pacientes con enfermedad más grave (p.e. con afectación ósea o visceral), con enfermedad de mayor duración o enfermedad refractaria a sulfonamidas, se debe considerar el imipenem intravenoso (IV), solo o en combinación con amikacina.

Duración del tratamiento en la infección cutánea

No se ha determinado la duración óptima del tratamiento para la enfermedad cutánea, incluido el micetoma, pero se recomienda un tratamiento prolongado debido a la naturaleza recidivante de la infección por Nocardia. Los pacientes inmunocompetentes con enfermedad cutánea deben tratarse con terapia oral durante 3 a 6 meses, aunque aquellos con micetomas requieren de 6 a 12 meses. Los pacientes inmunocomprometidos con enfermedad cutánea generalmente deben tratarse durante mínimo un año.

La actinomicosis es una infección crónica ocasionada por bacterias del género Actinomyces, las cuales son bacilos grampositivos, filamentosos, anaerobios estrictos o microaerófilos, ramificados, no esporulados y catalasa negativos. Forman parte de la flora habitual de la orofaringe, tracto gastrointestinal y tracto genital femenino.

Los factores de riesgo para la actinomicosis comprenden estados de inmunosupresión, incluida la diabetes mellitus, la infección por VIH, desnutrición o tratamiento inmunosupresor; además, enfermedad inflamatoria pélvica por uso prolongado del DIU, cirugía abdominal, traumatismo local, antecedente de enfermedad digestiva, edad avanzada o sexo femenino, lesiones cutáneas o en mucosas, cuerpos extraños en vías respiratorias, uso de antibióticos y caries. En 20% de los casos no se identifica ningún factor de riesgo.

La infección causada por la actinomicosis se caracteriza por la formación de abscesos de evolución subaguda. Estas lesiones tienden a fistulizar hacia el exterior con drenaje de material purulento en forma de “gránulos de azufre”; sin embargo, este último hallazgo no es patognomónico.

La actinomicosis se caracteriza por formación de abscesos de evolución subaguda. Estas lesiones tienden a fistulizar hacia el exterior con drenaje de material purulento en forma de 'gránulos de azufre'; sin embargo, este último hallazgo no es patognomónico.Haz click para twittear

Actinomicosis torácica

La actinomicosis torácica puede afectar pulmones, pleura, mediastino o pared torácica. El mecanismo de infección es mediante aspiración de secreciones orofaríngeas o de contenido gástrico, extensión directa hacia el mediastino o extensión de la infección abdominal transdiafragmática o retroperitoneal.

La presentación clínica se caracteriza por tos crónica purulenta, hemoptisis, disnea, dolor torácico, absceso pulmonar o empiema, destrucción de costillas, esternón u hombro; involucrando músculos y tejidos torácicos. La presencia de fiebre es sugerente de infección diseminada. Las manifestaciones sistémicas incluyen pérdida de peso, malestar general y sudoración nocturna.

Actinomicosis Abdominal

Se presenta como actinomicosis de la pared abdominal, actinomicosis gastrointestinal y la abdominopélvica. La actinomicosis de la pared abdominal es la más frecuente, es crónica con evolución de meses a años, e insidiosa. Se presenta con una tumoración palpable, dura y dolorosa, sobre el área afectada. Además, hay presencia de fiebre, meteorismo, náuseas, vómitos y dolor abdominal. La actinomicosis gastrointestinal puede afectar cualquier parte del tracto, con predilección por la mucosa ileocecal. La forma esofágica se presenta con odinofagia severa, úlceras, aftas orales y esofágicas. La afectación anorrectal se manifiesta con estenosis, absceso o fístula rectal o perirrectal.

Por último, la actinomicosis abdomino-pélvica o ginecológica se presenta en pacientes con antecedente de uso prolongado del DIU, aumentando la incidencia a mayor tiempo de uso. El cuadro se presenta con síntomas de enfermedad inflamatoria pélvica, tales como dolor pélvico y dispareunia; además, se palpa una tumoración (el ovario es el más frecuentemente afectado), pelvis congelada, fistulizaciones, metrorragia, síntomas urinarios crónicos o abscesos.

Estudios que serán de utilidad

Toda secreción aspirada, tejido o fluidos corporales o de un absceso, deben de ser estudiados mediante tinción de Gram, examen en fresco y cultivos especiales. Se recomiendan además las pruebas diferenciales en el estudio citológico ginecológico. Al microscopio se observa la bacteria filamentosa en los gránulos con tinciones de Gram, plata metenamina, y Grocott-Gomory, la cual es confirmatoria.

La confirmación del diagnóstico de actinomicosis requiere el aislamiento de especies de Actinomyces de una muestra apropiadamente cultivada, típicamente por aspiración con aguja de un absceso, fístula o tracto sinusal, o de una muestra de biopsia grande. Debido a la naturaleza de crecimiento lento del organismo, los cultivos deben conservarse durante al menos 14 días.

Tratamiento de Actinomicosis

El tratamiento con antibiótico, así como el retiro del DIU en la actinomicosis ginecológica son los pilares del tratamiento. El tratamiento de elección es con betalactámicos por vía parenteral u oral, indicando penicilina G benzatínica, amoxicilina, penicilina oral o ampicilina. En pacientes alérgicos a betalactámicos se pueden indicar macrólidos, como la eritromicina o azitromicina, clindamicina o doxiciclina. En infecciones leves en ausencia de supuración importante o tractos fistulosos, generalmente se indica amoxicilina (500 mg c. 8 hrs.) durante dos a seis meses. Las alternativas aceptables a las penicilinas en pacientes alérgicos incluyen las tetraciclinas, la eritromicina y la clindamicina.

En pacientes con actinomicosis cervicofacial más grave que requieren cirugía, generalmente se trata con penicilina G intravenosa (de 10 a 20 millones de unidades diarias en dosis divididas cada cuatro a seis horas) durante 4 a 6 semanas, seguido de penicilina V oral (2 a 4 g por día en dosis divididas cada seis horas) durante 6 a 12 meses. La duración del tratamiento debe estar guiada por la gravedad de la infección y una evaluación continua de la remisión clínica o patológica.

En la actinomicosis abdominal el tratamiento médico inicial es razonable en pacientes en quienes se establece el diagnóstico antes de la cirugía. La penicilina es el tratamiento de elección. La terapia intravenosa inicial es necesaria para lesiones más grandes con abscesos abdominales o tractos fistulosos que drenan. La dosis recomendada de penicilina G de 10 a 20 millones de unidades por día divididas cada 4 a 6 horas durante 4 a 6 semanas, seguidas de penicilina oral (2 a 4 g por día) o amoxicilina durante 6 a 12 meses.

En la actinomicosis leve, en ausencia de supuración importante o tractos fistulosos, el tratamiento es con amoxicilina por 2 a 6 meses; mientras que en la enfermedad grave el tratamiento de elección es la penicilina G IV. con cambio a oral por 6 a 12 meses.Haz click para twittear

Referencias Bibliográficas

Brown-Elliott BA, Brown JM, Conville PS, Wallace RJ Jr. Clinical and laboratory features of the Nocardia spp. based on current molecular taxonomy. Clin Microbiol Rev 2006; 19:259.

Lerner PI. Nocardiosis. Clin Infect Dis 1996; 22:891.

Lederman ER, Crum NF. A case series and focused review of nocardiosis: clinical and microbiologic aspects. Medicine (Baltimore) 2004; 83:300.

Sorrell TC, Mitchell DH, Iredell JR, Chen SC-A. Nocardia Species. In: Principles and Practice of Infectious Diseases, 7, Mandell GL, Bennett JE, Dolin R (Eds), Churchill Livingstone Elsevier, Philadelphia 2010. p.3199.

Roth A, Andrees S, Kroppenstedt RM, et al. Phylogeny of the genus Nocardia based on reassessed 16S rRNA gene sequences reveals underspeciation and division of strains classified as Nocardia asteroides into three established species and two unnamed taxons. J Clin Microbiol 2003; 41:851.

Valdezate S, Garrido N, Carrasco G, et al. Epidemiology and susceptibility to antimicrobial agents of the main Nocardia species in Spain. J Antimicrob Chemother 2017; 72:754.

Wallace RJ Jr, Brown BA, Blacklock Z, et al. New Nocardia taxon among isolates of Nocardia brasiliensis associated with invasive disease. J Clin Microbiol 1995; 33:1528.

Goodfellow M, Williams ST. Ecology of actinomycetes. Annu Rev Microbiol 1983; 37:189.

Filice GA. Inhibition of Nocardia asteroides by neutrophils. J Infect Dis 1985; 151:47.

Deem RL, Doughty FA, Beaman BL. Immunologically specific direct T lymphocyte-mediated killing of Nocardia asteroides. J Immunol 1983; 130:2401.

King DP, Hyde DM, Jackson KA, et al. Cutting edge: protective response to pulmonary injury requires gamma delta T lymphocytes. J Immunol 1999; 162:5033.

Beaman BL, Gershwin ME, Ahmed A, et al. Response of CBA/N x DBA2/F1 mice to Nocardia asteroides. Infect Immun 1982; 35:111.

Beaman BL. Nocardia as a pathogen of the brain: mechanisms of interactions in the murine brain–a review. Gene 1992; 115:213.

Davis-Scibienski C, Beaman BL. Interaction of alveolar macrophages with Nocardia asteroides: immunological enhancement of phagocytosis, phagosome-lysosome fusion, and microbicidal activity. Infect Immun 1980; 30:578.

Rico G, Ochoa R, Oliva A, et al. Enhanced resistance to Nocardia brasiliensis infection in mice depleted of antigen-specific B cells. J Immunol 1982; 129:1688.

Palmer DL, Harvey RL, Wheeler JK. Diagnostic and therapeutic considerations in Nocardia asteroides infection. Medicine (Baltimore) 1974; 53:391.

Torres HA, Reddy BT, Raad II, et al. Nocardiosis in cancer patients. Medicine (Baltimore) 2002; 81:388.

Peleg AY, Husain S, Qureshi ZA, et al. Risk factors, clinical characteristics, and outcome of Nocardia infection in organ transplant recipients: a matched case-control study. Clin Infect Dis 2007; 44:1307.

Pintado V, Gómez-Mampaso E, Cobo J, et al. Nocardial infection in patients infected with the human immunodeficiency virus. Clin Microbiol Infect 2003; 9:716.

Javaly K, Horowitz HW, Wormser GP. Nocardiosis in patients with human immunodeficiency virus infection. Report of 2 cases and review of the literature. Medicine (Baltimore) 1992; 71:128.

Abreu C, Rocha-Pereira N, Sarmento A, Magro F. Nocardia infections among immunomodulated inflammatory bowel disease patients: A review. World J Gastroenterol 2015; 21:6491.

Wallis RS, Broder MS, Wong JY, et al. Granulomatous infectious diseases associated with tumor necrosis factor antagonists. Clin Infect Dis 2004; 38:1261.

Brown-Elliott BA, Brown JM, Conville PS, Wallace RJ Jr. Clinical and laboratory features of the Nocardia spp. based on current molecular taxonomy. Clin Microbiol Rev 2006; 19:259.

Lerner PI. Nocardiosis. Clin Infect Dis 1996; 22:891.

Lederman ER, Crum NF. A case series and focused review of nocardiosis: clinical and microbiologic aspects. Medicine (Baltimore) 2004; 83:300.

Beaman BL, Burnside J, Edwards B, Causey W. Nocardial infections in the United States, 1972-1974. J Infect Dis 1976; 134:286.

Beaman BL, Beaman L. Nocardia species: host-parasite relationships. Clin Microbiol Rev 1994; 7:213.

Uhde KB, Pathak S, McCullum I Jr, et al. Antimicrobial-resistant nocardia isolates, United States, 1995-2004. Clin Infect Dis 2010; 51:1445.

Lai CC, Liu WL, Ko WC, et al. Antimicrobial-resistant nocardia isolates, Taiwan, 1998-2009. Clin Infect Dis 2011; 52:833.

Ambrosioni J, Lew D, Garbino J. Nocardiosis: updated clinical review and experience at a tertiary center. Infection 2010; 38:89.

Coussement J, Lebeaux D, van Delden C, et al. Nocardia Infection in Solid Organ Transplant Recipients: A Multicenter European Case-control Study. Clin Infect Dis 2016; 63:338.

Valdezate S, Garrido N, Carrasco G, et al. Epidemiology and susceptibility to antimicrobial agents of the main Nocardia species in Spain. J Antimicrob Chemother 2017; 72:754.

McTaggart LR, Doucet J, Witkowska M, Richardson SE. Antimicrobial susceptibility among clinical Nocardia species identified by multilocus sequence analysis. Antimicrob Agents Chemother 2015; 59:269.

Wallace RJ Jr, Tsukamura M, Brown BA, et al. Cefotaxime-resistant Nocardia asteroides strains are isolates of the controversial species Nocardia farcinica. J Clin Microbiol 1990; 28:2726.

Torres OH, Domingo P, Pericas R, et al. Infection caused by Nocardia farcinica: case report and review. Eur J Clin Microbiol Infect Dis 2000; 19:205.

Wallace RJ Jr, Brown BA, Tsukamura M, et al. Clinical and laboratory features of Nocardia nova. J Clin Microbiol 1991; 29:2407.

Khardori N, Shawar R, Gupta R, et al. In vitro antimicrobial susceptibilities of Nocardia species. Antimicrob Agents Chemother 1993; 37:882.

McNeil MM, Brown JM, Georghiou PR, et al. Infections due to Nocardia transvalensis: clinical spectrum and antimicrobial therapy. Clin Infect Dis 1992; 15:453.

Wallace RJ Jr, Steele LC, Sumter G, Smith JM. Antimicrobial susceptibility patterns of Nocardia asteroides. Antimicrob Agents Chemother 1988; 32:1776.

Wilson RW, Steingrube VA, Brown BA, et al. Recognition of a Nocardia transvalensis complex by resistance to aminoglycosides, including amikacin, and PCR-restriction fragment length polymorphism analysis. J Clin Microbiol 1997; 35:2235.

Cercenado E, Marín M, Sánchez-Martínez M, et al. In vitro activities of tigecycline and eight other antimicrobials against different Nocardia species identified by molecular methods. Antimicrob Agents Chemother 2007; 51:1102.

Brown-Elliott BA, Ward SC, Crist CJ, et al. In vitro activities of linezolid against multiple Nocardia species. Antimicrob Agents Chemother 2001; 45:1295.

Larruskain J, Idigoras P, Marimón JM, Pérez-Trallero E. Susceptibility of 186 Nocardia sp. isolates to 20 antimicrobial agents. Antimicrob Agents Chemother 2011; 55:2995.

Al Akhrass F, Hachem R, Mohamed JA, et al. Central venous catheter-associated Nocardia bacteremia in cancer patients. Emerg Infect Dis 2011; 17:1651.

Anagnostou T, Arvanitis M, Kourkoumpetis TK, et al. Nocardiosis of the central nervous system: experience from a general hospital and review of 84 cases from the literature. Medicine (Baltimore) 2014; 93:19.

Wilson JP, Turner HR, Kirchner KA, Chapman SW. Nocardial infections in renal transplant recipients. Medicine (Baltimore) 1989; 68:38.

Peleg AY, Husain S, Qureshi ZA, et al. Risk factors, clinical characteristics, and outcome of Nocardia infection in organ transplant recipients: a matched case-control study. Clin Infect Dis 2007; 44:1307.

Smego RA Jr, Moeller MB, Gallis HA. Trimethoprim-sulfamethoxazole therapy for Nocardia infections. Arch Intern Med 1983; 143:711.

Beaumont RJ. Trimethoprim as a possible therapy for nocardiosis and melioidosis. Med J Aust 1970; 2:1123.

Wallace RJ Jr, Septimus EJ, Williams TW Jr, et al. Use of trimethoprim-sulfamethoxazole for treatment of infections due to Nocardia. Rev Infect Dis 1982; 4:315.

Smith PW, Steinkraus GE, Henricks BW, Madson EC. CNS nocardiosis: response to sulfamethoxazole-trimethoprim. Arch Neurol 1980; 37:729.

Threlkeld SC, Hooper DC. Update on management of patients with Nocardia infection. Curr Clin Top Infect Dis 1997; 17:1.

McNeil MM, Brown JM, Hutwagner LC, Schiff TA . Evaluation of therapy for Nocardia asteroides complex infections. Infect Dis Clin Prac 1995; 4:287.

Vera-Cabrera L, Gonzalez E, Choi SH, Welsh O. In vitro activities of new antimicrobials against Nocardia brasiliensis. Antimicrob Agents Chemother 2004; 48:602.

Beaman BL, Boiron P, Beaman L, et al. Nocardia and nocardiosis. J Med Vet Mycol 1992; 30 Suppl 1:317.

Fihman V, Berçot B, Mateo J, et al. First successful treatment of Nocardia farcinica brain abscess with moxifloxacin. J Infect 2006; 52:e99.

Naik S, Mateo-Bibeau R, Shinnar M, et al. Successful treatment of Nocardia nova bacteremia and multilobar pneumonia with clarithromycin in a heart transplant patient. Transplant Proc 2007; 39:1720.

Nizam I, Kohan L, Kerr D. Nocardia nova septic arthritis following total knee replacement: a case report. J Orthop Surg (Hong Kong) 2007; 15:390.

Ameen M, Arenas R, Vásquez del Mercado E, et al. Efficacy of imipenem therapy for Nocardia actinomycetomas refractory to sulfonamides. J Am Acad Dermatol 2010; 62:239.

Clark NM, Reid GE, AST Infectious Diseases Community of Practice. Nocardia infections in solid organ transplantation. Am J Transplant 2013; 13 Suppl 4:83.

Uttamchandani RB, Daikos GL, Reyes RR, et al. Nocardiosis in 30 patients with advanced human immunodeficiency virus infection: clinical features and outcome. Clin Infect Dis 1994; 18:348.

Lebeaux D, Freund R, van Delden C, et al. Outcome and Treatment of Nocardiosis After Solid Organ Transplantation: New Insights From a European Study. Clin Infect Dis 2017; 64:1396.

Geiseler PJ, Andersen BR. Results of therapy in systemic nocardiosis. Am J Med Sci 1979; 278:188.

Hardak E, Yigla M, Berger G, et al. Clinical spectrum and outcome of Nocardia infection: experience of 15-year period from a single tertiary medical center. Am J Med Sci 2012; 343:286.

Mamelak AN, Obana WG, Flaherty JF, Rosenblum ML. Nocardial brain abscess: treatment strategies and factors influencing outcome. Neurosurgery 1994; 35:622.

Lee GY, Daniel RT, Brophy BP, Reilly PL. Surgical treatment of nocardial brain abscesses. Neurosurgery 2002; 51:668.

Poland GA, Jorgensen CR, Sarosi GA. Nocardia asteroides pericarditis: report of a case and review of the literature. Mayo Clin Proc 1990; 65:819.

Leang B, Lynen L, Lim K, et al. Disseminated nocardiosis presenting with cardiac tamponade in an HIV patient. Int J STD AIDS 2004; 15:839.

Wallis RS, Broder MS, Wong JY, et al. Granulomatous infectious diseases associated with tumor necrosis factor antagonists. Clin Infect Dis 2004; 38:1261.

Simpson GL, Stinson EB, Egger MJ, Remington JS. Nocardial infections in the immunocompromised host: A detailed study in a defined population. Rev Infect Dis 1981; 3:492.

Walensky, RP, Moore, RD. A case series of 59 patients with nocardiosis. Infect Dis Clin Pract 2001; 10:249.

 

 

El artículo Nocardiosis y Actinomicosis: Revisión de las infecciones por actinomicetos más importantes. apareció primero en Sapiens Medicus.

Mononucleosis Infecciosa: Revisión de la llamada enfermedad del beso.

$
0
0

La mononucleosis infecciosa se caracteriza por la tríada de fiebre, faringitis y linfadenopatía. Inicialmente se describió como “Drüsenfieber” o fiebre glandular en 1889, pero el término “mononucleosis infecciosa” se adoptó hasta 1920 para describir a seis estudiantes universitarios con una enfermedad febril caracterizada por linfocitosis absoluta y células mononucleares atípicas en sangre. La relación entre el virus de Epstein Barr y la mononucleosis infecciosa se estableció cuando un trabajador de laboratorio se infectó con el virus y desarrolló la enfermedad, aunado a una prueba de aglutinación heterófila positiva.

Actualízate sobre este tema en 14 minutos.

El virus de Epstein-Barr (VEB) es un herpesvirus ampliamente diseminado que se transmite por contacto íntimo entre personas susceptibles y pacientes. Este patógeno no ha sido aislado de fuentes ambientales, lo que sugiere que los humanos son el principal reservorio. Los anticuerpos contra el virus de Epstein-Barr se han demostrado en todos los grupos de población con distribución mundial; aproximadamente del 90 al 95% de los adultos finalmente se vuelven seropositivos al virus. A los cuatro años, la seroprevalencia es cercana al 100% en los países en desarrollo y oscila entre el 25 y el 50% en los grupos socioeconómicos más bajos en EUA.

Los anticuerpos contra el virus de Epstein-Barr se han demostrado en todos los grupos de población con distribución mundial; aproximadamente del 90 al 95% de los adultos finalmente se vuelven seropositivos al virus.Haz click para twittear

Muchos atribuyen este hallazgo a un contacto personal continuo y a una higiene deficiente entre los niños, lo que permite la adquisición temprana y posterior propagación del virus de Epstein BarrLa infección adquirida durante la infancia suele ser subclínica; menos del 10% de los niños desarrollan infección clínica a pesar de las altas tasas de exposición. La incidencia de infección sintomática comienza a aumentar en adolescentes hasta la edad adulta. El rango de edad con la mayor incidencia para la infección es de 15 a 24 años.

Algunos datos del Reino Unido sugieren que los casos de mononucleosis infecciosa pueden estar ocurriendo en etapas más tardías de la vida con gravedad creciente, requiriendo hospitalización. La mononucleosis infecciosa es rara en adultos, representando menos del 2% de las faringitis en adultos. La gran mayoría no son susceptibles a esta infección debido a la exposición previa. Las diferencias observadas entre lactantes y adultos jóvenes con respecto a la infección sintomática pueden estar relacionadas con el tamaño del inóculo viral en el momento de la infección o con la intensidad de la respuesta inmune celular por parte de las células B infectadas por el virus de Epstein Barr.

Transmisión de la infección

Posterior a la presentación de la mononucleosis infecciosa, el virus puede diseminarse en las secreciones salivales en cantidades elevadas durante un período prolongado. La diseminación oral persiste durante un promedio de seis meses después del inicio de la enfermedad. Aunque cabe resaltar que, una vez infectado con el virus de Epstein-Barr, éste puede persistir y diseminarse intermitentemente en la orofaringe durante décadas. Aunque el VEB se disemina principalmente a través del paso de saliva, no es una enfermedad particularmente contagiosa.

El virus puede diseminarse persistentemente en la orofaringe de los pacientes con mononucleosis infecciosa hasta por 18 meses después de la recuperación clínica. Esto puede explicar en parte por qué solo un pequeño número de pacientes con mononucleosis infecciosa recuerda el contacto previo con una persona infectada. La propagación intrafamiliar entre hermanos también ha sido reportada.

El virus puede diseminarse persistentemente en la orofaringe de los pacientes con mononucleosis infecciosa hasta por 18 meses después de la recuperación clínica.Haz click para twittear

Lactancia materna

El virus de Epstein-Barr se ha aislado en la leche materna de madres lactantes sanas. Sin embargo, en un estudio, no hubo diferencias en la seropositividad al virus entre recién nacidos alimentados con leche materna o exclusivamente con fórmula, lo que sugiere que la lactancia materna no es una vía importante de transmisión.

Transmisión sexual

El virus de Epstein-Barr también se ha aislado tanto de las células epiteliales del cuello uterino como del líquido seminal masculino, lo que sugiere que la transmisión también puede ocurrir sexualmente. En un estudio epidemiológico de más de 2000 estudiantes universitarios en Escocia, se analizaron cuestionarios y muestras de suero para examinar los factores de riesgo de seropositividad al virus de Epstein-Barr. La actividad sexual antes del ingreso a la universidad se asoció significativamente con un mayor riesgo de seropositividad al virus. Además, el riesgo de un estado seropositivo aumentó con el número de parejas sexuales.

El contacto del virus de Epstein-Barr con las células epiteliales orofaríngeas permite la replicación del virus, su liberación en las secreciones orofaríngeas y la infección de las células B en las áreas de la orofaringe ricas en linfocitos. Las células B infectadas con virus de Epstein Barr son responsables de la diseminación de la infección a través del sistema linforreticular. El período de incubación previo al desarrollo de los síntomas promedia de cuatro a ocho semanas. La infección primaria de los linfocitos B por el virus de Epstein-Barr induce la circulación de anticuerpos dirigidos contra antígenos virales y no relacionados que se encuentran en los eritrocitos de ovejas y caballos.

Las células B infectadas con virus de Epstein Barr son responsables de la diseminación de la infección a través del sistema linforreticular. El período de incubación previo al desarrollo de los síntomas promedia de cuatro a ocho semanas.Haz click para twittear

Estos últimos anticuerpos, denominados anticuerpos heterófilos, son un grupo heterogéneo de anticuerpos, mayoritariamente IgM, que no reaccionan de forma cruzada con los antígenos del virus de Epstein-Barr. En raras ocasiones, las células infectadas producen anticuerpos antineutrófilos, antieritrocitos y antiplaquetarios, que son responsables de algunas de las manifestaciones clínicas menos frecuentes asociadas con la mononucleosis infecciosa. También se puede documentar una respuesta serológica específica para el virus de Epstein-Barr, aunque esto es necesario para menos del 10% de los casos de mononucleosis infecciosa negativa para anticuerpos heterófilos.

Los linfocitos T citotóxicos específicos para el virus de Epstein Barr se consideran esenciales para controlar la infección aguda y la reactivación. La activación de las células T conduce a un perfil tipo T helper 1 con producción de citoquinas interleucina-2 e interferón-gamma. Los linfocitos atípicos, que aparecen en la sangre periférica de pacientes con mononucleosis infecciosa entre una y tres semanas después del inicio de los síntomas, corresponden principalmente a células T CD8+ y células natural killer CD16+ (NK). A pesar de estas respuestas inmunes, que controlan la infección lítica inicial, el virus de Epstein Barr se convierte en una infección permanente ya que establece la latencia con la reactivación periódica y diseminación oral del virus.

Por otro lado, la respuesta inmune celular insuficiente puede dar como resultado una infección por VEB mal controlada y/o generar una neoplasia. Incluso con una respuesta inmune adecuada, algunos estudios epidemiológicos han vinculado la mononucleosis infecciosa a un mayor riesgo de otras afecciones, como el linfoma de Hodgkin. Otros estudios han relacionado la adquisición de la infección con un mayor riesgo de trastornos autoinmunes, como la esclerosis múltiple o el lupus eritematoso sistémico.

Las características típicas de la mononucleosis infecciosa incluyen fiebre, faringitis, adenopatía, fatiga y linfocitosis atípica. Una revisión de más de 500 pacientes encontró que la linfadenopatía estaba presente en todos los pacientes, la fiebre en el 98% y la faringitis en el 85%. El síndrome a menudo se presenta con malestar general, cefalea y febrícula antes de desarrollar estos signos más específicos. La fatiga puede ser persistente y severa. En un estudio prospectivo de 150 pacientes, la mayoría de los síntomas iniciales (p.e. fiebre, dolor de garganta) remitieron en un mes, pero la fatiga remitió más lentamente y persistió en el 13% de los pacientes a los seis meses.

Las características típicas de la mononucleosis infecciosa incluyen fiebre, faringitis, adenopatía, fatiga y linfocitosis atípica.Haz click para twittear

La afectación de los ganglios linfáticos en la mononucleosis infecciosa es típicamente simétrica e involucra más frecuentemente a las cadenas cervicales posteriores que a las anteriores. Los ganglios cervicales posteriores se encuentran posteriores a los músculos esternocleidomastoideos y deben palparse cuidadosamente. Los ganglios pueden ser grandes y moderadamente dolorosos. La linfadenopatía también puede volverse más generalizada, lo que distingue a la mononucleosis infecciosa de otras causas de faringitis. La linfadenopatía alcanza su máximo en la primera semana y luego disminuye gradualmente durante dos a tres semanas.

La afectación de los ganglios linfáticos en la mononucleosis infecciosa es típicamente simétrica e involucra más frecuentemente a las cadenas cervicales posteriores que a las anteriores.Haz click para twittear

El antecedente de dolor de garganta suele ir acompañado de faringitis y exudados amigdalinos, que pueden aparecer blancos, gris-verdosos o incluso necróticos. Las petequias palatinas con hemorragias y manchas rojas ocasionalmente están presentes; este hallazgo también se puede observar en pacientes con faringitis estreptocócicaLas complicaciones raras de la mononucleosis infecciosa incluyen al absceso periamigdalino u oclusión de la vía aérea secundaria a edema del paladar blando y las amígdalas.

Esplenomegalia y rotura esplénica

Se observa esplenomegalia en 50 a 60% de los pacientes con mononucleosis infecciosa y, por lo general, comienza a disminuir hacia la tercera semana de la enfermedad. La rotura esplénica es una complicación rara, pero potencialmente peligrosa. Se estima que ocurre en uno o dos casos por cada mil; aproximadamente el 70% ocurre en hombres, generalmente menores de 30 años. Las manifestaciones típicas son dolor abdominal y/o disminución del hematocrito. Cuando se produce una ruptura esplénica, lo hace espontáneamente en más de la mitad de los pacientes.

Se observa esplenomegalia en 50 a 60% de los pacientes con mononucleosis infecciosa y, por lo general, comienza a disminuir hacia la tercera semana de la enfermedad. La rotura esplénica es una complicación rara, pero potencialmente peligrosa.Haz click para twittear

Generalmente ocurre 14 días después del inicio de los síntomas; sin embargo, puede variar desde cuatro días hasta ocho semanas. En algunos casos, puede ser el síntoma inicial. El manejo de la ruptura esplénica es similar a otras formas de lesión esplénica. Se prefiere el tratamiento no quirúrgico con cuidados intensivos y preservación esplénica, pero algunos requieren esplenectomía. A pesar de su potencial amenaza para la vida, la mortalidad por ruptura esplénica relacionada con mononucleosis infecciosa es rara. Los infartos del bazo también se han descrito como una rara complicación de esta infección.

Exantema

En ocasiones se observa una erupción generalizada maculopapular, urticariana o petequial, mientras que el eritema nodoso es raro. Ésta casi siempre ocurre después de la administración de ampicilina o amoxicilina, aunque también se ha descrito ocasionalmente con una variedad de otros antibióticos que incluyen azitromicina, levofloxacina, piperacilina tazobactam y cefalexina.

La incidencia de erupción cutánea asociada a betalactámicos inicialmente se informó que era del 70 a 90%, pero es probable que sea menor. El mecanismo responsable del exantema no está bien comprendido. El desarrollo del exantema relacionado con el medicamento durante la mononucleosis infecciosa no parece presagiar una verdadera alergia al medicamento, ya que los pacientes posteriormente toleran la ampicilina sin reacción adversa.

Síndromes neurológicos

Los síndromes neurológicos incluyen el síndrome de Guillain-Barré, parálisis del facial y otros pares craneales, meningoencefalitis, meningitis aséptica, mielitis transversa, neuritis periférica, neuritis óptica y encefalomielitis. Estas manifestaciones tienden a ocurrir de dos a cuatro semanas o más después del inicio inicial de los síntomas. También puede haber asociación entre una presentación clínica de mononucleosis infecciosa y el posterior desarrollo de esclerosis múltiple.

El hallazgo de laboratorio más común asociado con la mononucleosis infecciosa es la linfocitosis, definida como un recuento absoluto > 4500/μL o, en el frotis periférico, un recuento diferencial> 50%. El frotis también puede identificar una linfocitosis atípica significativa, definida como más del 10% de los linfocitos totales. La mayoría de los linfocitos reactivos en pacientes con mononucleosis infecciosa son células T citotóxicas CD8+. En un estudio, la gravedad de la enfermedad se correlacionó con la magnitud de la linfocitosis CD8+ (así como con la carga viral de Epstein-Barr en sangre).

El hallazgo de laboratorio más común asociado con la mononucleosis infecciosa es la linfocitosis, definida como un recuento absoluto > 4500/μL o, en el frotis periférico, un recuento diferencial> 50%.Haz click para twittear

El recuento total de leucocitos en pacientes con mononucleosis infecciosa promedia entre 12,000 y 18,000 /μL, aunque puede ser mucho más alto. Algunos pacientes tienen una neutropenia y trombocitopenia relativas leves o absolutas. En general, estos son hallazgos benignos autolimitados. Las manifestaciones hematológicas inusuales incluyen anemia hemolítica, trombocitopenia, anemia aplásica, púrpura trombocitopénica trombótica y síndrome hemolítico-urémico, así como coagulación intravascular diseminada.

Algunas de estas últimas complicaciones son el resultado de la producción de anticuerpos inducidos por el virus de Epstein Barr dirigidos contra los eritrocitos, leucocitos y las plaquetas. La anemia hemolítica se asocia típicamente con una aglutinina anti-i fría. En las pruebas de función hepática se observan aminotransferasas elevadas en la gran mayoría de los pacientes, pero es autolimitado. Las pruebas de función hepática anormales en un paciente con faringitis sugieren fuertemente la posibilidad mononucleosis infecciosa.

Las pruebas de función hepática anormales en un paciente con faringitis sugieren fuertemente la posibilidad mononucleosis infecciosa.Haz click para twittear

Anticuerpos heterófilos

Los anticuerpos heterófilos reaccionan a antígenos de especies filogenéticamente no relacionadas. Por ejemplo, aglutinan eritrocitos de oveja (la clásica prueba de Paul-Bunnell), de caballo (utilizados en la prueba “Monospot”) y eritrocitos de buey y cabra. El Monospot es una prueba de aglutinación de látex que utiliza eritrocitos de caballo como sustrato. Otras pruebas de diagnóstico rápido utilizan técnicas ELISA. La sensibilidad y especificidad de los kits rápidos se acercan al 85 y 100%, respectivamente.

Los anticuerpos heterófilos reactivos en un paciente con un síndrome compatible son diagnósticos de la infección por virus de Epstein Barr y, por tanto, son la prueba de elección. No se justifica ninguna prueba adicional para anticuerpos específicos contra el VEB en pacientes con anticuerpos heterófilos reactivos. Aunque son altamente específicos en el entorno clínico apropiado, los anticuerpos heterófilos pueden ser poco sensibles.

Los anticuerpos heterófilos reactivos en un paciente con un síndrome compatible son diagnósticos de la infección por virus de Epstein Barr y, por tanto, son la prueba de elección.Haz click para twittear

La base del tratamiento para las personas con mononucleosis infecciosa son las medidas de soporte. El paracetamol o los medicamentos antiinflamatorios no esteroideos se recomiendan para el tratamiento de la fiebre, el malestar de la garganta y el malestar general. La provisión de líquidos y nutrición adecuados también es importante. Es prudente descansar lo suficiente, aunque no es necesario el reposo absoluto en cama.

Restricción de la actividad deportiva

Dado que la mononucleosis infecciosa afecta principalmente a adolescentes y adultos jóvenes, muchos de los cuales participan en deportes competitivos y otras formas de ejercicio, una pregunta frecuente del paciente es cuándo reanudar las actividades deportivas. Más del 50% de los pacientes con mononucleosis infecciosa desarrollan esplenomegalia dentro de las primeras dos semanas del cuadro. Por tanto, el principal objetivo es evitar las actividades que pueden ocasionar una ruptura esplénica, mientras que la consideración secundaria se relaciona a la fatiga.

Todos los atletas deben abstenerse de realizar actividades deportivas durante las primeras etapas de la enfermedad. A medida que se produce la recuperación, los médicos deben tener en cuenta que la ruptura esplénica espontánea o traumática en el contexto de la mononucleosis infecciosa parece ser más probable dentro de los 2 a 21 días posteriores al inicio de los síntomas clínicos. Los reportes de ruptura esplénica después de la cuarta semana son raros.

Referencias Bibliográficas

Sprunt TP, Evans FA. Mononucleosis leukocytosis in reaction to acute infections (infectious mononucleosis). John Hopkins Hosp Bull 1920; 31:409.

Henle G, Henle W, Diehl V. Relation of Burkitt’s tumor-associated herpes-ytpe virus to infectious mononucleosis. Proc Natl Acad Sci U S A 1968; 59:94.

Evans A, Niederman J. Epstein-Barr virus. In: Viral Infections of Human Epidemiology and Control, Evans A (Ed), Plenum Publishing, New York 1989. p.265.

Heath CW Jr, Brodsky AL, Potolsky AI. Infectious mononucleosis in a general population. Am J Epidemiol 1972; 95:46.

Morris MC, Edmunds WJ. The changing epidemiology of infectious mononucleosis? J Infect 2002; 45:107.

Aronson MD, Komaroff AL, Pass TM, et al. Heterophil antibody in adults with sore throat: frequency and clinical presentation. Ann Intern Med 1982; 96:505.

Nye FJ. Social class and infectious mononucleosis. J Hyg (Lond) 1973; 71:145.

Paul JR, Bunnell WW. The presence of heterophile antibodies in infectious mononucleosis. Am J Med Sci 1932; 183.

Paul JR, Bunnell WW. Classics in infectious diseases. The presence of heterophile antibodies in infectious mononucleosis by John R. Paul and W. W. Bunnell. American Journal of the Medical Sciences, 1932. Rev Infect Dis 1982; 4:1062.

Corsi MM, Ruscica M, Passoni D, et al. High Th1-type cytokine serum levels in patients with infectious mononucleosis. Acta Virol 2004; 48:263.

Tomkinson BE, Wagner DK, Nelson DL, Sullivan JL. Activated lymphocytes during acute Epstein-Barr virus infection. J Immunol 1987; 139:3802.

Giuliano VJ, Jasin HE, Ziff M. The nature of the atypical lymphocyte in infectious mononucleosis. Clin Immunol Immunopathol 1974; 3:90.

Johnsen HE, Madsen M, Kristensen T, Kissmeyer-Nielsen F. Lymphocyte subpopulations in man. Expression of HLA-DR determinants on human T cells in infectious mononucleosis. Acta Pathol Microbiol Scand C 1978; 86C:307.

Niedobitek G, Herbst H, Young LS, et al. Patterns of Epstein-Barr virus infection in non-neoplastic lymphoid tissue. Blood 1992; 79:2520.

Gaines H, von Sydow M, Pehrson PO, Lundbegh P. Clinical picture of primary HIV infection presenting as a glandular-fever-like illness. BMJ 1988; 297:1363.

Horwitz CA, Henle W, Henle G, et al. Heterophil-negative infectious mononucleosis and mononucleosis-like illnesses. Laboratory confirmation of 43 cases. Am J Med 1977; 63:947.

Steeper TA, Horwitz CA, Ablashi DV, et al. The spectrum of clinical and laboratory findings resulting from human herpesvirus-6 (HHV-6) in patients with mononucleosis-like illnesses not resulting from Epstein-Barr virus or cytomegalovirus. Am J Clin Pathol 1990; 93:776.

Kawa-Ha K, Tanaka K, Inoue M, et al. Isolation of human herpesvirus 7 from a child with symptoms mimicking chronic Epstein-Barr virus infection. Br J Haematol 1993; 84:545.

Auwaerter PG. Infectious mononucleosis in middle age. JAMA 1999; 281:454.

Horwitz CA, Henle W, Henle G, et al. Infectious mononucleosis in patients aged 40 to 72 years: report of 27 cases, including 3 without heterophil-antibody responses. Medicine (Baltimore) 1983; 62:256.

Infectious Mononucleosis, Carter RL, Penman HG (Eds), Blackwell Scientific Publication, Oxford and Edinburgh 1969. p.47-62.

Aldrete JS. Spontaneous rupture of the spleen in patients with infectious mononucleosis. Mayo Clin Proc 1992; 67:910.

Bartlett A, Williams R, Hilton M. Splenic rupture in infectious mononucleosis: A systematic review of published case reports. Injury 2016; 47:531.

Gayer G, Zandman-Goddard G, Kosych E, Apter S. Spontaneous rupture of the spleen detected on CT as the initial manifestation of infectious mononucleosis. Emerg Radiol 2003; 10:51.

Asgari MM, Begos DG. Spontaneous splenic rupture in infectious mononucleosis: a review. Yale J Biol Med 1997; 70:175.

Naviglio S, Abate MV, Chinello M, Ventura A. Splenic Infarction in Acute Infectious Mononucleosis. J Emerg Med 2016; 50:e11.

Schissel DJ, Singer D, David-Bajar K. Azithromycin eruption in infectious mononucleosis: a proposed mechanism of interaction. Cutis 2000; 65:163.

Paily R. Quinolone drug rash in a patient with infectious mononucleosis. J Dermatol 2000; 27:405.

LeClaire AC, Martin CA, Hoven AD. Rash associated with piperacillin/tazobactam administration in infectious mononucleosis. Ann Pharmacother 2004; 38:996.

McCloskey GL, Massa MC. Cephalexin rash in infectious mononucleosis. Cutis 1997; 59:251.

Long CM, Kerschner JE. Parotid mass: Epstein-Barr virus and facial paralysis. Int J Pediatr Otorhinolaryngol 2001; 59:143.

Joki-Erkkilä VP, Hietaharju A, Numminen J, et al. Multiple cranial nerve palsies as a complication of infectious mononucleosis due to inflammatory lesion in jugular foramen. Ann Otol Rhinol Laryngol 2000; 109:340.

Johns MM, Hogikyan ND. Simultaneous vocal fold and tongue paresis secondary to Epstein-Barr virus infection. Arch Otolaryngol Head Neck Surg 2000; 126:1491.

Schellinger PD, Sommer C, Leithäuser F, et al. Epstein-Barr virus meningoencephalitis with a lymphoma-like response in an immunocompetent host. Ann Neurol 1999; 45:659.

Tselis A, Duman R, Storch GA, Lisak RP. Epstein-Barr virus encephalomyelitis diagnosed by polymerase chain reaction: detection of the genome in the CSF. Neurology 1997; 48:1351.

Marrie RA, Wolfson C, Sturkenboom MC, et al. Multiple sclerosis and antecedent infections: a case-control study. Neurology 2000; 54:2307.

Hernán MA, Zhang SM, Lipworth L, et al. Multiple sclerosis and age at infection with common viruses. Epidemiology 2001; 12:301.

Devereaux CE, Bemiller T, Brann O. Ascites and severe hepatitis complicating Epstein-Barr infection. Am J Gastroenterol 1999; 94:236.

Ghosh A, Ghoshal UC, Kochhar R, et al. Infectious mononucleosis hepatitis: report of two patients. Indian J Gastroenterol 1997; 16:113.

Chen J, Konstantinopoulos PA, Satyal S, et al. Just another simple case of infectious mononucleosis? Lancet 2003; 361:1182.

Kottanattu L, Lava SA, Helbling R, et al. Pancreatitis and cholecystitis in primary acute symptomatic Epstein-Barr virus infection – Systematic review of the literature. J Clin Virol 2016; 82:51.

Lei PS, Lowichik A, Allen W, Mauch TJ. Acute renal failure: unusual complication of Epstein-Barr virus-induced infectious mononucleosis. Clin Infect Dis 2000; 31:1519.

Kitayama Y, Honda S, Sugimura H. Epstein-Barr virus-related gastric pseudolymphoma in infectious mononucleosis. Gastrointest Endosc 2000; 52:290.

Hudson LB, Perlman SE. Necrotizing genital ulcerations in a premenarcheal female with mononucleosis. Obstet Gynecol 1998; 92:642.

Avgil M, Diav-Citrin O, Shechtman S, et al. Epstein-Barr virus infection in pregnancy–a prospective controlled study. Reprod Toxicol 2008; 25:468.

Avgil M, Ornoy A. Herpes simplex virus and Epstein-Barr virus infections in pregnancy: consequences of neonatal or intrauterine infection. Reprod Toxicol 2006; 21:436.

Horwitz CA, Moulds J, Henle W, et al. Cold agglutinins in infectious mononucleosis and heterophil-antibody-negative mononucleosis-like syndromes. Blood 1977; 50:195.

Maquiera E, Yañez S, Fernández L, et al. Mononucleosis-like illness as a manifestation of carbamazepine-induced anticonvulsant hypersensitivity syndrome. Allergol Immunopathol (Madr) 1996; 24:87.

Lupton JR, Figueroa P, Tamjidi P, et al. An infectious mononucleosis-like syndrome induced by minocycline: a third pattern of adverse drug reaction. Cutis 1999; 64:91.

Brown M, Schubert T. Phenytoin hypersensitivity hepatitis and mononucleosis syndrome. J Clin Gastroenterol 1986; 8:469.

Hurt C, Tammaro D. Diagnostic evaluation of mononucleosis-like illnesses. Am J Med 2007; 120:911.e1.

Ebell MH. Epstein-Barr virus infectious mononucleosis. Am Fam Physician 2004; 70:1279.

Ebell MH, Call M, Shinholser J, Gardner J. Does This Patient Have Infectious Mononucleosis?: The Rational Clinical Examination Systematic Review. JAMA 2016; 315:1502.

Brigden ML, Au S, Thompson S, et al. Infectious mononucleosis in an outpatient population: diagnostic utility of 2 automated hematology analyzers and the sensitivity and specificity of Hoagland’s criteria in heterophile-positive patients. Arch Pathol Lab Med 1999; 123:875.

Axelrod P, Finestone AJ. Infectious mononucleosis in older adults. Am Fam Physician 1990; 42:1599.

Seitanidis B. A comparison of the Monospot with the Paul-Bunnell test in infectious mononucleosis and other diseases. J Clin Pathol 1969; 22:321.

Wohl DL, Isaacson JE. Airway obstruction in children with infectious mononucleosis. Ear Nose Throat J 1995; 74:630.

Thompson SK, Doerr TD, Hengerer AS. Infectious mononucleosis and corticosteroids: management practices and outcomes. Arch Otolaryngol Head Neck Surg 2005; 131:900.

van der Horst C, Joncas J, Ahronheim G, et al. Lack of effect of peroral acyclovir for the treatment of acute infectious mononucleosis. J Infect Dis 1991; 164:788.

Torre D, Tambini R. Acyclovir for treatment of infectious mononucleosis: a meta-analysis. Scand J Infect Dis 1999; 31:543.

Kinderknecht JJ. Infectious mononucleosis and the spleen. Curr Sports Med Rep 2002; 1:116.

Johnson MA, Cooperberg PL, Boisvert J, et al. Spontaneous splenic rupture in infectious mononucleosis: sonographic diagnosis and follow-up. AJR Am J Roentgenol 1981; 136:111.

Maki DG, Reich RM. Infectious mononucleosis in the athlete. Diagnosis, complications, and management. Am J Sports Med 1982; 10:162.

Haines JD Jr. When to resume sports after infectious mononucleosis. How soon is safe? Postgrad Med 1987; 81:331.

Friman G, Wesslén L. Special feature for the Olympics: effects of exercise on the immune system: infections and exercise in high-performance athletes. Immunol Cell Biol 2000; 78:510.

Auwaerter PG. Infectious mononucleosis: return to play. Clin Sports Med 2004; 23:485.

Tamayo SG, Rickman LS, Mathews WC, et al. Examiner dependence on physical diagnostic tests for the detection of splenomegaly: a prospective study with multiple observers. J Gen Intern Med 1993; 8:69.

Ali J. Spontaneous rupture of the spleen in patients with infectious mononucleosis. Can J Surg 1993; 36:49.

Dommerby H, Stangerup SE, Stangerup M, Hancke S. Hepatosplenomegaly in infectious mononucleosis, assessed by ultrasonic scanning. J Laryngol Otol 1986; 100:573.

Burroughs KE. Athletes resuming activity after infectious mononucleosis. Arch Fam Med 2000; 9:1122.

McIntyre OR, Ebaugh FG Jr. Palpable spleens in college freshmen. Ann Intern Med 1967; 66:301.

Hosey RG, Mattacola CG, Kriss V, et al. Ultrasound assessment of spleen size in collegiate athletes. Br J Sports Med 2006; 40:251.

El artículo Mononucleosis Infecciosa: Revisión de la llamada enfermedad del beso. apareció primero en Sapiens Medicus.

Viewing all 477 articles
Browse latest View live